La idea de que las universidades públicas deben privatizarse porque “solo sirven a los hijos de los ricos”, además de ser una mentira estadística, refleja en su totalidad la falacia estratégica del actual gobierno anarcocapitalista. Desde el discurso, se deslegitima todo lo que es común: desde los comedores comunitarios hasta los recitales públicos, pasando por las universidades y los hospitales de salud mental, bajo el argumento de que son un “robo a los pobres”.
Ahora inauguraron una fase superior de la falacia: ¡beneficia a los ricos! Pero señores, si fuera así, ustedes lo aplaudirían. Si no han hecho otra cosa que beneficiar al 1% más rico: bajaron los impuestos a la riqueza mientras subieron los impuestos al consumo popular, mantuvieron el presupuesto de los “regímenes de promoción” para la lumpen-burguesía del capitalismo de amigos y subieron las partidas para el espionaje y la importación armamento, mientras redujeron el presupuesto de salud, educación y asistencia social.
En efecto, con la lapicera del decretazo, se toman decisiones económicas que incrementan la pobreza y la desigualdad a una velocidad alarmante. Ahora dicen que el problema es que los fondos universitarios deberían destinarse a las escuelas primarias, cuando hace apenas unos meses eliminaban el fondo de incentivo docente y recortaban las partidas para los comedores escolares. Es la misma lógica con la que dejaron sin comer a los chicos, cancelaron las obras públicas en barrios populares y congelaron el Salario Social Complementario con la excusa de combatir intermediarios. Le quitan derechos a los de abajo y dicen que los están defendiendo.
Esta retórica tiene un sentido estratégico. Se pasó del “roba pero hace” al “destruye, pero no roba”. Lo cierto es que este gobierno sí destruye y sí roba. Roba mucho. Roba con el burdo mecanismo de la transferencia regresiva de ingresos. Roba con los subsidios a las grandes corporaciones. Roba con los nuevos intermediarios como la Organización de Estados Interamericanos. Roba con los fondos reservados de la SIDE.
Pero, sobre todo, roba con el curro financiero. El área de especialidad de Luis Caputo. Roba con el crawilng peg que permite una especulación financiera ridícula: un incremento del 2% mensual del precio del dólar que atrasa el tipo de cambio y constituye un negocio monumental para los que sectores privilegiados con acceso al sistema financiero, se aprovechan de este ajuste predecible del tipo de cambio para obtener ganancias rápidas y desmedidas.
Roba como siempre robó la “pandilla del barranco”, como la sabiduría popular sabía decirle a los mercachifles porteños de los primeros años de la patria que contrabandeaban en el gran puerto. Ahora abriendo las importaciones -todo lo contrario a los aranceles que propone el amigo Trump- provoca deliberadamente un industricidio. Luego, a los mercachifles de la importación liberada, se los incentiva a evadir el fisco, se los “heroiza” por sus delitos de guante blanco.
Toda política pública requiere correcciones. Cuando existen organizaciones intermedias -absolutamente necesarias en la democracia- requieren además un alto nivel de control. Los entes autónomos como las universidades y los fondos de afectación específicas como el PROGRESAR deben ser particularmente auditados -igual que los fondos de la SIDE o la compra de pertrechos militares-. Todo eso está muy bien. Lo que está mal es destruirlo todo con el argumento de la corrupción. Eso se hizo en la época de Carlos Menem que, si decimos la verdad, no fue el más transparente de los gobiernos.
El gobierno emplea técnicas de dominación y control social primitivas, pero muy efectivas, con un único objetivo: desarrollar un proyecto de miseria planificada. Utiliza el dinero para corromper dirigentes, diputados y gobernadores; utiliza la intimidación para someter a opositores y comunicadores críticos; y recurre a la difamación para deslegitimar causas nobles y a quienes las defendemos.
Sus objetivos son promovidos por una red de trolls rentados y, cuando se trata de agredir a una figura de alto perfil, cuando se trata de marcar a quienes consideran sus enemigos, cuentan con el respaldo en redes sociales de la ministra Bullrich o del propio presidente Milei. En este proceso, violan flagrantemente los estándares democráticos, y muchos de los que antaño se proclamaban guardianes de la República, del respeto institucional y de las “buenas costumbres”, hoy callan por miedo o complicidad. Esto incluye a algunos de los nuestros que se quejan más de las “formas” de algunos de nosotros que de las “formas” del tiranuelo y su pandilla.
Si nuestra militancia no entiende esto, estamos muertos como Movimiento. Va a seguir operando un mezquino darwinismo del pragmatismo antipopular. El que se adapta mejor a los estándares de nuestros enemigos sobrevive y prevalece
Debemos tomar nota, porque en la próxima no podemos premiar con el respaldo del campo nacional y popular a quienes se entregaron al silencio o a la complicidad. No puede ser que algunos paguen todos los costos incluidos los humanos y luego se impongan otros que no sufrieron ni un rayón porque abandonaron el campo de batalla. No son los más inteligentes, son los más vivos que es distinto. Así nos fue con los “piolas”. No sé si los quiero “fuera”, pero no los quiero arriba.
Si nuestra militancia no entiende esto, estamos muertos como Movimiento. Va a seguir operando un mezquino darwinismo del pragmatismo antipopular. El que se adapta mejor a los estándares de nuestros enemigos sobrevive y prevalece. El que se adapte mejor es, indefectiblemente, el recambio de los mismos actores de poder que inspiran el gobierno anarcocapitalista represor ¿No nos bastó Scioli, Alberto, Massa?
En eso hay que diferenciar los roles políticos de los roles sectoriales, ambos parte del movimiento popular, ambos con responsabilidades en el combate contra la miseria planificada.
Desde nuestra perspectiva, los dirigentes sindicales, sociales, universitarios, las asociaciones de consumidores, jubilados, personas con discapacidad, en fin, toda la dirigencia sectorial, tienen la responsabilidad de defender con sabiduría y firmeza los derechos e intereses de los grupos que representan. En ese contexto, deben ser juzgados por los beneficios concretos que logren para su base social -sean estudiantes, obreros, cooperativistas o ancianos-.
Sin embargo, me permito humildemente advertir que el argumento de “al menos zafamos de esta” es un mal argumento. El empate es valorable, pero la derrota y el retroceso no. Si todos los indicadores sectoriales —salarios, jubilaciones, pobreza, indigencia, desigualdad, tarifas, presupuesto de salud y educación, prestaciones para personas con discapacidad, derechos humanos y sociales— retroceden, se debe ofrecer una resistencia firme, incluso a costa de la comodidad o la libertad de los dirigentes, como algunos lo hicimos durante el gobierno de Alberto Fernández. Negociar es una obligación para los representantes sectoriales, pero el resultado es lo que verdaderamente importa. Al menos así lo viví yo cuando me tocó negociar desde lo sectorial con distintos gobiernos las reivindicaciones de un sector social: si no podés explicar qué trajiste para el pueblo, te reuniste al cuete. Si eso se repite sistemáticamente, al menos tu estrategia tiene algún problema.
En cuanto a los dirigentes políticos a quienes el pueblo les confió la responsabilidad de defender las banderas del conjunto, y no los intereses de un sector particular, el estándar debe ser superior. Cuando se rompen las bases de la convivencia institucional, cuando se vulneran derechos sociales dispersos que no pueden defenderse sectorialmente, cuando se hiere la soberanía y sustentabilidad de la Nación, no hay margen para negociaciones a espaldas del pueblo, ni para el cogobierno de sectores estratégicos del Estado o cargos diplomáticos en dólares. Las nuevas formas del “viaje a Davos” entre Massa y Macri son, lisa y llanamente, colaboracionismo. Tampoco debería haber espacio para que nuestro ministro de seguridad bonaerense, Javier Alonso, se fotografíe con la verduga del pueblo, Patricia Bullrich, sin obtener ningún beneficio para la provincia de Buenos Aires, mientras esta mujer reprime a la población civil movilizada pacíficamente y persigue a dirigentes de Unión por la Patria. Mucho menos podemos aceptar que dirigentes de nuestro espacio celebren el pseudonacionalismo de quienes reivindican el terrorismo de Estado y a los torturadores de nuestros compañeros.
Los gobernadores que toman sus provincias como corporaciones no son líderes políticos sino administradores de empresa. Un gobernador tiene un rol provincial, pero en un país que busca un destino de unidad también tiene una representación nacional. La balcanización provinciana sólo beneficia a los intereses centralitas y unitarios históricamente aliados a los saqueadores coloniales. Esto era así en épocas de la pandilla, esto sigue siendo así ahora.
Si somos fieles a nuestra historia, nosotros defendemos a los débiles, a los oprimidos, a los explotados, a los descamisados. Defendemos un desarrollo que incluya a todos, que mire desde las periferias, que priorice a los de abajo. Defendemos una libertad para la vida de las personas y no para los negocios de los billonarios. Defendemos ideales justicieras y una historia gloriosa de realizaciones sociales. No adulamos la riqueza y el poder, ni la violencia institucional ni el desprecio hacia los pobres. No nos excitamos por las demostraciones de poderío y crueldad.
Hay límites que definen en qué vereda está cada uno. Y como dice una nueva versión de una vieja melodía, que refleja lo que muchos sentimos:
No soy amigo de los que cooperan,
Los quiero fuera, fuera, fuera.
Vos te pasaste al otro lado de la vereda,
Esa es la diferencia entre la gorra y la visera.
Sáquense la gorra o sáquense la careta.