Hace veinte años que Sandra es instructora de pilates en su propia academia. Hoy cuenta con 150 alumnas que todos los meses pagan puntualmente la cuota para asegurar su lugar. El instituto tiene lista de espera para conseguir una hora de clase. En junio pasado, el dueño del local en donde funciona, le comunicó por escrito que -cuando en noviembre, se produjera el vencimiento del contrato de alquiler- no se lo renovaría. Desde ese momento, Sandra dedica todos los fines de semana a buscar un nuevo lugar. El negocio de Sandra tiene una facturación y una cobranza muy regulares, no tiene significativos gastos fijos y genera un margen neto de ganancia elevado en relación a la inversión. Así y todo, Sandra no consigue un local para alquilar. Todas las respuestas que reciben de inmobiliarias o propietarios son idénticas: no hay propiedades en alquiler hasta que se sepa lo que va a pasar.
La actitud del propietario que no alquila su local a Sandra, es también la de un conocido productor de vino de Mendoza que no se decide a comprar los tanques de acero inoxidables que le están faltando para poder abastecer su demanda o la del emprendedor gastronómico de Bariloche que está esperando para abrir su segundo local de ahumados. ¿Esperando? Sí, esperando hasta que se sepa lo que va a pasar.
Muchos de los comportamientos de los individuos en relación a variables económicas o de negocios son resultados de la imitación. Esperar hasta que se sepa lo que va a pasar, es uno de ellos.
Claramente hay muchas y diversas variables que quien gestiona un negocio no determina ni domina. El costo del dinero (tasa de interés) le viene dado, el tipo de cambio le viene dado, las barreras arancelarias o para arancelarias, las retenciones, el precio de los servicios, de la energía, la tasa de inflación…le vienen dados.
Los comportamientos impulsados por la incertidumbre imperante explican en gran parte, por ejemplo, la caída del 6,4% de la producción industrial en septiembre o justifican que la capacidad instalada esté siendo utilizada al 73% en la industria PyME
El pensamiento de un empresario podría ser entonces: Vos, mercado, Estado, sistema, decime que va a pasar con todas esas variables que no domino (exógenas) y yo, con esa información, tomaré mis decisiones de, entre muchas otras, producto, precio y mercado. En principio sería el Presupuesto de la Nación el que nos debería dar esa información, pero como resulta que hace ya muchos años ese documento carece de credibilidad, resignamos nuestras pretensiones y pedimos que nos digan, ya no lo que pasará (pre supuesto), sino, lo que pasó. Con el dato de inflación pasado se ajustan los precios del mes y este proceso se vuelve recurrente. Todo este embrollo redunda en que Sandra no encuentra un local para desarrollar su exitoso emprendimiento, el vinicultor no se lanza al incremento de la escala de su negocio y el chef... se sienta y espera.
¿Qué significa esperar hasta que se sepa lo que va a pasar? Significa esperar a ver quién va a ganar las elecciones. ¿Y después? Esperar a ver cuáles son las primeras medidas del gobierno. ¿Y después? Esperar a ver cómo reaccionan los mercados. Esperar a ver si efectivamente Vaca Muerta, el litio, la economía del conocimiento y la agroindustria aportan a la economía las divisas que tanto necesita el país. Siempre, siempre habrá algo que esperar.
A nivel agregado de la economía, esos comportamientos impulsados por la incertidumbre imperante explican en gran parte, por ejemplo, la caída del 6,4% de la producción industrial en septiembre (INPIP CAME) o justifican que la capacidad instalada esté siendo utilizada al 73% en la industria PyME. Sin embargo, a nivel individual, analizando caso por caso, la realidad podría ser bien diferente. Veamos: Sandra es una excelente potencial inquilina. Su actividad/ingreso no corre riesgo, pero, además, está dispuesta a pagar un año de alquiler por adelantado. Las tres cuartas partes de la producción de nuestro amigo vitivinicultor de Mendoza están dedicadas a la exportación. No tiene prácticamente ninguna dependencia de insumos importados para la elaboración de su producto y ha firmado un contrato de aprovisionamiento a una cadena española de supermercados que le da garantías de facturación. El fabricante de los tanques de acero inoxidable no lo sabe, pero el contagio de la incertidumbre le está robando una venta. El chef de Bariloche vende toda su producción principalmente a turistas brasileños. Si bien el tipo de cambio es una variable exógena, de lo que no hay ninguna duda, es que gane quien gane las elecciones, el peso argentino no se va a apreciar. Es decir, la afluencia de turistas brasileros a nuestro país está más que garantizada por un largo tiempo.
El efecto contagio de la incertidumbre puede ser tan malo como el efecto contagio de compra o venta de cualquier activo, acción, bono, moneda extranjera. Quienes no analizan en profundidad su caso en concreto, en general, terminan perdiendo.
Asumir un escenario implica, sí o sí, asumir un riesgo. Podemos esperar a ver lo que va pasar o analizar y actuar. El contagio del efecto incertidumbre puede impedir que un vendedor de paraguas salga a trabajar un día de lluvia porque su colega que vende anteojos de sol no sale. Llevando este razonamiento a un extremo, también podríamos sugerir que el vendedor de anteojos de sol, el día de lluvia, salga a vender paraguas.
MS