La previa al paro internacional feminista del 8M estuvo dedicada a afinar detalles organizativos, agitar la comunicación y costurar un documento de unidad después de un mes de organización asamblearia. No son tareas fáciles porque requieren traducir meticulosos y artesanales acuerdos en la organización del espacio (concentración y marcha!), en los mensajes a compartir como comunicación colectiva y en las prioridades a reclamar (lo que incluye un tono y un fraseo).
En el medio, mientras se discutía el texto que se leerá a las 18 horas del viernes, el presidente Javier Milei anunció que el mismo 8M se reunirá con gobernadores que integrarán el Pacto de Mayo, como primer paso de su propuesta lanzada en la inauguración de sesiones legislativas ordinarias. Dos días después, el segundo encuentro de comisiones de la asamblea feminista coincidió con la jornada en la que el presidente se dedicó a hablar de “asesinas de pañuelo verde” mientras inauguraba el ciclo lectivo en su excolegio. Simultáneamente, circuló la orden oficial de que no se nombre el 8M en ninguna instancia pública de gobierno.
Muchas de las asambleístas son periodistas y sindicalistas de prensa agremiadas en SIPREBA-FATPREN, ahora acampando frente a Télam después del brutal cierre de la agencia nacional de noticias por parte del gobierno realizada también esta semana. Esto escaló en un conflicto de primer orden que tuvo a la asamblea como caja de resonancia directa. De hecho, este será el 8M con más elementos de provocación oficial que haya podido imaginarse. No es para menos: como ya lo venimos narrando en esta columna, este será el primer 8M contra un gobierno que hace del antifeminismo una política explícita y que se caracteriza por la violencia patriarcal en su comunicación.
La expectativa es enorme. Claro que hay un hiato entre todo el trabajo político, la militancia y la activación de redes y lo que suceda este viernes 8M: un incalculable de lo que será la movilización efectiva. Es que ese incalculable sigue siendo la política: no hay automatismo que asegure una previsibilidad cuantitativa y, aun así, hay un trabajo sin el cual ciertas cosas no suceden.
A pesar de que todo cálculo es difícil, sí se pueden contar algunas cosas. Un enorme trabajo asambleario. Una multiplicación de convocatorias que en el abanico de flyers dan cuenta de la multiplicidad de sectores, organizaciones y espacios que se están preparando. Habrá verdurazo organizado por las Mujeres Trabajadoras de la Tierra, habrá performances en vivo, habrá batucadas. Se organizan y convocan el activismo gorde, les estudiantes de escuelas secundarias, artistas y escritoras, activistas socioambientales, redes de socorrismo, feministas plurinacionales y antirracistas, científicas y trabajadoras comunitarias, trabajadoras sexuales y arquitectas, inquilinas y madres protectoras, cineastas y organizaciones mapuche, migrantas y trabajadoras de la autogestión, organizaciones de la disidencia sexual y coordinadoras de villas, trabajadoras de casas particulares y jubiladas. Varias columnas se preparan para venir de distintos partidos del conurbano bonaerense. A su vez, todas las centrales sindicales han sacado su convocatoria de unidad y el viernes por la mañana realizarán conferencia de prensa en el Salón Felipe Vallese en la sede Azopardo de la CGT, lo que sin dudas será una foto histórica.
Se habla de masividad, se busca que la foto multitudinaria sea ese gesto político que derrama fuerza y energía. Se dijo, evocando otra vez la lengua acuática, que fuimos marea y que ahora seremos tsunami. Se desea estar a la altura de una convocatoria que en Argentina está cargada de urgencia y dramatismo, lo cual el movimiento feminista sabe combinar con fiesta en la calle y creatividad en sus manifestaciones. Esa fórmula sigue siendo poderosa y es la principal herramienta contra la difusión del miedo que promueve el protocolo represivo vigente. De hecho, la masividad es la principal herramienta de autodefensa.
Las consignas para este 8M que salieron de la organización ponen en primer lugar el hambre y el ajuste, la defensa del aborto, el repudio a los despidos, se pronuncian contra el DNU (“marco jurídico del saqueo”) y el extractivismo, contra el protocolo represivo y las violencias machistas, con femicidios y travesticios en ascenso al ritmo de la precariedad.
De allí se desprende una caracterización precisa del momento. Una categoría que ha sido impulsada por el debate feminista ha saltado fronteras al punto de convertirse en una clave de la lengua política para caracterizar esta época: la crueldad. Es un concepto que ha trabajado la antropóloga argentina Rita Segato para hablar de los crímenes por violencia de género y las agresiones machistas como forma de un pacto de masculinidad, que se hizo conocido a inicios del movimiento Ni Una Menos, allá por el 2015. “La crueldad está de moda”, dijo el escritor Martín Kohan hace unos días y la frase retumbó. Hoy, insisto, ese término excede el vocabulario de los feminismos y nombra el tipo de violencia verbal, política y simbólica que practica este gobierno y que se entrena cotidianamente en las redes sociales. En ella conviven formas de insulto y maltrato con el festejo de despidos, memes que banalizan la pedofilia mientras se vacían los programas de educación sexual integral, agresiones directas y personales a políticas (como Natalia Zaracho y Myriam Bregman) y el desprestigio de docentes.
El ensañamiento con las trabajadoras estatales, con aquellas que protagonizan políticas que garantizan derechos, es otra constante de estos meses virulentos de ajuste brutal. Como lo señalan las investigadoras españolas Cristina Vega y Marta Cabezas analizando el fenómeno de la “reacción patriarcal” a nivel transatlántico, las ultraderechas del mundo atacan tanto a los feminismos callejeros como a las políticas públicas que buscan garantizar derechos a través de algún tipo de institucionalidad feminista, a la vez que intentan oponer ambos a una política de “mayorías”. La experiencia de vivenciar los derechos como “privilegios”, en tanto en el neoliberalismo son cada vez más escasos y abstractos, es utilizada de modo tal que refuerza el repudio individual a los derechos en vez de su reclamo colectivo. Por eso mismo los feminismos siguen siendo incómodos y rechazados por estas derechas –incluso señalizados como enemigos públicos. Oponen una fórmula del reclamo y del cuidado de lo común que cuestiona los privilegios a la vez que reclama derechos, no dejan de poner el eje en la transformación social a la vez que demandan cuestiones muy concretas.
Este 8M será una fecha histórica. Desde los feminismos se lo viene construyendo como paro internacional, como jornada de lucha. En fin: como antídoto a la crueldad.
VG/DTC