OPINIÓN

La luz es un sueño eterno

19 de marzo de 2023 00:01 h

0

Un piquete porteño impulsado por personas recalientes que tienen cortado el suministro eléctrico desde hace más de una semana puede ser un escenario propicio tanto para descargar una furia legítima como para el florecimiento de mil teorías conspirativas o la irrupción de personajes variopintos (bizarros o heroicos).

Mal dormidos con las ojeras por el suelo y un humor de perros, con la misma pilcha durante varios días, con los dedos gastados por mandar cientos de mensajes de texto con la palabra LUZ al 72720 —seguido del número de cliente—, recibir la misma respuesta y confirmar que nos estamos volviendo einsteinianamente locos porque hacemos todos días lo mismo y esperamos resultados diferentes. Los privilegiados o las privilegiadas que cuentan con ese bien escaso que es la paciencia y logran comunicarse con alguna persona humana escuchan diversos speech aunque en el subtexto suene la misma respuesta: “No te lo puedo explicar porque no vas a entender”.

Pese a todo, el optimista y el pesimista se unen en un frente único contra enemigo común: tanto el que piensa que es inminente el retorno del suministro por razones varias que sólo él conoce como el que considera que esto va para largo y puede ser eterno porque “nuestro corte” (el que afecta a los dos manzanas y media de nuestro barrio) no aparece ni siquiera como puntito azul en el mapa digital del Enre y eso significa que “estamos en el triángulo de las Bermudas” para Edesur y para el Estado.

Si durante el Mundial todos somos directores técnicos, durante un corte de suministro todos somos de Luz y Fuerza porque “el problema está en la subestación de Parque Centenario” (a esta altura todos sabemos que es la 049); pero no, “lo que se jodió es una cámara que alimenta a nuestras manzanas, si me dijeran cuál es, bajo y meto mano”; aunque tampoco: “¿Sabés por qué no vuelve la luz?, por el calor. Las líneas que van por debajo de la tierra se recalientan y se desconectan automáticamente y hasta que no baje la temperatura estos hijos de puta no las van a volver a enchufar. Yo sé lo que te digo, estoy metido en esto.”

En el medio, algunas y algunos politizan la discusión o, mejor dicho, la “engrietan” con medias verdades: “El tema es que Horacio Rodríguez Larreta permite que se construyan todos estos edificios mientras no se renueva ninguna red y hasta que la mierda no aflore desde subsuelo porque estallen las cloacas nadie va a hacer nada”. El contraataque no se hace esperar: “Yo no sé, pero a De la Rúa por mucho menos que esto lo echaron a patadas”.

La polémica se corta intempestivamente porque aparece un joven turista alemán que se destaca entre la pequeña multitud por sus dos metros y pico, su barba “gringa” y su pronunciación extraña. Pide permiso para sacar algunas fotos y después para sumarse a la protesta. Legítimamente autorizado, agarra el ladrillo más grande que encuentra y le entra a dar a las vallas de metal que protegen las obras del Gobierno de la Ciudad con la misma rabia que Campino de los Die Toten Hosen puso para cantar Ya no sos igual junto a Trueno y a los Dos minutos. En Alemania no se consigue.

Como si fuera poco, los sin luz nos transformamos en algo parecido a los “kelpers” del barrio y el chisme —esa “sociabilidad de ataque” de la que habló Ezequiel Martínez Estrada en su Radiografía de la pampa— ya hizo correr su versión inculpatoria contra las víctimas: el carnicero dice que una clienta le dijo que a esas manzanas no les vuelve la luz porque cuando vino la patrulla de Edesur “la corrieron a piedrazos”. Tan delirante como inverosímil porque todos —engrietados o no— estamos de acuerdo en que si llegara a venir personal técnico, le tendemos una alfombra roja y después —con luz— seguimos debatiendo.

Los grupos de WhatsApp de afectados y afectadas por los cortes se radicalizan más sin el filtro relativo que impone el face to face y dejan volar su imaginación: “A las empresas las obligan a cortar para generar un caos contra el Gobierno y que pague políticamente las consecuencias. Esperen el informe de Lanata y van a ver”. Los victimarios ahora son pobres víctimas comunes.

Aunque alguien con una mirada más totalizadora sentencia con unas mayúsculas que acribillan los ojos: “Esto no fue casualidad, esto fue bien pensado, gestado y parido. Aquí los resultados: suicidios y violencia; drogadicción; depresión y clonazepam” (sic). “Se tenía que decir y se dijo”, contesta otro con un sticker acorde a la dramática ocasión.

Las conspiraciones son como las brujas: no existen, pero que las hay, las hay. En esta anarquía de cortes que van y vienen algo huele mal. La base estructural está en la falta de inversión para la mantención, ampliación y mejora de la infraestructura eléctrica, pero sobre ella se monta —como se dice— una superestructura jurídico-política que deja demasiado en evidencia a la próxima estafa.

En el horno

Según publicó el portal EconoJournal, la empresa italiana Enel —accionista mayoritaria en Edesur— anunció en noviembre pasado un plan de desinversión que incluye su retirada de Argentina, Perú y Rumania con el objetivo de reducir su deuda neta y centrar su transición hacia energías más limpias.

Enel no sólo vendería Edesur, también se desprendería de las centrales térmicas Costanera y Dock Sud, la concesión de la hidroeléctrica El Chocón y las líneas de transmisión CTM y TESA, que conectan los sistemas de energía eléctrica entre Brasil y el noreste argentino.

La venta formal de Edesur comenzaría a fines de marzo y pretenden tener cerrada la operación a fin de año.

Aquí empiezan las especulaciones demasiado verosímiles sobre esta miríada de cortes de suministro y los objetivos de la empresa.

Algunos consideran que el Gobierno se encuentra en una encerrona que es el producto se su propia responsabilidad e inacción (común a todas las administraciones anteriores) porque permitieron que las empresas hicieran y deshicieran a piacere cuando los incumplimientos y los problemas vienen desde hace años.

Las sospechas en torno a que una quita de la concesión de Edesur en este momento facilitaría a Enel su retirada y ahorraría la necesidad de conseguir un comprador por parte de la empresa se multiplican. Así como las acciones deliberadas de la empresa para “provocar” un desenlace de estas características y terminar reclamando una indemnización millonaria en el CIADI (tribunal dependiente del Banco Mundial) siempre muy receptivo a las demandas de las multinacionales.

Por eso el Gobierno nacional sólo se limitó a impulsar una denuncia penal contra los directivos de Enel y elevó un informe al Congreso para que emita una pronunciación “aconsejativa” respecto de la continuidad o no de la concesión. Claro, el supuesto que encierra esta orientación es el férreo respeto a “árbitros” como el CIADI que (al igual que el FMI) juegan con la cancha inclinada en favor de los ganadores de siempre.

En el medio, miles de personas sin suministro eléctrico que con sus prejuicios, sus verdades y sus odios se lanzaron al piquete para mantener viva la tradición de la Argentina contenciosa.

No faltó el automovilista indignado que recitó su sermón moralizante porque “no es la forma, porque esto también es violencia”.

En este contexto de más de 102 % de inflación y miles de personas sin suministro eléctrico en un tiempo que se cuenta por semanas, ¿quiénes son los maximalistas o los extremistas? ¿Los salvajes que desprecian la vida humana o la vecina sin luz y sin agua que después de una semana o diez días sale a la calle?

En el sentido exactamente opuesto, lo que sorprende en estas situaciones extremas no es precisamente la violencia. Tal como escribió C. L. R. James —pensador de izquierda nacido en Trinidad y Tobago y autor de “Los jacobinos negros”, ensayo sobre la revolución haitiana—: «Cuando la historia sea escrita como debe ser escrita, será la moderación y la prolongada paciencia de las masas, y no su ferocidad, lo que ha de provocar el asombro de la humanidad». Vendrá la luz y tendrá sus ojos.

FR