¿Imaginan el alboroto si el presidente de Murcia, de Aragón o de Catalunya recibiese a Putin en la sede de su gobierno? ¿Imaginan que además de la visita le concedan una condecoración regional? Pues imaginen que no es a Putin, sino a Javier Milei. Va a pasar este viernes. Ayuso lo ha vuelto a hacer. Para unos es un nuevo ejercicio de “vanidad” y manipulación política que “disminuye el valor simbólico de las distinciones y el mérito de quien las recibe”. Para otros, es “el ridículo llevado al extremo”. Y todos ellos coinciden en que es un paso más en su cortejo a la extrema derecha, venga ésta de donde venga.
Esta vez, sin embargo, hay estupor incluso en el PP porque Ayuso ha sobrepasado la ley y también los límites de la institucionalidad y la lealtad. Hay un profundo malestar con la decisión de la hiperventilada inquilina de Sol de condecorar al ultraderechista presidente de la República Argentina. Y no es para menos porque aún quedan conservadores de orden que no comparten este tipo de estrambotes ni sus derivadas. La primera es que quien se considera máxima garante de la ley, de la Constitución y hasta de la jefatura del Estado se ha pasado por el arco del triunfo su propia norma, la que desde abril de 2024 regula las distinciones honoríficas que concede la Comunidad de Madrid. Lean, lean:
Artículo 10: “La Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid se otorgará como gesto de cortesía y como reconocimiento y respeto de los ciudadanos de la Comunidad de Madrid a los representantes de otros países y máximos dignatarios de organismos internacionales y de la Unión Europea, en visita oficial a la Región por su labor institucional”.
Artículo 11.1: “La concesión de la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid se efectuará por decreto del titular de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, a iniciativa personal del titular de la Presidencia”.
Artículo 11.2. Los decretos de otorgamiento de la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid se publicarán en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid y se remitirán a la Asamblea de Madrid“.
¿Puede haber oficialidad en una viaje a la región que no tiene carácter oficial para el Estado? No parece. En todo caso no ha sido comunicada a Exteriores, como procede. La de Milei es una visita privada, igual que la que realizó el pasado mayo para insultar a Pedro Sánchez y participar en el aquelarre ultraderechista que organizó Vox en el arranque de campaña de las elecciones europeas. Esta vez llega a España para recibir un premio del Instituto Juan de Mariana, una especie de laboratorio de ideas que dirige Javier Fernández Lasquetty, que fue viceconsejero de Ayuso y es más ultraliberal si cabe que ella.
La presidenta madrileña habrá firmado el decreto para la concesión de la medalla, pero de momento ni ha pasado por el Consejo de Gobierno, ni ha sido publicado en el BOCAM, ni tampoco ha sido remitido a la Asamblea de Madrid, que este jueves ha echado ya el cierre hasta después del verano. Así que la medalla en cuestión es fake, cuando no ilegal por saltarse los procedimientos reglados. Los socialistas madrileños no descartan que esta misma mañana convoque un Consejo de Gobierno exprés para aprobar el texto y lo de por remitido a la Cámara regional.
Sobra decir que la política exterior, en todo caso, la marca el Gobierno de España y que las comunidades autónomas tienen el deber de comunicar al Ministerio de Exteriores tanto sus desplazamientos al extranjero como las visitas –sean oficiales o no– de un mandatario extranjero a su región, de acuerdo a una ley que aprobó el gobierno de Mariano Rajoy. Algo que tampoco ha hecho la misma Ayuso que acusa a Sánchez de ser un dictador y de llevar a España a un régimen bolivariano.
Y aún hay más. Lo que ha querido evitar Felipe VI, se dispone a hacerlo la presidenta de la Comunidad de Madrid, esto es recibir en la sede del gobierno regional, deshacerse en elogios y condecorar al mandatario de un país del que España ha retirado a su embajador. La deslealtad, por tanto, ya no es con el Gobierno, ni con Pedro Sánchez, ni con España, sino con el mismísimo jefe del Estado. Milei había pedido audiencia con el rey y la respuesta de Zarzuela ha sido no. Porque la política exterior la fija el gobierno. Porque no hay precedentes de que el rey reciba a un jefe de estado o de gobierno que no se ha reunido previamente -.ni lo ha pedido- con el Ejecutivo. Porque España mantiene abierta una crisis diplomática con Argentina. Y porque Felipe VI, a diferencia de Ayuso, no tiene interés ni necesidad de retratarse junto al ultraderechista Milei. De ahí el enojo de Alberto Núñez Feijóo, titular del PP. Una cosa es hacer oposición a Sánchez desde la Puerta del Sol o aguantar sus injerencias en política nacional para marcar el paso a la dirección de su partido y otra muy distinta es saltarse la ley y, de paso, contravenir la decisión de la jefatura del Estado. Y todo ello, además, lo hace quien confronta, crispa y utiliza Madrid de parapeto para revestirse de un falso patriotismo que destila populismo, oportunismo y extravagancia en similares dosis.
Ya sólo le queda declarar unilateralmente la república madrileña porque lo del “España nos roba” ya lo ha dicho en alguna ocasión.