En la Antigüedad, las fábulas protagonizadas por animales eran contadas con una intención didáctica, moralizante. “La zorra y las uvas”, “La cigarra y la hormiga” y otras tantas son relatos aleccionadores sobre distintos aspectos del alma y la convivencia humanas. Pueden leerse todavía hoy como enseñanzas o advertencias, y no dejan lugar a ambigüedades.
En canales de noticias, donde no abundan las conductas ejemplares, ganan espacio las historias que involucran a los perros, pero ahora los animales son sagrados. No hay moralejas, sólo zócalos que aspiran a eternizarse en memes, o señalan el lugar de los victimarios.
Domingo a la noche
Los perros del Presidente, su cantidad, son un tema delicado. como si su número estableciera el límite entre la realidad y la ficción. En su momento estelar, Franco Mercuriali no parece interesado en abordarlo.
La entrevista, grabada, es transmitida por TN. El Presidente se explaya en su particular historia económica de la Argentina, en la que abundan cifras grandilocuentes, dudosas o directamente falsas. Los zócalos sintetizan expresiones del Primer Mandatario: “Recibimos una situación extremadamente compleja”, “La inflación va a seguir bajando”, “La motosierra no para nunca”, entre otras.
—¿Hay una mejora en las jubilaciones?
—Definitivamente —contesta el Presidente.
Más adelante, al ser consultado por la interna entre Cristina Fernández y Axel Kicillof, dice:
—Me encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro.
El bloque finaliza sin dar tiempo a que la oración sea reproducida por el zócalo. Luego, desde el piso del canal, Mercuriali presenta un apriete del Presidente al periodismo.
—Para Milei el 85% de los periodistas mienten —explica, dando a entender que no es verdad.
—Me hicieron la campaña negativa más grande en la historia de la humanidad —Milei se infla a medida que habla—. Se metieron con mi familia, con mis perros.
A continuación, enfurecido, asegura que Marcelo Bonelli mintió sobre el motivo del alejamiento del Secretario de Salud, y revela una conversación en off entre él y la Ministra Sandra Petovello. Mercuriali explica que los periodistas están mucho tiempo al aire, y pueden cometer un error como cualquier otra persona. La respuesta es fulminante:
—Nunca he visto pedir perdón a aquellos inmorales que decían que yo me acuesto con mi hermana o con mis perros.
Hasta las cortinas del despacho tiemblan. El periodista empalidece como si acabara de abrir, por error, una cámara séptica. Las palabras de Milei quedan flotando en el aire. ¿Por qué aludió a lo que no debía ser mencionado?
De vuelta en el piso, incómodo por la débil defensa gremial esgrimida durante la entrevista, Mercuriali dialoga por teléfono con Bonelli. Sin reproches directos a su colega, el experimentado conductor de A dos voces ratifica que él no cometió ningún error, pero no dramatiza ni se coloca en papel de víctima:
—Son gajos del oficio —dice.
El zócalo es escueto, carece de textuales y no se modifica durante la mayor parte del bloque: “Milei y otro cuestionamiento a los medios”.
Martes al mediodía
C5N se jacta de reflejar la realidad. El slogan es de una simpleza tan engañosa como tranquilizadora. ¿Qué es la realidad? Como en las fábulas, a veces es más cómodo apelar a los animales.
Después de la placa de “Alerta”, el conductor Rubén Suárez presenta el tema con seriedad y profesionalismo. En las últimas horas, se viralizó en redes sociales el video de una cámara de vigilancia en Bernal. En las imágenes se observa un perro grande atacando a un caniche. Un señor grueso, con campera de polar, rueda por el suelo. Vecinos de la zona denuncian que el dueño del animal agresivo lo saca a pasear sin correa y sin bozal.
—Usa al perro como un arma —informa un periodista.
—Esto ocurre en todos lados —se indigna Luli Trujillo—. No es novedad, se hacen los malos con los perros sueltos.
El móvil de Rafa Palavecino transmite desde una plaza de Bernal. Hay flores, plantas y arbustos de diferentes especies. Unos chicos juegan alrededor del mástil de la bandera. El sol llega matizado por las hojas de los árboles.
Zócalo: Perros asesinos, la historia que se repite.
El notero entrevista a Joaquín, dueño de Vito, otro caniche atacado. La mascota, vendada, está sentada a su lado en un banco.
—Literalmente pasamos al lado y lo atacó —informa Joaquín,mientras acaricia a su mascota—. Sin mediar palabra.
Zócalo: El dueño retruca: “Es libre, no le voy a poner bozal”.
Trujillo interviene, empática:
—Posiblemente sea un perro maltratado —señala—. Si es maltratado, constantemente va a atacar.
El acuerdo es generalizado: el animal es una víctima.
—Ahí está el dueño con el perro —señala Joaquín de repente.
Desde un extremo de la plaza, sin correa, acecha el perro agresivo. Unos metros detrás suyo camina, sigilosa, una persona trans. Viste minifalda a cuadros y un top corto, con el ombligo descubierto.
Su presencia es perturbadora. Los periodistas enmudecen por un rato. En evidente estado de alteración mental, la persona a cargo del perro grita algo que no es captado por el micrófono. Entre alaridos inaudibles, el movimiento frenético de la nuez de Adán delata la violencia de la escena.
—Dice que lo filmamos sin su consentimiento —informa Palavecino.
El perro orina contra un árbol. Su apariencia ahora es mansa.
—Es un animal violentado —denuncia Trujillo—. El dueño no se hace responsable del cuidado y del amor que debe darle.
La escena se vuelve irreal, como si estuviera guionada. El tono es serio y de ligero escándalo. Entre los periodistas hay un desconcierto mal disimulado. ¿No deberían llamar en femenino a la persona propietaria del perro? ¿Y si ella también fuera una víctima de otros males? Su actitud agresiva, sin embargo, impide encasillarla en una categoría tranquilizadora. Los hechos, de todos modos, se desencadenan con rapidez, y las preguntas que los sobrevuelan no alcanzan a ser formuladas. El tema de la nota son los animales, no la identidad de género. Los periodistas no se desenfocan del objetivo. Para enfatizar su protagonismo excluyente, el perro devora a una paloma enfrente de la cámara.
Suena un redoble siniestro. Se escuchan exclamaciones de terror.
Zócalo: El perro acaba de matar a una paloma.
—Ahí está el dueño —señala el notero.
Palavecino le extiende el micrófono, que es apartado con un golpe.
—¿Por qué decís que es mi perro?
El animal corre libre por los alrededores. De vez en cuando vuelve para masticar restos de paloma.
Zócalo: El dueño agredió al equipo de C5N.
Desde la plaza Mafalda en Colegiales, donde está esperando aire desde hace un buen rato, Anita Rodríguez Correa entrevista al reconocido veterinario José Luis Romero.
—Los perros no pasean solos —explica el especialista, didáctico—. Salen con collar, correa y bolsa para juntar la caca. El dueño es agresivo e irresponsable.
En Bernal, más vecinos participan del móvil con sus testimonios. La mayoría lleva a sus mascotas en brazos. Una señora asegura que es habitual que el animal coma palomas. Un paseador de perros, por su parte, informa que las situaciones de violencia se producen desde hace por lo menos ocho meses.
—Es inminente la falta de concientización —dice, preocupado—. Esta persona tiene problemas mentales, pero ya son muchos casos por falta de políticas públicas con respecto al cuidado de nuestras mascotas.
Un señor se acerca a dar su testimonio con una llave inglesa de gran tamaño en la mano.
—La traigo para separar a los perros —dice—. Con patadas no me alcanza
Ante la perplejidad reinante, periodistas y entrevistados se aproximan a una certeza tranquilizadora: debe intervenir el Estado. Desde el piso, alguien informa que la Municipalidad de Quilmes cuenta con un centro de zoonosis que, en su página web, dispone de una solapa para animales peligrosos. Horas más tarde el canal publica el recorte con el episodio en su cuenta de YouTube, pero omite la parte en que la persona a cargo del perro entra en escena.
SR