“Nada de triste existe, que no se olvide”, dice la letra de “Nostalgia de los aviones de Pan Air/ Conversando en el bar”. Y luego corrige: “Todo lo triste existe, y no se olvida”. Y, más adelante, afirma: “Nada de nuevo existe, en este planeta, que no se hable aquí en la mesa de un bar”. Y en el final, tiene lugar una ronda alucinada y sin final: “En torno de esta mesa existen otras, hablando tan parecido. En torno de esas mesas existe una calle, viviendo tan normal. En torno de esa calle, una ciudad soñando sus metales. En torno de esa ciudad…lara la la lara…”
La letra, de Fernando Brant, es inseparable de la música de Milton Nascimento, única, sorprendente, inimaginable antes de que comenzara a sonar, como ya antes había sucedido con piezas magistrales como “Travesía” o “Cais”. En torno de esa canción existen otras, podría decirse, que expresan lo mismo: un talento individual impredecible, pero que siempre brilló en sociedades con otros artistas. Milton, el creador más personal que pueda imaginarse, es un artista colectivo. El viejo e inolvidable Club de la esquina, que en 1972 fijó para la historia de las músicas de tradición popular sus aparcerías con los poetas Brant y Rolando Bastos, con los hermanos Lô y Marcio Borges y con Wagner Tiso, reencarna, eventualmente, en otro club, esta vez convocado por la talentosa cantante, compositora, contrabajista y productora Esperanza Spalding. Milton + esperanza, publicado este viernes, es una celebración del universo del brasileño, de sus canciones y también de sus amores. Allí se canta “A Day in the Life”, de Los Beatles, y allí suena “When You Dream”, un tema de Wayne Shorter, antiguo compañero de ruta de Milton y que, junto con él y Herbie Hancock en el piano, había participado en un festival en Estambul, en 2013, donde la contrabajista era Spalding.
El artista más venerado por los músicos –y los públicos– más diversos, de Sarah Vaughan o Shorter y Pat Metheny a Paul Simon, Mercedes Sosa o Duran Duran, a los 81 años, participa, gozoso, de un nuevo club y de una nueva esquina, en donde brillan entre otros el notable pianista argentino Leo Genovese y la flautista Elena Pinderhughes (un solo extraordinario en “Outubro”), y en que aparecen viejos y queridos socios, como el también octogenario Simon, con quien canta un tema dedicado a él, “Un vento passou”.
En 1667, el poeta John Milton, había publicado “El paraíso perdido”. Y en 1671 lo continuó con “El paraíso recobrado”. Los temas allí eran el bien y el mal, obviamente, y, sobre todo, la infelicidad –“todo lo triste existe, y no se olvida”, cantará mucho después el otro Milton– y la esperanza –que en el título de este disco aparece así, con minúscula–. Los paraísos perdidos y recobrados por Milton Nascimento, en todo caso, tienen que ver con algunas de las canciones más importantes e influyentes –y bellas, lo que no es un dato menor– de los últimos sesenta años, desde la temprana “Canción de sal”, que Elis Regina grabó en 1966, y la luminosa “Travesía”, que él registró en su primer disco, de 1967, y, con parte de la letra en inglés, en el que inauguró su relación con el mercado estadounidense, Courage, de 1969 –producido y arreglado por Eumir Deodato–. Y, asimismo, con varios retiros y eclipses forzados por problemas de salud y depresiones severas.
En Milton + esperanza hay, como en la propia obra de Milton, muchas voces, algunas presentes –la de Spalding, la de Diane Reeves, la de Simon– y otras que suenan desde su ausencia: la de Regina, inevitable, y la de Shorter, con quien el brasileño grabó dos discos, Native Dancer, de 1974, y Milton, de 1976 pero, también, de cuyo último grupo –y de su último disco, grabado en vivo en Detroit– fueron parte Spalding y Genovese. Sociedades. Clubes. Y una voz principal, desde ya. La de quien inventó un camino por fuera de la bossa nova y del tropicalismo –pero fue reconocido por ambos, aunque no siempre de inmediato– y cuya existencia Caetano Veloso saludó como “milagrosa”.
Diego Fischerman es autor del blog “El sonido de los sueños”: https://xn--sonidodesueos-skb.com/