¿Te sorprendió el resultado de las elecciones en EEUU? ¿No entendés cómo tanta gente votó a esa persona? Podés estar de cualquiera de los dos lados y que te pase lo mismo. De hecho, te puede haber pasado en Argentina el año pasado, de un lado y del otro. Las elecciones muchas veces funcionan como ese momento clave en el que descubrimos que hay un montón de gente que piensa muy distinto a nosotros. Pero, ¿por qué nos sorprende tanto?
Tenemos una tendencia a pensar que “la gente” piensa parecido a nosotros, sin mucha evidencia. Hay varios factores que influyen en esto. Uno es que solemos rodearnos con personas que piensan parecido. Nuestra pareja y nuestros amigos suelen estar más alineados con lo que pensamos que un desconocido. Y si no piensan parecido, muchas veces no lo sabemos, o no lo queremos registrar.
Este fenómeno es el efecto de falso consenso, un sesgo que nos lleva a sobreestimar cuán parecido piensa el resto del mundo a nosotros. Y como suele ocurrir con los sesgos, cumple una función. “Es una forma de simplificar nuestra vida cotidiana en un mundo complejo. En este caso, nos permite aumentar nuestro nivel de autoconfianza, porque nos sentimos más acompañados en nuestras posturas” explica Juan Carlos Godoy, investigador del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPSI) del CONICET y la Universidad Nacional de Córdoba. Con ese proceso, nos convencemos de que quienes nos rodean deben pensar parecido a nosotros.
En un estudio que hicieron, tomaron a personas que eran amigas en Facebook (esto fue en 2008) y les hicieron una serie de preguntas sobre su opinión en temas como política y economía, y les preguntaron también qué creían que contestarían sus amigos. Después compararon los resultados. Lo que encontraron es que en general, las personas tendían a creer que sus amigos pensaban como ellos más seguido de lo que realmente lo hacían. Es posible que evitemos temas conflictivos con un amigo para no entrar en una discusión eterna, y también puede ser que simplemente le proyectemos nuestra opinión sin haberlo discutido. Es mi amigo, debe pensar lo mismo que yo sobre esto.
Y es que tenemos una tendencia a proyectarle al resto del mundo lo que nosotros pensamos. O sea, es obvio que tengo razón, por ende mucha gente debe pensar como yo, y no solo mis amigos. Nuestra tendencia es tan fuerte, que podemos llegar a atribuirle a otros un montón de nuestras ideas. Un estudio lo llevó al extremo, ¿podrían las personas adjudicarle a Jesús sus propias creencias? Para analizarlo, hablaron con un grupo de personas cristianas, algunas más conservadoras, otras más progresistas, y les pidieron que dijeran qué creían que pensaría Jesús, de vivir en la actualidad, sobre una serie de temas, como ayudar a inmigrantes ilegales o el matrimonio de personas del mismo sexo. Todos sabían de las posturas históricas, pero al imaginarlo en la actualidad, aquellos que eran más progresistas creían que Jesús estaría más cerca de ellos en cuestiones como el aborto o el matrimonio igualitario, mientras que los más conservadores creían que en cuestiones como los impuestos o el trato a los inmigrantes, estaría más cerca de ellos.
Es muy común asumir que los otros piensan más parecido a nosotros de lo que realmente piensan. Y si no lo piensan ahora, ya se van a dar cuenta. A largo plazo se van a alinear.
Una investigación que analizó esto, encuestó a cientos de personas y les preguntó su opinión sobre una serie de temas, como cuán fácil o dificil debía ser el acceso al aborto, las causas del cambio climático o el apoyo al Presidente. Luego les preguntaban cómo pensaban que la mayoría de las personas iba a opinar sobre esto en 5, 10 o 20 años. En general, y la encuesta se hizo en varios países, las personas tendían a pensar que con el tiempo el mundo se iba a alinear a sus ideas. Esto, por lo demás, no pasa solo con cuestiones políticas o morales, la gente también asume que el resto del mundo se va a dar cuenta qué gaseosa es mejor, Pepsi o Coca, o que marca de celular es mejor. Si es obvio que tengo razón, en algún momento la gente se va a dar cuenta.
Este sesgo que nos lleva a creer que el resto piensa parecido a nosotros no es nuevo, los investigadores que lo identificaron lo hicieron en los años ‘70. Pero las redes sociales pueden ayudar a que se refuerce. “Las redes sociales ayudan a través de los algoritmos, a construir cámaras de eco, burbujas, que ayudan a reforzar las ideas que ya tenemos. Es aún menos probable que nos encontremos en ambientes donde nos veamos confrontados” explica Godoy. Todo esto nos puede ayudar a convencernos aún más de que el resto del mundo se nos parece.
Más allá de la sorpresa que nos pueden dar las elecciones, pensar que el resto del mundo piensa como nosotros nos puede llevar a tomar muy malas decisiones o incluso a la inacción, suponer que con el tiempo todos llegarán a nuestra misma conclusión sin que haga falta hacer mucho. Como todos los sesgos, no es algo de lo que nos podamos liberar por completo, pero ser conscientes de esta tendencia que tenemos nos puede ayudar a cuestionar un poco más nuestras suposiciones y tener una imagen un poco más real del mundo.
OS/MF