El presidente Alberto Fernández anunció el último sábado que Argentina aumentaría un 26% la ambición de su meta climática para 2030, reafirmó la decisión de alcanzar la carbono-neutralidad en 2050 y pidió apoyo internacional para continuar incrementando la ambición de las metas. ¿Qué significa este anuncio y por qué debería importarnos?
El Acuerdo de París estableció un límite de 2 grados (con 1,5°C como meta ideal) de aumento de la temperatura global en relación a la era preindustrial. Esto ocurre por las emisiones de gases que provienen, principalmente, de los combustibles fósiles en el sector energético (70% de las emisiones globales y 53% de las argentinas), y el cambio de uso de suelo del sector agrícola-ganadero (18% de las emisiones globales y 37% de las nacionales).
Si bien el aporte total de Argentina es marginal, las emisiones per cápita están un 15% por encima del promedio del G20. La matriz energética local depende en un 85% de los fósiles y la deforestación sigue haciendo estragos.
El IPCC, principal grupo de expertos sobre el tema, reconoció las gravísimas consecuencias que tendría exceder 1,5°C: en Argentina, principalmente en la producción de alimentos, la desertificación, más severas olas de calor y pérdida de agua dulce por derretimiento de glaciares. Además, el IPCC puntualiza que, para cumplir la meta de 1,5°C, las emisiones globales deberían caer un 45% para 2030 (en relación a las de 2010) y a cero para mitad de siglo. Según el Emissions Gap Report del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, a pesar del parate por la pandemia, aún vamos hacia más de 3°C.
En 2016, Argentina presentó su contribución con una meta de 483 MtCO2e (millones de toneladas de dióxido de carbono) para 2030. Tomando en cuenta que en 2010 el país emitió 386 MtCO2e, esa “reducción” representaba en realidad un incremento del 25%, según la línea de base del IPCC.
El anuncio de Fernández supone un avance importante. La nueva contribución lleva esa meta a 359 MtCO2e, un 7% por debajo de las emisiones de 2010 y un 26% más ambiciosa que la de la gestión anterior. El borrador de la medida difundido por la Secretaría de Cambio Climático menciona que para 2025 no se excederían las 372 MtCO2e, un número equivalente al que emitió el país en 2016 (último dato disponible). De ser así, Argentina no incrementaría sus emisiones en esta década: un objetivo muy ambicioso, pero aún lejos de una trayectoria consistente con 1,5°C o incluso 2°C.
Por otro lado, el expresidente Macri anunció en 2019 el objetivo de alcanzar la carbono-neutralidad para 2050, algo reafirmado el sábado pasado por Fernández. El año próximo, la Secretaría de Cambio Climático liderará el proceso para detallar el camino hacia ese objetivo que se presentará en la COP26 de Glasgow. Si bien la neutralidad es compleja —permite emitir mientras se compense por otro lado; por ejemplo, reforestando bosques que absorben gases—, el trabajo del año próximo permitirá robustecer el anuncio con políticas claras que garanticen una transición justa, inclusiva y ambiciosa.
Más allá de los anuncios, ¿por casa cómo andamos? Si bien el aporte total de Argentina es marginal, las emisiones per cápita están un 15% por encima del promedio del G20. La matriz energética local depende en un 85% de los fósiles y la deforestación sigue haciendo estragos. El presidente declaró que la recuperación pospandemia se basará en la explotación de fósiles de Vaca Muerta, una de las mayores bombas de dióxido de carbono del planeta. En 2020 se establecieron el barril criollo y el Plan Gas IV (subsidios dolarizados al petróleo y al gas, respectivamente). Incluso, el 25% de lo recaudado por el necesario Aporte Extraordinario de las Grandes Fortunas se destinará para financiar el fracking. La correlación energética y climática no cierra por ningún lado.
Los subsidios energéticos deben redirigirse de los fósiles a las renovables o al consumo para garantizar el acceso a la energía como un derecho,
Argentina mejoró su compromiso, pero sigue lejos de alinearse con 1,5°C. Para hacerlo, el objetivo a 2030 debería estar entre 192 y 233 MtCO2e, según un estudio de UNICEN para Greenpeace. La transición es un proceso que debe comenzar ya. Los subsidios energéticos deben redirigirse de los fósiles a las renovables o al consumo para garantizar el acceso a la energía como un derecho, promover una transición justa en trabajos vinculados a los fósiles y detener la deforestación, una medida que tiene el 74% de apoyo de los argentinos según una encuesta de Poliarquía para la organización Periodistas por el Planeta.
Plantear modelos de desarrollo coherentes con 1,5°C es complejo, pero tiene múltiples beneficios que no son sólo ambientales, sino también sociales y económicos. La política climática argentina dio un paso hacia adelante, aunque no suficiente. Las decisiones locales deben acompañar.