Panorama Político

El peronismo se debate entre un juego de solistas, “escenas dantescas”, una tesis y una antítesis sobre Kicillof

7 de abril de 2024 00:02 h

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El próximo semestre verá consagrar una de las tres hipótesis vigentes en el espectro político: un rebote económico que cimiente la popularidad de Javier Milei, a partir de los niveles presuntamente altos de hoy; una estabilidad o crecimiento mediocre que cristalice el inédito sablazo que el ultraderechista aceleró este trimestre, o un colapso, producto de inconsistencias profundas que advierten, incluso, economistas ortodoxos. Para ninguno de esos escenarios, el peronismo parece preparado.

La futurología luce especialmente inconducente si no se conoce en profundidad la realidad de los hogares que están cargando con el mayor peso del ajuste que solaza las almas que gobiernan. De por sí, las encuestas han probado que deben ser tomadas con pinzas. En un contexto tan problemático como el actual, sería temerario aventurar “cuánto aguantan” habitantes de barrios humildes en los que se desplomó el empleo, se resquebrajaron rutinas familiares y se multiplicó el costo de los alimentos y los servicios públicos.

Un Gobierno montado sobre ofensas, likes orquestados, difamaciones, memes, cosplay y publientrevistas en penumbras, conducido por la templanza y la sensibilidad social de los Milei y Luis Caputo, es el que debe encontrar el termómetro de millones de familias afectadas por sus políticas. La incertidumbre es total.

Sin atisbos de liderazgo, con los gobernadores más preocupados por alambrar sus provincias antes que otras cuestiones nacionales, las cuentas por saldar en el peronismo afloran sin inhibiciones.

Las últimas semanas ofrecieron un repertorio de solistas.

En Gelatina, Wado de Pedro creyó oportuno picantear con alusiones a que a Alberto Fernández le “faltó nafta” y no atendió los sabios consejos de Cristina. El objetivo ulterior de De Pedro fue marcar la cancha a parte del entorno de Axel Kicillof y, en particular, a Andrés “el Cuervo” Larroque, quienes, sin retroceder de críticas a Fernández y Martín Guzmán, cuestionan el internismo como un factor decisivo que frustró al último Gobierno. De Pedro habló como si no hubiera sido ministro del Interior los cuatro años del Frente de Todos, ni hubiera apoyado la renegociación del con el FMI por el préstamo evaporado por Mauricio Macri, ni se hubiera aventurado en una fallida candidatura presidencial con el auspicio del ejemplar compañero Luis Barrionuevo. Demasiada nafta, poca sustancia.

Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo de Alberto Fernández, disparó en el programa Fernet en la City contra los “disparates” teóricos y estrategias a su entender espurias “debajo de Cristina”, y reservó piropos para Juan Grabois: “mentiroso”, “agresivo” y “macho golpeador”.

También Máximo Kirchner se entregó a un monólogo-entrevista en el que se alabó por su conducta al lanzarse al monte contra su propio Gobierno, días antes del acuerdo con el FMI.

En medio de esta cacofonía, subyace la mayor disputa en ciernes.

No hay té para tres

Axel Kicillof es depositario de una tesis y una antítesis. La tesis abarca a voces en pugna, desde dirigentes con terminal en el Instituto Patria, a quienes exploran una salida por derecha con el cordobesismo y Miguel Ángel Pichetto, y a peronistas progresistas sueltos. Todos ellos coinciden en que “Axel nunca va a dar un paso en contra de lo que decida Cristina”. Estas voces citan invariablemente pruebas testimoniales de una relación “inquebrantable” entre la expresidenta y el gobernador bonaerense.

La antítesis que alude a una ruptura, si no con Cristina, con La Cámpora y Máximo es sostenida por parte del entorno kicillofista. Un importante integrante del gabinete de la provincia de Buenos Aires lo explica en estos términos. “No podemos seguir echándole la culpa a Alberto Fernández de todo lo que pasó. Hubo un montón de cuestiones del lado de Cristina de las que, si no nos hacemos cargo, nos van a llevar a repetir los mismos errores”. La voz apunta a “un grupo muy reducido, con una mirada muy cerrada, vinculada a ocupar espacios antes que a gobernar. Máximo tiene que entender que Axel se transformó en un fenómeno social y electoral. Si no aportan y especulan con el desgaste, sería una perversidad absoluta. Axel no es Alberto. De hecho, ya quisieron hacerlo, y Cristina lo impidió”.

La pregunta subalterna es si es posible que la ruptura con Máximo Kirchner, hoy en plena articulación con Sergio Massa, tenga lugar preservando el vínculo en grado de dependencia que Kicillof exhibe con Cristina.

Habla otra voz relevante que manifiesta absoluta pertenencia al esquema de la expresidenta y Máximo. “Axel no va a romper, pero está rodeado de una cantidad de personas que le dicen que hay que liberarse de Cristina. Tipos como (el intendente de Avellaneda, Jorge) Ferraresi, (el intendente de Ensenada, Mario) Secco, (el titular de Suteba, Roberto) Baradel, (el ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés) Larroque y (el ministro de Gobierno, Carlos) Bianco creen que Axel tiene futuro si rompe, y es todo lo contrario. Por fuera del kirchnerismo, la proyección de Axel es cero, y no porque lo diga yo, sino porque no hay más que ver lo que dice la derecha. Para ellos, sus medios, sus políticos y sus votantes, Axel y el kirchnerismo son lo mismo. Su capital está en el espacio que fundaron Néstor y Cristina”.

'No vamos a repetir las escenas dantescas que se vivieron hasta último día en el Gobierno de Alberto. Si quieren eso, habrá que romper', dice el integrante del gabinete kicillofista.

La pelea se pone picante. En el maximismo apuntan a Kicillof y a parte del gabinete bonaerense por haberse esmerado en caminar lejos de La Cámpora en la masiva marcha del 24 de marzo.  “Ellos dicen que son lo nuevo, que son puros. Ferraresi fue secretario de Obras Públicas de (Baldomero) Cacho Álvarez. ¿(El intendente de La Matanza, Fernando) Espinoza arriba del camión de Las Madres es lo nuevo? ¿Es joda?”.

Máximo, el que “la ve”

Cristina y Máximo hicieron públicas sus diferencias de criterio sobre la candidatura presidencial a Alberto Fernández en 2019. Pasó el tiempo y la expresidenta no pierde oportunidad de elogiar la sensatez, la lealtad y la valentía de su hijo, que “la vio”. Si el enfrentamiento entre Kicillof y el presidente del Partido Justicialista Bonaerense deja de ser soterrado y pasa a arbitrar la vida política del peronismo provincial (hoy, ambos cohabitan en el partido y en el Gobierno de La Plata), sólo Cristina sabrá si sella el lazo familiar al que le legó todo lo que pudo o deja volar al único político no apellidado Kirchner al que le habilitó proyección real.

Habrá que ver en tiempo y lugar, porque una explicación reiterada por varios sobrevuela las acciones de la expresidenta: está cansada y, en un punto, deja hacer. Parece inverosímil para una figura política de su dimensión, pero no habría que descartarlo. Otra incógnita es la verdadera incidencia electoral de la expresidenta, en la medida en que hace años evita que un Kirchner domine una boleta electoral y cede cabezas de lista a figuras percibidas como ajenas.

El jefe de La Cámpora no reniega de la ventaja electoral que hoy tiene Kicillof sobre cualquiera de los miembros de la organización, pero quiere conducir estrategia, cargos y presupuestos.

Kicillof debe dedicar buena parte de su tarea a administrar incursiones de La Cámpora, Insaurralde y Massa, cada uno dueño de su juego, pero con frecuencia, aliados tácticos

El gobernador bonaerense tiene motivos empíricos para resistir injerencias. Si hubiera cedido a las presiones de Máximo Kirchner para que fuera candidato a presidente en 2023, el peronismo podría haber perdido no sólo la Nación sino también la Provincia. Entre otras razones, porque el nombre que pretendía Máximo para La Plata era Martín Insaurralde, y luego presionó a fondo para colarlo como candidato a vicegobernador. Nadie en La Cámpora ni en el Instituto Patria se hace cargo de la catástrofe que habría significado darle responsabilidades mayores al multimillonario navegante de yates en el Mediterráneo.

Las cuentas entre el gobernador y el diputado no caducan, no sólo por el pasado reciente, sino especialmente por el futuro. Kicillof debe dedicar buena parte de su tarea a administrar incursiones de La Cámpora, Insaurralde y Massa, cada uno dueño de su juego, pero con frecuencia, aliados tácticos. “No vamos a repetir las escenas dantescas que se vivieron hasta último día en el Gobierno de Alberto. Si quieren eso, habrá que confrontar”, dice el integrante del gabinete kicillofista.

Escenas dantescas

Martín Guzmán cree que hay que dar la discusión interna sobre qué hacer con los impuestos, la desigualdad, la deuda externa y un modelo de país y de administración. Carece de aliados de peso a la vista, aunque son muchos los peronistas (por ejemplo, Máximo Kirchner) que ven imprescindible ese debate para no regresar al esperpento de exponer las tensiones en pleno ejercicio de Gobierno.

Días atrás, el exministro de Economía aprovechó la presencia de De Pedro en el streaming de Gelatina para remarcar en Twitter lo que a su juicio fueron las consecuencias regresivas que tuvieron medidas tomadas por Massa en su año y medio en el Palacio de Hacienda. En un estudio que circuló esta semana en el equipo de Guzmán, el exministro puntualizó que el decil de mayores ingresos fue el único que mejoró su renta en 2023, en detrimento de los otros nueve deciles menos beneficiados. “Eso fue el resultado del dólar especial para sojeros, la tasa de interés exorbitante, los bonos duales a acreedores privados que garantizaban la mayor rentabilidad posible y la eliminación de Ganancias para los salarios más altos. Todas medidas que beneficiaron a los más ricos y pagó el resto con el impuesto inflacionario”, explicó una voz del entorno de Guzmán.

En su análisis, el primer ministro de Economía del Frente de Todos evita destacar que ese escenario se dio en un año en el que la sequía restó US$25.000 millones de exportaciones y que la inestabilidad de mediados de 2022, coincidente con su virtual expulsión del Gobierno por presiones públicas de Cristina e indecisiones de Alberto, generó zozobra sobre la propia continuidad del Ejecutivo del Frente de Todos. Es, en todo caso, una devolución de gentilezas a la omisión de Massa y el cristinismo sobre la marcha de la economía en los años condicionados por la pandemia, la guerra de Ucrania y la reestructuración de las deudas de Macri, un período complejísimo (2020-2022) que, no obstante, tuvo logros destacables en términos de igualdad, pobreza y crecimiento.

El periodista Carlos Pagni reprodujo en el canal La Nación + un mensaje de whatsapp en el que una persona le advirtió a Guzmán sobre “grandes dolores de cabeza y una erosión económica significativa” por meterse con “poderosos”. El exministro de Economía entiende que el mensaje no fue un consejo con buenas intenciones, sino una amenaza velada.

El whatsapp coincidió con un tuit de Guillermo Michel, extitular de Aduanas y uno de los hombres más cercanos a Massa. Michel replicó ataques contra Guzmán ya proferidos en el pasado por Massa y sus allegados, y pegó un link sobre una causa por presuntas importaciones sobrefacturadas de aviones privados durante la pandemia. La denuncia tiene las huellas de un dream team de Comodoro Py: impulsada por el fiscal Guillermo Marijuan y seguida por su par Eduardo Taiano, bajo la órbita del juzgado de Ariel Lijo. El correlato entre el tuit de Michel —reposteado por Malena Galmarini— y la amenaza en el whatsapp es inequívoco.

Pese a la presunta imputación, Guzmán no tuvo novedades de la causa aludida e iniciada por Michel, de la que el exministro se manifiesta totalmente ajeno, porque no dependían de él ni los permisos para importar ni los flujos del Banco Central para advertir una salida inusitada de dólares por un motivo tan peculiar. No prevé erogar ninguna suma millonaria en abogados penalistas, pese a lo sugerido por el consejero del whatsapp. Dijo a sus allegados que no cederá “un ápice” en su voluntad de dar pelea programática en el peronismo. De hecho, después de la advertencia, Guzmán siguió difundiendo en redes sociales datos regresivos sobre la economía en 2023.

Cuando asumió la presidencia, Alberto Fernández llamó a estos manejos de Comodoro Py y los servicios de Inteligencia como “sótanos de la democracia”. El expresidente lo denunció en referencia al abuso de esos procedimientos de larga data que alcanzaron su cúspide durante el Gobierno de Macri. En esta ocasión, estarían siendo reproducidos por allegados a Massa, su último ministro de Economía y candidato presidencial del peronismo. Desde España, Alberto Fernández habló esta semana con Guzmán y con Massa y les preguntó si el Gobierno de Javier Milei no les otorgaba una multitud de motivos para enfocar su crítica.

La divulgación de métodos tan sórdidos no mereció ni una toma de distancia de parte de Massa ni manifestacion alguna de otros sectores del peronismo. El cristinismo, que tantas veces se dijo perseguido por el contubernio de Inteligencia del macrismo, no creyó necesario inquietarse por maniobras de esa índole utilizados contra un rival al que no le da entidad política. Acaso Kicillof podría tomar nota sobre los riesgos en el horizonte si saca los pies del plato.

Guzmán tiene derecho a revisar la disfuncionalidad del Gobierno de Alberto, Kulfas podrá tener muchas cuentas pendientes con el cristinismo, pero ambos deberán aprender una lección sobre la perseverancia, la seriedad y la complejidad que significa la construcción política.

Alberto, Guzmán y Kulfas se embarcaron unos meses de 2023 en la candidatura presidencial de Daniel Scioli, con la que pretendían desafiar al dedo habitualmente fallido de Cristina Kirchner a la hora de armar estrategias electorales. De las últimas seis elecciones nacionales, el peronismo/kirchnerismo perdió cinco.

El voluble Scioli se presentaba como la carta de un peronismo progresista e industrialista, que al menos no tuviera que explicar que el déficit fiscal sin financiación genuina provoca descalabros macroeconómicos. Que si Alemania, Noruega o Corea del Sur tienen déficit en sus cuentas públicas, como señala Cristina en sus clases magistrales, ello no arroja mucha luz sobre la realidad argentina.

Esa carta es hoy secretario de Turismo de Milei y será más temprano que tarde una anécdota pintoresca en la historia de las traiciones políticas. Había que ver la endeblez de ese proyecto a tiempo.

SL/DTC