Atraen miradas como una traqueotomía en la vía pública. En su presencia, los conductores parecen moderados. Son desagradables, inescrupulosos, desafiantes. Algunos trabajan de panelistas y otros sólo son aventureros con ambiciones. Opinólogos, tuiteros, youtubers, servicios de inteligencia. Provienen de “las redes”, un espacio impreciso donde, se intuye, puede pasar cualquier cosa, pero también actúan en las calles.
Los personajes secundarios funcionan como memes, con un textual en el zócalo y el volumen bajo. Sus opiniones son delictivas o grotescas, y se caracterizan por una desconexión profética, como si dijeran: “yo no estoy equivocado, los confundidos son ustedes”. Pocos tienen la profundidad y los matices para ser protagonistas, pero quizás lo añoran en secreto. Un panelista es presidente. ¿Cómo no van a aspirar ellos, también, a la trascendencia?
Domingo a la mañana
—¿Vos sos un infiltrado? —pregunta el periodista Alejandro Pueblas en A24.
Enfrente suyo está Iván Chaeng, el personaje que ayudó al youtuber libertario Fran Fijap durante la manifestación en el Congreso. Sus respuestas son tan difusas como su presencia: saco negro, corbata y camisa del mismo color. Es secundario incluso entre otros personajes secundarios.
—No soy personal policial —dice—. Pertenecí a las Fuerzas Armadas. Estuve en la Escuela de Suboficiales de la Policía Federal Argentina.
—¿Y qué pasó?
—Me sacaron del curso por unas calumnias e injurias que nunca se pudieron comprobar pero…
Se interrumpe.
—¿Qué pasó? —insiste el periodista.
El entrevistado abandona la verosimilitud.
—Es que yo tampoco sé —dice.
No queda claro si busca despejar sospechas o confirmarlas.
A la noche
Pasan un video de Fran Fijap y otras personas en el local de empanadas de la avenida Callao.
—La gente decidió ir a apoyar —asegura el youtuber en el piso de TN—. Fue algo que surgió, espontáneo, de las redes.
Zócalo: “Ellos quieren instalar que yo fui a provocar”.
La corbata aprieta, pero el saco le queda grande. Franco Mercuriali observa con evidente incomodidad, como si no encontrase forma de sostener que cree en sus palabras. Marcos Novaro recuerda el episodio de violencia sufrido por Horacio Rodríguez Larreta durante la marcha universitaria.
—¿Vos me estás comparando con Larreta? —pregunta Fijap—. Larreta hizo curros en la ciudad, utilizó la plata de la gente, yo simplemente estoy haciendo periodismo.
Alguien carraspea en el estudio.
—¿Vos decís que se lo merecía?
—Estoy explicando por qué la gente actuó así. Yo no soy político, soy periodista. Cumplo el rol de ustedes.
Se miran.
—La justicia por mano propia está mal —interrumpe Mercuriali.
En la sentencia universal, todos se ponen de acuerdo.
Un rato más tarde
Alisada y esférica, la cabeza de Diego Recalde está invadida por una barba enérgica y rulos blancos, enmarañados. Director de cine, guionista, dramaturgo, actor, escritor, el multifacético panelista se despacha ante un Luis Majul sospechosamente calmo.
—Antes teníamos relaciones verticales. Estaba la autoridad que no podía ser cuestionada y era muy difícil llegar a ella para decirle algo. Hoy todo es horizontal gracias a las redes —reflexiona, como si eso justificara su presencia en el programa—. A mí, en lo personal, me encanta que Milei conserve la actitud combativa que tenía cuando era panelista.
Majul elabora una crítica al estilo presidencial:
—Viste que a veces mete en la misma bolsa… se le va el tono de la puteada.
—A mí me importa que, con las pocas herramientas que él tiene, está eliminando impuestos, cargas tributarias, tasas. Lo que me importa son los hechos. Está reduciendo al Estado, y si vos reducís al Estado —triunfal, dibuja una pirámide en el aire—, ¿qué conseguís? Achicar el margen de corrupción.
Zócalo: “Es menor el tono que utiliza Milei”.
—Pero no sos de los que piensan que las palabras tienen un significado —insiste Majul, mecánico—, y si están cargadas de violencia, de uno y otro lado, entonces…
Recalde lo interrumpe:
—Sí —dice—, pero la palabra piedra no es una piedra.
Hace un silencio solemne. Majul asiente, convencido, y consulta la hora en su reloj pulsera.
A la mañana del lunes
En un video, Lali Espósito le cuenta a Susana Giménez que su primer encuentro con Pedro Rosemblat se produjo en una fiesta de disfraces.
—Hablame de intensidad a mí, justo —suspira Yuyito González en Ciudad Magazine, con desinterés calculado.
—Él es hijo de la vestuarista de Susana Giménez —explica la panelista Pochi, creadora de la cuenta de Instagram Gossipeame.
—Estás muy interiorizada, yo no sabía. Él no es conocido.
—Está todo bien, mucha gente no sabe quién soy yo —admite Pochi—. Pero la verdad, yo no sabía quién es Pedro Rosemblat hasta que empezó a salir con Lali Espósito.
Ambas concluyen que es lógico que no lo conocieran: no siempre las parejas de los famosos son celebridades.
—Ahora se hizo recontraconocido —Yuyito cierra el tema—. Bueno, me voy a hacer unas recomendaciones.
Martes a la noche
Suena el hit libertario: “Me chupa la pija la opinión de los kukas”.
—¿Qué es esto? —pregunta Jonathan Viale, tentado como un chico en la escuela secundaria.
Todos ríen.
—Se puso colorado —bromea Guada Vázquez.
De saco y camisa desabrochada, el Gordo Dan responde con tranquilidad:
—Como todo el fenómeno libertario y del Presidente Milei en redes, la canción surgió de manera espontánea, la hizo un usuario. Estaba buena y la adoptamos para el programa.
No responde como energúmeno pero el aspecto de persona civilizada es antinatural, acartonado.
—Son frases que ustedes utilizan habitualmente en X —explica Viale— “no me importa nada la opinión de los kukas”.
Una cordialidad maliciosa sobrevuela la conversación.
—Creo que resume el sentimiento de mucha gente, por eso tiene este nivel de aceptación. Casi te diría, esta bronca contenida que se expresa en una canción: “bueno, gobernaron 16 años, hicieron un desastre en el país y ahora vienen a opinar, y encima de economía”.
—Está bien eso —coincide Viale.
—¿Y ahora con los hechos de violencia cómo vienen, con las últimas marchas? —pregunta Vázquez—. ¿No les da la sensación de que habría que bajar un poco porque si no esto va a generar una escalada?
Dan es enfático.
—Que a ellos los enerve no es nuestra culpa —dice—. Yo pongo “jajajaja” en Twitter y tengo cincuenta citas que dicen: “Hay que ir y matarlo ya al gordo de mierda ese”.
Viale lo respalda, indignado.
Miércoles a la mañana
—¿Ustedes son amigos desde cuándo con Javi? —pregunta Yuyito González.
Manuel Adorni hace memoria. Su frente se ensancha.
—Diez, doce años —dice—. Irónicamente, nos conocimos en C5N. Nos ponían enfrente de piqueteros o de gente que… bueno, que rozaba la ilegalidad.
Ambos ríen, cómplices. El vocero presidencial se explaya:
—Gente del MTS, diputados de izquierda, estos personajes exóticos que hay dando vueltas por la política argentina.
Ella escucha con atención, enternecida por la nostalgia. Adorni habla sobre sus recuerdos como si los viera proyectados en una pantalla. Después de aquel primer encuentro, dice, el Presidente y él intercambiaron números de teléfono. Al día siguiente mantuvieron una larga conversación sobre Cavallo y el menemismo en la que ambos estaban de acuerdo.
—Compartimos muchas horas de televisión —se emociona—. Éramos personajes de la era de Intratables, de los grandes debates en televisión. Él más que yo, por supuesto.
—¿Y a vos qué te llamó la atención de Javier?
El vocero se recompone. Elige sus palabras.
—Era una persona distinta. Esas que cuando uno las ve por primera vez, te das cuenta de que tienen algo que el resto no. Era el único personaje nuevo que sabía de lo que estaba hablando. Lo cual es muy triste —lamenta—, en la tele había mucha berretada, un nivel muy bajo.