SOY GORDA (ESEGÉ)

Una piña y una carcajada

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Allá, en ese afuera que tiene tanto peso en el cuerpo y en la forma e intensidad con que nos emocionamos, para bien o para mal, hay una voz atronadora aunque disfrazada de altruista, que nos dice: Tenés que ser feliz, te lo digo por tu bien. Como se trata de un mandato, de una obligación y no de un acompañamiento, esa data nos daña porque nos sentimos impelidos a alcanzar el estado ideal y fracasamos, fracasamos, fracasamos.

Pero en la oscuridad de una caja olvidada en la más recóndita repisa, posiblemente en la casa de alguna tía muerta, donde Dios es Chayanne y la vida es un eterno viaje en tren, existe un grupo de criaturas agridulces, tragicómicas y peleadoras: Les Millennials. Ese conjunto de artistas forma la compañía Capricornio Teatro, dirigida por la dramaturga y directora Gabriela P. Manildo. Cada vez que pueden, se suben a un escenario o toma por asalto cualquier espacio para hacer La cumbia triste.

Cuando asistimos a la puesta de esta tragicomedia, que en mi caso fue el pasado domingo en el Teatro Azul, de Villa Crespo, nos relajamos, nos divertimos y nos hermanamos. En tiempos desesperanzados, lo fraterno aparece como un mejora o salvavidas.

La cumbia triste es un musical con coreografías que Manildo imaginó y escribió prácticamente de un tirón, cuando atravesábamos la pandemia y concluía el año 2020. “Tenía muy claro qué quería decir. Ciertos detalles fueron aflorando después”, me cuenta. La temática de la pieza es las ganas de morirse, o, para decirlo sintéticamente, el suicidio.

La compañía teatral que encabeza Manildo funciona desde 2007 y la edad promedio de sus integrantes es de 25 años. Durante la cuarentena, con cinco obras de teatro guardadas en los bolsillos, la frustración del no poder hacer más y la conciencia de la falsedad de las dinámicas sexo-afectivas produjo una tristeza común, una persistente sensación de sin salida.

A contramano de lo que se pensaba años atrás, la palabra suicidio dejó de ser tabú, y hoy hablar del comportamiento de atentar contra uno mismo para desaparecer definitivamente, es condición para su prevención. Los especialistas aseguran que preguntar si existen ideas suicidas no aumenta el riesgo de querer hacerlo. Al contrario, hablarlo y escucharlo es la oportunidad clave para evitarlo.

El deliberado acto de quitarse la vida se da en prácticamente todas las edades y en todo el mundo, tiene mayor injerencia entre los 15 y los 39 años y atraviesa las diferentes clases sociales.

En un trabajo realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) junto al Observatorio Internacional contra la Violencia y el Suicidio de la ong Internacional Bullying Sin Fronteras se registró al suicidio como la principal causa de muerte no natural, delante de los accidentes de tránsito y los homicidios en Argentina y el resto de América Latina.

Al trabajar con ese deseo, que no es otra cosa que querer ponerle fin al malestar, los pares que arman red en escena aparecen como una pieza fundamental. La situación límite se convierte en un viaje de ocho actores que se conectan con aquello que los hizo ingresar en un pozo, pero del que pueden salir por el efecto sanador de la actividad grupal.

Desde el inicio, el espectador recibe un gran trigger warning, la advertencia de que se va a enfrentar a un contenido potencialmente delicado que supone un impacto. “Ya sabemos que esta obra va a revolver sentimientos. Posiblemente todos en la sala vivimos o nos sentimos igual que alguno de los personajes, eso hace que este musical sea más realista y toque cada fibra de tu ser”, evalúa Manildo, diplomada en Arteterapia, luego de dos años de funciones a pleno.

El dato más actual respecto de suicidios es de 2019 con unos 3.300 casos, una cifra estable respecto de años anteriores. Con el crecimiento de la población según el Censo 2022, luego de la pandemia de Covid 19, nuestro país sobrepasó el límite de los 4.000 anuales.

La cumbia triste es el grito ante una realidad de jóvenes vestidos con remeras a rayas, como presos, que se sienten derrotados, frente al abismo y a lo costoso que resulta seguir adelante y ante una sociedad mayoritariamente indiferente. Las canciones con un sonido de base rítmica y dinámico transmiten dolor, enojo, tristeza y miedo, con una banda en vivo integrada por batería, guitarra, bajo y teclado.

Hijes de los 90, Liga de la Justicia venida a menos, humor negro y dolor, las vulnerabilidades encuentran alivio denunciando a los gritos cantados que el mundo es una cloaca, que la realidad es intolerable, y que al parecer… la única solución es volverse un refugio.

“¡Sean todes muy bienvenides a esta bailanta!”, dice Victoria, uno de los personajes. “Bienvenides al tablero de ajedrez que te hace flashear Gambito de Dama cuando en realidad no sabés ni cómo se mueve un peón, pero da igual porque, spoiler alert: siempre salís perdiendo. Así que todo el mundo con las palmas bien arriba, ¡Ganar está sobrevalorado! ¡No sirve para nada! ¡Ni ganar, ni tener razón! En este mundo en el que vivimos la honestidad, la sensibilidad y lo diferente no tienen valor... ¡Y ya fue! Está bien que sea así, ¿Para que pelear con aquello que nos agota más de lo que nos beneficia?”, se pregunta para luego reunirse con el resto de las criaturas e inquiere ala cuarta pared, o sea al público. ¿Por qué se creen que estamos acá, desnudes, ante ustedes? Porque esto que ven de nosotres es quienes somos, hoy están de suerte, estamos desnudes para ustedes. Esto no es una máscara, esta es nuestra piel, nuestro verdadero y más profundo yo, eso que no podemos mostrar afuera porque muchas veces nos vale la vida... ¡Y no se los voy a permitir!“

Poco a poco se reconocen, se reúnen, forman un nudo resistente y amoroso. Y se proclaman libres de elegir. “Aquí si alguien me va a quitar la vida esa voy a ser yo, no sean atrevides, mi vida es mía hasta el último respiro. (Tiempo) ¿Por qué están acá? ¿Para qué? ¿Será voyeurismo o será que son una vulnerabilidad más de este malestar colectivo? ¿Será que se sienten igual que nosotres?”

El baile y las canciones con una base de cumbia te transmiten esa ambigüedad donde el dolor, el enojo, la tristeza y el miedo se abrazan con la alegría por la celebración. La cumbia triste es una píña y un estallido de risa.

LH/MF