Como soñaron mis abuelxs: m’hijo, el Dotor
Publico esta nota un día después de la marcha convocada para defender la universidad pública en la Argentina. A nivel personal, tuve la experiencia de cursar la Diplomatura en Archivística de la Universidad de Tres de Febrero. Luego de varias charlas a las que fui invitada como panelista para contar sobre la creación y el funcionamiento del Archivo, nos ofrecieron un lugar para sumarnos al alumnado. La cursada fue virtual; me tocó hacerla durante la época de la pandemia. Sin embargo, pude experimentar gran parte de la dinámica académica: tuve compañerxs de estudio, rendí cada una de las materias y aprendí a moverme con confianza por el campus virtual. Mi última etapa de enseñanza escolar había sido a los 17 años cuando, por motivos familiares, tuve que abandonar el tercer año de la secundaria. Mi paso por la UNTREF me resultó muy gratificante y reconstructivo, ya que pude hacer uso de un derecho que, por ser una persona trans, me había sido mayormente negado, tal como al resto de mi comunidad.
Terminé la diplomatura con un promedio de 8,5. Pienso en cuál podría haber sido la situación en caso de no haber podido contar con un espacio de enseñanza pública. Haber residido en los Estados Unidos durante un buen tiempo me lleva a pensar en cómo existen sociedades en las que, desde que una criatura nace, su familia empieza a juntar el dinero para la universidad. Esa capacidad de ahorro es lo que marca socialmente quién va a prosperar y quién no. Nuestro país, en cambio, nos da la posibilidad de que la educación sea pública, gratuita, y excelente —incluso reconocida en el extranjero por su alta calidad—, y para todxs lxs habitantes del país. Así es cómo la universidad lleva adelante el ejercicio de igualarnos como ciudadanxs.
La lucha por la universidad pública es en contra del desfinanciamiento que impone el gobierno nacional actual, y a su vez, una manifestación en defensa de los derechos conquistados por los estudiantes, docentes y no docentes que estuvieron antes que nosotrxs. Desde La noche de los lápices hasta la conquista del boleto estudiantil y cada una de las asambleas internas; la universidad es un semillero de luchas sociales y de acercamiento a las problemáticas de cada momento de nuestra historia, así como de organización y acción para transformarlas.
La marcha de este 23 de abril se me presenta como una manifestación que propone encontrar el punto en común de la sociedad argentina: no hay partidos que nos diferencien en cuanto a este tema, la educación pública y gratuita es parte del orgullo y de la identidad de ser argentinx. Así como lo quisieron nuestrxs abuelxs y lo mantienen hoy lxs obreros, defendamos el sueño: “m’hijo, el Doctor”.
MBC/SN/DTC
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