Martín Schorr, investigador del CONICET: “Este modelo exportador solo funciona con más del 50% de pobres”
Martin Schorr es investigador del CONICET, docente de las universidades de Buenos Aires, San Martín y Quilmes, y autor de varios libros, el último coescrito con Francisco Cantamutto y Andrés Wainer, Con exportar más no alcanza (aunque neoliberales y neodesarrollistas insistan con eso). En base a este trabajo, analiza el modelo económico de Argentina y la falta de debate sobre ciertos temas. También señala que actualmente el modelo exportador solo funciona con altas tasas de pobreza.
—El libro, por un lado, cuestiona la idea de lo que ustedes llaman el mandato exportador y la consigna de que con aumentar las exportaciones alcanza para resolver el problema de la restricción externa. Pero, al mismo tiempo, el libro dice: No se promueve el aislacionismo ni tampoco se niega la importancia de las exportaciones. ¿Cuál es el eje de la crítica a lo que ustedes llaman el mandato exportador, el consenso exportador, este clamor que hay muchas veces en la clase dirigente sobre la necesidad de aumentar las exportaciones?
—Nosotros discutimos dos o tres ejes que hoy tienen bastante consenso. El primero es un reconocimiento de que lo mejor que se puede hacer para generar un esquema de crecimiento que nos permita subsanar estructuralmente, se plantea, los problemas de escasez de divisas tiene que ver con la idea de un modelo traccionado por exportaciones. Esto tiene dos o tres beneficios desde el punto de vista del planteo. El primero es que libera dólares, libera divisas y esto es fundamental para atacar los problemas de la restricción externa o la escasez de dólares. El segundo es que permite pagar la deuda externa, que es el otro gran planteo que subyace a estos argumentos. Y, finalmente, que si la economía crece traccionada por exportaciones, la torta aumenta y por esa vía estamos en condiciones de encarar una estrategia de redistribución del ingreso. Nosotros discutimos las tres cosas con este argumento, que nadie está planteando no exportar, sino por lo menos tensionar este argumento. El primer elemento muy importante del punto de vista del planteo es que en esta mirada, que es compartida por neoliberales y también por mucha heterodoxia, la distribución del ingreso se presenta como el punto de llegada, como una variable dependiente de un modelo económico traccionado por exportaciones, pero eso es una promesa que nunca llega, que tiene que ver con ciertas debilidades del planteo y que en definitiva nos hace pensar o plantear que la distribución del ingreso quizás tenga que ocupar otro lugar. El segundo elemento en esta idea del crecimiento traccionado por exportaciones que no aparece en las reflexión es quién exporta. Porque hay toda una idea muy difundida de “Argentina exporta por año tantos miles de millones de dólares” y en realidad son no más de 100 empresas que concentran aproximadamente el 75% de lo que se exporta desde el país, que en la medida que son todas empresas muy transnacionalizadas, muy concentradas y demás, buena parte de los dólares que generan por las exportaciones después van al Banco Central por otras ventanillas a conseguir dólares para mandar afuera, para pagar deudas, para fugar divisas, para distintos pagos de dividendos, utilidades, etcétera A punto tal que si vos hacés el neto de cuánto le dan a la economía y cuánto se llevan te da una perspectiva negativa como tendencia.
Y el tercer elemento es el tema de la deuda, que me parece que ahí hay dos cuestiones de fondo. La primera es que en estas miradas se asume como que la deuda necesariamente hay que pagarla y que no se puede discutir nada del proceso de endeudamiento largo que viene teniendo Argentina en las últimas ya largas décadas. Y en segundo lugar es que es un modelo que articula los intereses de intereses muy concretos de la clase dominante, fundamentalmente del capital financiero internacional, los acreedores de la deuda con esta gran cúpula exportadora transnacionalizada. Entonces ahí también hay un tema que termina siendo un modelo muy funcional a lo que se llama el poder económico o el círculo rojo. Bueno, estos tres elementos que acabo de mencionar no aparecen en el planteo, sobre todo el segundo, esta idea de hay que exportar, exportar, exportar para resolver estos problemas de restricción externa que no contempla que Argentina en los últimos 30 años se ha cansado de tener superávit comercial y nos hemos cansado de tener crisis en el sector externo. Por lo tanto, ahí hay otros elementos que están jugando que no aparecen en este discurso.
—Ustedes lo que plantean es que el problema de la restricción externa no es la generación de divisas, sino la retención de esas divisas, porque se van por distintas vías. Ahora, ¿cómo se hace? Ustedes dicen: ya no se exporta más para crecer, sino para sostener el flujo de salidas y solo después, si se puede, con lo que queda, crecer. ¿Cómo se hace para alterar esa lógica, para desbaratar esa trampa?
—Ahí hay dos elementos fundamentales por el lado de la oferta y la demand. Por el lado de la oferta de divisas, es muy importante que sepamos o que tengamos presente qué exporta Argentina. Argentina exporta en un 80% producción primaria y en el mejor de los casos, con algún agregadito de valor. Pero esto tiene dos problemas importantes centrales. El primero es que Argentina es un país productor de materias primas, pero no tiene esa producción mayor articulación con la estructura económica. No es como, qué sé yo, Noruega, que exporta un montón de hidrocarburos, pero ese crecimiento le tracciona mucha demanda de producción industrial que abastece al sector petróleo. Entonces tenés un problema que es que el horizonte de crecimiento es chiquito. Entonces ahí hay un primer elemento que hace pensar que capaz que la torta no va a crecer tanto afianzando este tipo de estructura productiva y de inserción internacional. Y el segundo elemento es que cuando vos estudiás en el largo plazo la evolución de los precios y la demanda mundial de estas cosas que Argentina exporta, ves mucho comportamiento oscilante, mucha erraticidad. Y esto es un problema porque incorpora a la dinámica económica interna los problemas, los vaivenes del mercado mundial y cualquier estornudo a nivel internacional te repercute internamente y esto es habitual. Entonces ahí hay un problema y por el lado de la demanda yo creo que es muy importante tener en cuenta qué es lo que explica las salidas de divisas. Y ahí hay cuatro elementos que nosotros identificamos en el trabajo. El primero es un problema de estructura productiva que arrastramos de larga data y que los sucesivos embate del neoliberalismo han hecho que la estructura económica de la Argentina sea muy dependiente de importaciones.
Entonces, toda la discusión alrededor de la política industrial y sobre todo de la política de sustitución de importaciones, tendría que ocupar en ese debate un lugar. El segundo elemento fundamental y estructural es la deuda externa, que es un elemento muy condicionante. El tercero es algo que se discute poco, que es que Argentina es una economía muy extranjerizada. Y esto es un problema porque el capital extranjero que se radica en el país no viene a desarrollar y a hacer que los argentinos vivamos mejor, sino centralmente a ganar lo más que puede para remesar utilidades y distintas cosas al exterior que implican salida de divisas. Y el último elemento es lo que se llama, por poner un registro que todos escuchamos, fuga de capitales, fuga de divisas, formación de activos externos, que tiene mucho que ver con dos cosas. Por un lado, mucha dolarización de ganancias financieras, de sectores de muchísimo poder adquisitivo. Este es un elemento muy importante. Y, en segundo lugar, la falta de instrumentos de ahorro en pesos en una economía tremendamente volátil, que por lo tanto el dólar oficia de reserva de valor. Entonces te diría, por el lado de la oferta, es un modelo de una tasa de crecimiento en el mejor de los casos chiquita. No arrastra mucho al conjunto de la economía. Por el lado de la salida de divisas, tiene mucho que ver con el comportamiento de actores muy ligados al poder económico y sectores de altísimo poder adquisitivo.
—De los años de lo que fue el Frente para la Victoria primero, después el Frente de Todos, ¿ahí ustedes qué elemento consideran central para explicar que no se haya podido desbaratar este problema? Porque fue algo que sucedió durante los años del del Frente para la Victoria, primero, después del Frente de Todos, que tuvo un superávit comercial excepcional. Incluso esto lo discutió Cristina, lo discutió Guzmán, se admitió que había superávit comercial y se perdieron. No se pudo acumular reservas bajo el Frente de Todos. Pero es algo que que sucedió también durante el Frente para la Victoria y con control de cambios, que algunos dicen: ese es el problema, que hoy lo mantiene Milei. ¿Cuál es el elemento central que llevó a que la restricción externa se profundizara o no se pudiera revertir?
—Creo que tiene que ver con las cuatro cosas que charlamos antes. Primero, una gran debilidad en términos de estrategia industrial. Realmente se hizo muy poco en materia de política industrial y sobre todo en materia de política de sustitución de importaciones. En segundo lugar, la deuda aparece siempre como un elemento que no se cuestiona más allá de las renegociaciones y de las reestructuraciones. Tercero, fueron planteos que consolidaron estructuralmente un predominio muy fuerte del capital extranjero que sin cepo o sin controles de cambio, para ser más justos, te termina remitiendo al exterior entre el 70 y el 80% de las utilidades que genera cada año. Y finalmente, la fuga, que también fueron momentos donde más allá incluso de los controles de cambio, tuviste procesos de fuga fuerte. Entonces te diría fueron momentos donde hubo muchísimo superávit comercial, pero donde finalmente la confluencia de estos elementos más estructurales que dan cuenta que la restricción externa es un tema mucho más complejo que quelas exportaciones no alcanzan a las importaciones, bueno, confluyeron críticamente en esos escenarios.
—Milei ganó las elecciones. Estamos quizás hoy en otro escenario. Te pregunto por la crisis justamente de estas dos corrientes, tanto la de neodesarrollistas, que podemos identificar con el peronismo, o neoliberales. Uno podría decir el menemismo, Macri. Y tiene una política que combina, por un lado, un régimen de grandes inversiones, el RIGI, obviamente pensado para Vaca Muerta, pensado para la minería, pensado para el litio. Ese gran endulzante, si querés, o esa gran oferta para las grandes inversiones combinada con control de cambios que todavía no lo desactivó. La salida del cepo es una promesa de campaña, pero estamos casi a un año de gobierno y lo mantiene el control de cambios. A diferencia de lo que hizo por ahí Macri, que de entrada decidió eliminar todos los controles. ¿Cómo lo definirías a Milei en este mix? ¿En qué medida representa algo nuevo? ¿En qué medida es un mix de lo que ya existía?
—A tu caracterización le agregaría algo más, que es el 60% de pobres, 50 y pico % de pobres. ¿Por qué? Porque este modelo exportador que estuvimos conversando tiene o está conducido por actores que viven del mercado mundial. No es el poder económico de otro tiempo que necesitaba que los salarios fueran altos, que la demanda interna traccionará un ciclo económico que devolvía en ellos en mayor rentabilidad. Acá es distinto. En la medida en que la mira está puesta en el mercado mundial, los salarios nuestros, cuanto más bajos, mejor. Entonces, en esa mirada, lo que combina claramente Milei es el mandato exportador en su máxima expresión, porque todo está hecho para pagar la deuda. Estos esquemas, como el RIGI, están muy asociados a este capital transnacional que conduce la salida exportadora, porque la condición de posibilidad de esa salida es el infraconsumo de una parte importante de la sociedad. Y te diría que lo que vos identificas como novedoso, que sería el control de cambio, en realidad tiene que ver con cómo administra en un escenario de escasez de divisas la cuestión para que el tipo de cambio no se le vaya por las nubes. Pero me parece que está claro que está orientado a profundizar este tipo de inserción con la condición de posibilidad muy fuerte que es esta cuestión de los salarios bajos, de un país tremendamente desigual y donde, en definitiva, la condición de posibilidad de la inserción exportador es el infraconsumo de amplias capas de la sociedad.
—Obviamente los datos de pobreza Milei los profundizó en estos seis meses. Venían de antes ya. El Frente de Todos había dejado, no sé, arriba del 40% de la población debajo de la línea de pobreza. Y es un modelo efectivamente que está planteado para Vaca Muerta, el agronegocio, el litio y deja afuera a la mitad de la población económicamente activa. Y ustedes dicen: no hay un actor social que impulsa el desarrollo económico, un desarrollo económico alternativo. ¿Cuál debería ser ese actor social en la Argentina en este contexto? ¿Quién debería sentirse interpelado por esta discusión?
—Al revés te lo planteo. Esa fuerza social hoy del modelo alternativo no está. Está clarísimo. Y parte de la derrota y el triunfo de Milei tiene que ver con esa ausencia. Ahora, ¿qué discute hoy el mundo a partir de la pandemia para acá muy claramente? Te diría tres cosas. Primero y fundamental, la desigualdad. Lo estamos viendo en el foro del G20, que la desigualdad aparece como un problema a problematizar y que la manera más importante de corregirla tiene que ver con la cuestión impositiva. Nosotros acá estamos en un país que tiene un 50 o 60% de pobres y uno de los alicientes que estamos discutiendo hoy tiene que ver con reducción de impuestos para los sectores de alta capacidad contributiva. O sea, estamos yendo a contramano. Lo segundo que se está discutiendo mucho a nivel internacional es la política industrial. O sea, después de largas décadas donde para los países periféricos nos quedaba el lugar de ser proveedores de materias primas, hoy el mundo en general está discutiendo cómo hacemos para repensar y volver a aplicar esquemas de política industrial donde el proteccionismo va a ocupar un lugar fundamental. Acá estamos discutiendo cómo hacer para apuntalar todavía más la reprimarización y la inserción exportadora.
Y el último elemento es que de la pandemia para acá ha vuelto al foco de la cuestión, en el marco de cómo atenuar la desigualdad, la importancia de la demanda interna, de los mercados internos y no tanto de los mercados mundiales, porque la pandemia generó un trastoque a nivel global muy fuerte. Bueno, ahí tenés tres ejemplos de tres cosas que se están discutiendo y que sin duda podemos pensarlas desde cierto campo nacional popular como una ventana de oportunidad que tiene que ver en parte con sectores del capital vinculados a la expansión del mercado interno, con obviamente una parte importante de la clase trabajadora. Pero lo que destaco acá es que en esta mirada de las ventanas de oportunidad que te ofrece el escenario internacional es como que acá estamos caminando para el otro lado. Wue lo haga Milei, que lo hagan las fuerzas neoliberales, está bien porque siempre pensaron esto y nunca pensaron otra cosa. Ahora lo dramático es que un amplio sector de la heterodoxia esté planteando un camino totalmente opuesto a esto que abrió el escenario internacional.
—Hablabas del proteccionismo y obviamente está la figura de Trump ahora, desde el resultado de las elecciones, como un elemento nuevo. ¿Cómo te imaginás esa relación? Lo vimos a Milei con Trump la semana pasada en Mar-a-lago, enamorado el presidente argentino del presidente de Estados Unidos. Pero hay un conflicto potencial, justamente por el proteccionismo de Trump. ¿Cómo te imaginás esa relación Argentina-Estados Unidos, gobernada por estos presidentes con un Trump proteccionista?
—Creo que básicamente va a ser una frustración para Milei, porque claramente la mirada de Trump va por otro lado. Me llama la atención tanto alineamiento con alguien que está claro que está pensando en una cosa muy distinta a este esquema que se está discutiendo acá. Y lo mismo con China. Me parece que ahí hay claramente una lectura de lo que es la geopolítica y la ecuación de las grandes potencias, que es totalmente fuera de tiempo y lugar, te diría. Lo cual me parece un escenario más preocupante todavía, porque acá esto que vos preguntabas o mencionabas al comienzo, esto de la cuestión del cepo, de mantener el control de cambio que en definitiva es cómo administro la escasez de divisas, es un problema en ese escenario, porque las inversiones no vienen, porque todavía tenés que resolver el frente financiero, que no está para nada claro que Argentina pueda volver a corto plazo a un proceso de endeudamiento fuerte, como en otros experimentos neoliberales. Y esta mirada de pensar que con exportar alcanza pierde de vista esta figura del creciente proteccionismo y cierta cerrazón de los países principales.
—Justamente una de las escenas de estos días fue Milei con Xi Jinping. Vos decís que también ahí hay una equivocación en un Milei que intenta, como dicen los medios de de Estados Unidos o de Europa, un giro pragmático después de haber dicho: con los comunistas con no voy a negociar. ¿Ves un error también en ese acercamiento?
—Creo que lo tienen agarrado de pies y manos, más allá de que se haga el estadista y qué se yo y todas sus bravuconadas, básicamente en dos cosas: por el lado financiero, con el tema del swap, y con el lado comercial también, porque el principal país de destino de nuestras exportaciones primarias fundamentalmente es China. Entonces ahí claramente el alineamiento se da por porque no le queda otra, digamos.
—Por tu recorrido, por tu formación, conocés a muchos de los exfuncionarios del equipo económico del peronismo, de las distintas administraciones. ¿Cómo se da este este debate? No sé si cambian ahora que no están en el poder muchos de ellos estos planteos. Hay receptividad, hay una negación a a discutir estos temas, hay una admisión en privado y un discurso para lo público. ¿Cómo podés describir ese debate?
—Por muchos de ellos, que fueron compañeros de estudio y amigos de la vida, hay un afecto. La pelota no se mancha, dijo alguien. Pero no hay debate. No hubo espacio para la discusión cuando estuvieron gestionando la política económica, la política productiva y tampoco ahora. De hecho, sinceramente, este libro no ha sido discutido en ese ámbito. Y un poco el objetivo del libro era abrir un debate ahí adentro. En eso no nos ha ido bien. Te diría que hay muy poca receptividad a discutir estas cosas. Pero sí donde vemos más receptividad es en el espacio de las fuerzas sociales. Como que con el correr del tiempo que el libro está circulando nos damos cuenta que en espacios vinculados al sindicalismo, a los movimientos sociales, a ciertos sectores de una burguesía industrial más chica, una burguesía de lo que se llaman las pymes, ahí empieza como a circular la necesidad de pensar el modelo alternativo.
—¿Cómo lo ves a Axel Kicillof en este contexto, habiendo sido ministro de Economía de Cristina, hoy gobernador de la provincia de Buenos Aires? Sabemos el debate que hay dentro de lo que era el kirchnerismo, pero algunos lo imaginan como un candidato posible a presidente que exprese algo distinto a lo del kirchnerismo. ¿Puede él tomar alguno de estos planteos? ¿Lo ves como el mismo que fue ministro en su momento y va a ser una continuidad de eso?
—No lo sé. No tengo ninguna relación con ese grupo. Pero sí veo que hay gente que las tres cosas que hablamos antes -desigualdad, política industrial y mercado interno- eso forma parte de su reflexión y sus preocupaciones, con lo cual me parece que es un espacio por lo menos a considerar bien.
—Al final en el libro se habla de la inversión extranjera directa y esta idea de, bueno, se anula lo que puede venir como inversión extranjera directa con lo que se va por remisión de utilidades, que es hoy una de las grandes demandas de no sé si el poder económico, de las Cámaras de Comercio que representan a la Cámara de Comercio de Estados Unidos, que es que Milei libere el cepo para que eso pueda fluir todavía más. ¿Cómo te imaginás esa relación con esos actores al mismo tiempo desde el Estado? ¿Hay que pensar en otra estrategia? ¿Hay que dejar de lado a esos actores que vienen, obviamente, con la zanahoria de la inversión? ¿Hay que pensar en una estrategia más ligada a las pymes, más ligada a la industria? Porque finalmente la inversión extranjera directa siempre tiene esa cuenta. Y ese mensaje un poco de: si no, nos vamos a otro lado, si ustedes no nos dan lo que pedimos.
—Después no se van. Pero sí, está claro que lo que vos decís es cierto, no va por ahí desde nuestro punto de vista. Ahora, en un escenario global como el que estamos viviendo, está claro que el apostar a cierto sector del capital más chico, con un anclaje territorial más concreto, etcétera, no solo se resuelve con política distributiva, que hay esta idea de que si repartimos mejor lo que tenemos, esto va a generar una rueda económica virtuosa. Ahí nosotros vemos que eso necesariamente tiene que ir acompañado de política industrial. Por eso yo destacaba tanto lo que está pasando a nivel global últimamente, esta cuestión del proteccionismo y esta cuestión de repensar los alcances de la política industrial de mejora de competitividad más allá del estímulo que pueda provenir de que la rueda sea traccionada por el mercado interno. Y ahí sí, efectivamente, hay una gran cantidad de actores que comulgarían con un planteo de estas características. ¿El problema cuál es hoy? Que los tenés a todos híper atomizados, en algunos casos peleados entre sí. Pero más allá de eso, todavía eso no comulga en una fuerza social que dé impulso a un planteo alternativo como el que estamos hablando.
—¿Qué lugar le otorgas en este mapa, en esta discusión y en este planteo de “con exportar más no alcanza” al litio y a la idea de la transición energética basada en minerales críticos? ¿Replica un modelo conocido que se dio con Vaca Muerta, con el agronegocio o en este contexto ves que tiene algo de novedoso el planteo sobre el litio, que trae jugadores como Elon Musk, Rio Tinto, la minera canadiense, que también acaba de cerrar un acuerdo para comprar en Argentina los activos de mineras que tienen intereses en el litio. ¿Ves lo mismo que en los casos anteriores? ¿O ves que en este contexto hay algo distinto?
—Lamentablemente te tengo que contestar que veo lo mismo en términos de una especialización primario-exportadora bajo control transnacional y con provincias que terminan funcionando como economías de enclave. Te diría que incluso hasta tiene menos anclaje en términos de de tracción de actividad económica que Vaca Muerta, por ejemplo.
—Ahí hay una cuestión con los gobernadores. En teoría son las provincias desde la reforma del 94 las dueñas de los recursos naturales. Y los gobernadores muchas veces parece como que se emanciparan incluso de o juegan con el poder local nacional o se emancipan en muchos casos diciendo: bueno, yo voy a priorizar este ciclo de negocios, voy a garantizar para mi provincia. ¿Cómo ves la figura de los gobernadores? En este caso podemos hablar de Jalil, de Catamarca, una provincia con recursos como el litio, Sáenz, de de Salta. Hay otras provincias que están pesando en esta discusión y justamente no sé si son un poder paralelo, son un poder que se emancipó del poder nacional.
—Dos cosas con tu reflexión. La primera es que hay otros modelos de gestión del litio, lo que hace Chile y lo que hace Bolivia. En Argentina la participación estatal en la captura de esta renta extraordinaria es ínfimo. Este es un primer nivel de análisis. Y el segundo que yo creo que es importante, tiene que ver con lo que decías antes: en la medida en que son provincias muy ricas, porque tienen el recurso natural, pero la explotación del recurso es no local, no son capitales catamarqueños, capitales jujeños, la renta se va. Entonces son provincias que le ofrecen al modelo nacional una renta extraordinaria. Los estados agarran un pedacito muy chiquitito de esa renta, producto del esquema impositivo existente, con lo cual son provincias tremendamente ricas que terminan quedando sin recursos para financiar una política de cambio estructural que las saque del monocultivo, de la monoproducción. Entonces es el peor de los escenarios: una renta extraordinaria que se te va, una renta extraordinaria controlada por capitales transnacionales y una renta que tiene muy poco anclaje en el territorio. Esto es economía de enclave en su máxima expresión. Entonces, el rol de los estados subnacionales en eso es muy funcional a consolidar este tipo de estrategia.
—Mencionabas movimientos sociales, sectores del sindicalismo, ¿qué surge de eso? Porque pareciera que hay un consenso de hierro en la clase dirigente, sectores políticos, poder económico, incluso formadores de opinión, que esto no se discute. Pero queda afuera de ese consenso exportador la mayor parte de la sociedad argentina o que no lo discute o que no está comprendida en la cuenta de Vaca Muerta, el litio y el agronegocio. ¿Qué aparece en esas discusiones, en esas conversaciones con el activismo social, con el sindicalismo?
—Aparecen dos cosas que algunas nosotros las tratamos y otras no. La primera es el tema ambiental. Eso realmente es muy importante empezar a incorporarlo en la cuenta económica, el daño al medio ambiente y a las condiciones de vida de la gente de esos lugares. Y lo segundo que aparece mucho es la deriva represiva y de vulneración de derechos para garantizar la expansión de estos negocios, sea el agronegocio, sea el litio, o sea la explotación en Vaca Muerta de temas hidrocarburíferos. Eso es muy preocupante. Quizás acá a Buenos Aires no nos llega tan amplificado, pero tiene una deriva represiva y de vulneración de derechos muy, muy clara. Y también tiene algo muy interesante para estudiar y para reflexionar, que es cómo el poder económico transnacional penetra en estos territorios aplicando la figura de la responsabilidad social empresaria, que es, bueno, hago algo, no sé, pinto una escuela, pinto un hospital como una manera de ir comprando voluntades a nivel de los territorios y genera despelotes en términos sociales y políticos importantes.
—¿Ese consenso exportador es nuevo, es relativamente nuevo, o hubo una confluencia que pudiéramos que podemos ubicar en los últimos años donde alguien se comió a alguien o un sector convenció al otro? ¿O siempre hubo un acuerdo entre neoliberales, neodesarrollistas?
—Para mí, si vos me decís una fecha, es los últimos 20, 25 años. Por supuesto, el consenso se fue construyendo y el encontrar estos denominadores comunes de el modelo exportador, el pagar la deuda, la distribución del ingreso como el punto de llegada, es una cosa que se ha ido perfeccionando con el correr del tiempo. Pero claramente las últimas dos décadas se inscriben en este mandato.
Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).
DG/CRM
0