En una primera visualización, realizada desde los clips que circularon en X, mi cerebro rechaza la entrevista que realiza Yuyito González como a un par de córneas incompatibles, mal trasplantadas. El Presidente elogia su propio coraje para desfinanciar universidades nacionales, mientras fundamenta sus medidas económicas con cifras irreales o abiertamente falsas. Luego canta “Libre”, de Nino Bravo, con las manos de la conductora entrelazadas. Manifiesta que los zurdos no se bañan, cuenta una anécdota de Giuseppe Verdi, habla de su perro sin aclarar que está muerto.
El algoritmo de X me suministra otras alternativas para racionalizar lo que acabo de ver. Menem, recuerda alguien, generaba un escándalo similar cuando bailaba y cantaba por televisión, o salía a pasear con la Ferrari Testa Rossa mientras avanzaban las privatizaciones. La aparición de Milei en el programa matinal de Yuyito González es funcional a su estrategia de reivindicación de los 90, una década cuya memoria es problemática desde hace más de veinte años.
Ella me resulta inescrutable. Por momentos, su performance parece el producto de un acuerdo de algún tipo. A él, en cambio, se lo ve entusiasmado, de a ratos exultante. La ministra Sandra Pettovello observa a distancia:
—Vino Sandra para estar monitoreando que no me pusiera divergente —informa el Primer Mandatario, con pudor balbuceante.
—¿Se puso divergente? —consulta la conductora.
—Más o menos —responde Pettovello.
Todos ríen. Nadie tose en el estudio.
Lunes a la mañana en Ciudad Magazine
El Presidente asegura que, gracias a las redes, echó a la excanciller Diana Mondino en menos de treinta minutos. Yuyito González se toca la nariz con la yema del pulgar.
—Esas son decisiones muy fuertes —dice, con calidez maternal—. Estás muy atento.
Milei opina que los funcionarios involucrados en el voto favorable a Cuba son traidores a la Patria, y que está buscando la manera de echarlos a todos. La conductora elogia su coherencia.
—Es algo que me enamora a mí de este hombre —mira a cámara, con convicción, como si supiera exactamente a quién se dirige—. No encontrás tanta gente con valores. Con honestidad. Que no está pensando qué ventaja sacar.
Más adelante, el Presidente informa sobre su rutina:
—Hay días que me levanto a las seis y media de la mañana y le mando un mensaje a alguien —sonríe con picardía—. Y si no, me levanto a las seis de la mañana, porque se levanta alguien.
—Cierto —asiente Yuyito, cómplice.
—O sea, vos —enfatiza el Presidente.
Ella se toca la nariz.
—Yo me levanto a las seis para venir a hacer el programa —bebotea, lo toma a él de la mano—. A las seis y media nos mandamos mensajes. Y yo le digo: “Quedate durmiendo, amor”. Pero él es muy amoroso.
—¿Qué pasa si no te mando el mensaje?
—Ay, ¿si no me lo mandás? —gesticula—. Si no me lo mandás, puñalada en el corazón.
—¿Al de quién?
—Al mío —responde Yuyito—. Me autoflagelo.
Risas atragantadas.
—Preguntaba para saber si se trataba de un magnicidio —dice Milei—. Mirá que hay 46 millones que me tienen confianza.
Se recomponen.
—Cómo va intensificándose el nivel de atención del mundo entero hacia tu persona —se asombra la entrevistadora—. No solamente acá, conferencias, de todos lados te llaman, sino también del exterior. ¿Cómo llevás ese impacto en vos?
Milei se pone solemne.
—Esta es la gran diferencia con todos los políticos —asegura—. Para mí, la Presidencia es un trabajo más.
Vuelve sobre su libreto habitual. Señala que, gracias a su gestión, la inflación bajó del 17.000% al 28% anual. En un extenso monólogo, asegura que él no gobierna mirando encuestas y justifica el recorte a las universidades. En el cierre de su intervención, vincula el robo a la oficina de Martín Lousteau con una negativa de la UBA a ser auditada. Yuyito le pregunta por su pasión por los Rolling Stones.
Suena “Brown sugar”.
—Hay distintos elementos que explican cómo soy —reflexiona Milei, como si estuviera hablando de alguien que no es él mismo—. Por un lado el arquero de fútbol que llegó a estar en el plantel profesional de Chacarita, tenés el cantante de rock, tenés el economista…
—Sos medio adolescente todavía —interrumpe ella.
Él se ríe, complacido.
—Vos porque sos madraza —dice—. Querés que me comporte como un adolescente porque te gusta jugar el papel de madraza. Bueno —carraspea, finge incomodidad—. Bueno, se suponía que no íbamos a hablar de esto.
Ambos recuerdan la presentación de Milei en el Luna Park.
—¿Te aburrías en el aula? Viste que los chicos muy inteligentes se aburren.
—Me aburría mucho —confirma él.
—Claro, porque sos muy, muy inteligente.
El Presidente asiente, entusiasta y serio a la vez. A continuación, los dos interpretan canciones de Elvis Presley. Milei enumera sus preferidas. Como un chico en el recreo, cuenta anécdotas que leyó en Wikipedia.
Miércoles a la tarde en LN+
Hay barras, estrellas y la cara sonriente de Donald Trump por todas partes. Esteban Trebucq comenta el apabullante triunfo del candidato republicano en las elecciones de Estados Unidos. Luego presenta un discurso de Milei en 2022.
—Esto es un acto de este loco que parece que la vio —dice—. Miralo
Milei ruge ante la módica multitud de Parque Lezama:
—Y rueguen que Estados Unidos salga de las garras de tipos como los demócratas, Biden y Kamala Harris, porque le va a seguir yendo peor a los Estados Unidos. Porque no paran de caer en los índices de libertad económica. Por lo tanto, esperamos que puedan volver a resurgir de la mano de Donald Trump.
—Este loco la vio —se sorprende Trebucq—. Ayudame a entender esto.
El analista político Juan Mayol suspira, cruzado de brazos.
—Está relacionado con lo disruptivo, con la frustración de la gente, con la caída de viejos paradigmas y viejas formas de ver la realidad.
Coinciden en que Milei y Trump expresan la misma indignación de la gente. Si no fuera por las banderas norteamericanas que los envuelven, flotaría la duda de cuál de los dos ganó las elecciones.
Mayol se acomoda el cuello de la camisa. La cortina musical es amenazante.
SR/DTC