Empecé a ver Fleishman Is in Trouble, la serie con Jesse Eisenberg y Claire Danes, porque me la recomendaron varias amigas muy confiables y porque veo casi cualquier cosa que se trate de un divorcio. Me parece el tema de la época, ya lo he dicho: las novelas del siglo XIX fueron las novelas de matrimonio, las novelas del siglo XX fueron las novelas de adulterio y las novelas del siglo XXI (del siglo XXI largo, pongamos, el que arranca con la crisis del socialismo real) son las novelas de divorcio. No se trata solamente del divorcio como el fin de una relación amorosa o la transformación de una familia (aunque sí), sino incluso de un principio constructivo: las novelas de matrimonio se trataban del final feliz, las novelas de adulterio del final trágico y las novelas de divorcio se tratan de una vida con menos finales, de un mundo en el que no es raro llegar a los 80 años y entonces divorciarse a los 40 con una vida entera por delante. Se tratan de cambiar de trabajo, de cambiar de amigos, de cambiar de vida, de vivir mil vidas, pero con la sensación de que no es gratis, que los años siguen pesando en el cuerpo, los ex maridos no desaparecen sino que se acumulan igual que todos nuestros errores y aciertos y nos rondan hasta el final de nuestras vidas. Se trata de empezar de nuevo sin que nunca se pueda empezar de nuevo. Pienso en una imagen que leí esta semana, en un libro sobre comida de la británica Nigella Lawson, una de mis cocineras favoritas: si se te corta la mayonesa, arrancá de nuevo con una sola yema y a medida que se vaya armando la emulsión le sumás tu enchastre cortado. El enchastre cortado no se tira, porque en la vida nada se tira, todo queda, para mal o para bien, pero se puede salvar.
El libro de Nigella Lawson me pareció mucho mejor que el libro original de Fleishman (escrito por Taffy Brodesser-Akner, showrunner de la serie), una de esas novelas norteamericanas correctas pero un poquito superficiales que circulan tanto en Estados Unidos. La serie de Fleishman también es mucho mejor que el libro, creo que porque toma algunas decisiones formales interesantes que hacen que, aunque evidentemente sea una serie de temas de actualidad, el tema esté menos adelante de lo que podría estar. Me gusta cómo muestran la relación de Toby Fleishman (Jesse Eisenberg, también conocido como mi futuro marido) con las apps de citas, con lo difícil que es mostrar Internet en formato audiovisual de una manera que no se vea vieja ni poco elegante: las chicas le mandan tantas fotos desnudas que cuando le escriben o lo llaman, él ni siquiera puede recordar sus caras, solo esas fotos, y así lo vemos en la pantalla.
Hace algunas semanas leí un ensayo excelente sobre las nuevas películas y series de moda protagonizadas por mujeres en crisis, a la manera de The Worst Person in the World o Scenes from a Marriage. El texto es largo y todo bueno, así que es un poco injusto intentar resumirlo en dos líneas, pero la tesis más interesante es la que afirma que en estas películas tenemos personajes femeninos actuando la misma crisis de mediana edad que actuaron los varones en la ficción por años, una crisis egoísta y vacía y que no reviste tanto interés como sus protagonistas parecen creer que tiene. Oscar Schwartz, autor del ensayo, decía que La hija oscura, la película de Maggie Gyllenhaal basada en una novela de Elena Ferrante, escapaba a este cliché: la crisis de su protagonista era más profunda, más específica, y más autocrítica también en lo que respecta a su relación con los demás. La protagonista de La hija oscura vive en un conflicto en el que parece saber que no está sola en el mundo; no pasa eso con personajes como la protagonista de The Worst Person in the World, que parece creer que ser una chica (blanca, privilegiada, preciosa, pero chica al fin) le da derecho a hacer lo que quiera con la gente que se cruza. En ese sentido, Fleishman Is in Trouble es interesante: vuelve al relato clásico de la crisis masculina (y con todos los clichés del sexo desenfrenado, que por otro lado son ciertos: es verdad que es un shock para los varones de cuarenti reaparecer en un mundo sexoafectivo donde ahora ellos son el recurso escaso y codiciado), pero con un twist en el que el personaje tiene que hacerse cargo de la parte que le toca.
Pero quizás la decisión formal más importante de Fleishman Is in Trouble es la voz en off —esto ya está en el libro, pero funciona mucho mejor en la serie— que narra la vida de Toby Fleishman, y que resulta ser la de su mejor amiga de la universidad, con la que Toby retoma el vínculo al divorciarse de su esposa. El modo en que Libby, la amiga casada de Toby, empieza a contar las aventuras de él, con morbo, pena y envidia todas mezcladas, reproduce perfectamente la mirada de los casados sobre la vida de los divorciados que hoy pueden escuchar en sus anécdotas pero también, y quizás sobre todo, espiar en redes sociales. Habla de dos fenómenos interesantísimos, que a veces quedan sepultados tras la nostalgia y la visión pesimista de la tecnología: primero, el hecho de que la exposición a la intimidad ajena —incluso si es una intimidad ficcionada, fabricada— es un insumo para pensar, para mal pero también para bien, en la nuestra; y segundo, la desestigmatización social del divorcio, que ha hecho que, por suerte y desgracia, divorciarse ya no sea tan grave socialmente como hace veinte o treinta años. Lo vemos en la vida de Toby, pero sobre todo en la mirada de Libby, en los claroscuros de su voz: divorciarse ya no es solo una tragedia, y esa nueva verdad transforma la vida de todos, de los que se separan y de los que no lo hacen también.
Toby sufre y se deprime y tiene que organizarse pero también se está divirtiendo, y reconfigurando el vínculo con sus hijos, y quién sabe, quizás de acá a un tiempo hasta pueda volver a enamorarse. Pasa con la soltería, pero también con las separaciones, y si Fleishman me interesó tanto es en parte porque creo que plantea esta angustia con una claridad pocas veces vista: si la alternativa al matrimonio ya no es la tristeza infinita, hay que mirarse de frente y preguntarse con toda la crueldad de la que una es capaz qué hacemos acá, del lado de adentro del matrimonio; para qué estamos acá tratando de vivir juntos.
TT