Desde hace días, se da una situación anómala entre encuestadores. Informan números de cara al próximo domingo, pero acto seguido advierten sobre cambios debajo de la superficie y alta volatilidad, por lo que piden tomar los registros con cautela.
Uno de los dos consultores más frecuentados en Presidencia traza un esquema de tercios imperfectos: 35%, 30% y 25%, para Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich, respectivamente. El cuadro es coincidente con el de otros colegas que combinan estudios presenciales, telefónicos y online. El encuestador aclara que el lujoso viaje de Martín Insaurralde y su novia al Mediterráneo, los audios de Carlos Melconian difundidos esta semana y, sobre todo, la escalada cambiaria e inflacionaria alumbran el camino para una probable victoria más contundente de La Libertad Avanza, acaso sin necesidad de balotaje.
Ni el más agorero de los fundadores del Frente de Todos habría imaginado que el número de inflación más alto del mandato de Alberto Fernández se daría a conocer diez días antes de la elección presidencial. Nunca hay que subestimar la secuencia lacerante deuda, pandemia, guerra y sequía, por más que el candidato oficialista se olvide de la crisis sanitaria y de Ucrania, y se abrace al recuerdo del “préstamo irresponsable que tomó (Mauricio) Macri con el FMI” y al desastre climático, como forma de realzar su propia figura. Existió tanto lo que el ministro-candidato menciona como lo que omite, pero cabe preguntarse cuánta mala praxis política y de gestión le cabe a la cúpula del oficialismo (Cristina, Alberto y Massa) para llegar al día de la elección con semejante escalada de precios.
Peronistas se consuelan con un razonamiento atendible: en condiciones normales, el ministro de Economía de un Ejecutivo con 12,7% de inflación mensual estaría fuera de carrera, pero es tan malo el recuerdo del gobierno de Macri, llega tan desarticulada Bullrich y es tan grave la amenaza de Milei, que Massa tiene una oportunidad. Ese razonamiento no sólo anida en Unión por la Patria; hay referentes de Juntos por el Cambio que dan a Bullrich por perdida y barajan con pesar la hipótesis de otro gobierno peronista.
Los padrinos ausentes
El caso Insaurralde promete esparcir esquirlas en la medida en que se indague sobre sus cuentas, propiedades y vínculos, así como los de su expareja, Jésica Cirio. Esta empresaria modelo es relatada en despachos de la cumbre del poder en la Argentina como un instrumento del sórdido Jaime Stiusso. “Lo dice todo el mundo”, remarca una de las principales voces del oficialismo. Nadie exhibe pruebas, por lo tanto, no deja de ser una versión que pocos pueden corroborar, y todos ellas tienen motivos para callar. Por ejemplo, Insaurralde.
El ministro de Economía de un Ejecutivo con 12,7% de inflación mensual estaría fuera de carrera, pero es tan malo el recuerdo del gobierno de Macri, llega tan desarticulada Bullrich y es tan grave la amenaza de Milei, que Massa tiene una oportunidad
Las personas clave de Unión por la Patria que se expidieron sobre el exintendente de Lomas de Zamora son las que menos ascendencia política tenían sobre él. Axel Kicillof albergaba a Insaurralde ni más ni menos que en la jefatura de gabinete, pero le daba la consideración de intruso; Massa no podía renegar de haberlo piropeado tantas veces, pero no formaba parte de su tribu; Alberto Fernández acaso sea el menos directamente contaminado por esa relación. Los tres dijeron lo suyo. En cambio, Cristina y Máximo, verdaderos protectores del último lustro de Insaurralde, se otorgaron el beneficio del silencio. El problema es el otro.
Hay versiones sobre la exitosa carrera del ex de Cirio y actual de Sofía Clerici. En una de las mil desavenencias entre Cristina y Alberto, la vicepresidenta es relatada como impulsora del lomense para el Ministerio de Obras Públicas. Además de los estragos previsibles, tal nombramiento habría impedido que Gabriel Katopodis, considerado un activo en los peronismos, ocupara esa silla. La versión es desmentida de plano en el área vicepresidencial.
De su lado, un cristinista trae un recuerdo que despega a Insaurralde de la vicepresidenta y Máximo. Corría 2016, el macrismo había activado su ofensiva judicial y de Inteligencia ilegal contra el kirchnerismo, y el entonces intendente de Lomas de Zamora coqueteaba como “peronista racional” con María Eugenia Vidal y, en particular, Cristian Ritondo. No era el único. Massa tocaba la misma sintonía, rememora la fuente.
Barrionuevo, piedra libre
Un rezo motivacional se apoderó del massismo para esta instancia de la campaña. “El quilombo es enorme, pero Sergio no aparece como el causante ni tampoco da miedo como Bullrich o Milei”. Habrá que elegir creer.
En esa línea se entiende que el postulante oficialista haya pasado de prescindir de la figura de Alberto Fernández a sobreactuar su crítica. Su último lema de campaña, “tenemos un presidente”, es elocuente sobre lo que Massa considera un lugar vacante. Alberto acepta el ninguneo “si sirve para la victoria”, pero más adelante dará pelea por la interpretación de su propio mandato y el perfil del peronismo, según transmitió a su entorno. Deberá reconstruirse desde muy abajo.
Cerca de Massa dicen haber identificado quién arbitró la aparición de la aventura de Insaurralde y Clerici, así como los audios de Melconian: Luis Barrionuevo.
Macri, Eduardo de Pedro y Milei han sido tres aliados secuenciales del sindicalista gastronómico. No habría lógica que explique esos saltos, salvo la voluntad de financiar rivales de Massa.
Melconian versus Arribas
El presunto diálogo entre Melconian y su colega Facundo Martínez Maino fue grabado en 2017, poco después de la salida de ambos del Banco Nación, en enero de ese año. Al asumir Melconian como presidente de la entidad, Martínez amainó, con quien trabajaba desde 2000 en la consultora M&S (Melconian y Santángelo), lo acompañó en el directorio. Más cerca, ambos hicieron escala en la Fundación Mediterrána para pergeñar un plan económico con destino previsible en Juntos por el Cambio.
La Agencia Federal de Inteligencia (AFI) bajo el gobierno de Macri espió a propios y extraños. Todo aquel a quien Macri le interesara escuchar para descubrir deslealtades o forzar lealtades cayó en la trama que operó bajo la órbita del amigo presidencial Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, por supuesto, sin que esa dupla se diera cuenta, porque Cambiemos llegó a la Casa Rosada para reconstruir una democracia republicana.
Algún mal pensado puede ver una mano de Macri detrás del registro y/o la difusión en el canal Extra TV
La aspiradora implacable de Comodoro Py, fuero de atracción para todo lo que afecte al expresidente, ya determinó que esa red de inteligencia paralela que involucró a decenas de espías, periodistas, funcionarios, fiscales y jueces, con acceso a millonarios recursos estatales, fue obra de “cuentapropistas”.
Algún mal pensado puede ver una mano de Macri detrás del registro y/o la difusión en el canal Extra TV. El programa “A todo o nada”, que difundió las grabaciones esta semana, explicó que los audios de Melconian surgieron de una causa judicial. En Argentina, ese argumento dice poco y nada.
Ética resbaladiza
Años atrás, los programas “Periodismo para Todos” (Clarín), “Intratables”, “La Cornisa” y “Animales Sueltos” (América), entre muchos otros, dieron rienda suelta a la difusión de escuchas a todas luces orquestadas por el macrismo contra Cristina y otros opositores con la supuesta legitimidad de que formaban parte de expedientes en tribunales. En un sistema judicial putrefacto, no es difícil encontrar jueces y fiscales solícitos para ordenar seguimientos con la laxitud suficiente como para que puedan transformarse en herramientas de coacción o escarmiento.
Clarín, La Nación y compañía decidieron que los audios de Melconian debían ser ocultados. El mismo criterio habían asumido cuando se conocieron las filtraciones del ministro de Seguridad porteño Marcelo D’Alessandro, del entorno más próximo a Horacio Rodríguez Larreta. El multimedios poderoso, coorganizador de las andanzas de D’Alessandro en Lago Escondido, tenía razones de peso para tamaño frenesí ético. Hubo que enterrar el tema pese a los graves delitos que se desprendían del Telegram del ministro porteño.
La negativa de Bullrich a tratar el tema, así como la Rodríguez Larreta sobre D’Alessandro, después de que ambos convivieran sin un atisbo de queja con el espionaje de la era Macri, son reveladoras de los estándares éticos de la derecha republicana
Así como aquel diálogo coloquial entre Cristina y Oscar Parrilli (“soy yo, Cristina, pelotudo”) formaba parte de la intimidad de ambos, algunas de las grabaciones de Melconian carecen de interés público, como las supuestas valoraciones despectivas a miembros de Cambiemos. Los presuntos diálogos con mujeres no son concluyentes y requerirían otro tipo de investigación con más asidero que la mera filtración de una conversación grabada hace seis años.
La aparente coordinación de Melconian y su colaborador para gestionar negocios espurios con el Banco Nación tendría otro tenor. Tampoco alcanza con lo escuchado. La negativa de plano de Bullrich a tratar el tema, así como la Rodríguez Larreta sobre D’Alessandro, después de que ambos convivieran sin un atisbo de queja con el espionaje ilegal de la era Macri, son reveladoras de los estándares éticos de la derecha republicana argentina.
Si cabe una conclusión política sobre el contenido difundido, es que Melconian tenía quebrada su relación con Macri y albergaba una muy mala opinión del “futbolero” Arribas en el momento de ser escuchado. El que prestó la oreja habrá tildado un casillero.
La filtración habilita más especulaciones sobre su origen. Se supone que al peronismo no le conviene el desmoronamiento de Bullrich, por el riesgo de una victoria de Milei en primera vuelta. Pero Massa desorientó al ser entrevistado en el canal América 24 horas después de la difusión de los audios. Él mismo sacó el tema y calificó las escuchas como “basura” de la que no quería hablar. En ese mismo acto, puso la filtración sobre la mesa.
Alberto Fernández tiende a coincidir con el candidato presidencial peronista. “Esos procedimientos son una basura, una porquería, y todo indica que fue una cuestión entre ellos (por la interna de Juntos por el Cambio). Son las cloacas de ellos que estaban activas en 2017”, citan quienes escucharon al Presidente referirse al tema. “No me importa nada la vida sentimental de una persona, aunque lo del tráfico de influencias parece mucho más serio”, transmitió Fernández a su entorno.
La estampida de Medio Oriente
La insólita omisión de un bloque sobre política exterior en el debate presidencial se subsanó de manera brutal. No habían pasado 48 horas desde el ataque terrorista perpetrado por Hamás contra las poblaciones del sur de Israel, cuando los cinco postulantes se reunieron en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. La estampida de Medio Oriente entró por la ventana.
Bullrich, Milei, Massa y Juan Schiaretti mostraron su “solidaridad” con Israel o su pueblo. Ninguno fue más allá sobre el trasfondo político del conflicto ni atinó a extender una preocupación humanitaria por todas las víctimas, israelíes y palestinas. Tras el atroz raid de Hamás el sábado por la mañana, las muertes en Gaza habían comenzado a escalar y previsiblemente se dispararían en los días siguientes.
Ambos candidatos de las derechas hacen de la adhesión a Israel un eje de su mirada internacional. Durante su gestión en Seguridad, Bullrich demostró que esa lealtad incluyó un capítulo comercial, coronado con la compra de armamento sin licitación.
En el caso de Milei, su decisión de inscribir la política exterior argentina en el eje de Estados Unidos e Israel y la promesa de traslado de la Embajada argentina de las inmediaciones de Tel Aviv a Jerusalén, capital de tres religiones, son muestras de los peligrosos dislates que conllevaría una victoria ultraderechista. Los represores de la dictadura que actuaron con saña antisemita contra los desaparecidos judíos y se ven reivindicados por la trayectoria negacionista de Victoria Villarruel podrán aportar al debate interno de La Libertad Avanza.
Propenso a una de más, Massa anunció durante el debate que planea catalogar a Hamás como “organización terrorista”. La conveniencia de la decisión demandaría un análisis sereno de política exterior y de coordinación regional, y no de un arrebato electoralista para marcar tarjeta. Si Massa diera el paso, inscribiría a Argentina como el segundo país de América Latina en adoptar esa medida, detrás de Paraguay.
Con su voz acotada a Twitter, Cristina mostró un camino sensato, en línea con Luiz Inácio Lula da Silva. Alberto Fernández y Massa lo desatendieron.
La vicepresidenta expresó “solidaridad incondicional” con las víctimas, condena “a todo tipo de violencia”, y exigencia de cumplimiento de resoluciones de Naciones Unidas, con el concepto de “dos estados, Israel y Palestina”, con “fronteras seguras y reconocidas”. Una postura digna para un país como Argentina que en condiciones normales podría haber sido discutida en el seno de una alianza de gobierno. No fue el caso.
A su turno, Myriam Bregman dijo: “Nos duelen las víctimas civiles que ocurren en un conflicto que tiene como base la política del Estado de Israel de ocupación y apartheid del pueblo palestino”.
Un pogromo produjo la mayor matanza de familias israelíes en más de siete décadas. La candidata del Frente de Izquierda y Trabajadores pudo (debió) haber nombrado al ejecutor inequívoco de la matanza y ello no habría menoscabado su cuestionamiento a la potencia ocupante. En alusiones posteriores, menos acotadas a los pocos segundos de los que dispuso en el debate, Bregman expuso con más precisión una postura humanista y de izquierda.
La abogada trotskista no es la única que denuncia los crímenes de guerra de Israel ni el apartheid al que ese país somete a la población palestina. También lo hacen organizaciones internacionales como Human Rights Watch y Amnesty International, e israelíes como B’Tselem, Yesh Din, Breaking the Silence y Akevot Institute.
Por su defensa de los derechos palestinos, Bregman, única candidata presidencial judía, fue acusada de ser antisemita o nazi por inquisidores dispuestos a castigar faltas contra la doctrina del gobierno más extremista de la historia de Israel
Traumatizados porque algunos de sus miembros fueron asesinados por Hamás, organismos de derechos humanos israelíes clamaron esta semana por las vidas de los civiles palestinos, fieles a sus denuncias por los constantes abusos contra las poblaciones ocupadas. El gobierno de Netanyahu va más allá de lo conocido. Su gabinete alberga ministros que suelen hablar en términos de limpieza étnica, como suelen consignar notas del diario israelí de centroizquierda Haaretz.
Por su defensa de los derechos palestinos, Bregman, única candidata presidencial judía, fue acusada de antisemita o nazi por inquisidores dispuestos a castigar faltas contra la doctrina del gobierno más extremista de la historia de Israel. Bullrich dijo que la candidata del FIT se había opuesto a realizar un minuto de silencio por las víctimas durante le debate. La versión fue tajantemente desmentida por Bregman, pero una mención al paso de la postulante de Juntos por el Cambio en TN marcó la campana de largada para el vandalismo de las redes sociales.
Si el agravio de la portación de antisemitismo o nazismo lanzado contra quien no suscriba la narrativa de la derecha extremista israelí constituye una bajeza, además de una banalización de una expresión de odio siempre vigente, esa ofensa contra una persona cuyos antepasados pudieron haber sido víctimas del Holocausto se transforma en crueldad.
Qué dirán los inquisidores de Bregman de Noi Katzman, cuyo hermano, un militante pacifista, fue asesinado por Hamás, o de Neta Heiman, hija de la secuestrada de 84 años Ditza Heiman. Ambos reclamaron en su propio nombre y en el de sus seres queridos arrasados por el terrorismo que el gobierno israelí, al que consideran uno de los responsables ulteriores de lo ocurrido, no utilice la masacre perpetrada por Hamás para cometer otra masacre.
Al cierre de esta edición, los muertos en Gaza producto de los bombardeos israelíes alcanzaban los 2.215, de los cuales 724 eran niños. El ataque terrorista del sábado dejó 1.350 muertos en Israel; decenas de ellos, niños.
SL