Conflicto universitario En la era Milei

Una clase en la calle por la universidad pública: cómo se profundiza el reclamo estudiantil y cuáles son sus desafíos

El pupitre está en la vereda, el pizarrón, al borde de la avenida 25 de Mayo, y el profesor explica los pormenores políticos-religiosos de la Revolución Inglesa durante tres horas bajo el rayo de sol. “UNSAM tomada en contra del veto de Milei”, define un cartel pegado en el alambrado del predio de la Universidad Nacional de San Martín, a metros de la General Paz que separa el conurbano bonaerense de la Capital Federal. “Sin salarios dignos no hay universidad”, reclama un pasacalles, adornado con el símbolo de luto.

Un auto pasa tocando la bocina. Se le suma una moto que va detrás. La secuencia de apoyo se repite mucho, y tiene sus condimentos: al bocinazo lo acompañan blandiendo un puño cerrado o los dedos en V. Pero también se escuchan algunas críticas curiosas: “¡Peronchos!”, gritan en un vehículo. “Vayan a la sombra que hace calor”, aconsejan en otro. “Estudien, no sean vagos”, reclama en un tercero, lo que genera la instantánea reacción del docente: “¡Es lo que estamos haciendo!”. Los alumnos ríen. De golpe, un señor frena su auto y baja la ventanilla. Moviendo el dedo índice derecho, la mano izquierda en el volante, lanza: “El Che decía: No hay que luchar hasta morir, hay que luchar hasta vencer”. 

La clase de ayer de Europa Moderna en la carrera de Historia que curso en la UNSAM estuvo atravesada por la profundización del conflicto del Gobierno con las universidades públicas por el veto a la Ley de Financiamiento Universitario y un fuerte recorte del presupuesto para el año que viene. La misma situación se replicó en gran parte de las universidades de todo el país y continuará en las próximas horas, a partir de que el lunes pasado sucesivas asambleas votaron que haya tomas de los edificios y clases abiertas durante toda la semana. 

El reclamo estudiantil tendrá un punto álgido hoy, con el anuncio de cortes de calles y un reclamo ante la sede de la secretaría de Educación, en el Palacio Pizzurno. Mañana hay un paro general de docentes y no docentes. Y todo indica que continuará con fuerza la semana que viene: se analiza una protesta junto con los gremios de la salud convocada por los trabajadores del hospital Garrahan el próximo 22 del Congreso a Plaza de Mayo. Y está en tratativas una gran asamblea interfacultades frente a la Casa Rosada, a fin de mes o principios de noviembre.

La protesta estudiantil es masiva, pero no es homogénea y tiene sus tensiones. Hay acciones de lucha en más de 60 facultades de todo el país, porque además de la UNSAM se conocen tomas en la UBA, la Universidad Nacional de Córdoba, de Rosario, de La Plata, de Mar del Plata, de Cuyo, de Jujuy, de Salta, de Jujuy, de Tucumán. El reclamo va de la Patagonia a Quilmes, Tres de Febrero, La Matanza, Lomas de Zamora, José C. Paz. 

Como casos de las discusiones internas está la toma de Derecho de la UBA, facultad que no estaba atravesada por una protesta de esas características desde los noventa, cuya protesta fue definida por una asamblea de más de 400 estudiantes autoconvocados por fuera del centro de estudiantes. En Quilmes, hubo incidentes el lunes a partir de la provocación por parte de simpatizantes libertarios. Una situación similar ocurrió la semana pasada en La Matanza, donde las autoridades cerraron la puerta del rectorado para evitar que alumnos ingresen al edificio para hacer una asamblea y terminaron siendo agredidos.

A su vez, la Policía de la Ciudad hizo operativos de custodia en algunas de las sedes de la UBA. El lunes se vieron móviles de la Infantería en las inmediaciones de Económicas –que no tiene toma, pero sí clases públicas– y ayer se alertaron en Psicología y Sociales. 

En ese contexto, el Gobierno pareciera buscar radicalizar el conflicto, en vez de intentar apaciguarlo. Otra vez Milei cargó ayer duro contra las universidades –“no quieren ser auditados porque están sucios”, cuestionó– y ordenó al Procurador del Tesoro, Rodolfo Barra, para que habilitara a la Sindicatura General de la Nación (Sigen) a auditar a las casas de altos estudios. Era un reclamo que le había hecho el PRO a la Casa Rosada, aunque todavía sigue demorada la definición de los representantes de Diputados en la AGN, porque los libertarios no se pueden poner de acuerdo con el macrismo y el radicalismo. 

“Hola a todxs. En el marco de la toma de la universidad, hoy vamos a hacer la clase pública”, nos había avisado por mail el profesor de Europa Moderna dos horas antes de la clase vía mail. La invitación estaba alineada a la asamblea de la Escuela de Humanidades de la UNSAM que el lunes votó –con unos 200 apoyos– acoplarse a las acciones de lucha en otras facultades y universidades. Historia entonces pasó de impartirse en lo que llamamos la TDA –Torre de Desarrollo Académico, uno de los edificios más nuevos del campus– a las galerías, el parque y, también, la vereda. 

Bajo el sol y en medio del ruido del tránsito, la clase es incómoda pero el espíritu está abroquelado. En las tres horas y media no hay deserciones en el grupo de estudiantes y el profesor se mantiene estoico en su lugar, apenas tomando agua cada tanto, para explicar un periodo de más de cien años que abarca desde la jugada de Enrique VIII de Inglaterra para separarse de la Iglesia católica durante la primera mitad del siglo XVI a los episodios de la revolución Gloriosa de 1688. De alguna manera el contenido interpela a nuestro contexto. “Les tocó el lugar más difícil porque están bajo el sol, podemos traerles agua o lo que necesiten”, fue el mensaje de dos compañeros del centro de estudiantes que pasaron en un momento por la clase. La toma en Humanidades tiene un fuerte contenido organizativo, con el armado de comisiones temáticas –de seguridad, de clases públicas, de comunicación– a las que uno se puede sumar voluntariamente.

“Estamos en un proceso de reorganización muy importante del estudiantado que hay que ver cómo se desencadena, pero estamos yendo a una radicalización del plan de lucha”, me dice por la noche Agustín Romero, secretario de la Federación Universitaria Argentina (FUA), quien habló en plena faena para organizar la toma de Sociales, en Constitución: estaba preparando una olla popular y además de cortar la calle Santiago del Estero para poner pupitres para las clases públicas, buscaban interrumpir también Humberto Primo. “Las asambleas están siendo masivas, hay una participación genuina”, señaló el dirigente de izquierda. 

La complejidad del reclamo está en la mezcla de visiones que hay entre los alumnos, los centros de estudiantes, los gremios y los rectores. Están unidos por el reclamo para que el Estado aporte más fondos públicos, pero el estudiantazo pareciera estar desbordando la estrategias de reclamo de cada claustro. “No le tenemos confianza a las autoridades y en muchos lugares donde los centros de estudiantes son radicales o peronistas las asambleas los desbordaron”, dijo Romero. 

Ese desacople de velocidad también se da a nivel político. Por ahora el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que reúne a los rectores, no tiene definición sobre una tercera marcha federal, pese a la caída de la Ley de Financiamiento. Uno de sus argumentos es que el reclamo se gestione por ahora vía el Congreso, buscando que haya un incremento de las partidas en el Presupuesto 2025, que se está tratando en comisiones en Diputados. 

Mientras el proyecto libertario estima un aumento para el año que viene de apenas el 28% a las 60 universidades en todo el país, muy lejos de la inflación y de lo que exige el CIN. Los rectores reclaman $7.2 billones, pero en el Proyecto está estipulado la mitad: 3.8 billones de pesos. Esa negociación la están llevando adelante la UCR y el bloque de Miguel Pichetto. El oficialismo estaría obligado a aceptar cambios porque no tienen las firmas propias para que avance su propuesta.

“Hay una discusión abierta. Hay un sector de la política que dice que hay que esperar a 2025 y que se va a discutir en el Presupuesto, pero el financiamiento lo necesitamos ahora. No podemos esperar a soluciones mágicas al año que viene. El momento es ahora”, cuestionó Olivia Vega, estudiante de Traductorado Público de Derecho en la UBA y referente de la agrupación ¡Ya Basta!. “Las tomas son pacíficas y las clases están llenas”, agregó. 

En Derecho de la UBA pernoctaron el lunes y anoche se votaba en una nueva asamblea que continúe la toma, no sin polémica porque la decisión de inicios semana sobrepasó el deseo de la Franja Morada. Que las facultades de abogacía estén alineadas a la protesta es un dato inédito por su fuerte tradición conservadora. En ese sentido ayer se vio una muy numerosa asamblea en Derecho de Córdoba y se votó la toma por primera vez en la facultad de la UNLP. 

Con sus matices, el movimiento parece un temblor que no deja a nadie indiferente, si hasta el decano de Derecho de la UBA salió a cruzar a Milei en la pantalla de LN+. “En la Universidad pública no estudian los ricos, es exactamente lo contrario”, dijo Leandro Vergara para responder a la mentira presidencial. También aseguró que las universidades son “un factor de inclusión y desarrollo”, cuando una de las falacias del Gobierno fue acusar a las tomas de generar un caldo de cultivo setentista.

Esos tópicos bien actuales se meten ahora en mi clase de Europa Moderna sobre la vereda de la UNSAM cuando el profesor termina de explicar el debate que se abrió durante la Revolución Inglesa entre el mundo académico y la coyuntura política con el Leviatán de Hobbes y la bomba de vacío de Boyle. Tenemos un momento de debate político donde hay coincidencia por el reclamo universitario y el profesor concluye: “No sé cómo va a escalar esto. Pero quería hacer la clase acá para solidarizarme con la toma y entender cómo nos pueden interpelar los procesos que estudiamos. De alguna manera lo que estamos viviendo de también es histórico”.

MC/JJD