Fui convocada a escribir una nota en el marco de los 40 años de democracia argentina. Sin embargo, estas convocatorias suelen siempre estar relacionadas a la democracia cis. La democracia de las personas travestis trans solo tiene once años. Nuestra democracia comenzó en 2012, con la creación de la Ley de Identidad de Género, cuando el Estado deja de tener políticas de persecución sobre nuestra población.
Si hablamos sobre cómo era para nosotras ese tiempo de dictadura, mediados de los 70 y los 80, las personas trans desaparecíamos al momento en que nos echaban de nuestras casas. Y si eran los milicos quienes después nos detenían, nadie podía salir a buscarnos. ¿Quién iba a hacerlo? ¿Una amiga que también era travesti y que también iba a ser secuestrada? Las pocas familias que intentaban buscarnos, ni siquiera eran reconocidas como víctimas. Eso fue lo que le ocurrió con Janet Derganz, desaparecida en la ciudad de Córdoba en abril de 1977.
Pero la represión a las personas trans no empezó con la última dictadura militar. Desde el año 1900, los gobiernos tuvieron políticas de persecución. Lo único que cambiaba entre dictaduras y democracias, era la forma, el lugar y la duración del encierro. Dependiendo de la década, ibas a Devoto, a una comisaría o al pozo de Banfield (al que antes del '76 las chicas llamaban el Área Metropolitana). Esos ya estaban instalados como “los lugares para detener travestis”.
Las personas trans que terminaban allí eran testigos de esos pasajes entre dictaduras y democracias por los sonidos y ruidos que escuchaban en su detención. Cuando una radio sonaba más fuerte de lo habitual para ocultar los gritos, cuando aparecía el llanto de un bebé o alguien preguntaba “¿dónde estamos?”. A veces podían ver coágulos de sangre en los colchones o en los tapizados del Falcon que también las hacían limpiar. Las personas trans eran testigos muy convenientes para los militares, ya que, por toda la sociedad, éramos consideradas no-personas.
Seguir pensando que toda la población argentina tiene 40 años de democracia es volver a invisibilizar nuestras vivencias. El rabino Marshall Meyer, al ser convocado en el año 1985 para atestiguar la apertura de los expedientes de las personas desaparecidas, presenció cómo, por presión del área católica, 400 legajos de la comunidad diversa fueron ocultados. Pero el rabino comparó la información de esos legajos, y la tortura q habían recibido estas personas, con el mismo trato que habían recibido en los campos de concentración de Alemania aquellas personas macardas con el símbolo del triángulo rosa. El ocultamiento de esos legajos fue volver a desaparecernos. Y para dejar en claro: cuando, en algunas manifestaciones de nuestro país figura la cifra 30400, nuestra intención es hacer visible que hay que abrir esos legajos, y no es que queremos cambiar el número. El “400” representa una lucha que aún continúa.
Hoy en día y a esta altura, da muchísimo miedo que la mayoría de los candidatos a presidente en nuestro contexto democrático, hayan sido de derecha o ultraderecha, teniendo en cuenta que eso implica un retroceso sobre nuestras conquistas. Seguimos constantemente en alerta, más aún nosotrxs, que la población cis. La memoria en el país está presente, lo hemos visto en estos últimos días, pero es necesario que, tanto en la sociedad como en los discursos de los dirigentes políticos, se abra la reflexión y la inclusión con respecto a las personas trans: la visibilización es más urgente que nunca.
MBC/MG