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Análisis

Alberto, Cristina y la ingeniería del empate

Alberto Fernández y Cristina Kirchner, tras las PASO 2021.

Pablo Ibáñez

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Cristina Kirchner enfureció, en particular, con una lectura que tuvo la renuncia de Eduardo “Wado” De Pedro. Fue la que tradujo ese movimiento como una maniobra para vaciar el gobierno de Alberto Fernández, un tufillo desestabilizador, cuasi golpista. La vice interpretó que ese abordaje lo esparcieron voceros del gobierno y lo anotó entre las “operaciones” que en su carta pública atribuyó al entorno presidencial, en particular al vocero Juan Pablo Biondi.

“¿Van a acusar a Wado, al que los milicos le asesinaron a los padres, a Raverta, a Cabandié que nació en la ESMA de golpistas? Están locos”, enfureció, el jueves antes de la carta abierta de Cristina Kirchner, una fuente que orbita las cercanías de la vice. Fue, se entendió más tarde, una de las críticas más directa, y sin eufemismos, de la expresidente a la Casa Rosada: la referencia a las “operaciones de prensa”.

La reacción de los cristinistas aportó un extra de tensión política en medio de una pulseada, todavía no resuelta, sobre el reordenamiento del gabinete que Fernández sigue sin resolver. En el gobierno, con la carta todavía caliente, hacían una interpretación: que la vice siempre hizo observaciones y que, aun en medio de objeciones abiertas, le cedió al presidente el diseño y manejo del relanzamiento del gobierno.

“Cristina es así: dice lo que piensa y lo hace con sus modos”, tradujeron en la cima del gobierno donde afirman que no hay riesgos de fractura en el Frente de Todos (FdT) porque, más allá de los chispazos públicos -cada vez más feroces-, los dos Fernández, Alberto y Cristina, quieren sostener la unidad.

Lo que está en proceso, y ese parte es a cielo abierto, es la redacción del nuevo contrato de convivencia en el FdT. “Alberto va a manejar con sus tiempos y su perfil el relanzamiento del gobierno. Eso fue lo que charló el martes con Cristina y eso es lo que Cristina deja claro en la carta”, apuntaron a elDiarioAR desde el gobierno.

“Cristina dice que está segura que con la fortaleza con la que Alberto enfrentó la pandemia va a relanzar la gestión, y deja en sus manos la reformulación del gobierno”, es la interpretación que hacen en la cercanía del presidente en un esfuerzo, nada menor, de encontrar señales positivas en las parrafadas ásperas de la vice.

Este jueves, Fernández concentró sus actividades en la quinta de Olivos donde recibió a los gobernadores Sergio Uñac (San Juan) y Juan Manzur (Tucumán). Al atardecer, luego de pasar todo el día en Casa Rosada, Santiago Cafiero se instaló en la quinta presidencial y un rato antes habían hecho lo mismo Vilma Ibarra y Cecilia Todesca. Todo en un clima de rispidez política y sin que exista, al menos hasta el jueves a las 21, contactos directos entre los Fernández o entre el presidente y Máximo Kirchner.

Hubo, confiaron fuentes del PJ; intermediarios y enlaces. Se espera, como señal de distención, que en estas horas se retome el diálogo entre el presidente y su vice, cuyo último contacto directo fue el martes por la noche, una cena en Olivos que había trascendido de manera oficiosa pero que Cristina confirmó en su carta.

La duda que sigue abierta, y no pueden despejar en el albertismo ni aclaran en el cristinismo, es porqué si la cena entre ambos fue en buenos términos y con puntos de acuerdo sobre nombres y políticas, catorce horas después ocurrió la renuncia de De Pedro de manera intempestiva y sin que Fernández supiera que eso iba a ocurrir. “Fue sorpresivo. no lo esperábamos porque la noche antes habían tenido una buena charla”, dicen en la Casa Rosada.

Esa intriga es, en estas horas, un elemento central porque el Frente de Todos entró en una batalla en carne viva donde las diferencias se hablan por los medios, cartas abiertas o notas periodísticas, en una escalada ascendente.

Hay, sobre el doble terremoto que fueron la derrota electoral y las renuncias en cadena de los funcionarios K, varias pistas. Una es que “Wado” De Pedro no seguirá formando parte del gobierno porque el vínculo que lo unía a Fernández se rompió. El otro es que el presidente, con correcta o no interpretación, cree que Cristina le delegó el manejo de la post crisis y que los cambios de nombres y de políticas, estarán exclusivamente bajo su órbita. El tercer elemento, con esas incertidumbres, es más conceptual. Fernández advierte que no puede dejar jirones de autoridades tras esta pelea interna y Cristina, luego de mover sus piezas y exponer como nunca sus diferencias, busca un lugar que justifique, más allá de la supevivencia del corto plazo, la pureza de un proyecto de gobierno y de poder.

Sin tiempo, casi sin diálogo, los ganadores del 2019, deben tratar de construir lo más difícil, una ingeniería del empate, un equilibrio que no dañe más a Alberto y no signifique una derrota de Cristina.

PI

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