Salarios reales por el piso y peor distribución de la riqueza: el crack del contrato original del Frente de Todos

Un hombre toma mate en el jardín de su casa. A su lado, una parrilla en desuso, ocupada con baldes de pintura y restos de materiales de construcción, envases de cerveza vacíos, una pelota. “Problemas tenemos miles, todos los días, pero llegaba el fin de semana y alguien decía: 'che, ¿sale asado?'”, dice una voz en en off mientras el hombre empieza a limpiar las hojas secas de los árboles acumuladas entre los fierritos. “Y no estoy hablando solo de comida. Era invitar a tu casa, que vengan tus amigos, reírte un rato... ¿para qué laburamos si no?”. El video es parte de la campaña presidencial del Frente de Todos de 2019, que prometía dejar atrás escenas como esa si Alberto Fernández llegaba a la Casa Rosada. 

Encender la economía y recuperar el poder de compra de los salarios fue el pacto detrás del 47,79% de los votos que recibió el actual gobierno en diciembre de 2019. Dos años después, y una pandemia mediante, los argentinos y argentinas expresaron su frustración en las urnas: la oposición venció al oficialismo en los distritos clave y le quitó el quórum propio en el Senado. Pese a una pequeña mejora en los últimos meses, el salario real se encuentra en los niveles más bajos de la última década y empeoró la distribución de la riqueza. 

Según datos del Indec, los salarios perdieron contra la inflación en tres de los últimos cuatro años. Le ganaron levemente al aumento de precios en 2017 (2,1%) y luego perdieron en 2018 (-12,2%), 2019 (-8,4%) y 2020 (-2,3%). Así, acumularon entre 2018 y 2020 más de 20 puntos de caída. 

En 2021, con la revisión de las paritarias, los datos empezaron a mostrar una mejora. De acuerdo con el índice que elabora el Indec, en los primeros nueve meses los salarios (y acá se incluye privados, públicos e informales) acumulan un aumento de 38,3%, poco más de un punto porcentual por encima del incremento de los precios registrado en el mismo periodo (37%). Los salarios del sector público lideran la suba (45,1%), seguidos por el sector privado registrado (41,3%). Los del sector privado no registrado mejoraron muy por detrás de la inflación, 20,5%. En la comparación interanual, el índice de salarios total creció 51,3% versus el 49,1% de inflación interanual en agosto.

¿Por qué, si hay una mejora, no se siente en la calle? En primer lugar, porque es un repunte mínimo en relación con lo perdido en los últimos años. Por otro lado, los datos exponen que la mejora no es uniforme. Quienes se desempeñan en la informalidad (aproximadamente el 40% de la economía argentina) todavía corren en desventaja. Por más que se definió un aumento por encima la inflación (52,7%), el salario mínimo vital y móvil —una referencia para el sector no registrado— es de $32.000 en noviembre y no alcanza para comprar la canasta básica, que en septiembre era de $70.500. Es más, dos salarios mínimos no alcanzan para comprarla. 

En el sector privado registrado, el más protegido frente al cimbronazo de la pandemia, la situación no es mucho mejor. Si se mira la Remuneración imponible promedio de los trabajadores estables (RIPTE) se advierte que en los últimos meses el salario de los trabajadores privados comenzó a recuperar contra la inflación y en septiembre (último dato) se ubicó 2,8% por encima del nivel de salario de diciembre de 2020. Sin embargo, el punto de comparación es uno de los niveles más bajos de la última década. 

Se genera esa sensación de que tu salario se prende fuego en el cortísimo plazo, de inseguridad económica: no sabés si lo que cobrás te va a alcanzar para llegar a fin de mes

Según explica Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma, para encontrar un salario más bajo hay que remontarse a fines de 2009. “Una suba del 3% o 4% anual en un contexto normal, con una macroeconomía relativamente normal, es muchísimo. En un contexto en el que perdiste más de 20%, que te suba 3% se puede tornar imperceptible. Las privaciones que estás viviendo son tantas que la suba puede ser estadísticamente significativa, pero no te mueve el amperímetro”, apunta. 

“Aun si te ajustan el salario por encima de la inflación una vez al año, los precios te suben todos los días. Se genera esa sensación de que tu salario se prende fuego en el cortísimo plazo, de inseguridad económica: no sabés si lo que cobrás te va a alcanzar para llegar a fin de mes porque no sabés con qué precios te vas a encontrar”, dice Campos, para quien ese factor pesa lo mismo o más que haber incumplido la promesa de mejorar el salario real. 

“Es difícil establecer que hay un cambio de tendencia y que el salario se encamina ahora a la recuperación porque un nuevo salto inflacionario está siempre presente como amenaza y podría echar a perder cualquier recuperación marginal que estamos viendo”, opina Melisa Sala, economista jefa de LCG.

Por otro lado, un informe de la consultora Analytica muestra que la participación de los trabajadores en el PIB (incluyendo registrados, no registrados y cuentapropistas) está 12 puntos por debajo de los niveles de 2016: pasó de 52% a 40%. En cambio, la participación de las empresas subió 11 puntos en el mismo período: del 40% al 51%.

El peso de los trabajadores en la cuenta del PBI surge de la combinación de las horas totales y el salario horario. Ambos cayeron en el primer semestre respecto de 2016. Pero los órdenes de magnitud son completamente distintos: mientras las horas trabajadas se redujeron solo 2%, los salarios se desplomaron 21%.

¿Qué significa, concretamente, que los trabajadores perdieron participación en el PBI? Que tienen una menor porción de la torta de riqueza de la Argentina. “Es evidente que cuando la torta se achica los que más pierden son los trabajadores, pero que este año la economía se recuperó y sin embargo la participación del trabajo continuó cayendo”, apunta Claudio Caprarulo, director de Analytica.

La participación de los trabajadores en el PIB está 12 puntos por debajo de los niveles de 2016: pasó de 52% a 40%. La de las empresas subió 11 puntos en el mismo período.

Según el economista, la moderación fiscal y monetaria observada hasta antes de las PASO (el “ajuste” que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner le recrimina a Martín Guzmán) recayó casi en su totalidad en los salarios como en la calidad del empleo. “El Gobierno quiso bajar la tasa de inflación, entre otras cosas, coordinando paritarias en torno al 30%. El problema es que su plan no funcionó, la inflación promedió 45% anual en los primeros seis meses del año y los salarios siguieron cayendo. A su vez, con el afán de reducir el déficit fiscal, no hubo bonos a los jubilados para compensar que la actualización automática no cubrió el aumento de los precios. A partir de julio todo eso cambió, autorizó aumentos salariales por encima del 40% y otorgó bonos a los jubilados, pero aún no sabemos cuál es la nueva estrategia para bajar la inflación”, opina. 

Ante este cuadro, el Gobierno estará tentado a inclinar la cancha para que los trabajadores recuperen participación en el ingreso, tanto para sostener la base de electores que le dan legitimidad política como para contener a los sindicatos dentro de su coalición. “La duda es que, acuerdo con el FMI mediante, el espacio para la distribución luce muy acotado”, según Analytica. “Pocas veces en la historia han existido tantas necesidades contrapuestas entre estabilizar la macro y mejorar la distribución del ingreso”.

DT