El auto toma velocidad, se aleja de la marea de gente. Suena el acorde final de Nessum Dorma, último acto de la ópera Turandot, de Giacomo Puccini. Se apaga la voz de Luciano Pavarotti, épica, que musicaliza el spot. El sonido calla cuando un joven de lentes, pelo corto, rictus grave en el rostro, llega hasta el candidato, le toma la mano, le habla: Los custodios, guardianes personales de Javier Milei, ni se inmutan.
—Por favor, salvá este país —le suplica, casi reza.
—Estamos en eso, quedate tranquilo —le responde Milei.
Placa: Milei 2023, la única solución.
El video, que el candidato subió a sus redes, sintetiza la visita del libertario a Bahía Blanca el último fin de semana. El tumulto, aunque después no se refleja en las urnas, es invocado en LLA como postal de la vigencia electoral del economista. Milei reniega de las encuestas; ubica a los consultores como parte de la casta junto a políticos, economistas y periodistas. Pero, sensible a las noticias agradables, celebra cuando los números que le cuentan son buenos. Amesetado o en caída, según el sondeo que se mire, Milei parece haber tocado su punto más alto de expectativa electoral y se enfrentará a la realidad palpable del 13-A donde, además de show y campaña, pesan elementos propios de la política: fiscales, militantes, estructura.
En el sprint hacia las PASO, Milei se volvió pragmático. Dejó de lado los planteos sobre economía y medidas duras, y se zambulló en un territorio puramente emocional. Archivó los tecnicismos, redujo al mínimo imprescindible sus planteos sobre dolarización y demás yerbas, y reconfiguró sus actos de campaña con un tono más emotivo, donde cumple un protagonismo esencial su cruzada anti casta que se sintetiza en un coreo que se volvió un hit en sus recorridas, el “que se vayan todos”.
A su lado cuentan a elDiarioAr que todo comenzó hace unos días, el 27 de julio, durante una recorrida por Santa Fe, donde sus seguidores arrancaron con el cántico que fue un clásico del 2001. El grito se hizo masivo y Milei lo incorporó a su playlist de campaña. En Mar del Plata y en Bahía Blanca, donde estuvo el fin de semana último, el coro volvió a repetirse. En paralelo, el libertario rompió el pacto de no agresión que tenía con Patricia Bullrich y dejó de excluirla de su metralla genérica, de la que ahora sólo queda exento Mauricio Macri. Ahora, Bullrich aparece en igualdad de condiciones, como parte de la misma casta, que Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta.
Semanas atrás, Milei entendía que al compartir votantes con Bullrich no le convenía atacarla porque eso podría poner en conflicto a los sectores que veían bien a ambos candidatos. Pero luego le dijeron que sectores ligados a la exministra estuvieron detrás de “la campaña” sobre venta de candidaturas en LLA y entendió que eso era una declaración de guerra. Hubo otro episodio, más chico, casi irrelevante, pero que para el libertario fue un quiebre: durante una recorrida en Tigre, una dirigente bullrichista, lo escrachó durante una caminata. Lineal, Milei lo interpretó casi como si la propia Bullrich le hubiese escupido en la cara.
Menos tecnicismos
Aunque el libertario dice que opera a partir de sus impulsos, que no hay táctica, hay un puñado de datos que parecen contradecirlo: los estudios de opinión pública que le llevan y los que leen en La Libertad Avanza (LLA) reflejan que las medidas que más repite Milei no son respaldadas, o en muchos casos comprendidas, por buena parte de sus propios votantes.
La dolarización, corazón de la oferta política de Milei, no termina de ser internalizada por sus votantes. O porque no entienden de qué se trata o porque dudan de su viabilidad. En LLA admiten, con datos de estudios cualitativos propios, que la dolarización no genera euforia entre los seguidores libertarios. Tampoco ocurre respecto a otra de las propuestas que expuso el libertario, la libre portación de armas, tema que adquirió centralidad por el spot de campaña de Ricardo Bussi, candidato aliado de Milei en Tucumán, que tuvo una pésima elección: había sacado 13% solo en 2019 y obtuvo menos de 4% en 2023 como candidato “de Milei”.
Ni la dolarización, eje de la solución Milei, ni la libre portación de armas ni, mucho menos, la venta de órganos tienen adhesión mayoritaria entre los libertarios que se asumen como tales o que, de mínima, anuncian que votarán a Mieli. Un dato más, que aportó una consultora cuyos trabajos en general no se difunden. Ante un grupo de empresarios presentó un informe donde figura, como renglón llamativo, que un tercio de los que dicen que votarán a Milei no saben si irán a votar. Explicó la lógica: son sectores desencantados que ven en el minarquista una forma de expresar su malestar pero, quizá, tampoco crean que votar a Milei sea romper el sistema contra el que se quejan.
Por ahí va el otro giro táctico, analizado o intuitivo, de Milei: este martes salió con un spot donde convoca a sus adherentes a ir a votar y, en la línea de lo que advirtió el estudio citado en el párrafo anterior, convoca a votar no a Milei sino “en defensa propia”.
En LLA advierten un problema extra: no sólo el temor a que parte del voto libertario no concurra a las urnas el 13-A sino que se suma un favor adicional de preocupación, ligado a garantizar que haya boletas y fiscales que cuiden los votos de Milei. No es una estructura menor: en todo el país, hay 104.577 mesas de votación, lo que demanda que para tener una cobertura total de fiscalización debería tener 105 mil fiscales en todo el país. Las coaliciones grandes suelen tener una cifra todavía mayor porque además de un fiscal por cada mesa de votación, suelen tener fiscales generales por escuela. Sin despliegue territorial, MIlei no tiene ese ejército, aunque afirma que se inscribieron 70 mil fiscales a través de una campaña que inició hacer un mes. Solo en provincia de Buenos Aires, hay casi 40 mil mesas de votación.
PI/JJD