En pocas horas, Guillermo Francos montó una foto política que expone una de las primeras internas libertarias: casi con asistencia perfecta (22 de 24), juntó a los jefes territoriales y puso en escena -aunque el resultado de la cumbre fue incierto- que puede operar como interlocutor con los gobernadores, una destreza política que luego quedó herida cuando Luis “Toto” Caputo, en la lotería del reparto de dones, se quedó con el salvavidas de los ATN, la caja histórica de los ministros del Interior para desplegar el oficio de látigo o billetera.
Francos queda, hasta acá, sin la chequera de los ATN que aspira a recuperar, siquiera en parte parte, con doble firma con Caputo, en la paritaria pendiente con Nicolás Posse, el jefe de Gabinete, única y última firma -con OK de Javier Milei- para validar el organigrama de cada cartera. La motosierra de Posse, que tiene el mandato de reducir de 106 a 54 la cantidad de secretarías y eliminar el 50% de los cargos, genera ruidos por todos lados. La semana pasada, tres funcionarios con terminales en el PRO tenían todo listo -cochera asignada, huella de ingreso, oficina designada- para sumarse a la secretaría General de Karina Milei, pero sobre la hora les bajaron el pulgar.
A los involucrados se les informó que la decisión era producto de las desinteligencias entre los dos jefes: el de Gabinete, Posse, y El Jefe, Karina. El eufemismo para hablar de estas tirrias domésticas de La Libertad Avanza (LLA) lo exploró, esta semana, Mauricio Macri, que sigue al detalle esos vaivenes. “Mucha pelea hay ahí adentro, está difícil para Javier”, dice el expresidente y hace un gesto típico: aprieta los labios y menea la cabeza. Macri advierte sobre el peligroso error del ecosistema Milei de creer que todas las manos del PRO se alinearán con las demandas de LLA. “Se equivoca Milei”, dice un macrista a elDiarioAR y pone en escena la ausencia de diálogo entre Milei y el sistema político. El encierro del libertario entre el Hotel Libertador y su despacho en Casa Rosada, que rompió apenas el viernes para el sorteo de su dieta de diputado, genera un poco de intriga y mucho de temor. El martes, al mediodía, Milei recibirá a los gobernadores y ese encuentro se convertirá en el primer mano a mano real con el poder con el que tendrá que convivir el tiempo que viene.
“Muchos de los nuestros no van a acompañar lo de Ganancias ni lo de Jubilaciones”, manda a decir el expresidente para quien la reforma de la fórmula de actualización fue, a fines del 2017, el punto de quiebre de una debacle que terminó con su derrota electoral. Francos, en la cumbre con los gobernadores, advirtió algo de eso. Deslizó que había consenso para reinstaurar Ganancias, pero varios mandatarios le dijeron que ése no era el plan. Fue, a su modo, echar fuego sobre Caputo, el primero en salir a sostener en público que el regreso del impuesto a las Ganancias era por pedido de los gobernadores. La baja de jubilaciones parece, en el prisma social, un límite.
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Las posturas están divididas. Los gobernadores, en general, prefieren coparticipar el Impuesto al Cheque, proyecto que redactó Rogelio Frigerio, gobernador de Entre Ríos, quien junto a “Nacho” Torres, su par de Chubut, intenta que entre en la agenda del Senado. En las provincias están temerosos no solo por el impacto de los recortes en obras y partidas, sino por un mecanismo por el que responsabilizan a Caputo: el congelamiento de la Economía impactará sobre la recaudación propia de las provincias mientras Nación compensará la baja de impuestos al mercado interno con dos impuestos que no se coparticipan (retenciones y PAIS).
El tema retenciones fue el otro reproche que, todavía amable, escuchó Francos. Primero en el mano a mano que tuvo el jueves con Martín Llaryora, el gobernador de Córdoba, y el viernes en la cumbre -presencial y por Zoom- con los mandatarios de 22 provincias, que se quejaron de la medida de Caputo de reponer retenciones, con un 15% genérico, a las economías regionales. El cordobés interactúa con mandatarios del peronismo y quiere emerger como portavoz del interior, en un antagonismo que considera inevitable con la postura ambeña, y con ADN K, de Axel Kicillof.
El bonaerense debe, por estos días, cerrar la paritaria bonaerense mientras varias provincias anuncian que desdoblarán el pago del aguinaldo. Es un desliz político que se pueden permitir recién llegados como Maximiliano Pullaro, en Santa Fe, o Claudio Poggi, en San Luis, al amparo del argumento de la herencia recibida. Pero el atajo no es infinito. La música, todavía simbólica, de las cuasimonedas empezó a colarse en la conversación pública como un anticipo de un cataclismo. Carlos Bianco, mano derecha de Kicillof, lo sugirió varias veces como “posibilidad jurídica” de la provincia, pero es como el preanuncio de lo peor que podría pasar.
El registro remite a la crisis del gobierno de Fernando de la Rúa, cuando diez provincias emitieron bonos y el Estado nacional hizo lo propio. En conjunto, según un informe del Instituto Argentina 2050, vinculado al peronismo, las cuasimonedas llegaron a representar el 50% de la masa monetaria que circulaba, al alcanzar los $ 8.335,40 millones. Casi el 43% del total de bonos lo emitió el Estado nacional, los famosos LECOP.
El fantasma de las cuasimonedas está, sin embargo, lejano. El impacto del plan Caputo tiene un efecto inmediato y las consultoras empiezan a proyectar una inflación para diciembre que estaría más cerca de 30 puntos que de 25. La dimensión de la devaluación, según el análisis de un consultor, tiene un espejo terrible: en diciembre, en un solo mes de gobierno de Milei, la pérdida del poder adquisitivo rondará de 15%, porcentaje que en el gobierno de Macri se registró en casi dos años. Traducción: el daño al bolsillo de esta tercera versión de “Toto” Caputo será inmensamente más veloz que en el gobierno de Cambiemos. Parte, además, de un piso más bajo: en 2015, el salario estaba en US$ 2.000 y ahora arranca en US$ 800 que, con la devaluación de Caputo, arriba al punto más bajo de la salida de la convertibilidad -cuando estuvo en el orden de los U$S 500-.
Licuar el poder de ahorro de los sectores medios es, en la variable Milei-Caputo, el camino corto para reducir la presión sobre el dólar. En gran medida, según un analista muy respetado en el mercado y en la política, el “éxito” del plan libertario es que la inflación empiece una tendencia descendente en febrero para que no ocurra lo que, a su criterio, es muy probable que ocurra: que, en marzo, el dólar vuelva a estar barato y que el mercado y los exportadores vuelvan a presionar sobre otra devaluación, que aceleraría la espiral inflacionaria.
Por eso, Macri le dice a los suyos que coincide con el concepto de los anuncios, pero cree que su implementación será muy difícil. El expresidente anticipó, aunque habrá que ver si finalmente lo hace, que quiere volver a presidir el PRO y hasta tiene in pectore el nombre de una vice para el partido: la intendenta de Vicente López, Soledad Martínez, heredera de Jorge Macri, el jefe de Gobierno que, al menos en este trámite, comparte lecturas e intereses con su primo Mauricio. No ocurre lo mismo con Casa Rosada, donde hubo un ruido entre Waldo Wolf y Patricia Bullrich por el protocolo antipiquetes.
En unos días, el 20 de diciembre, el plan Bullrich se pondrá a prueba frente a una mega movilización de organizaciones sociales. El gobierno porteño no intervino en el diseño del protocolo ni fue, tampoco, consultado sobre la implementación que requeriría que el jefe de Gobierno le solicite a Nación que intervenga (para lo cual debe hacer una cesión de jurisdicción, porque si la marcha fuese, como suele ser, en la Av. 9 de Julio, la fuerza que debe intervenir es la Policía de la Ciudad). Bullrich se metió, sola, en un problema que, además de objeciones jurídicas, puede tener complejo impacto en la instrumentación.
Hay asuntos derivados. “El protocolo es un mensaje de Patricia a los Moyano. Es para incautar camiones, no colectivos de escolares”, sintetiza, ironía mediante, una fuente que sondeó en el mundo sindical qué nivel de intervención tienen los gremios frente a las medidas de Caputo. Todo el ecosistema peronista está roto, sin vocerías y con jefaturas en discusión. El peronismo se enfrenta, además, a una dificultad extra: su acompañamiento puede, en adelante, no ser necesario si Milei logra coronar la nueva mayoría que consiguió, esta semana en el Senado -de 39 a 33- y que pretende construir en diputados (donde el número que proyectan es de 139 manos). Todo es volátil, claro, pero entre los gobernadores apareció ese factor como algo disruptivo: “No nos necesitan”, le dijo un mandatario a elDiarioAR. Si el peronismo no tiene poder de bloqueo, la tentación de mantener la unidad pierde músculo y sentido.
EL informe de la consultora Pulsar, llamado Radiografía de la Sociedad Argentina, muestras dos constelaciones que explican, en gran medida, el resultado del balotaje: salvo en cuestiones como la dolarización, los votantes de Milei y los de Juntos ven y quieren más o menos lo mismo. Hay un segmento donde el rechazo es parecido -y amplio- entre los tres segmentos de votantes: LLA, JxC y UxP: la propuesta para elevar la edad jubilatoria. Parece haber ahí, un territorio hipersensible. El otro aspecto son los plazos de aguante ante las medidas “hiperortodoxas”. En Zuban-Córdoba midieron ese factor y refleja que hay un 32% que está dispuesto a otorgar todo un mandato a Milei. Refleja, casi a al perfección, el 30% que el libertario sacó en la PASO y en la general. El voto propio. La consultora AdHoc muestra un número similar en la conversación digital por los anuncios de Caputo: un 30% expresó sentimientos positivos.
El tiempo de gracia de Milei puede definir, además, la reacción de la oposición peronista. Kicillof fue de los primeros en fijar posición. “Hasta marzo o abril, no habrá nada fuerte. Nosotros vamos a ir detrás del malestar. No tenemos autoridad para decir nada: rompimos todo y nos la pasamos peleando entre nosotros mientras la gente la pasaba horrible”, explicó un dirigente que juega en la interna del PJ.
PI