De madrugada, a las 7 AM, Alberto Fernández supo que los votos no estaban. Vía Sergio Massa, y online con Máximo Kirchner, el presidente asumió que los números políticos no le daban al Frente de Todos (FdT) y validó, previa consulta con el ministro de Economía Martín Guzmán, que se reprograme el calendario de votación para poner en pausa el debate hasta el martes.
Era, hasta ahí, una derrota -si se quiere- táctica. El oficialismo fracasaba en su apuesta a sacar, de manera exprés, el Presupuesto, pero evitaba un traspié legislativo que fue, finalmente, lo que ocurrió y convirtió a Fernández en el primer presidente desde 1983 a la fecha al que la oposición le votó en contra el presupuesto en el recinto. Hay un antecedente parcial: Cristina Kirchner gobernó en 2010 sin presupuesto, pero, en aquel caso, a diferencia de ahora, el texto no se sometió a votación: el proyecto “volvió a comisión” y sin acuerdo con el entonces grupo A, no regresó más al recinto y no se trató.
El pecado original del FdT fue abrir la sesión el jueves a todo o nada, sin los votos para aprobar pero con la esperanza, casi religiosa, de que con las horas lograría que migren votos del “no” a la abstención. El gobierno apostó a la teoría de que los gobernadores de JxC no podían enviar a sus diputados a votar en contra. Le erraron a los pronósticos. Este viernes, sin margen, el oficialismo aceptó retroceder y asumió que no podía romper el superbloque de 131 manos en contra que amontonó a todos los espacios opositores, desde JxC al FIT y los libertarios, además del lavagnismo y los cordobesistas.
El gobierno tiene que leer esa foto: salvo cuatro “provinciales”, todo el espectro opositor rechazó el presupuesto.
Todas las internas
En ese trámite se anudaron varios factores. Uno fue determinante: la interna de Juntos, que estalló cuando Evolución Radical, el bloque que preside Rodrigo De Loredo y tiene como referencia a Martín Lousteau, impulsó un dictamen de minoría ultra crítico y Martín Tetaz avisó que ese sector votaría en contra del proyecto. Fue una jugada de pizarrón. El bloque nosiglista, entreverado en una pulseada inter radical con Mario Negri y Gerardo Morales, se movió como el ala dura y le marcó la cancha a los demás.
Un detalle cronológico. Este viernes, Morales será electo presidente del Comité Nacional de la UCR y no quería llegar a ese trámite convertido en uno de los “facilitadores” del presupuesto de Fernández. “No podía hacerlo antes de la comisión, por eso pidió pasar a la semana que viene”, contó un dirigente que operó, toda la noche, para buscar votos y abstenciones. Quizá, asumió un legislador, el FdT subestimó la dimensión de la interna de la UCR. Fue una de las “desinteligencias fatales” -la figura pertenece a un diputado opositor- que cometió el oficialismo.
Lousteau le marcó la cancha a Negri que, en verdad, siempre trasmitió en el mano a mano con los dirigentes del FdT que su voluntad era no votar en contra. Pero esa atomización rebeló otra fragilidad, la que presentan tanto el radical cordobés como Cristian Ritondo, respecto a que su conducción de jefe de bloque no les alcanza para garantizar que sus diputados acaten sus planteos. “Al final, la agenda del bloque la termina marcando Fernando Iglesias”, se quejó el jueves, tarde, un diputado peronista de buen diálogo con Ritondo a quien vio, dijo, superado por la dispersión de JxC.
Algo similar ocurrió con la Coalición Cívica (CC) que tiene como regla general dar quórum y abstenerse porque parte de la base de que definir un presupuesto, aunque no lo compartan en nada, es una facultad del Ejecutivo. El jueves, en el recinto y luego en una nota en la TVP, el jefe del bloque carriorista, Juan Manuel López, dijo que la posición de esa bancada era dar quórum y luego abstenerse, criticó con dureza al gobierno, pero apuntó, además, a la falta de conducción en JxC.
La CC era, paradójicamente, una carta que tenía el FdT para que se vaya desgajando, de a poco, el superbloque de los 131 votos negativos hasta que López avisó que no se abstendrían: demasiado costo político quedar, al final, como el único espacio de JxC que se sentaba y no votaba en contra. Fue el final del sueño de sacar, con una elección ajustada -digamos 122 a 121- el presupuesto.
Calendarios
Ahí empezó a caerse todo el plan, que tenía como base un pedido de Guzmán que planteó como escenario ideal terminar el año con el presupuesto aprobado y por eso le pidió a Massa y Máximo que se trate esta semana. Lo hizo luego de que José Mayans, desde el Senado, le trasmitió que si se aprobaba este viernes en Diputados y se enviaba al Senado, daban los tiempos para que el texto se debate y apruebe antes de que termine el 2021. A la madrugada, el ministro supo que eso sería sino difícil, al menos improbable, y aceptó que se reconfigure la hoja de ruta. Fue ahí que Fernández validó que se acuerde un cuarto intermedio hasta la semana próxima.
Con el OK del presidente, Massa y Kirchner convocaron a los jefes de bloque y acordaron con Negri y Ritondo que están al frente de los dos bloques mayoritarios, pasar a un cuarto intermedio hasta el martes. Estaba acordado en la mesa operativa pero cuando llevaron la propuesta a la bancada quedaron en minoría. “Lo que debía resolverse en 10 minutos, cuando pasaron 2 horas sin respuesta, supimos que el acuerdo no iba a avanzar”, contó un operador involucrado en las negociaciones.
El último intento lo hizo Massa con Graciela Camaño, del Interbloque Federal, para lograr que esos ocho legisladores acompañen al FdT para patear la discusión para la semana que viene. Camaño pidió que en vez de cuarto intermedio, la figura correcta era “volver a comisión”, un movimiento que en realidad le permitiría al FdT que el texto no se trate, evitar una derrota que era irreversible: este viernes, el martes próximo o cuando sea.
En el recinto, el debate escaló y ese intento perdió fuerza. “Máximo hizo, por pedido de Alberto, todo lo posible para acordar un nuevo plazo”, contó un jugador en la interna del FdT que no tiene sobre el diputado la mejor de las opiniones. ¿Jugó, Máximo K, a que no se apruebe el presupuesto? Junto a Massa empujaron la sesión cuando esa era una posibilidad cierta. Parece ingenuo creer que Negri y Ritondo migaron a una votación en contra por las críticas que le hizo el jefe de bloque del FdT pero, en un clima tan hostil, eso impactó.
Sinuoso, Máximo parece validar con sus modos todas las especulaciones. Los jefes opositores lo culparon de haber roto un acuerdo que, a esa altura, estaba atado con alambre. Antes del discurso de Kirchner, Camaño había anticipado 8 votos a favor del pase a comisión, lo mismo López sobre los 3 de la CC y Di Giácomo de 4 votos de Provincias Unidas. Incluso el bloque que comparten Margarita Stolbizer, Emilio Monzó, Sebastián De Luca y Domingo Amaya mostró voluntad de sostener esa misma posición. Con eso, el FdT ganaba tiempo, pasaba el proyecto para la semana que viene y evitaba la derrota.
Pero cuando habló Máximo, que se trenzó con el lavagnista Alejandro “Topo” Rodríguez, todo naufragó. El jefe del bloque fue el halcón del oficialismo y luego de eso, Camaño, que era una pieza clave para evitar la derrota, anunció que su bloque cambiaba la postura y no respaldaba esa tregua. La derrota era un hecho y los cruces en el FdT se notaron al instante. Un episodio puntual: apenas terminó de hablar, quizá sabedor de que había roto todos los puentes, Máximo le reprochó a Massa que en diez ocasiones -le hizo el gesto con las manos- le había pedido cerrar los discursos sin darle paso a la oposición, como si atribuyera a esas intervenciones su necesidad de tener que hablar.
Algo así dijo, al mediodía, en C5N: que tenía que responder las críticas. En esa entrevista, dejó una frase críptica: habló de militar desde la calle o una unidad básica. Lo mismo dijo, en privado, junto a un grupo de máxima confianza y sembró una serie de especulaciones que por ahora nadie quiere traducir.
PI