Entrevista

Flavia Costa: “Claramente somos la fuente de recursos de los proyectos de inteligencia artificial”

Flavia Costa es doctora en Ciencias Sociales, investigadora del CONICET, profesora en el Seminario de Informática y Sociedad en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires Profesora y también en la Universidad de San Martín. Es autora de Tecnoceno: Algoritmos, biohackers y nuevas formas de vida y directora de TecnocenoLab. En esta entrevista, habló sobre soberanía tecnológica y la disposición del Gobierno de Javier Milei a dejar que se instale en Argentina un cuarto polo de inteligencia artificial, entre otras cosas.

—Como sociedad vivimos un poco gobernados por las redes sociales, por la aceleración, por la publicidad voluntaria que le ofrecemos al sistema de datos. ¿Qué es lo que nos acostumbramos a omitir cuando alimentamos un poco la lógica de la aceleración de este mundo donde vivimos conectados, pendientes de las redes, mostrando todo lo que hacemos? ¿Hay algo que naturalizamos y que no habría que naturalizar o es inevitable?

—Varias cosas y al mismo tiempo es inevitable, todas son inevitables, pero una es que eso que estamos habitando -y quizás creo que los que más naturalizamos esto somos los investigadores- ya no es una herramienta, sino que es un ambiente, es un mundo ambiente, digo yo. Entonces eso quizás las personas en tanto que usuarios no lo tenemos bastante incorporado, pero cuando lo tratamos de analizar seguimos pensando con la lógica de que eso es una herramienta que elegimos y que podríamos elegir no usarla. Veamos cómo la usamos, más o menos. Yo creo que ahí lo primero que hay que pensar es que se ha desencadenado un ambiente en el que habitamos. En una estadística que se publicó el año pasado, los países latinoamericanos estaban dentro de los veintipico países medidos. Estaban Argentina, México, Chile, Colombia y creo que había uno más, pero estábamos entre los diez primeros de más horas de habitantes de entre 16 y 64 años, más horas dentro de ese mundo ambiente. Nueve horas los argentinos. Éramos los terceros creo. O sea, muchas horas dentro de Internet en distintos dispositivos. Entonces, ya si habitamos nueve horas ahí adentro, ya no es una herramienta. No solamente por el tiempo. Los que habitamos en ciudades más todavía. Lo que pasa es que los que habitamos en ciudades hoy somos muchos. Somos un 60% de los 8 mil millones que hay. O sea, somos casi 5.000 mil millones de personas, que somos lo que se decía antes urbanitas. Entonces, claro, para nosotros las redes son el mundo ambiente tecno natural en el que también estamos, con diferencias que puede haber entre el dispositivo y tal. La otra es que eso es algo neutral, que es una especie de desarrollo de la humanidad en su conjunto.

—La idea de la técnica neutral.

—Claro, la técnica como una neutralidad. Bueno, estamos en un ambiente que es neutral. No, es un ambiente, pero no necesariamente eso es neutral, lo cual tampoco significa que haya que moralizarlo, es bueno o es malo. Pero sí es histórico, como dice Paula Sibilia. Quiere decir que tiene una historia. Hay algo que es la historia y las tecnologías son históricas. Es decir, están situadas, nacen en un momento determinado con algunos objetivos determinados. El uso puede modificar ese programa técnico, digamos, con el cual fueron desarrollados, pero ya viene. Eso está inscripto dentro de toda tecnología. Y algo que decíamos en una materia que dábamos con Christian Ferrer es que cada tecnología es la materialización de un interés, es decir, hay un interés que vos materializás. Quiero desarrollar esto, lo hago por esto. Por supuesto, insisto, en el momento del uso esto se expande siempre, afortunadamente, podríamos decir, como todo acontecimiento que uno desencadena, puede ser un acontecimiento de discurso, una acción política, pero también una acción técnica. Tiene un grado de imprevisibilidad. Hay algo imprevisible, se abre una imprevisibilidad. En esa imprevisibilidad es donde uno puede decir: ahí está el punto de fuga, la resistencia, el transformar algo. Eso siempre está, esa posibilidad, pero está en el marco de que hay un interés materializado allí con mucha precisión.

—Y también está la cuestión de la propiedad, que con Elon Musk hoy como dueño de X está muy claro y muy presente para este ambiente en el que nos movemos.

—¿Por qué decís eso?

—Porque él quiso adueñarse, comprar X, decir soy el dueño. Es uno de los grandes empresarios de tecnológicos ligados a Silicon Valley. Pero necesitó además, por alguna razón, algunos dicen perdió plata, pero quiere no mostrar que es el dueño.

—En el caso de Elon Musk, como en muchos otros, no necesariamente hacen cosas por dinero ya. Yo creo que no es el único motor, es el principal motor de buena parte de las acciones humanas, pero en algunos espacios ya no es el principal motor. Creo que él está viendo otra cosa ahí. Tengo toda la impresión. A mí me llama la atención de este caso particular, ese empresario, tres campos en los que él trabaja. Por un lado, este que vos decís, que es el campo de la sociabilidad digital, que también es, por supuesto, un territorio rico en términos de materialidad. Las personas dejamos allí nuestras nuestras huellas comportamentales, también biométricas, pero en X es más bien comportamental, formas de hablar. Y esa materialidad -será nanométrica, pero es material- es al mismo tiempo aquello que se busca controlar o por lo menos orientar. Y es la materia que compone la máquina para hacer eso. Hace ya por lo menos un siglo que se está tratando de hacer de los medios de comunicación máquinas políticas -además de máquinas comunicativas- tecnologías políticas, de conducción de conductas. Cómo conducir, cómo persuadir, cómo orientar, cómo incitar, cómo contagiar, cómo lanzar.

—Gobernar.

—Cómo gobernar. Exactamente. Pero para hacer eso se han ido probando distintas herramientas y las últimas, la que llamamos la gubernamentalidad o el gobierno algorítmico, tiene como elementos fundamentales esa composición, que es un tipo de hardware particular, un tipo de software particular, o un conjunto, y los datos. Es decir, nuestros datos también son parte de la máquina de gobierno. Ya hoy. Eso es interesante. Uno no solamente deja datos para ser gobernado, uno deja datos para que se gobierne a otros. Sujetos y objetos del poder. En una forma particular de entender eso.

—Te escuché decir que pertenecés a una perspectiva crítica con respecto a esto, pero al mismo tiempo analítica, porque hace falta, decís, dar un salto analítico en este momento. ¿En qué consiste eso? ¿Por qué querés remarcar que no alcanza con la perspectiva crítica?

—Voy a dar una posible respuesta a esa pregunta. Hay un texto famoso de Michel Foucault que retoma un texto famoso de Kant, que es “¿Qué es la Ilustración?” A 200 años de la escritura de ese texto kantiano, Foucault hace dos textos, los dos muy parecidos. Uno de esos textos de Foucault es de 1982, si no me equivoco. Y dice: bueno, a lo largo de estos 200 años --y yo diría los que pasaron entre el 82 y ahora siguen el mismo ciclo, con su pequeña discontinuidad- fueron años en los que se pensó la filosofía de dos maneras diferentes o la modernidad de dos maneras diferentes. Por un lado, la forma más anglosajona, más analítica descriptiva, uno podría decir incluso funcionalista: a ver cómo funciona esto, así le metemos un poco de cabeza a ver cómo se funciona y cómo se gobierna. Imaginemos que la pregunta es por el gobierno. Bueno, pensar las herramientas de gobierno, mejorarlas, describirlas bien, entenderlas, comprenderlas. Y una mirada más crítica, que sería más continental, que es la que habitualmente orienta lo que en el circuito universitario son las ciencias sociales y humanidades en Argentina, pero no solamente en Argentina, te diría que en buena parte de Occidente, a pesar de las diferencias entre escuelas y países, desde ya. Además de eso, como humanistas, como pensadores, necesitamos tener una metacrítica de la sociedad. ¿Es esto correcto? ¿No es correcto? ¿Nos conviene? ¿Por qué lo haríamos? ¿A quién beneficia? Entonces esas dos formas de entender nuestro modo de comprender las relaciones sociales, supongamos, después se especializan. En términos de pensamiento sobre la técnica, hay un pensamiento más analítico que piensa qué es un artefacto, qué es una máquina, qué es un cyborg, cómo funciona la odontología, los objetos técnicos, etcétera. Y hay otra teoría más crítica que piensa la geopolítica de las tecnologías, las luchas por el litio, la lucha por la infraestructura, los conflictos sociales y políticos.

Dos grandes líneas de trabajo que hay en los últimos años transversalmente, que uno puede decir, bueno, la ética feminista de la inteligencia artificial, por ejemplo, es una perspectiva decolonial, feminista, es una perspectiva crítica, que toma partido por las comunidades, que toma partido por sobre todo esas zonas de sacrificio que son deliberadamente, permanentemente llevadas a abandonar su forma de vida en pos del así llamado progreso y desarrollo. A mí me parece que eso es sumamente importante. Es imprescindible seguir haciéndolo. Pero las ciencias sociales y humanas del siglo 21 tengo la impresión de que han, por distintos motivos, abandonado por un lado la pregunta analítica ¿cómo es hoy el marco en el cual se dan estos acontecimientos, incluso el extractivismo, la forma patriarcal colonial de tecnología, si querés ponerlo en los términos de esta última perspectiva? Pero uno podría decir también el código técnico capitalista, se decía a fines del siglo 20, pensando en la modalidad capitalista de, por un lado, apropiación de los recursos, pero también distinción rápidamente entre un área que piensa o un grupo de los que piensan y diseñan y otro grupo de los que producen. Y yo creo que buena parte de los esfuerzos de las ciencias sociales y humanas de los últimos 20 años, por lo menos, han tendido a lo micro, a describir esas formas de vida que están de alguna manera amenazadas, a tratar de darle la palabra a esas personas que necesitan que su voz sea escuchada, cómo las personas efectivamente usan el celular nos parece que pueden usarlo de tal manera y que el gobierno a través del celular es de tal manera. Bueno, ¿pero qué hacen realmente las personas con el celular concretamente?

Entonces todos esos esfuerzos son importantísimos, me parece, más si querés antropológicos, etnometodológicos, etcétera. Pero algo que en la década de los 90 se pensaba cuando yo estudiaba, digamos, y empezaba a dar clases, de algún modo quedó opacado, que es la pregunta de: ¿pero en el marco de qué está ocurriendo todo esto? Las personas significan sus prácticas de tal o cual manera. Conciben el uso de las redes sociales de tal o cual modo. ¿En el marco de qué conciben eso? Porque también podemos tener un conocimiento muy acabado, bastante preciso, de los modos en que las distintas sociedades, comunidades hacen uso de las herramientas, por decirlo así, o habitan en esos mundos ambientes. Pero en los últimos 20 años han pasado transformaciones suficientemente significativas como para requerir nosotros una nueva analítica de ese conjunto, que además yo creo que produjo un salto de escala. Es decir, ya hay una nueva escala de la que tenemos que pensar. Se hablaba mucho en los 90 de la mundialización de la cultura, por ejemplo, estoy pensando en Renato Ortiz, un brasileño, o de la globalización. Pero vos viste que de alguna manera realizado ese nuevo movimiento globalizador que fue Internet, se dejó de hablar de la globalización como concepto teórico. Entonces, bueno, ahí creo que hay que combinar la perspectiva crítica con un nuevo giro analítico para volver a describir, cartografiar este nuevo escenario. Creo que hubo una discontinuidad ahí.

—Algo se perdió en el camino, decís.

—Sí. O quizás no se pudo hacer todo. Yo creo que está bien retomar esa imagen. Teníamos hasta los 90 y los 2000 -en la Argentina en particular conllevó además una lucha política intensa- un mapa de medios, radio, televisión, etcétera, pero no tenemos una buena cartografía del ecosistema digital. Nosotros no lo tenemos. En las ciencias sociales y humanas no existe. Sí está en los funcionariatos. Sí está en la industria. Ellos saben porque compran, alquilan. O sea, no sé si la tienen clarísima, pero hay un conocimiento que es de donde tenemos que salir a buscarlo los científicos. Pero no hay programas de investigación que tengan eso como objeto. Yo creo que hay que tener eso como objeto. El TecnocenoLab una de las tareas que se da es en red con otras universidades, porque no lo puede hacer un solo equipo eso, tratar de construir un mapa, que va a ser siempre un mapa vivo, porque es un mercado muy dinámico, de esas infraestructuras, las infraestructuras de nube, los cables submarinos que dan Internet, cuáles son los laboratorios de inteligencia artificial más dinámicos, donde están, la capacidad de cómputo más fuerte en un país o en una región. Oracle, ¿dónde está operando? ¿En Brasil? ¿En qué ciudad? Tratar de empezar a hacer ese mapa. Los mapas de las normativas sobre este ecosistema digital. Sobre todo con la IA, el año pasado se largó una carrera, un furor normativo, le llamamos nosotros, que es muy atractivo y me parece muy necesario que vayamos y que tengamos un equipo de trabajo que lo vaya siguiendo.

—Tenemos un presidente, Javier Milei, que plantea mucho el tema de la inteligencia artificial. Tienen un asesor que se llama Demián Reidel, que ahora está viajando el fin de semana con el presidente del Banco Central al Instituto Milken para volver a reunirse con los empresarios de la tecnología. Hablan de crear un cuarto polo de inteligencia artificial. ¿Qué ves en lo que plantea el gobierno, más allá de la selfie, más allá de las fotos? ¿Hay algo que está viendo el Gobierno o es simplemente parte de una campaña que no tiene una base sólida?

—Dos cosas te puedo decir sobre eso, porque tampoco tampoco estoy tan cerca como para darte una opinión muy fundamentada. Yo te diría más bien lo que puedo ver con una distancia mediana. Como casi todo lo que está ocurriendo en torno a la inteligencia artificial, no es lo que está ocurriendo en OpenAI, Amazon, Google. El acontecimiento de ChatGPT 3.5 y 4 ahora, no sé si recordás, fue en diciembre del 2022. En el 2023, en marzo, hubo en un sitio web que se llama Future of Life, El futuro de la vida, en principio 50, pero después ya 15.000 y rápidamente hubo adhesiones de hasta 50.000 -por lo menos las que yo había contado- personas firmaron una carta, investigadores, científicos, directores de departamento de inteligencia artificial, el propio Elon Musk, Yuval Harari, el historiador israelí, diciendo: Paremos por seis meses la investigación acerca de la inteligencia artificial general. Y esa carta de marzo para mí fue como un momento clave, una bisagra, que desata este furor normativo. Yo creo que fue un gran acto performativo, que es que un tipo de acción discursiva que desencadena un montón de efectos de sentido. Yo siempre lo comparo con el año 95 cuando desembarca el Internet comercial en la Argentina y en muchos países de América Latina, junto con el Windows 95, que era la interfaz gráfica. Los más jóvenes no se acordarán, pero antes no había una interfaz gráfica, sino que había un fondo azul y letras blancas. Básicamente esa interfaz gráfica mucho más atractiva fue el inicio de la World Wide Web, que ahora nos parece la forma de Internet, pero es una forma específica. Y el libro de Nicholas Negroponte del MIT Ser digital entonces decía:el futuro ya llegó. Y hay dos alternativas ser digital o no ser. Eso era un paquete que de alguna manera performó un furor por Internet que durante unos años era dudoso qué iba a ocurrir ahí. Para nosotros era todavía levantar el teléfono de línea y que haga pi, pi, pi, pi. Después la burbuja puntocom y decías: no, esto es falso, esto es verdadero, esto es falso. Casi 30 años después nos damos cuenta que esa acción desencadenada no era para ellos del todo previsible que iba a ocurrir, pero estaban desencadenando una acción que era mucho más intensa y poderosa de lo que nosotros mismos imaginábamos como usuarios. Mi impresión es que algo de eso está pasando. Y ahora vuelvo a Milei. Milei se está subiendo a esa acción, lo cual posiblemente en algún lugar le sea eficaz, porque esa acción no la desencadena él y además se monta en algo que él ve con cierta claridad y me parece que tiene razón, que es que la Argentina, sobre todo con las leyes de desarrollo de software, con la promoción estatal que hubo a esas industrias, por lo menos durante diez años sostenidamente, con lo tan criticado hoy del estado anterior, que desarrolló mucho buena parte de la población juvenil, por un lado la tecnificación, el rápido acceso a dispositivos, pero por otra también formación en producción de software, o sea, hubo una transformación en las experticias de los jóvenes. Entonces efectivamente lo que dice el Presidente tiene razón, hay mucha gente en Argentina, hay empresas de software.

—Ellos dicen además: nosotros vamos a eliminar todas las regulaciones en contraposición con la Unión Europea y con el RIGI les vamos a ofrecer para que vengan a crear un cuarto polo de desarrollo.

—Desde el punto de vista de lo que se dice efectivamente, hay una oportunidad. Cómo se hace y qué se hace con esa oportunidad es la política. Hay distintas posibilidades y esas son las decisiones que hay que tomar. Para mí, las dos cosas que acabás de mencionar serían las completamente indeseables. Por un lado, desarrollar la industria, la tensión sería desarrollo-protección. Vamos a decir, entre las controversias que tiene esto es cuánta protección impide el desarrollo, cuánto desarrollo sin protección es inseguro y es riesgoso. Naturalmente en esa acción técnica de alto rango, donde hay zonas de alto riesgo, tenés ese problema. Desde el punto de vista del desarrollo, lo hablaba hace poco. En marzo estábamos en el triángulo del litio, estamos en el Salar de Uyuni, con un senador chileno que se llama Guido Gerardi, que es el presidente del Congreso Futuro, un congreso muy importante de difusión y divulgación de la ciencia y la tecnología en ese país, pero que ahora está tratando de llevar a distintas partes del mundo. Y decía concretamente que si el Gobierno o el Estado boliviano, el Estado chileno, el Estado argentino nos pusiéramos de acuerdo en qué hacer con ese gran insumo que es el litio, que es necesarísimo para la transición energética, podríamos tener muchas mejores condiciones de intercambio y de negociación que si cada uno va por separado o si no hay ninguna política. Decía, bueno, si realmente lo viéramos como una dimensión estratégica, hay clientes que solo necesitan eso y que van a pagar lo que sea por comprar eso. Entonces, ante esa perspectiva, la perspectiva de regalarlo, me parece que es un muy mal negocio. O sea, pobre Milei, se ve que nunca hizo ningún negocio en su vida. Eso lo digo en serio. Más allá de que ganó las elecciones, siento que lo escucho y digo: este señor no sabe ni jugar al truco. O sea, no logra entender que tiene algo para vender y lo quiere regalar. Por supuesto que sabemos que no es así, que seguramente si lo está regalando lo está vendiendo, pero eso es privado. Mi impresión es que lo está haciendo privadamente, porque si el Estado no lo hace es porque hay algún privado que se está aprovechando. No hay ninguna otra alternativa.

—Hablás de soberanía tecnológica y de una estrategia regional, justamente, que haría falta una estrategia nacional, podríamos decir, para abordar la inteligencia artificial. ¿Qué tendría de particular y qué la diferenciaría? Vos decís que Estados Unidos quiere correr la carrera por el liderazgo.

—Claro, esa es la otra parte. Hablábamos recién del desarrollo y podemos decir: bueno, y también la protección. En esa tensión, Estados Unidos claramente ha decidido y Donald Trump fue más enfático que Biden. Pero ahora vuelve a ser de nuevo como candidato otra vez muy enfático en que el objetivo número uno es liderar la carrera por la IA y en esa carrera entonces ellos por supuesto que pueden ver a América Latina como un recurso, como lo han visto muchas veces. Nosotros no necesariamente tenemos que atender ese llamado de esa misma manera, desde ya. A veces es difícil decir lo que es una obviedad. La Argentina no es cualquier país. La Argentina es el octavo país más grande del mundo. Sin contar la Antártida. O sea, es un país con una ubicación estratégica, con muchísimos recursos, con una historia muy importante. O sea, los argentinos no somos muy poderosos, pero la Argentina es muy poderosa. Entonces eso es como que los argentinos no logramos entender en qué tipo de traje estamos habitando. Hay algo que no logramos darnos cuenta. Ni siquiera las elites, ni siquiera la burguesía, la alta burguesía. Es como que no logra ponerse, insisto, los pantalones o los zapatos del traje que han heredado. Es una lástima. Es una pena. Pero en ese sentido, en esa conversación Argentina -ni que hablar Brasil, por supuesto, que es el quinto más grande del mundo, pero ellos por una cuestión incluso te digo de idioma y por haber sido un imperio nacionalista, tienen una burguesía nacionalista mucho más concentrada en sus intereses nacionales que nosotros- ahora nosotros, pensando regionalmente, tendríamos muchísimas posibilidades de, por un tiempo, por supuesto, porque ese recurso, volvamos al tema del litio, que no es el único recurso que hay, pero es un recurso que va a durar un tiempo para un momento en la transición energética, pero, bueno, hay muchos otros recursos acá, pero ese tiempo es un momento para aprovechar. Es como fue la soja en los primeros 20 años del siglo 21. O sea, es un recurso que durante mucho tiempo es una commodity en la que vos podés basar una estrategia cualquiera, para la cual también tenés que tener otra estrategia. Porque, por supuesto, algo vas a romper y cómo vas a arreglar eso que vas a romper, porque los ecosistemas se van a romper, las formas de vida de las que hablábamos recién. Es decir, vas a tocar un interés que a vos te resulta valioso porque forma parte de tu patrimonio cultural, nacional, vital, histórico, identitario. Pero eso es algo que hay que en el siglo 21 ningún país puede darse el lujo de no pensar.

—Hablaste de Trump recién y está su candidato a vicepresidente, que es Vance y que muchos lo ligan con Silicon Valley. Tiene como uno de sus sponsors a Peter Thiel, que era el cofundador de PayPal, socio de Elon Musk, que estuvo acá, supuestamente, según lo difundió el propio presidente, con un empresario argentino, creo que se llama Alec Oxenford. Lo llevó a Peter Thiel a la Casa Rosada. ¿Qué representaría Vance en esta campaña de Estados Unidos? ¿Cómo impactaría eso en Argentina?

—Lo poco que sé de esto es que Vance propone hacer no uno solo uno, sino varios proyectos Manhattan de la inteligencia artificial. Lo cual quiere decir, una vez más, volver a reforzar el desarrollo de IA como un proyecto, yo diría al mismo tiempo estratégico, político, militar, digamos, de defensa, en relación con su confrontación con China, pero también es un proyecto político imaginario, en el mismo sentido que La guerra de las galaxias de Reagan. Quiero decir, también te estoy vendiendo un sueño. O sea, también es el sueño transhumanista de que vamos a co-evolucionar con estas inteligencias artificiales, con estas máquinas, y que entonces la humanidad va a pasar a ser humanidad plus, humanidad aumentada. Todo entre comillas y todo discutible. Pero así como se proponía el viaje al espacio en La Guerra de las Galaxias, acá se propone una suerte de viaje en el tiempo. Vamos a ir al futuro y vamos a ser una suerte de humanidad incrementada, optimizada, mejorada. Sin dolor. Sin sueño. Sin tristezas. Sin timidez. Bueno, algo de ese sueño transhumanista me parece que está encarnado también en esta ilusión de la inteligencia artificial, en sus aspectos imaginarios. Y en sus aspectos de defensa son clarísimos los beneficios que puede traer, tanto en algo que a nosotros nos cuesta entender, pero muchas veces los poderes se benefician de la estratificación. A nosotros nos parece que lo ideal sería que la humanidad estuviera más o menos emparejada. Nosotros me refiero a los que venimos más de las humanidades, que no haya tanta desigualdad en el mundo. Pero muchas veces las estrategias son contrarias, son la estratificación, es decir, que haya grupos que concentran mucho poder y otros que realmente tengan poco acceso a la toma de decisiones. El punto de la modernidad es ese. Donde vamos a constituirnos como sujetos de la política. Entonces, si pensamos en esa estrategia de Vance, yo creo que Vance va por un modelo muy estratificado, donde algunos grupos estén muy concentrados y lideren ese desarrollo y quizás incluso para esas élites esta idea de transhumanista tenga algunas realizaciones prácticas, creo que muchas menos de las que se sueñan, en principio, por lo menos. Pero claramente vamos hacia allá. Y por otro lado, para nosotros, hablando otra vez de la soberanía argentina y latinoamericana, claramente somos la fuente de recursos de ese proyecto. No somos los interlocutores en términos de 'vamos a ser socios'. Yo ya viví los 90 siendo adulta. Ya la pasamos con Menem. Milei con Menem comparte mucho más que la inicial. Mucho más que la inicial. También en lo estrafalario que es muy parecido a lo estrafalario que era en su momento Menem. Pero todo eso nosotros ya sabemos que no nos tiene que confundir. No tiene nada de risible, no es nada gracioso.

—Hubo una transformación estructural durante el menemismo, que supongo que Milei quiere también ejecutar.

—Sí, lo promete todo el tiempo. Pero me parece que ahí nosotros tenemos que saber que eso es así. Justo venía hablando con un colega amigo que está estudiando Babilonia de Armando Discépolo. Entonces, claro, hay algo de Babilonia. Encima además acabamos de editar en la UNSAM con un lindo prólogo de Mauricio Kartun que dice: esto es una Babelia. Sí, hace un siglo podíamos ser la misma Babelia, pero somos también otra. En particular, vos decías recién Elon Musk, y yo pensaba Elon Musk tiene interés en la IA. Bueno, en las redes, en X y en Neurolink, que es la empresa que trata de pensar el chip biológico, cómo eso además cruza con la transformación física ontológica. Ahí ves el tríptico transhumanista. El ecosistema de la red. El ecosistema de las opiniones, de los deseos. Por otra parte, la aceleración técnica de la producción, que con la inteligencia artificial básicamente vamos ahí, y por otro lado, la aceleración física biológica a través de Neurolink. Bueno, en ese tríptico creo que los argentinos tenemos para pensar y tenemos para hacer ahí, no solo como recurso.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).

DG/CRM