Humberto es el hijo mayor de Julio Grondona y el que menos contacto tuvo con los negocios familiares. En sus comienzos en el mundo del fútbol fue apuntalado por su padre y luego supo capitalizar las relaciones que él le permitía. A diferencia de sus otros dos hermanos, Liliana y Julito, Humberto era el que menos confrontaba con el hombre fuerte de la AFA. A pesar de eso, sus hermanos menores eran mucho más consultados sobre las decisiones en las empresas de los Grondona. Como explicaron desde su entorno: “Humberto no estaba hecho para esos negocios sino para el fútbol”.
En 1973, cuando tenía 15 años, Humberto salió junto a un amigo caminando de un entrenamiento. Dos hombres le pusieron un revólver en la cabeza y lo metieron en un auto. Estuvo 8 días cautivo. Su padre negoció directamente con los secuestradores, que comenzaron pidiéndole cifras absurdas y que luego aceptaron las condiciones de Don Julio. Después de que el padre pagó lo acordado, a Humberto le dejaron en la calle con el dinero para volver a su casa en colectivo. Desde ese episodio, su madre, Nélida, lo tuvo como su hijo protegido.
La carrera de Humbertito comenzó en las inferiores en Racing. Llegó a jugar en la Tercera. Por la mañana iba a las prácticas y por la tarde trabajaba en la ferretería familiar, repartiendo material y haciendo cobranzas en un Rastrojero. Después pasó a Arsenal, el club que a finales de los 50 habían fundado su tío y su padre. Primero jugaba de diez, después de cinco y terminó de líbero. No era muy aplicado en los entrenamientos. Más tarde pasó por Tigre, Morón y equipos de Comodoro Rivadavia, Tandil y Mar del Plata. Luego de una breve carrera sin mucho suceso, se retiró en 1988 y de inmediato decidió que iba a ser director técnico. Arrancó en Deportivo Armenio y luego, en 1992, dirigió a Racing y lo llevó a una final de una Supercopa que perdió contra el Cruzeiro. Era un salto enorme para un DT con muy poca experiencia.
Mientras el mayor de los hermanos Grondona se metía de lleno en su carrera como entrenador, los otros dos tuvieron su rol en los negocios familiares. Al viejo corralón de Sarandí se le sumaban empresas vinculadas a la construcción, hoteles, funerarias. Siempre se lo vinculó con empresas constructoras en Puerto Madero y con financieras, en las que supuestamente Don Julio ubicaba a gente de su confianza para no acumular nuevos bienes. Sus actividades ganaderas las llevaba adelante su yerno Genaro Aversa y su nieto Pablo. A ellos, Don Julio les tenía la confianza para manejar los números que nunca le tuvo a Humberto. Su nieto murió en 2018, en un accidente en la ruta.
Después de Racing, en 1993, Humberto se mudó a Córdoba para dirigir a Talleres. Allí no pudo repetir los buenos resultados y el equipo descendió. Luego de eso dirigió Arsenal, Independiente y Godoy Cruz. Tras ese paso sin mucho éxito, acompañó a Carlos Bilardo como ayudante de campo de aquel Sevilla de Maradona y Simeone.
Se fue a probar suerte afuera y dirigió al América Cochahuayco, un equipo chico de Perú. Luego, a comienzos de 2000, fue técnico de las selecciones juveniles de México. Terminó muy criticado cuando no llegó a clasificar al Mundial Sub 20 de 2005. Volvió a la Argentina para reincidir en Talleres y luego asumir como técnico de las juveniles de AFA, donde ganó dos torneos sudamericanos, con la Sub 17 y Sub 20, pero con malas performances en los Mundiales de esas categorías.
Luego pasaría por la Unión La Calera de Chile y volvería a Arsenal. En ese último paso por el equipo de la familia se fue criticando a la institución, que en ese momento dirigía su hermano Julio. “Si seguimos así, este club no va a estar muy bien. Hay que cambiar un montón de cosas. Hay mucha vagancia en este club. Este club nunca se fue al descenso como otros, hay que tener mucho cuidado”, dijo y sorprendió a los dirigentes.
En la información que se conoció esta semana sobre su cuenta offshore radicada en Belice aparece dinero de esos tres países en los que dirigió en Sudamérica. También parte de la herencia familiar. Una persona cercana a su entorno contó a este diario que el reparto dispar del legado económico de Don Julio provocó una crisis en la relación de los tres hermanos y que Humberto reclama por eso desde la muerte de su padre.
Los que le siguieron la carrera lo señalan como un tipo irascible, que tuvo muchos ataques de ira que no pudo contener. Algunos recuerdan cuando dirigiendo las inferiores de Nacional de Montevideo, en un clásico con Peñarol, insultó a medio mundo y le dieron 44 partidos de suspensión. En 2003 un grupo de policías lo sacó de la cancha cuando festejó a los gritos un gol de Talleres burlándose de los rivales. “Entre sus mayores cualidades no está la templanza para los momentos críticos”, dijo irónicamente un dirigente de AFA que supo acompañar a Don Julio hasta los últimos días.
En los últimos tiempos trabajó en la televisión mendocina como panelista en un programa deportivo, hasta que esta semana Humberto asumió como director deportivo del club Mitre de Santiago del Estero, el club del vicepresidente de la AFA, Guillemo Raed. Entre sus funciones estará la de participar de las contrataciones de jugadores y la orientación del proyecto en las divisiones interiores. El hijo de Don Julio aterrizó en una provincia que creció en los últimos años: tiene un equipo en Primera, otro en la Primera Nacional, un tercero en el Federal A y un estadio de formas europeas, que el propio Alberto Fernández fue a inaugurar este año. Humberto siempre se quejó de sufrir persecuciones por ser hijo de su padre, aunque también fue muy beneficiado por eso. Ahora que que él ya no está, intenta reacomodarse en esta nueva aventura.
AM