Nicolás Dujovne y Luciano Laspina ya lo afirman abiertamente. Proyectan una inflación de tres dígitos para el 2023. El diputado Laspina incluso le apostó un lechón al oficialista Carlos Heller, durante el debate parlamentario del miércoles pasado. “Ojalá me equivoque y va a ser el lechón que con más ganas pagaré si el Gobierno logra bajar la inflación”, planteó el ex presidente de la Comisión de Presupuesto.
Laspina es uno de los referentes económicos del macrismo. Los otros son el ex ministro de Economía de María Eugenia Vidal Hernán Lacunza; el ex presidente del Banco Central Guido Sandleris; más los ex ministros de Macri Nicolás Dujovne y Luis Caputo. Las voces amarillas comparten un grupo de whatsapp. Ahí pingponenan sobre la agenda, con muchos más acuerdos que disidencias.
Para Dujovne, la inflación está desbocada. Amigo y asesor de Mauricio Macri, es el único que descarta la posibilidad de retomar el estrés de la actividad política. Dujovne proyecta “lamentablemente” un promedio en la suba de precios que empezará con 100 para fines del 2023.
Si bien no se anima a realizar en público una previsión tan catastrófica, Lacunza augura un escenario parecido. Considera que la inflación de este año rondará el 80%. Sandleris coincide. “Veo un 80% de inflación a fin de año si no cambia el ritmo. 5,1% fue en mayo y junio viene peor. Bajen el déficit, paren la emisión: Gobiernen”, tuiteó el ex presidente del Central.
Mientras trabaja en su consultora, Lacunza está preparando junto a su equipo una suerte de plan tentativo para el 2023. Ministro fugaz y de transición de Macri en 2019, el economista comanda un grupo de 70 personas. Y pica en punta para ser el ministeriable en una hipotética presidencia de Horacio Rodríguez Larreta. Incluso pretende que Laspina y Sandleris trabajen bajo su conducción. Sandleris ya forma parte de su team, pero el diputado santafesino todavía se mueve como un líbero amarillo. Elogiado por Macri, Laspina consolidó su bilateral sostenida con Patricia Bullrich.
Los economistas del team PRO fueron apuntados por el Gobierno en la última semana. El oficialismo los acusó de alentar una corrida, en un contexto inflamable y de debilidad extrema. El presidente del Banco Nación Eduardo Hecker y el director del Central Agustín D´Atellis denunciaron “maniobras desestabilizadoras” por parte de los opositores.
¿A qué se referían? A dos situaciones en especial. La primera fue un zoom organizado por Anker Latinoamérica, la consultora financiera de Luis “Toto” Caputo. En esa charla virtual, el ex ministro de Finanzas de Macri calculó ante sus clientes que el próximo gobierno asumirá con una deuda de corto plazo de un billón de pesos. “El incentivo a un reperfilamiento es altísimo”, analizó Caputo, en compañía de su socio Santiago Bausili, ex secretario de Finanzas de Cambiemos. En paralelo llegó el derrumbe de los bonos en pesos y la disparada de los dólares financieros. Desde el gobierno buscaron establecer una conexión entre ambos hechos.
El miércoles negro además puede haber sido facilitado por un cortocircuito. Uno más, dentro de la comunicación interna del Frente de Todos. Pero a su vez revela la enorme fragilidad de un gobierno cuya estabilidad se encuentra a tiro de un zoom de brokers, de chismes y especuladores. Tras un semestre con precios récord de la soja junto a exportaciones que vuelan, el oficialismo no pudo acumular reservas. Cristina Kirchner se lo reprochó en público a al presidente y a Martín Guzmán. Contar con un colchón de dólares le permitiría al gobierno surfear rumores agoreros e intentos de corridas.
La otra escena señalada por el Gobierno fue un informe de la consultora Empiria, dirigida por Hernán Lacunza. “Se difundió casi en simultaneidad con el rescate realizado por Enarsa y en el que se consideraba la posibilidad de una reestructuración de la deuda en pesos”, se quejó Hecker.
El informe mencionado se titula “Estresando el programa financiero: otra vez… dólares por pesos” y, en rigor, no dice lo que plantea Hecker. Al menos no de forma tan explícita y agorera. Sí plantea una luz de alarma. Tiene una extensión de dos páginas y fue difundido entre los clientes de Empiria. En tono más bien neutro, el paper advierte que sobre un hecho conocido en todo el mercado: la bola de vencimientos que el Gobierno está pateando para el 2024. Si bien Guzmán asegura que ese monto se encuentra en un rango controlable, el acumulado alcanza un 14% del PBI de deuda en pesos.
El fantasma que sobrevuela en los mercados es el del default en pesos, un déjà vu de lo ocurrido sobre el final del ciclo macrista. Un desenlace que por entonces el gobierno de Macri definió con un eufemismo. El de “reperfilamiento”.
Tras las acusaciones contra la tropa de economistas PRO, Lacunza se contactó con el equipo del ministro Martín Guzmán. Fue un llamado en defensa propia, ante lo que considera una operación para convertirlo en un chivo expiatorio. Además buscó transmitir la idea de cierto fair play en la competencia política.
Hace poco más de un mes, Rodríguez Larreta blanqueó a Lacunza como su ministeriable. Lo hizo en el hotel Llao Llao de Bariloche, ante los embajadores del círculo rojo argentino. Pero el alcalde no le cierra la puerta a otros economistas. Hace algunas semanas retomó el diálogo con el líbero Martín Redrado, quien ya dejó de sonar como reemplazante (propuesto por Sergio Massa) de Martín Guzmán. Redrado decidió ampliar su agenda de interlocutores. Frente a la insistencia de Alberto Fernández en sostener a Guzmán, el expresidente del Banco Central aceitó sus charlas con dos presidenciables cambiemitas. Uno amarillo y otro radical: Rodríguez Larreta y Facundo Manes.
Pese a su acuerdo con Lacunza y charlas con Redrado, Rodríguez Larreta tampoco descarta terminar comprando un programa llave en mano. ¿Cuál? El que Carlos Melconian prepara a pedido de la Fundación Mediterránea. El ex economista del Estudio Broda predica con una palabra maldita del diccionario kirchnerismo. La del ajuste. “No le tenemos miedo a esa palabra. El gasto público actual es infinanciable”, afirmó en el auditorio de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
Cerca del alcalde consideran que, en caso de imponerse en 2023, existirían tres ventajas comparativas respecto al escenario del 2015. Los tres puntos para el optimismo larreteano son: que el gradualismo ya no es una opción; que el Congreso tendrá una composición más favorable hacia Juntos por el Cambio; y que el plan de shock contará con mucho más consenso ideológico que cuando asumió Macri.
AF