“Un atraco a mano armada, un robo generacional que deja sin amparo a los jóvenes”. Así califica el economista José Ignacio Conde Ruiz al rumbo que está adquiriendo la política en España conforme avanza el envejecimiento poblacional. En su libro La Juventud Atracada, el autor revela cómo los adultos mayores continúan moldeando la agenda y el gasto público, relegando a un segundo plano las políticas de largo plazo para fortalecer el sistema educativo, la inversión en I+D, mitigar los efectos del cambio climático o terminar con la pobreza infantil. ¿Por qué estos temas de la agenda joven no reciben atención de los dirigentes políticos? ¿Qué consecuencias trae para el desarrollo sostenible de la sociedad? El autor habló con elDiarioAR sobre los cambios en la demografía política en España y la marginalidad de las nuevas generaciones en el debate público.
–¿Cómo surge la idea de escribir La Juventud Atracada?
–La motivación de este libro surge de ver que, concretamente en España, de donde soy yo, hay muy pocas cosas que se estaban haciendo para favorecer a los jóvenes. Y esto lo tengo muy claro porque tengo hijas que son jóvenes ahora y doy clases en la universidad. Yo veía que, de alguna manera, los jóvenes lo tenían peor que cuando yo era joven. Pero, al mismo tiempo, en España, hay una percepción contraria entre la gente de mi edad: decían “es que los jóvenes se quejan sin motivo”, “son una generación de cristal”, “no se esfuerzan”. Esta disyuntiva entre estos dos mundos paralelos me hizo empezar a hacer presentaciones, empezando a ver más los datos en profundidad, un poco para mostrar que efectivamente casi nada de lo que se hace favorece a los jóvenes.
–Recién mencionabas algunos prejuicios sobre los jóvenes. Se cree también que como colectivo son más apáticos políticamente. ¿Cuánto hay de cierto en eso y cómo se vincula con la falta de políticas que los favorezcan?
–No tengo tan claro los datos de Argentina como sí en Europa, pero yo lo que veo es que los jóvenes siempre votan menos. Su participación electoral siempre es inferior y esto también ocurría cuando yo era joven. Es una cuestión generalizada en todos los países del mundo. De hecho hay teorías que dicen que los jóvenes no tienen todavía el hábito del voto y que les cuesta saber más sobre política. Esto es algo que siempre ha estado ahí. Lo que pasa es que ahora realmente los jóvenes son pocos. En los ‘80 o ‘90, al menos en España, los menores de 34 años eran el 35% del electorado. Ahora, aproximadamente, no llegan ni al 20%; son pocos con respecto a los más mayores. Y, además, tienen una agenda muy heterogénea. Los mayores lo que piden es que las pensiones suban todo lo que puedan y que no toques los impuestos, mientras que los jóvenes tienen una agenda mucho más diversa porque son mucho más heterogéneos: unos están empezando a estudiar, otros están terminando, otro se quiere independizar, otro tener un hijo. Ha pasado algo importante también que es que es bastante fácil llegar a los mayores porque se informan en los medios tradicionales como la radio, la tele, los periódicos, etc. Pero los jóvenes ahora se están informando a través de las redes sociales y los político no acaban todavía de entender. Entonces te encuentras un colectivo como son los jóvenes, que son pocos, que votan menos, que tienen unas demandas muy variadas y que encima te cuesta llegar a ellos porque no sabes manejar todavía bien las redes sociales. Todo eso hace que los políticos âque según la literatura de los años ‘90 sólo quieren ganar las eleccionesâ se centren más en los mayores que en los jóvenes.
–Hay muchas cuestiones que me interesan de lo que acabas de decir, pero me quiero enfocar en lo primero que resaltaste que es la baja participación electoral de los jóvenes. ¿Qué rol podría cumplir la educación cívica en las escuelas para fomentar el hábito de ir a votar?
–En España, hay una asignatura que se llama Educación para la Ciudadanía. Hay todo un debate en torno a ella sobre si te adoctrina, etc., no quiero entrar en detalle. Pero sí estaría bien una asignatura que te enseñara cómo funciona el país, cómo funciona la economía sin meterse en cuestiones ideológicas. Yo creo que esto sería útil hacerlo en los colegios, hacerlo neutro, no tratar de influir en los niños, pero sí hacer que entiendan el mundo. Hay países que han optado por incentivar el voto o hacerlo obligatorio, pero yo creo que esto también ayudaría. También es cierto que como ellos ven que no son determinantes en las elecciones porque no les hacen caso, eso ayuda a que no vayan a votar. Pero hay que trabajar para que los jóvenes se enganchen porque eso le da también legitimidad al proceso democrático que es el mejor sistema que conocemos al día de hoy.
–Comentabas recién que hay países que buscaron incentivar el voto. En Argentina, por ejemplo, los jóvenes están habilitados a votar a partir de los 16 años, pero en España pueden hacerlo a partir de los 18. ¿Cuánto crees que ayudaría una medida como esta?
–Es verdad que no vas a conseguir contrarrestar toda la demografía política de envejecimiento, pero sí que ayudaría pues que se pudiera votar a los 16 años. Es verdad que a esa edad en España se puede trabajar, tomar decisiones importantes, pero no los dejan votar. Para mí, es una cosa absurda. Nadie se plantea que una persona de 103 años, pueda votar, pero sí que un joven de 16 años pueda hacerlo. Sé que otros países de Europa ya lo han hecho y es un debate que tiene que entrar porque hay que hacer algo para intentar contrarrestar esa demografía política.
–¿Esa demografía política también se refleja en un envejecimiento de la dirigencia política?
–No he hecho un análisis de edad de los políticos, pero hay grupos como Podemos o Sumar que en principio representan a los jóvenes, pero luego las propuestas que hacen son más para los mayores: gasto hacia pensiones, muy orientado hacia la edad, no hacia las necesidades. Ellos aunque son jóvenes y son un partido que se preocupa por los jóvenes, saben que para ganar tienen que mantener contentos a los mayores. Entonces, al final, pues siempre hay dinero para los mayores y para los jóvenes siempre son partidas en las que se gasta poco. Nunca hay dinero para la educación, para luchar contra la pobreza infantil, nunca hay dinero para mejorar la emancipación, para ayudar a la vivienda para que puedan desarrollarse los jóvenes. Las políticas que afectan a los jóvenes siempre son residuales porque primero hay que satisfacer a los mayores.
–¿Esta situación también se daba cuando vos eras joven?
–Cuando yo era joven, en los ‘80, la política me estaba ayudando porque éramos un grupo muy mayoritario, pero ahora que soy mayor también me ayuda la política porque seguimos siendo muchos. Incluso la economía me ha acompañado toda la vida porque cuando estás en una fase de transición democrática, si las cohortes más grandes son las que están en edad de trabajar, la renta per cápita crece muy rápidamente. Financiar los servicios públicos es más fácil porque se hace con menos impuestos dado que son más los que están contribuyendo que los que no. Ahora estamos en una situación inversa en la que los jóvenes cuentan con que las cohortes más grandes se están jubilando con lo que ahora aumentar la renta per cápita es más complicado. Lo tienes que hacer aumentando la productividad, que todos sabemos que en España no crece, y las medidas que hacen que crezca la productividad son las que favorecen a los jóvenes. Es un poco la trampa de la productividad de los que votan: votan cosas para los mayores porque no se dan cuenta que haciendo cosas para los jóvenes se mejorará también la vida ellos, porque mejora la productividad.
–Esa trampa de la que hablas, ¿podrá romperse con la incorporación de jóvenes a la dirigencia política?
–Si lo hacen, pero luego sólo buscan el voto mayor, no se soluciona. No sé cómo es en Argentina, pero acá en España, faltan instituciones de jóvenes. En España todas las leyes tienen que tener un impacto de género, pero yo creo que en determinadas políticas que afectan a los jóvenes, tiene que haber un análisis de impacto joven o de justicia generacional. Hay que explicar muy bien qué impacto van a tener sobre los jóvenes o crear organizaciones que puedan dar la visión de este grupo. Estás hablando, por ejemplo, de cambios en las pensiones: bueno, pues, las pensiones las van a pagar los jóvenes. O cuando estás emitiendo deuda pública, eso es factura que tú no pagas ahora y que le pasas a los jóvenes. O problemas como el cambio climático. Yo creo que instituciones juveniles podrían al menos visibilizar el problema. Lo importante sería que los votantes mayores como yo puedan votar pensando en los jóvenes. Hay que empoderarlos, al igual que a las mujeres, porque son dos cimientos que están ahí y son importantes.
–Recién mencionaste cambio climático, que es uno de los temas centrales de la agenda joven a nivel mundial. ¿Qué otras banderas de este grupo destacarías?
–Yo creo que los jóvenes, como se informan en redes sociales, son una generación más global, es nativa digital. Está completamente conectada en todo el mundo. Entonces los jóvenes son muy militantes y participativos en cuestiones que importan a nivel global. Aquí, por ejemplo, a los jóvenes les llama mucho la igualdad de género, todo lo que son temas del colectivo LGBTI. Se ha avanzado mucho en temas de salud mental que era algo que en mi época no se podía casi ni citar. Hoy en día se ha normalizado gracias a ellos. Los jóvenes esta batalla la han ganado, lograron visibilizar este problema que estaba totalmente estigmatizado. Es que hay que gastar dinero para solucionarlo y es ahí otra vez donde vamos a ver si hay dinero para la agenda joven. Pero, si te das cuenta, son todos temas transversales y globales. En cambio, la política local les cuesta más, los políticos tampoco están donde ellos están.
–Traigo a colación un fenómeno global que se fue consolidando en los últimos años que es el avance de la ultraderecha en política. En general muchos de estos partidos o líderes no le dan atención o incluso niegan muchos de estos temas de la agenda joven. Me pregunto entonces si hay algún tipo de vínculo entre el envejecimiento del electorado y el éxito que está teniendo la ultraderecha.
–Yo creo que tiene que ver indirectamente. El envejecimiento te genera nuevos problemas en la economía, porque, como te digo, es más difícil crecer, más difícil que la gente note que está mejorando. Y la ultraderecha aprovecha el populismo para hacerle creer a la gente que los problemas se solucionan de maneras que sabemos que no se van a solucionar. Al electorado le cuentan una historia y entonces van ganando peso, van ganando fuerza porque hay problemas muy difíciles de solucionar que, además, los partidos tradicionales no se atreven a solucionar porque tienen que satisfacer al voto mayor. Entonces, como no se solucionan, la ultraderecha culpa a los políticos y se inventa recetas falsas que la gente cree porque la está pasando mal. El malestar, no lo había pensado así antes, pero puede ser que sea debido a que como tú te guías por los mayores no hay dinero para solucionar los problemas de largo plazo que al final son los mejores.
ACM