“Massapalooza”: el reto a Malena, la salida de Moria y el aguante de Wado como coronación del “superministro”

3 de agosto de 2022 21:26 h

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“¡Borombombón, borombombón, somos el Frente Renovador!”. Malena Galamarini conducía el cántico mientras saltaba arriba del mismo escenario en el que hacía instantes Alberto Fernández le había tomado juramento a Sergio Massa, cuando el tigrense hizo un parate en el saludo a sus invitados especiales y la miró con furia.  “¡Te dije que no!”, le gritó el flamante ministro de Economía a su pareja, negando con su dedo índice derecho y, luego, cortando el aire con toda la mano abierta.

La escena fue la coronación del massismo copando el Museo del Bicentenario, contiguo a la Casa Rosada y enfrentado al Palacio de Hacienda, sede del despacho del nuevo hombre fuerte del Gobierno y donde una hora después anunciaría sus primeras medidas económicas. ¿Fue el massismo festejando la llegada al poder antes de tiempo, en medio de la crisis económica que atraviesa al país y al Frente de Todos?

La “Massapalooza” había comenzado temprano, antes de las 17, con un centenar de manifestantes golpeando bombos y redoblantes, y mostrando paraguas y banderas del Frente Renovador sobre la avenida Paseo Colón al 100. Pero la algarabía tuvo una tensa interrupción. Primero, cuando desde Ceremonial no los dejaron ingresar al salón del museo. Segundo, cuando un reducido grupo antikirchnerista increpó la camioneta que trasladaba al tigrense desde Hacienda a Balcarce 50 y hasta agredieron a un periodista del canal C5N. La situación obligó a la Policía Federal a desplegarse rápido en las inmediaciones.

Dentro del museo, la jornada también tenía su color. El millar de invitados que asistieron a la jura del hasta ayer presidente de la Cámara de Diputados sobrepasó las expectativas oficiales, que igualmente preveían 500 personas, un público que hacía tiempo no convocaba el Gobierno en un acto de jura de ministro. “Esto colapsó”, confesó a elDiarioAR un funcionario de Protocolo después de haber ultimado los detalles de la organización de las ubicaciones en sillas rojas y etiquetadas con nombres. A la derecha de Massa se sentaron sus vínculos con el poder político, con Cecilia Moreau –su flamante reemplazante en la Cámara baja– ubicada en el primer lugar, al lado del gobernador Axel Kicillof. No estuvieron ni Cristina Kirchner ni su hijo, Máximo, jefe de La Cámpora y del PJ bonaerense. 

En ese sector también se ubicaron mandatarios provinciales como Raúl Jalil (Catamarca) y Omar Gutiérrez (Neuquén), mezclados con funcionarios del gabinete nacional como Juan Manzur (jefe de los ministros), Wado de Pedro (Interior), Aníbal Fernández (Seguridad), Juan Cabandié (Ambiente) y Carla Vizzoti (Salud). Incluso se vio a los funcionarios desplazados por la irrupción de Massa en el Gobierno: Silvina Batakis, que dejó Economía y pasó a presidir el Banco Nación, fue consolada por el diputado Eduardo Valdés cuando el Presidente le agradeció durante el acto por haber aceptado dar un paso al costado. Entre las posiciones de atrás se sentó el ahora ex ministro de Desarrollo Productivo Daniel Scioli, que volverá a la embajada en Brasil. También dirigentes sociales como Fernando Navarro, del Evita, y Daniel Menéndez, de Somos-Barrios de Pie.

A la izquierda, Massa tuvo en la primera fila a su familia. Malena y sus hijos, su cuñado Sebastián Galmarini. También su suegro, Fernando “Pato” Galmarini, y la actriz Moria Casán, a quien el tigrense llama cariñosamente “Mami Mo”, según confesó ella en una nota con elDiarioAR

Detrás de ellos, figuras del empresariado, algunas de íntima relación: Daniel Vila, dueño de Edenor y de América TV; Marcelo Mindlin, de Pampa Energía; Daniel Funes de Rioja, titular de la Unión Industrial Argentina (UIA). Se codearon con funcionarios de su flamante cartera, como Darío Martínez, justo cuando está en duda su continuidad en la Secretaría de Energía, y también representantes del Banco Mundial, organismo multilateral tan importante como el BID, con quien ahora el ex diputado tendrá que gestionar préstamos multimillonarios.

Los nombres del círculo rojo abundaron, cuya lista -a riesgo de aburrir- vale la pena repasar para comprobar las terminales y expectativas que genera Massa: Javier Timerman, director del grupo Ad-Cap; el presidente de la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco), Gustavo Weiss; Eduardo Eurnekian, fundador de Corporación América, y el empresario Francisco de Narváez (GDN), otrora su verdugo y de Néstor Kirchner en las legislativas 2009. Además, fueron del convite los presidentes de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), Claudio Cesario; de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Adelmo Gabbi; del Banco de Valores, Juan Nápoli y el presidente de la Cámara Argentina de Comercio, Mario Grinman. Entre los sindicalistas estuvieron, el secretario general de la CTA, Hugo Yasky, los cosecretarios generales de la CGT Pablo Moyano y Carlos Acuña; Omar Plaini (Canillitas), Rodolfo Daer (Alimentación), Andrés Rodríguez (UPCN), y el dirigente camionero Hugo Moyano entre otros.

Antes de la jura, el último invitado que se vio llegar fue Ricardo Casal, designado por el tercer socio del FdT al frente de la Secretaría Legal y Administrativa para darle “transparencia” a su superministerio.

Moria, Tula, Wado y la fiesta massista hasta que apagaron las luces

Apenas siete minutos duró Fernández con Massa y bajó raudo del escenario tras tomarle juramento “sobre los Santos Evangelios”. El reloj marcaba las 17.40. Entonces el flamante “superministro” se acercó a su esposa para fundirse en un abrazo, y la mayoría de los invitados se agolpó sobre ellos como si fueran los flamantes novios de un casamiento. 

Caminar entre las sillas y la multitud se volvió una misión imposible, mientras se veía a la pareja Massa-Galmarini saludar y besarse con quien se les cruzara, sea funcionario, empresario o familiar. “Sergio no juega este partido si sabe que no lo va a ganar”, soltó el metalúrgico Antonio Caló, mientras apuraba la salida para evitar el caos. 

También buscaba irse Moria Casán. “Mi amor, tengo que ir a hacer el noticiero de la tarde y después tengo que ir al teatro. Quedate vos un rato, con mis chicos de seguridad”, le dijo a “Pato” Galmarini con los labios cubiertos por un barbijo alusivo a la bandera argentina. “¡Negra!”, le respondió él, tendiéndole la mano, queriendo besarla pero no. “Sergio es un león”, comentó el histórico dirigente cuando se dio vuelta tras despedirla y se encontró con elDiarioAR.

La celebración massista corrió como pólvora. “Massa espalda con espalda”, se leía en el cartel que una señora desplegó en el aire. El neuquino Gutiérrez levantaba y movía el puño derecho. Al lado del escenario, el folklórico “Tula” reía y hacía los dedos en V para las selfies. “¡Vamos, Vasco!”, gritaba el actor Nito Artaza, antes de abrazarse con José De Mendiguren, designado secretario de Producción de Massa y quien se había acomodado en un costado, lejos de los flashes.

“¿Cómo veo esto? ¡Un lío bárbaro! Esperemos las medidas”, le comentó a este medio un encumbrado diputado y economista del Frente de Todos. Un ministro nacional intentó bajar un poco a la realidad: “La situación es compleja, eso no se le escapa a nadie, pero esto viene bien. Refresca y es como un relanzamiento del Gobierno”, interpretó sobre lo que veía a su alrededor, en medio de la coyuntura sociopolítica que obligó al FdT a tener tres ministros de Economía en menos de 40 días.

Un Massa transpirado y mezclando muecas de sonrisas con carraspeos de garganta posaba para las selfies entre los suyos cuando comenzó el cántico de Malena, apoyada en los hombros del diputado y ex ministro de Desarrollo Social Daniel Arroyo. Tras su corte abrupto, los invitados no volvieron a gritar, pero el murmullo no se detuvo. 

“¿Otra foto más? Si fuiste de las primeras”, se quejó el tigrense ante una conocida, ya arriba del escenario de nuevo, encarando la salida que conecta el museo con la Rosada. “A la noche hablamos”, respondió el ahora ministro cuando elDiarioAR le preguntó sobre el inusitado festejo. Cerca suyo, aún se lo veía a Wado, el más camporista de los ministros, que se había quedado conversando efusivamente con el gobernador Jalil. A las 18.15 se apagaron las luces y, como en una fiesta que termina abruptamente, los invitados no tuvieron otra que irse.