“Lo tengo que hacer y lo voy a hacer: si después salgo a la calle y me llueven piedras, no me importa”. El tono de Javier Milei, hasta ese momento amable, cambió e inquietó a sus interlocutores que ejercían una docencia burocrática al advertirle sobre las dificultades instrumentales y políticas de las mega reformas que anticipaba el por entonces presidente electo. Los detalles de aquella charla en Olivos, de Milei con Alberto Fernández además de Nicolás Posse –que anotó, sistemático, cada observación– y Juan Manuel Olmos, son como precuela de los primeros diez días de gestión de Milei: el libertario aplicó una dinámica y una velocidad que dinamitó las teorías de que no haría lo que decía que iba a hacer.
“Es un cruzado”, dicen cerca de Axel Kicillof. “Mesiánico”, agrega un peronista con varias terminales. Milei es un animal todavía desconocido, tiene recetas antiguas, que define como “ultraortodoxas”, pero un comportamiento político en construcción que pretende ser implacable. “No va a dar marcha atrás”, fue el tono que reinó en la cumbre de La Plata donde se juntaron Kicillof, Sergio Massa y el peronismo territorial. La preocupación, frente a esa avanzada, es táctica: cómo administrar al esfuerzo y los protagonismos en una batalla que se replica en muchos renglones. El formato es complejo: ni demasiada exposición ni quedar, tampoco, como un peronismo observador e inactivo.
Un informe que elaboró el equipo de Massa proyecta que el plan Milei-Caputo tendrá el impacto más nocivo, en proporción, en los sectores medios y medio bajos, específicamente en los grupos familiares con ingresos de entre 400 mil pesos y 1,2 millones mensuales, asalariados. Esos universos, además de resentirse por el aumento de los productos básicos, sufrirán el golpe de la suba de las prepagas, la eliminación de los subsidios de tarifas, el aumento de los combustibles, el encarecimiento del costo financiero con las tarjetas y de, entre otros puntos, los colegios privados. Ni hablar para aquellos que alquilen. Un estudio de AdHoc sobre la conversación digital detectó entre los asuntos de más interés las novedades sobre alquileres y prepagas.
Ninguna paritaria puede compensar subas que para esos sectores estarán muy por encima de la inflación pronosticada para diciembre, que ronda entre 25% y 30% mientras hay estimaciones –incluso en el gobierno–, de un pico de hasta 50% en enero. Entre consultoras y analistas hay cierta convención de postular que se vienen tres meses de 30% mensual. La depreciación de los salarios aparece como un factor esencial para que se modere la presión sobre el dólar y para enfriar la economía. En ninguna variable del plan Milei se detecta un item orientado a aliviar los bolsillos. ¿Qué nivel de respaldo público puede mantener un gobierno que lacera a las clases medias? Jorge Macri, jefe de Gobierno porteño, lo sintetizó en una frase muy particular por el contenido y por el timming: pidió tener cuidado con “el hambre de la clase media”.
La movilización de la CGT el próximo miércoles, a Tribunales para pedir la nulidad del DNU 70 tiene dos derivadas. Será un desafío mucho más contundente que el del 20 de diciembre al protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich, que no se activó durante los cacerolazos del miércoles y el jueves pasado. En paralelo, puede permitir determinar si además de la reacción por la reforma laboral y los cambios en el sistema de obras sociales que incluyen el DNU se proyecta una postura activa de los gremios respecto de las paritarias. Como nunca el sindicalismo peronista apostó a un candidato como lo hizo con Massa y, como nunca, se apiadó de un gobierno como lo hizo con el de los Fernández. El registro –estadística cruel según un informe de la consultora Cluster– sobre los paros generales desde Raúl Alfonsín en adelante lo refleja. Cero paro durante el cuatrienio FdT.
Pero el asunto es otro: no solo la falta de entrenamiento de la CGT para el espadeo político y público sino una duda más profunda: ¿las herramientas tradicionales de la protesta sindical pueden resultar eficaces frente a Milei? Si, como avisó, está dispuesto a avanzar con sus medidas pase lo que pase, es incierto el efecto de una movilización masiva como la que planea el sindicalismo. El peronismo, como quedó expresado en la cumbre de La Plata, está en un dilema: arriesgarse a que su poder de movilización no tenga efecto -y eso lo deje sin recursos- o quedarse, por temor, demasiado quieto.
El ring determinante en la tensión entre Milei y el sindicalismo son las paritarias. Si los gremios presionan y logran, aunque sea desde atrás, recuperar salario perdido frente a la inflación, el enfriamiento de la economía que “promete” el presidente podría no verificarse –al menos con la velocidad y profundidad que pretende Luis “Toto” Caputo– e impactar negativamente sobre la pretendida, siempre teórica, baja de la inflación.
Animales
Milei es, para la política, una incógnita absoluta. El DNU 70, una desmesura política y jurídica, tenía chances serias de avanzar si se parcelaba en varios decretos o leyes. Pero el libertario apostó a todo o nada con un texto que se topó con el rechazo de amplios sectores que, en una matemática a mano alzada, anticipa que será rechazado en el Congreso. En paralelo, cometió errores que parecen infantiles como el aparente olvido de indicar que el DNU entraba en vigencia desde su publicación. Se combinan, sobre Milei, dos rasgos que parecen antagónicos pero hasta acá conviven: parece un jugador voraz, un neoMenem según sus fans, que está dispuesto a todo pero a su vez es improvisado, sin pragmatismo, que no mide que con otros recursos podría tener mejores resultados.
Además de la falta de entrenamiento de la CGT para el espadeo político y público hay una duda más profunda: ¿las herramientas tradicionales de la protesta sindical serán eficaces frente a un Milei de posturas mesiánicas?
“No quiere que le pase como a Macri que mandaba una ley al Congreso, se la corregían y le devolvían otra ley que no servía para lo que quería Macri”, dice un dirigente de JxC con vínculos fluidos con el gobierno. Y se permite una ironía. “Al Congreso mandás una ley para achicar el Estado y se aprueba una ley que crea una agencia estatal para pensar cómo achicar el Estado”.
La solidez del estilo Milei se pondrá a prueba cuando el DNU se discuta en el Congreso. Puede, como hizo Macri con la designación de jueces de la Corte, pegar un volantazo antes de una derrota o jugar hasta el final aunque sepa -con los números de hoy- que pierde. El llamado a extraordinarias, a partir del martes próximo, dejó abierta una puerta: en el punto 1 incluye la discusión de un proyecto de ley de reformas del funcionamiento del Estado. Se especuló que podría ser el DNU 70 convertido en ley como pidieron, entre otros, Lousteau y Miguel Pichetto. Manuel Adorni, el vocero presidencial, negó que se trate del mega DNU reconfigurado como proyecto. En otras oficinas se planteó que podría ser un mix: reformas no incluidas en el DNU junto a otras que sí están en ese texto. Si ocurre esto último, implicará que Milei decidió revisar su plan original quizá no en el fondo pero si en las formas. Un potencial mérito político del libertario sería que instaló una discusión sobre algunos asuntos y llevó todo tan lejos que reformas duras podrían leerse como moderados y volverse digeribles.
Si lo hiciese, pausaría el estilo Milei y desactivaría el mecanismo extremo “a todo o nada” para recurrir a métodos clásicos. Mauricio Macri, “Mi Presi” como le dice Milei, fue uno de los primeros -junto a Victoria Villarruel- en padecer el ejercicio tradicional del poder del libertario cuando decidió, en defensa propia, desactivar a los que podrían asomar como una amenaza a su conducción. El jefe del PRO, que tropezó en Boca, fue la voz más potente fuera del gobierno de LLA en defender el DNU. Macri recae, cada tanto, en sus tirrias cruzadas con Lousteau y Horacio Rodríguez Larreta. Su apuesta a Milei parece una perinola negra en la que siempre pierde: si Milei fracasa, será socio en el fracaso; si funciona, el ejecutor del éxito será el libertario que se constituirá en la expresión de una derecha exitosa.
Azares
Entre poses extremas y torpezas, Milei está en un aprendizaje permanente. Es una especie política en desarrollo, en formación, que obliga a un ejercicio de interpretación permanente. Hay quienes creen que su esquema último es la dolarización. Es una tesis que estudian en Suramericana, el think tank del ex ministro de Economía Martín Guzmán, donde interpretan -lo detalló en Twitter Fernando Morra, director de análisis macroeconómico de la consultora- que el bono para importadores supone, en la práctica, la dolarización de la deuda en pesos del BCRA. El BOPREAL puede servir para desarmar las Leliqs y migrar ese pasivo en pesos a pasivo en dólares, lo que en términos fácticos podría facilitar una dolarización de la economía porque a futuro solo debería dolarizar el circulante que, con la cotización actual, sería de unos 10 mil millones de dólares. Mucho menos de los entre 25 mil y 40 mil millones que se calculaban. Si mediara otra devaluación, como muchos estiman para marzo, dolarizar sería todavía más barato.
A pesar de que es menos de lo estimado ¿dónde podría Milei conseguir fondos para dolarizar? El FMI está cerrado. Una carta política es que el libertario logre constituirse en algo que todavía no es: una derecha poderosa. Para eso debería lograr, de mínima, que el Congreso avance con algunas de las reformas estructurales de liberalización de la economía. En algún punto, en la suerte del DNU 70 Milei pone en juego su autoridad y su capacidad de constituirse, hacia adentro y hacia afuera, en un presidente con poder. Sirve volver a la interpretación que Juan Manuel Abal Medina dejó en una entrevista con elDiarioAR, respecto a la fortaleza del libertario.
A su alrededor abundan los desaciertos. Como contó elDiarioAR la semana pasada, está frenado el swap con China y los esfuerzos de Caputo, Santiago Bausili del BCRA y Guillermo Francos, el ministro del Interior, no parecen alcanzar para compensar las torpezas de la canciller Diana Mondino o movimientos como los del diputado libertario Agustín Romo que pueden enturbiar la relación con China. Mondino accedió, finalmente, a pedir el placet de un embajador en Beijing en paralelo a que el gobierno de Xi Jinping llamó al suyo en Buenos Aires a China para que proyecte la relación bilateral con Argentina.
El elegido fue Marcelo Suárez Salvia, alias “Tanguito”, actualmente embajador en Trinidad y Tobago. Un diplomático de carrera bien visto en el ambiente, vinculado al excanciller Jorge Faurie, que irá a Chile. La demora era mal vista por la administración de Xi y en Cancillería dicen que fue producto de las tensiones para resolver entre una terna que había en carpeta donde aparecía Diego Guelar, de mala relación con Mondino, y Maximiliano Postigo, un empresario argentino radicado en China que parecía el preferido de la canciller -y hasta se habría reunido con Karina Milei- pero por alguna razón no prosperó. Quizá porque trascendió que en tiempos de Macri quedó al frente de una sucursal del Banco Nación que se creó en China, gestión de la que está pendiente un expediente crítico. Se cuenta que Salvia fue de los últimos en enterarse su nuevo destino.
Cierto o no, está instalado que la única manera de retomar el swap demandaría una bilateral presencial entre Milei y Xi. Y que en esos trámites aparecen en escena cuestiones que parece consumo irónico de Twitter pero no lo son. La visita de Romo, militante y diputado libertario, a la oficina Comercial de Taiwán es un episodio que suma ruido. En el peronismo recuerdan que tras la victoria en 2019, Xi le pidió a su embajador en Buenos Aires que le entregue una carta a Alberto Fernández. La gestión se hizo a través de Felipe Solá, que sería luego designado como canciller y que recibió al diplomático en el búnker de la calle México, en San Telmo. En la conversación, Zou Xiaoli recordó que tiempo atrás, siendo diputado nacional, Solá había recibido a un representante de Taiwán. Para China, Taiwán es un tema central y cualquier desliz es leído con atención. Guelar, que conoce esa lógica, cruzó a Romo a Twitter.
Puede, en medio de las desprolijidades, leerse como un gesto de distensión de Milei -mientras Francos recibe a empresas chinas y luego de que Martín Menem se reunió con enviados del PC chino que recordaron, entre elogios, al gobierno de Carlos Saúl Menem- el punto 7 del temario de extraordinarias para aprobar un acuerdo, suscrito en tiempos de Macri, que elimina la doble imposición tributaria entre Argentina y China. Es un viejo asunto que, por alguna razón, no prosperó en tiempos de Fernández. Despertó más curiosidad que el punto 6, que hace lo mismo con el ducado de Luxemburgo. La razón debe ser igual de noble: en Luxemburgo, considerado un paraíso fiscal, tiene residencia fiscal la sociedad San Faustín controlante de Techint de Paolo Rocca.
PI/DTC