Primer debate presidencial

Cuando Milei no grita, se escucha mejor lo que dice y pierde

2 de octubre de 2023 15:27 h

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La tentación del periodismo por definir ganadores y perdedores de un debate presidencial tiene un correlato en cierta demanda de las audiencias y el activismo de los partidarios que cantan victoria.

En muchos países, los intercambios entre candidatos son más numerosos, las reglas son más distendidas y el entorno es menos ceremonioso que el formato negociado por la Cámara Nacional Electoral y las coaliciones argentinas. La mayor libertad da lugar a peleas cuasi boxísticas, repletas de interrupciones, gritos y acusaciones, que permiten sacar cuentas más nítidas sobre el vencedor por puntos.

El formato con bloques y réplicas estructurados, sin derecho a la interrupción ni a exhibir carteles, y con indicaciones precisas al director de cámara sobre el encuadre permitido, priva de mayor espontaneidad y promueve el discurso guionado, pero habilita mayor claridad. Ahí surge il cane dell’ortolano del periodismo que cuestiona el intercambio de candidatos por “aburrido”. Si imperaran las reglas de la lucha libre, la prensa sermonearía por lo vulgar de la trifulca.

Con todas esas prevenciones. ¿Quién ganó el debate del domingo en Santiago del Estero? ¿Quién perdió? Del último al primero, según el altamente discutible juicio de quien firma, el resultado fue el siguiente.

5 - Javier Milei

El ascenso político del economista fue de la mano de gritos e insultos en el prime time televisivo. El personaje, con anuencia de los medios que le dieron cabida por favores empresariales, razones ideológicas o rating, le valió a Javier Milei una sintonía con parte de una sociedad que vivía un trauma sanitario y un prolongado pesar económico. Las razones de su auge son variadas y están pleno desarrollo.

Milei levantó banderas reaccionarias y temerarias a lo largo de su carrera: desde crear negocios con las escuelas primarias y los tratamientos médicos, hasta las más crueles sobre el destino de los cuerpos humanos. Expresadas con una estridencia que sienta bien en la tele y ciertas redes, sus fogonazos no sólo no le restaron sino que lo potenciaron como rupturista, a la luz de los resultados de las primarias.

Algunos entrevistadores que durante largo tiempo pusieron cara de nada ante sus metáforas patológicas o le festejaron sus gracias como un “loco” viraron a un súbito arrepentimiento republicano cuando Milei quedó en posición de comerse el pastel del macrismo. El libertario le pegó al chancho y saltó el dueño. El salto ornamental de los cronistas arrepentidos le brindó en bandeja a Milei una etiqueta burda, en tanto la generaliza ante toda crítica, pero eficaz: “periodistas ensobrados”.

Milei introdujo una agenda propia de una secta negacionista que se expresaba en los editoriales de La Nación y las misas de Victoria Villarruel.

El Milei del debate en Santiago del Estero mostró otro rostro del postulante, que ya venía ensayando en disertaciones ante audiencias empresariales, pero cobró vuelo con 40 puntos de rating. Vimos a un Milei calmo, que en voz baja, dijo frases como la siguiente:

“Estamos absolutamente en contra de una visión tuerta de la historia. Para nosotros en los setenta hubo una guerra. En esa guerra las fuerzas del Estado cometieron excesos”.

La retórica utilizada por Emilio Eduardo Massera y Jorge Rafael Videla o sus abogados en los juicios que les tocó enfrentar llegó a un debate presidencial en voz de un candidato competitivo.

Ya no fue a los gritos contra los “zurdos de mierda” frente a un entrevistador embobado en medio de otras propuestas sobre dolarización, “aplastar” a la casta y escuelas voucher. Milei introdujo esa agenda, que probablemente no determine variaciones del voto a esta altura (se verá), pero es a todas luces minoritaria, propia de una secta negacionista que se expresaba en los editoriales de La Nación y las misas de Victoria Villarruel.

El papel del postulante ultraderechista en otros dos caballitos de batalla, las escuelas voucher y la dolarización, no fue mejor. Ambos asuntos fueron señalados por sus adversarios en el Forum de la capital santiagueña. Frente a críticas precisas, Milei se mostró insolvente y evadió respuestas escuchado por millones de personas.

Es dable pensar que el grito y la estridencia ya le dieron a Milei todo lo que podían, y que, a las puertas de la Casa Rosada, es hora de hablar como una persona normal. Tiene que saltar del tercio al 40% o 50%, según cómo den los cálculos de primera o segunda vuelta. Pero ocurre que en plan desarrollar ideas y explicar cómo afectarían a escuelas de la Puna, Milei queda pedaleando en el aire.

¿Milei perdió? A juicio de quien escribe, en el marco de un debate parejo, sí.

4 - Patricia Bullrich

La exministra de Seguridad tiene dos problemas que causan desazón en Juntos por el Cambio.

Primero, no entiende de economía, y lo hace saber cada vez que habla en una campaña electoral en la que ese eje es determinante. Con malicia, sus rivales la llevaron una y otra vez a ese terreno inhóspito.

En segunda instancia, está demostrado que lo suyo es la polémica, la respuesta relámpago, la relación llana con la gente de a pie. “La piba” le hace justicia. Pero ya no es sólo la punta de lanza de los duros del macrismo ni la polemista eficaz de TN.

Bullrich es la candidata presidencial en la que depositaron sus esperanzas gran parte del empresariado, los medios dominantes, el campo y el sentir conservador argentino. Está llamada a mostrar esgrima ante el desafío Milei, ganar voto popular y dar tranquilidad al establishment.

Está demostrado que lo de Bullrich es la polémica, la respuesta relámágo, la relación llana con la gente de a pie. 'La piba' le hace justicia

A la hora de exponer ideas, la candidata de Juntos por el Cambio deja frases inconclusas, confunde términos y se muestra insolvente. Logró alguna incisividad ante los vacíos de Milei, buscó un medio camino en el bloque de derechos humanos con alguna pericia, pero no pudo hacer pie. Como se supone que rema de atrás, era la más necesitada de ser efectiva, y no lo logró.

Que sus auspiciantes mediáticos que le arman entrevistas-centro y spots de campaña reporten que “no hubo ganadores” exime de mayores explicaciones de por qué Bullrich volvió de Santiago del Estero con un sabor amargo.

3 - Sergio Massa

El ministro de Economía es uno de los políticos argentinos más preparados para encarar una campaña electoral. Sabe jugar en todos los terrenos. Es empático con Alejandro Fantino, revisa la narrativa progre con Página 12, juega al truco con Clarín, es manodurista en los canales de noticias, llama a los empresarios por su nombre de pila y levanta la bandera del Conicet ante los científicos. Rara vez pisa el palito, completa las frases, casi nunca desconoce el asunto que le preguntan y comete pocos errores no forzados

Massa replicó bien, utilizó con astucia las preguntas a sus rivales y respondió, como pudo, el cuestionamiento que flotaba en el ambiente de cómo podría tener éxito si, durante su gestión en el Palacio de Hacienda, la inflación se duplicó y no pudo evitar una devaluación lacerante ordenada por el FMI. Algo circunspecto en el Fórum de Santiago del Estero, navegó el debate económico y llegó a la orilla.

¿Hacía falta el ofrecimiento de Massa a los 'liberales' en la misma noche en que Milei se confirma como un negacionista?

Como puntualizó la enviada de elDiarioAR a la capital santiagueña, Victoria De Masi, el affair Insaurralde sobrevoló, pero no dominó las discusiones. Hubo alusiones de Bregman y Bullrich, que Massa se permitió no tomar. Fue un error. El naufragio de Insaurralde salpica a toda Unión por la Patria y al postulante en particular, quien se dijo amigo en varias oportunidades. Perdió la oportunidad de una definición clara y contundente con 40 puntos de rating

En cambio, sí prometió sumar a miembros de La Libertad Avanza, a quienes llamó “liberales”, a un gobierno de “unidad nacional”. ¿Hacía falta ese ofrecimiento en la misma noche en que Milei se confirma como un negacionista? ¿El episodio Insaurralde no deja a las claras las consecuencias de las convicciones líquidas? Mencionó a radicales e integrantes del PRO como otros probables alfiles de ese Ejecutivo de la unidad. Ningún centro a la izquierda, cuyos votos en parte ya recibe y, en noviembre, necesitará en su totalidad.

Preguntas pendientes para el candidato peronista.

2 - Juan Schiaretti

El gobernador de Córdoba pudo hacerse oir en una campaña en la que pauta publicitaria no le falta, pero está temáticamente dominada, como todo el ecosistema político hace años, por los debates del área metropolitana de Buenos Aires.

Schiaretti se victimizó por la supuesta voracidad porteña, discurso que rinde no sólo en Córdoba sino en gran parte de las provincias, a las que, absurdamente, casi no mencionó.

Schiaretti intentó jugar a Corea del Centro. Apuesta osada para un amigo ideológico y personal de Mauricio Macri.

El postulante cordobesista acertó cuando habló con todas las letras del terrorismo de Estado, saliéndose del libreto de los dos demonios en el que incurren socios ideológicos del centroderecha. El mérito le cabe por entero a él, que lo sostiene desde siempre. De su boca, cobra sentido la noción de política de Estado ante los crímenes de lesa humanidad.

El gobernador se ancló en su provincia, donde obtuvo dos de cada tres votos en las primarias. Describió a Córdoba como una panacea de los valores republicanos y la igualdad social. Se ve ese argumento no permea tanto ni siquiera en su propio pago, donde Hacemos por Nuestro País sólo cosechó 27% de los votos, detrás de La Libertad Avanza (34%). El hecho de que Córdoba exhiba indicadores de pobreza y otros marcadamente peores que sus vecinas Santa Fe y San Luis no aporta a la causa propagandística de un distrito que alberga a 8% del electorado nacional.

Schiaretti intentó jugar a Corea del Centro. Apuesta osada para un amigo ideológico y personal de Mauricio Macri.

1 - Myriam Bregman

La candidata trotskista tiene una virtud que hace años la destaca entre la dirigencia del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Es capaz de interpretar consignas como “que la crisis la paguen los capitalistas”, “no al FMI”, “son todos lo mismo”, “con la lucha de los trabajadores” sin necesariamente repetir esas frases, con diversidad lexicográfica y picardía.

Ganó Bregman, pero como parte de quienes sintonizan algunas de sus ideas no creen que todo el resto sea lo mismo, se verá cuántos frutos le depara la victoria

La diputada tocó lo central de su repertorio en Santiago del Estero. Mostró convicción, identificó al blanco y fue punzante cuando hizo falta. Tras mencionar la alianza de Milei con Luis Barrionuevo, las listas “armadas por Sergio Massa” y las vinculaciones con empresarios, dejó una de las frases de la noche: “No es un león. Es un gatito mimoso del poder económico”.

La abogada penalista no abundó sobre cómo pasar del dicho al hecho, el gran déficit del FIT del que se vale en tanto es elegido más como fuerza de resistencia que de gobierno. Cómo desconocer la deuda con el FMI, nacionalizar buena parte de la actividad económica y dar vuelta la tortilla de los salarios, en un país en el que subir las retenciones a maxiganancias del campo puede causar un estallido, merecería mucho más espacio en la narrativa de la postulante del FIT. Tampoco se lo preguntaron sus rivales.

Ganó Bregman, pero como parte de quienes sintonizan sus ideas no creen que todo el resto sea lo mismo, se verá cuántos frutos le depara la victoria.

SL/JJD