“Sturzenegger ya hizo fracasar dos gobiernos. Si lo dejan, va a hacer fracasar el tercero”. La frase rompió el clima protocolar y tenso de la cumbre que compartieron la plana mayor de la industria pesquera con gobernadores y legisladores del ecosistema opositor. Hubo risas estruendosas y algunos aplausos. El comentario, que pronunció un dirigente de trayectoria, sintetiza un clima que cruza, de punta a punta, a la política: el DNU y la ley ómnibus que Javier Milei envió al Congreso tuvieron una factura defectuosa en lo jurídico, pero sobre todo en lo político, que puede amenazar con convertirse en un boomerang para el presidente libertario.
Federico Sturzenegger, ideólogo de la reforma de Estado que se volcó en un DNU y un mega proyecto, –que tiene, al menos en los papeles, un tercer capítulo– se convirtió en el punching ball preferido de la oposición y, por momentos, de algunos oficialistas; un atajo hasta acá para evitar que toda la furia se descargue sobre el Presidente. Lo paradojal es que Sturzenegger no es, ni siquiera, funcionario. Es decir: el vórtice del malestar político contra el Gobierno apunta sobre una figura que no tiene cargo. Desde Casa Rosada, el mensaje es que Milei sostiene, sin fisuras, al economista. El exfuncionario de Fernando De la Rua y Mauricio Macri tampoco se muestra contrariado y hasta admite, como un gaje del oficio, que hubo errores en la redacción de los textos.
“¿Federico, sin ser funcionario, va a venir al Congreso como miembro informante a explicar la ley ómnibus?”, se preguntan en uno de los bloques dadores de gobernabilidad. Es un juego retórico para reflejar otra extrañeza: la mayoría de los ministros de Milei tendrán que estudiar el mega proyecto de ley para, luego, ir a defenderlo ante los legisladores. Es tan incierto ese trámite que Martín Menem, el presidente de la Cámara de Diputados, que se mueve con su primo Eduardo “Lule” Menem como si fuese un siamés, pide como condición para que se presenten los ministros que no le hagan preguntas. Imposible, le dicen. El primero en ir podría ser Eduardo Rodríguez Chirillo, no por secretario de Energía, sino por ser uno de los escribas de la mega reforma.
En las últimas 48 horas, casi en un efecto dominó, luego de tener una centralidad absoluta y manejar los tiempos, Milei empezó a toparse con dificultades. No solo el tropiezo, que Rodolfo Barra promete que subsanará pronto, de las cautelares que frenaron el capítulo V, referido al trabajo del DNU, sino un asunto conceptualmente más delicado: no por el peronismo, que tiene limitado su poder de fuego, sino porque los espacios asociados, la oposición blanda, empezó muy rápidamente a hartarse del destrato libertario. La semana pasada, vía un empresario muy importante, se buscó un enlace político con Nicolás Posse para hacerle llegar a Milei una visión sobre las complejidades legislativas que tiene por delante.
Esa intentona naufragó y la pelota volvió, aunque por momentos se lo ve sin músculo, a Guillermo Francos, el ministro del Interior, que terminó como ejecutor de lo que lo convocaron a hacer: negociar, buscar puntos de acuerdo, ceder cuando hay que ceder.
Cuando surgió la crítica de los gobernadores patagónicos por la reforma para liberar la pesca en el Mar Argentino, Francos no estaba del todo al tanto del impacto que tendría. Se hizo, así y todo, un hueco para recibir a Ignacio “Nacho” Torres, el gobernador de Chubut, del pelotón de mandatarios nuevos del PRO. A la mesa sumó a otro macrista, Guillermo Montenegro, intendente de Mar del Plata, otra de las voces contra la reforma pesquera de Milei detrás de la cual aparecen algunas pistas. ¿Por qué Sturzenegger propuso modificar un régimen -el de los permisos y cupos de pesca- que tiene fecha de vencimiento en un año? No está claro el para qué –si es que lo hay– de la reforma que impulsó el asesor y que se convirtió, en la práctica, en la primera concesión que, en apariencia, está dispuesto a hacer Milei.
Ese es, en verdad, el dato más poderoso. La política mira extrañada al libertario, lo ve como un jugador con poco peso político y un respaldo social que peligra en el corto plazo si no logra, al menos en términos simbólicos, dar señales de que el sacrificio que promete tendrá en algún momento su recompensa. Su marcha atrás con el tema pesca parece una señal, la aparición de un Milei dispuesto a negociar, a aceptar que puede entrar en un juego de ida y vuelta, una negociación convencional con “la casta”, eso en lo que Francos debería resultar una figura determinante.
El “expediente pesca”, aunque habrá que ver como termina, es un mensaje en ese sentido. Hasta ahora, en el Congreso, la indicación que bajó de Casa Rosada fue que nada se negociaba. Pero Francos negoció. Ahora ¿hasta dónde y hasta cuándo, qué sí y qué no, se puede negociar de la ley ómnibus? ¿Qué es innegociable para Milei? En gobierno, hasta el jueves, se repetía como un mantra que Milei no podía ceder en los aspectos clave del mega proyecto, aunque no está claro cuáles son esos puntos.
Hay pistas. Así como avisaron que no apoyarán nada si no daba marcha atrás con la reforma en el régimen pesquero, otros gobernadores trasmiten que no hay chance de que aprueben la restitución de Ganancias. En las conversaciones entre mandatarios de distintos espacios se empezó a buscar alguna forma de compensación. El atajo se los ofreció Sergio Massa, con aquella separata que mostró por todos lados en campaña, y que contempla exenciones impositivas, en algunos casos millonarias. En las provincias hacen cuentas para ver qué de todo eso se puede retocar. Por la misma razón tropezaron en el Senado los tratados de doble imposición con Japón y Luxemburgo. Quizá, en una semana obtengan dictamen, pero por ahora las oposiciones le avisaron a LLA que no habrá un tratamiento express para lo que pida Milei.
Un argumento, muy válido, es que esos acuerdos pueden significar caídas en los ingresos por impuestos que son coparticipables, es decir que afectarán de manera directa a las provincias. Vendrán, además, los otros sectores. El mundo de las farmacias ya avanzó con una cautelar y la semana próxima se verá con los bloques opositores. Casi no hay sector que no se vea afectado por el DNU o la mega ley.
PI/MG