PAOLA DI NICOLA TRAVAGLINI, JUEZA ITALIANA

“Las mujeres de la mafia son la verdadera herramienta para sacudir a las organizaciones mafiosas, pero los jueces no lo ven”

10 de abril de 2022 00:02 h

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Paola Di Nicola Travaglini trabaja en la Justicia italiana desde 1994. Desde 2010, es jueza penal en el Tribunal de Roma y actualmente en el máximo tribunal penal, la Cámara de Casación. Allí, revisa las sentencias de otros magistrados del fuero, en un país marcado a fuego por las mafias, el crimen organizado y la violencia. “En el clan mafioso las mujeres no tienen libertad, ni dignidad, ni autonomía”, asegura en una entrevista con elDiarioAR, en Buenos Aires, donde estuvo esta semana para exponer su experiencia con jueces y fiscales argentinos. “La violencia contra las mujeres está arraigada en todos los lugares y en todos los contextos, pero en los lugares de la mafia es aún más profunda y es en esos territorios donde la violencia no es denunciada por las mujeres”, afirmó. 

A lo largo de su trayectoria, Di Nicola Travaglini ha podido estudiar cómo el Poder Judicial italiano investiga y juzga la violencia contra las mujeres en los contextos y territorios gobernados aún por las organizaciones mafiosas y este martes expuso sobre su experiencia frente decenas de jueces y fiscales argentinos en una jornada organizada por asociaciones de la sociedad civil, lideradas por Libera, la red antimafia en Italia, que busca promover en Argentina un sistema para que los bienes decomisados a las organizaciones criminales -del narco a la trata de personas- sean devueltos a la comunidad con fines sociales.

También fue asesora jurídica de la comisión de femicidios y todas las formas de violencia de género del Senado italiano, es autora de numerosas publicaciones y fue galardonada con premios por su compromiso con la lucha de las mujeres en su país y en el mundo - Premio de la Unión Europea “Mujeres que inspiran a Europa” en 2014-. En las mafias, las mujeres representan una paradoja que los jueces italianos no han podido o querido detectar, asevera Di Nicola Travaglini: “Es gracias a las mujeres que se perpetúa el sistema mafioso. No valen nada para la mafia, pero lo son todo para la mafia”. Explicará por qué. 

Si leyéramos los indicadores evidentes, visibles y claros de la violencia machista contra la mujer, inmediatamente seríamos capaces de romper la estructura mafiosa

De acuerdo a su experiencia, ¿cuál es el rol de las mujeres en la lucha contra las mafias?

Tanto las mujeres que culturalmente se integraron a esa asociación delictiva, como las que no se integraron y se rebelaron, ambos tipos de mujeres son víctimas de la violencia mafiosa porque en el clan mafioso las mujeres no tienen libertad, ni dignidad, ni autonomía. Ninguna mujer elige libremente no ser libre, no ser autónoma. Entonces, en cualquier caso, no se puede considerar que tengan un papel en el que hayan decidido quedarse. Aunque sé que las mujeres mafiosas a veces son las más vengativas o violentas en comparación con las que violan la regla. Una mujer que rompe la regla es una mujer que te da la perspectiva de que la libertad existe. Entonces, si mantengo la regla, soy reconocida por el clan y soy reconocida por el contexto social. De hecho, son sagradas. La madre. El papel de la madre sacra no es sacro en absoluto. Las mujeres son un horno que hace niños para la mafia, no para crear una alianza de cariño y amor. Entonces, si respeto los dictados, las reglas de la mafia son reconocidas por la mafia por dentro y por fuera. Si no los respeto, rompo un montaje por dentro y por fuera.

Durante su exposición en la jornada explicó que existe una relación particular entre la presencia de las mafias y la violencia contra las mujeres. ¿Cuál es este nexo y por qué se produce?

La violencia contra las mujeres está arraigada en todos los lugares y en todos los contextos, pero en los lugares de la mafia es aún más profunda y no es denunciada por las mujeres. Se considera un dato de normalidad. Es normal que una mujer que vive en un clan mafioso no sea libre. Es normal para todos, para la sociedad, obviamente para el clan y también para los magistrados. Este es el verdadero problema. En las familias mafiosas las mujeres no valen, no son seres humanos. Las mujeres son objetos que sirven para reproducir la mafia, son contenedores que sirven para hacer hijos, un vínculo que las llevará a estar vinculados a la familia mafiosa para siempre. 

¿Cómo se traduce esa falta de libertad en la vida cotidiana?

Una mujer que no puede salir de una familia mafiosa, que no puede trabajar, a quien no se les permite salir de casa y no se le permite teñirse el cabello cuando los hombres están en prisión porque tiene que sufrir como el hombre que está encerrado en la cárcel. El consenso, la autonomía, la independencia no pertenecen realmente a la cultura mafiosa. Practicar un deporte, estudiar, decidir tener novio, vestirse como quiere es todo lo que una mujer de la mafia no puede hacer. Pero esto no sucede porque haya celos, porque es una manifestación de amor por la familia o por la madre o la hija. No, es un error muy grave interpretar eso. Las mujeres son objetos de poder y punto. Se utilizan para crear alianzas. Se utilizan para demostrar la virilidad. Sirven para demostrar la sexualidad masculina que no pregunta, por lo que es la máxima representación del poder. Pero el Poder Judicial, en mi opinión, no lee estas señales. 

¿Qué sucede con los niños y niñas en este contexto?

Los niños son una cadena. No son un momento de liberación para las mujeres de la mafia, son un vínculo definitivo con el clan, al igual que los matrimonios, que son obligatorios. Una mujer es entregada como objeto al clan u otra familia. Las mujeres sirven para crear la relación y crear el vínculo entre las familias, las alianzas de la mafia. Y nuestra lectura errónea y estereotipada de los magistrados se basa en el prejuicio de que las mujeres de la mafia no valen nada porque interiorizan lo que la mafia impone. Las mujeres de la mafia escuchan todo, lo saben todo, conocen los caminos y son depositarias de la cultura mafiosa. Es gracias a las mujeres que se perpetúa el sistema mafioso. No valen nada para la mafia, pero lo son todo para la mafia. Porque los hombres de la mafia no existen, en el sentido de que no están físicamente ahí. Los mafiosos están prófugos, están escondidos, están en prisión. Los niños, las niñas ni siquiera saben cómo es el padre o el abuelo. Nunca los han visto. En algunos casos, por tanto, el mafioso vive en las palabras, en las historias que cuentan las madres. Si las madres rompen esta cadena y ya no cuentan esas historias de los “héroes de la mafia” rompería la estructura mafiosa que se basa exclusivamente en el simbolismo del poder. Pero el Poder Judicial todo esto no lo lee porque lo lee en un momento final.

El papel de la madre sacra no es sacro en absoluto. Las mujeres son un horno que hace niños para la mafia

¿Cuándo llega ese momento final?

Cuando la mujer se escapa, se lleva a los niños. Cuando la mujer se rebela, cuenta lo que sabe a los jueces. O decide ayudar a su marido mafioso y por eso esconde las armas y por eso lleva mensajes. Cuando la mujer se suicida porque ya no soporta. La verdad está disociada. Todo esto sucede al final. El Poder Judicial debe leer todo lo que está en el día a día de esa mujer, que no es vida: es esclavitud. Si leyéramos los indicadores evidentes, visibles y claros de la violencia machista contra la mujer, inmediatamente seríamos capaces de romper la estructura mafiosa. Creemos como jueces, policías, carabineros que la ausencia de libertad de una mujer es un hecho normal.

¿Cómo se investigan los delitos de género en una investigación donde el eje principal es la mafia o una organización criminal, por ejemplo, dedicada al narcotráfico?

Primero, los magistrados e investigadores necesitan saber qué es la violencia de género. Quien trata con la mafia no tiene idea. No tiene idea de lo que es la violencia de género, la minimiza. No conoce los indicadores. Entonces, antes que nada, los involucrados en la lucha contra la mafia necesitan conocer el fenómeno de la violencia de género, que es diferente al fenómeno mafioso, y tiene herramientas de lectura que son sobre todo culturales. Entonces si soy juez o carabinero y creo que es normal, tonto, que se debe a los celos o que es acertado que una mujer no salga o no vaya a una fiesta porque su esposo o novio no quiere, nunca interceptaré el fenómeno de la violencia, porque culturalmente vivo en un contexto en el que la discriminación de género es normal. La mafia lo lleva todo al extremo. Pero eso es otra cosa. Así que el primer tema es la formación. En base a eso, la investigación concierne tanto a la búsqueda de fuentes, pruebas, pistas útiles, interceptando la asociación mafiosa. Y en esto en Italia somos maestros, lo enseñamos por todo el mundo. Pero nos falta el segundo eslabón que es el de descifrar la violencia de género. 

Según su experiencia, ¿cómo es el trato del Estado italiano hacia las mujeres que denuncian a la mafia? 

Se las reconoce, se las fortalece, se las protege, se las valora porque ese testimonio es muy útil, porque es un testimonio que viene de las que todo lo han visto, de las que todo lo han oído y de las que son las portadores de una cultura y por lo tanto nos permiten leer el fenómeno de una manera muy integral. 

¿Es el mismo tratamiento que el Estado italiano les da a las mujeres que denuncian violencia de género?

No, absolutamente no. Y digo absolutamente que no. Porque en el contexto social y cultural italiano, ante todo, a las mujeres no se les cree. Las mujeres continúan siendo descendientes de Eva. Pecadoras que mienten, que exageran y que utilizan la denuncia para intereses no especificados. No se le cree. Pero no solo en Italia, sino en cualquier parte del mundo, las mujeres que denuncian son una de cada diez. Nueve no denuncian porque saben que no se les cree. Las mujeres siempre han percibido al Estado como un enemigo, al Poder Judicial como un enemigo. Porque han visto en su experiencia que aunque las leyes existen, si las hubiera, esas leyes con respecto a esas mujeres no se aplican porque no hay perspectiva de género. Porque los hombres y mujeres ante los que denuncian siguen teniendo una identidad cultural en la que la discriminación es normal. En Italia, tenemos una legislación muy potente para combatir la violencia de género, muy potente, pero mal aplicada.

¿Por qué está mal aplicada?

Porque no tenemos formación sobre discriminación de género. Hombres y mujeres sin distinción. Mi formación es personal, la puedo tener porque he leído libros, porque he recorrido un camino. Pero la mayoría de las mujeres en el Poder Judicial, así como los hombres, no están capacitados para reconocer la discriminación y, por lo tanto, la violencia.

¿Qué hace actualmente el Poder Judicial italiano para cambiar esto?

Está probando. Está ensayando una Escuela Superior de la Magistratura. Pero no tenemos formación obligatoria en Italia y por lo tanto si la formación no es obligatoria y se deja a la responsabilidad del individuo, significa que se cree que el fenómeno no debe ser adecuadamente contrarrestado porque los especialistas no están formados para leerlo. En la lucha contra la mafia, sin embargo, esto se hizo.

Usted explicó que las mujeres tienen un rol determinado. La madre, la hija, la novia, la esposa. ¿Ha visto casos de mujeres que tomaron cargos jerárquicos en la organización mafiosa, que han crecido en organizaciones criminales en cuanto a poder?

Sí, hay diferentes tipos de experiencia. Puedo decirle que la mayoría de las mujeres se convierten en líderes cuando los hombres están prófugos o van a la cárcel y no hay ningún varón que sea capaz de tomar el relevo. El modelo de reemplazo. Así que siempre es una elección subordinada. Tuve un caso de un clan importante en Roma, en el que el hombre fue a prisión. Tenía una hija y la dejó a cargo de sus intereses criminales. Era una asociación de narcotraficantes y la hija tenía que ganar dinero. Era la hija del capo pero esto no era suficiente porque era una “hembra”, en el sentido biológico. En contextos mafiosos “la mujer” no existe, cuando hablas de madre, hija, hermana, es porque la mujer no existe como tal sino en relación a un rol familiar. Esta joven tomó las riendas en la cúpula de la asociación criminal y para demostrar que era apta para el rol, ella se comportó de forma mucho más violenta que su propio padre. Frente a narcotraficantes que no devolvían toda la droga o frente a delincuentes que no respetaban las reglas internas del clan, ella los hizo arrodillarse en el suelo frente al supermercado con el arma apuntándole, diciendo: “Pidan perdón, pidan perdón, besen mis pies”. Cuando se reúne con su padre, que estaba en la cárcel, que sabía cómo estaba manejando el clan, le dijo: “Cálmate ¿por qué haces esto?” Tuvo que hacerlo porque ella era mujer. Si hubiera sido el hijo, su presencia, su poder simbólico, era suficiente. 

Si un porcentaje del dinero incautado por el Poder Judicial se le diera a las mujeres para sus caminos de autonomía, la mafia se quedaría sin esa agua en la que crece

Habló de rebeldía. ¿Cuáles son los motivos que llevaron a las mujeres a tomar distancia de las familias o denunciar a la mafia?

Lo hicieron por amor, amor por sus hijos, amor por sí mismas, amor por otro hombre. El amor. 

¿Qué pasa con los hijos e hijas cuando la mujer madre se rebela? 

También hay varias situaciones diferentes. Ayer Don Ciotti contó una experiencia de Libera en territorio calabrés en el que eran siempre las mismas familias y el modelo mafioso se perpetuaba por generaciones. El recién nacido no tenía esperanza. Entonces los magistrados empezaron a entender que para romper este mecanismo, la única posibilidad para los niños y niñas era ir a otra parte. De lo contrario, estos niños y niñas se habrían rendido a una realidad criminal sin fin. Decidieron experimentar con el consentimiento de las madres, quitar la responsabilidad parental a los padres y confiar estos niños a familias lejos de Calabria a través de Libera. Las mujeres se mostraron muy generosas porque como esclavas sabían a qué tipo de esclavitud se enfrentarían sus hijas e hijos, y prefirieron entregarlos para liberarlos de la esclavitud. La mafia es esclavitud. 

“Luego hay otras experiencias -explicó Di Nicola Travaglini- de mujeres que se escaparon con sus hijos, pero fueron encontradas. Otras, en cambio, han sido protegidas por el poder Judicial, han cambiado de identidad con sus hijos, se han ido a otros lugares. Pero los niños no siempre aceptan este tipo de elecciones. De hecho, hay situaciones en las que los niños mayores no aceptan la elección de la libertad y la ruptura del mecanismo porque el mecanismo otorga identidad. Y así, cuando el mecanismo falla, tenemos una nueva identidad en la que reconocernos. Si hay un orden social, cultural, de acogida y de restitución de esa pobreza a la que estos niños y niñas han sido forzados, entonces sí, hay otra identidad. Pero si todo esto no está ahí, la identidad se pierde sin encontrar otra. Y entonces es mejor quedarse con la identidad precedente”.

Puedo decirle que la mayoría de las mujeres se convierten en líderes cuando los hombres están prófugos o van a la cárcel y no hay ningún varón que sea capaz de tomar el relevo. El modelo de reemplazo

¿Cuál es el rol que juega la autonomía económica en esa búsqueda de rebelión de las mujeres de la mafia?

Y aquí entramos con la famosa ley de bienes decomisados ​​y devueltos a la comunidad. Los esclavos, se rebelen o no, no tienen capacidad económica propia. Si las mujeres tuvieran autonomía económica y lugares físicos donde ir, lugares restituidos, ciertamente se convertirían en una herramienta aún más poderosa para la implosión de la mafia. Lamentablemente esto no se ha entendido del todo porque nuevamente se hace una lectura de las mujeres de la mafia ya sea como rebeldes o como sometidas, sin entender su rol poderoso. Son la verdadera herramienta para sacudir a las organizaciones mafiosas, pero los jueces no lo ven. Si un porcentaje del dinero incautado por el Poder Judicial se le diera a las mujeres para sus caminos de autonomía, la mafia se quedaría sin esa agua en la que crece. Si las mujeres ya no permiten las alianzas entre familias porque deciden no casarse, si las mujeres ya no tuvieran hijos con la mafia, es decir, todas las opciones de libertad y autonomía que sólo puede hacer una mujer que tiene habilidades económicas y culturales, digamos culturales.

Usted suele decir que hay dos cosas que deben desterrarse entre jueces y fiscales: prejuicios y estereotipos ¿Cuáles son los más urgentes y cómo se destierran?

Los estereotipos y los prejuicios judiciales existen en Italia y en el mundo. Los convenios internacionales los contemplan porque existen. Los prejuicios y estereotipos afectan la imparcialidad de los jueces porque un juez que tiene prejuicios arraigados culturalmente en sí mismo no es capaz de leer los hechos, es incapaz de emitir juicios autónomos, libres e independientes. Los principales son que las mujeres mienten, que las mujeres exageran. Que las mujeres utilizan las denuncias. Que las mujeres son frágiles, que necesitan protección. Que los hombres son violentos, que tienen una sexualidad incontrolable, que no se les puede contradecir porque si no les da tanta pena que reaccionan golpeando, que no pueden estar solos o ser abandonados por su pareja. Todo esto son estereotipos y prejuicios que encontramos en las sentencias de jueces de todo el mundo y que leen, por ejemplo, un femicidio como el rapto final de un celoso. ¿Por qué no miran la violencia precedente? Porque una lectura estereotipada es una lectura que evita confrontar la discriminación y la relación de poder. Los estereotipos deforman los hechos para doblegarlos al estereotipo, al prejuicio subjetivo del juez, quien, al expresar una palabra pública en nombre del Estado, oficializa ese prejuicio y ese estereotipo. De modo que, no sólo en ese caso, sino en todos los casos siguientes, la conducta de ese hombre quedará impune. 

ED/CC