Panorama político Opinión

Operaciones de crueldad a cielo abierto en busca de un voto que habilite una escalada represiva

13 de agosto de 2023 00:01 h

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El 16 de julio de 2017, el programa Periodismo para Todos, de Canal 13, realizó una cámara oculta a “El Polaquito”, un niño presentado como de 12 años.

Según contó el conductor del ciclo, un equipo acudió a Villa Caraza, Lanús, para realizar una nota sobre un jardín de infantes que había sido robado, cuando El Polaquito se acercó imprevistamente. Captado por la cámara, el niño contó que se drogaba, que conducía camionetas, que su padre estaba prófugo, que robaba y que había matado a “un transa”. Además de su apodo y su cuerpo, el rostro del niño fue expuesto porque la difuminación televisiva fue hecha con impericia.

Según Fernanda, la madre del niño, se trató de un montaje. El Polaquito habría sido secuestrado e instruido por la Policía Bonaerense para que cumpliera un papel. Nunca había asesinado, no manejaba armas, no tenía 12 años sino 11. Era, en cambio, un adicto a la droga desde los ocho años, con trastornos psicológicos, lo que no impedía que se fuera a dormir mirando el canal Disney, porque no dejaba de ser un niño. La madre habló en los días posteriores a la emisión del programa y fue respaldada por el Movimiento de Trabajadores Excluidos, la organización con la que trabajaba.

Made in Lanús

Hasta allí, un choque de versiones; la de Jorge Lanata y la de la madre del niño. Lo que quedó acreditado es que la nota contó con la producción de la Municipalidad de Lanús. Su secretario de Seguridad, Diego Kravetz, custodiaba detrás de cámaras junto a varios agentes.

La presencia de equipos de televisión, policías y patrulleros atrajo al Polaquito a contar sus crímenes ante un periodista. La escena fue tan verosímil como la de aquel arrepentido que, el 2 de agosto de 2015, a días de las primarias presidenciales, se dejó filmar por el mismo programa en el living del departamento de Elisa Carrió en Recoleta, para contar que Aníbal Fernández era “la Morsa” responsable del triple asesinato de la efedrina y luego desdecirse en sede judicial.

Aunque no parezca, los niños, incluidos los que deambulan por la calle, los morochitos con gorrita, los que mendigan, los que roban, los que se drogan, los que no conocen la infancia, tienen algún derecho

Coincidentemente, el testimonio del Polaquito también se dio en el marco de un proceso electoral. A semanas de las primarias de medio término del Gobierno de Mauricio Macri, el canal del Grupo Clarín relató cómo María Eugenia Vidal inauguraba escuelas —algo que, según las estadísticas oficiales, ocurrió poco— y la recia realidad del conurbano bonaerense amenazaba sus buenas intenciones.

Aunque no parezca, los niños, incluidos los que deambulan por la calle, los morochitos con gorrita, los que mendigan, los que roban, los que se drogan, los que no conocen la infancia, tienen algún derecho.

La difusión del caso generó polémica y una recordada discusión radial entre Lanata y Juan Grabois, referente del MTE. Al siguiente domingo, el periodista se adjudicó la valentía de haber iluminado una historia que el resto del sistema quería ocultar, misma lógica que usaría seis años después para dar a conocer la supuesta enfermedad de Wanda Nara de la que no estaban al tanto los hijos de la conductora de Mastercheff. De paso, el conductor repitió el parte policial que adjudicó al niño “formar parte de una banda que robó el jardín de infantes”.

La historia pasó, Kravetz quedó.

Vidas de niños

El miércoles pasado, a las 7.25, dos asaltantes mataron a Morena Domínguez, una niña de 11 años, la misma edad que tenía el Polaquito en 2017. El robo de una mochila truncó la vida de una niña que acudía a la escuela, horror difícil de superar. La ambulancia del municipio demoró 40 minutos en llegar al colegio Almafuerte y Morena murió poco después en el Hospital Evita.

Kravetz, hoy intendente interino de Lanús y candidato para continuar en el cargo por la fracción de Juntos por el Cambio de Patricia Bullrich, se tomó un par de horas para dar el caso por esclarecido. “Son siempre los mismos, 15 mocosos que entran y salen de prisión”.

El candidato, que en su vida pasada fue un activista de empresas recuperadas en 2002 y 2003 y jefe del bloque kirchnerista en la Legislatura porteña hasta 2009, se permitió dedicarse un párrafo autosatisfactorio para narrar que él había detenido con sus “propias manos” a un motochorro en el mismo lugar en que mataron a Morena.

Kravetz dio aire a la versión de que un adolescente de 14 años había sido el autor del asesinato. “El que mató a Morena no tiene mucha más edad que ella: ¿por qué, entonces, ella tiene que estar muerta y él, vivo con su moto?”, se preguntó el candidato a intendente.

Al parecer, lo quería muerto.

Operación Zaracho

La televisión mostró el fugaz ingreso a una comisaría de un joven esposado, sindicado como el segundo sospechoso del asesinato de Morena. Era, en la versión de la tele, el Polaquito, aquel niño del programa de Lanata casi convertido en joven.

Con Infobae, Clarín y La Nación a la cabeza, el sistema mediático dio por válida la versión de una supuesta confesión del adolescente de 14 años. Hubo, además, espacio para una operación burda de tan rebuscada.

Junto a la noticia escalofriante sobre la muerte de la niña aparecía la diputada Natalia Zaracho, cercana a Grabois, como la responsable de haber reclamado la liberación del asesino de Morena en un hecho previo. Se trataba de un episodio de febrero pasado. Zaracho, militante social, pequeña cartonera de principios de siglo, contó en su momento que, al regresar del Congreso, vio como un grupo de policías tenía detenido y esposado al adolescente, y que uno de ellos le pegó una patada en la cara. Intervino en su defensa, chocó con los policías y terminó detenida. Entre un hecho y otro, pasó medio año.

Con Infobae, Clarín y La Nación a la cabeza, el sistema mediático dio por válida la versión de una supuesta confesión del adolescente de 14 años

Una persona a la que la televisión suele presentar como experto en la política del conurbano y maneja línea directa con halcones de Juntos por el Cambio había dado la campana de largada en redes sociales para esa versión intoxicada. Zaracho pasó a ocupar el segundo lugar en los portales y las redes se ocuparon de las ofensas racistas.

Desescalada

La versión de Kravetz y, muy probablemente, usinas policiales bonaerenses se desmoronó con el correr de la mañana. Los detenidos —el adolescente de 14 y el supuesto Polaquito— no habían sido los autores del asesinato, sino dos adultos. Entonces, Clarín, La Nación e Infobae, que se habían embarcado en la operación de Zaracho, se vieron en el brete de desescalar. La diputada pasó a ser quien había defendido al niño que había delatado a los asesinos de Morena.

Esta vez, el ministro de Seguridad de la Provincia, Sergio Berni, con propensión similar a la de Kravetz de alardear mano dura y lanzar versiones al voleo sobre culpabilidades, se privó de intoxicar el ambiente y dejó oír su voz cuando la responsabilidad de los menores estaba descartada.

El relato B de Kravetz y los portales también fue desestimado por la fiscal Silvia Bussano, a cargo del caso. El niño de 14 años no se había adjudicado el crimen ni había delatado a los verdaderos asesinos de Morena. Según contó Bussano a Ernesto Tenembaum en Radio con Vos, esos menores eran totalmente ajenos a la causa y habían sido detenidos por otro motivo. Es probable que la Policía Bonaerense haya presentado una versión formal ante la fiscal y otra falsa a los medios para maquillar la premura con que fue a buscar al primer acusado. No obstante, aunque la participación del niño de 14 años y el Polaquito ya había sido descartada, el Grupo Clarín, en todos sus soportes, apuntó sus cañones durante todo el día contra aquel entrevistado del programa de Lanata, en algunos casos, con inexactitudes aviesas.

A partir de hechos muy sugerentes, cabe hacer una inferencia a ser corroborada. Kravetz tenía plenamente identificado al Polaquito en 2017; según la madre del niño, fue artífice de su falsa confesión televisiva. Seis años después, tiene identificado a otro adolescente de 14 años con un perfil muy parecido al de aquel nene del programa de Lanata. Sea por prejuicio, precipitación o venalidad, el candidato a intendente parece saber cómo llegar a menores de edad y endilgarles homicidios cuando hace falta. Son niños, viven en el mismo municipio y tienen la misma edad que Morena

Kravetz pasará; la demagogia punitivista quedará.

Mano dura, sin fin

Las urnas dirán en cuestión de horas si el precandidato de Juntos por el Cambio se encamina a ser electo intendente en el principal bastión popular del PRO en el conurbano bonaerense. Nadie debería descartar que el derrotero de esta semana lo ayude a conseguir su objetivo. Dio varios pasos en falso, pero contó con importantes aliados para disimularlos.

El patrimonio de la mano dura está lejos de circunscribirse a Kravetz en el país en el que buscaron votos con esa prédica Aldo Rico, Luis Abelardo Patti, Carlos Ruckauf, Patricia Bullrich y Sergio Berni. Un ministro de seguridad promedio de cualquier provincia argentina apela al lenguaje malevo para afirmarse en el cargo. Gobernantes como Daniel Scioli, Horacio Rodríguez Larreta, Juan Schiaretti, Alfredo Cornejo, Néstor Kirchner, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, los socialistas de Santa Fe y Sergio Massa abrevaron en esa demagogia ruin cuando la necesitaron. Las raíces son profundas y no extrañas a una historia con media docena de dictaduras militares que perpetraron el terror de Estado.

Hoy, en el cuarto oscuro, las listas de Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza ofrecen una amplia gama de manoduristas con tintes xenófobos y pinceladas negacionistas

Sin ir más lejos, hoy, en el cuarto oscuro, las listas de Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza ofrecen una amplia gama de manoduristas con tintes xenófobos y pinceladas negacionistas.

Muerte en el Obelisco

Cuando la campaña electoral, una de las más sombrías de la historia democrática, pasó a estar dominada por el asesinato de Morena, la muerte del militante y fotorreportero Facundo Molares ofreció otra perspectiva sobre lo que está en juego en estas elecciones.

Molares, exmiembro de la guerrilla colombiana FARC, activista detenido en Bolivia en ocasión del golpe de Estado de 2019, fue arrestado y aprisionado contra el piso por efectivos de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires durante una protesta a metros del Obelisco. Murió.

La versión oficial encontró un título: descompensación. Es probable que la causa médica de la muerte sea ésa y que la acusación lisa y llana a la Policía de la Ciudad de haber cometido un “asesinato” sea un exceso oportunista. Molares estaba delicado de salud, pero el desenlace se dio cuando policías presionaban su cuerpo contra las baldosas.

El nuevo código democrático que enarbola el Gobierno de la Ciudad establece que las personas con riesgos de salud no tienen derecho a manifestarse. Es, además, un código intermitente. Los ciudadanos que durante meses se congregaron frente al domicilio de Cristina Fernández de Kirchner en Recoleta o frente al Instituto Patria, con amenazas, antorchas y guillotinas, merecieron la cándida observación de los efectivos de la Policía de la Ciudad, cuando no su complicidad. Si los manifestantes son contrarios a la ideología que gobierna en la Capital Federal, entonces entra a jugar un código neoyorquino sobre el respeto irrestricto del espacio público que todavía no fue concesionado.

Los forenses no habían terminado su trabajo para dilucidar las causas de la muerte de Molares cuando Rodríguez Larreta, el dialoguista de Juntos por el Cambio, respaldó “completamente el accionar de la Policía de la Ciudad”. Acompañó su expresión de orgullo con la cantinela habitual sobre el diálogo y el consenso. Acechaba la sombra espectral de Bullrich para doblar la apuesta.

De Bullrich, la candidata no dialoguista de Juntos por el Cambio, no podía esperarse nada distinto que entusiasmo por la violencia policial

La Policía ejemplar a la que suele alabar Rodríguez Larreta acaba de tener a nueve de sus miembros condenados —tres a prisión perpetua— por el asesinato agravado por odio racial del joven jugador de Barracas Central Lucas González. El caso, uno de los varios de gatillo fácil en la Ciudad en el último lustro, demostró una fuerza volcada a encubrir la violencia institucional en todos sus testamentos y tiene pendiente una investigación sobre la complicidad de su jefatura.

De Bullrich, la candidata no dialoguista de Juntos por el Cambio, no podía esperarse nada distinto que entusiasmo por la violencia policial. El respaldo a los policías que asesinaron a González y a los prefectos todavía impunes por el homicidio del mapuche Rafael Nahuel trazó un umbral que condiciona su discurso público y su hipotético Gobierno.

Hay que recordar que, entre 1974 y 1983, los diarios se dedicaron a difundir el supuesto prontuario de los “guerrilleros” muertos en “enfrentamientos” con fuente exclusiva en el Estado terrorista

La Nación, Clarín e Infobae pusieron el foco en el fallecido, para acusarlo. Centraron su interés en el vínculo con las FARC registrado en los archivos de Google y citaron las causas que lo involucraban en Colombia, un país en el que se sabe que sus medios se destacan por su ecuanimidad y apego a la verdad.

No es lo peor que hizo la prensa argentina, hubo contextos mucho más abyectos. Hay que recordar que, entre 1974 y 1983, los diarios se dedicaron a difundir el supuesto prontuario de los “guerrilleros” muertos en “enfrentamientos” con fuente exclusiva en el Estado terrorista.

Con la muerte de Molares, asomó a su vez la hipocresía del kirchnerismo y sus medios, los mismos que callan, justifican o disimulan el militarismo policial de Berni, teniente coronel cuya presencia en Gobierno bonaerense está justificada, primero, por el dedo de Cristina, y ahora, por la anuencia de Axel Kicillof.

Mientras Molares moría en el Obelisco, la Policía Federal se encargaba de la represión de una protesta por el servicio demorado a unas veinte cuadras de allí, en la estación Constitución del Ferrocarril Roca. Un registro del canal IP mostró a un agente federal golpear a un manifestante-pasajero con una saña inusitada, mucho mayor que la exhibida por sus pares de la Ciudad en el microcentro. El pasajero en cuestión, por suerte, no tenía problemas de salud tan graves y no se descompensó.

El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, volvió a dar la nota por enésima vez. Su frase desafortunada de la mañana —“no tengo por qué meterme” en la causa de Morena— quedó ensombrecida por sus tuits de la tarde sugiriendo una conspiración por el corte de vías que originó la protesta en Constitución. Lo acompañó su colega de Transporte, Diego Giuliano. A lo largo de cuatro años, los funcionarios del Gobierno del Frente de Todos, desde el Presidente, la vicepresidenta y todas sus facciones, dieron mucho de sí para cumplir el papel de comentaristas de los acontecimientos del país que les tocó en suerte administrar.

Urnas para derechas de todos los colores

El país llega a unas primarias decisivas sin brújulas que orienten el resultado. Gran parte de los encuestadores se encargaron de sembrar dudas sobre sus instrumentos a fuerza de groseros errores en sus pronósticos. En el ambiente, flota un giro a la derecha tan agudo y con tantos colores, desde palomas a ultras, como nunca tuvo la democracia argentina. En cualquier caso, sería un grave error asegurar un destino a la luz de antecedentes en los que el pueblo argentino mostró capacidad de torcer el rumbo que le habían deparado desde la endogamia del círculo rojo.

A lo largo de cuatro años, los funcionarios del Gobierno del Frente de Todos, desde el Presidente, la vicepresidenta y todas sus facciones, dieron todo de sí para cumplir el papel de comentaristas de los acontecimientos del país que les tocó administrar

El menemismo, en los noventa, fue una expresión popular de la derecha, pero el juego interno del peronismo y el liderazgo excepcional de su conductor daban un marco más complejo, con más conexión territorial y sensibilidad que este presente dominado por divulgadores de pasiones tristes. El clamor por una violencia racista y clasista que dispara la pantalla televisiva no explica una era, pero expone un síntoma.

A falta de una mínima certidumbre sobre su forma de ejecución, el plan de dolarización de Javier Milei abre las puertas a un período de caos social y aumento de la pobreza imposible de delimitar desde este presente. En cambio, la certidumbre es mayor en cuanto a los mercaderes y procesistas que acompañan al candidato de La Libertad Avanza.

Esta medianoche, salvo una elección muy mala y muy pareja para los candidatos de Juntos por el Cambio que altere los ánimos, cabe prever un festejo conjunto entre Rodríguez Larreta y Bullrich. La ríspida rivalidad interna será rápidamente subsanada, y nadie debería sorprenderse. A derecha e izquierda, en el peronismo y el antiperonismo, sobran antecedentes de enemistades mayores que la de los postulantes de la coalición conservadora y fueron resueltas con un abrazo televisado ante la tentación de la victorial electoral.

Las opciones de derecha acortaron diferencias programáticas en las últimas semanas. Se sabe que habrá devaluación para levantar el cepo, despidos, recortes, reforma laboral, privatizaciones, rebaja de impuestos a los ricos y reducción de retenciones para el agronegocio. Será en un día, un mes o un año, según quien explique. Se les acabó la fiesta a los trabajadores, a los jubilados y a los planeros, que no hacen más que recibir satisfacciones. Basta de jolgorio para los padres lanusenses del colegio al que acudía Morena. Es hora de ajustarse el cinturón y liberar a las fuerzas productivas.

¿Habrá protestas? Habrá orden policial.

La televisión nos mostró al Polaquito a los 11 y supuestamente lo volvió a exhibir a los 17, y en ambos casos le endilgó homicidios que no cometió. Ya tiene derecho a emitir su voto. En seis años, quién sabe qué será de su vida.

SL