Javier Milei, en un criterio fundacional, salió a romper los tabús que construyó la grieta política que reinó en las últimas dos décadas. Entre recelos, sin capacidad para el acuerdo y muchas veces ni siquiera para el diálogo, los dos ecosistemas políticos que dominaron la política criolla hasta el 22 de octubre pasado, el peronismo y Juntos por el Cambio (JxC), no pudieron jamás resolver un asunto sobre el que los dos, a grandes rasgos, coincidían: la discusión del sistema electoral y, en particular, la reforma del régimen de Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) que entró en vigencia en la presidencial del 2011.
Durante la presidencia de Mauricio Macri el oficialismo las quiso eliminar y/o cambiar, pero no pudo por rechazo del PJ. Durante el mandato de Alberto Fernández, el oficialismo peronista las quiso eliminar y/o cambiar, pero no lo consiguió por la negativa de JxC. Una idea que, en el fondo, ambos compartían, no pudo avanzar por mezquindades. Ni siquiera para, como se propuso, modificarla y sacarle la obligación de concurrencia a los electores o que los partidos con una sola lista de candidatos no tengan que ir a las urnas.
En medio de esa incapacidad política de los dos espacios mayoritarios, Milei incluyó en su mega proyecto de ley una reforma política que suprime las PASO pero que además introduce otras reformas más delicadas que están hace tiempo en el menú de la política. El empate permanente de los espacios que fueron a veces oficialismo y a veces oposición paralizó la discusión sobre reformas que la dinámica política, o el contexto social, muchas veces reclaman.
Grieta
Como en otros temas, Milei parece encontrar un hueco en esa grieta política y, ahora que el sistema de poder político y partidario cruje, decide avanzar con cambios estructurales y se nutre de un clima de hostilidad y hartazgo, el mismo que posiblemente lo ayudó a llegar a ser presidente. La política, justa o injustamente, es vista como parte del problema más que de la solución. Es lo que, en campaña y ya en el poder, Milei llama con éxito de taquilla “la casta” y a la que responsabiliza de todo. Su último sablazo fue acusar de querer coimas a los legisladores que se manifiestan en contra del mega DNU.
Al margen de la eliminación de las PASO, Milei quiere modificar de fondo el sistema de representación al suprimir la elección de legislador por las minorías, lo que instala el riesgo de hegemonías totales en Diputados. Al tratar de instaurar un sistema de uninominalidad -es decir, que no se vote una lista de diputados por una provincia, sino que se divida en regiones y que en cada región se vote un solo diputado entre los que sea electo solo el ganador-, Milei avanza con un formato que saca de escena a las representaciones minoritarias. Quizá, con ese formato, el gobierno quiera revertir su situación actual que refleja una amplia minoría legislativa.
No quiere decir que el Congreso quede integrado solo por un partido pero sí quedarán sin representación legislativa los sectores minoritarios de un territorio. A su vez, eso puede agudizar la polarización porque al existir chances de elección solo para el espacio mayoritario, las expresiones más chicas parecen condenadas a perder toda representación legislativa.
Hay otra afectación para las minorías: eliminar los espacios de propaganda gratuitos para los candidatos y reinstala el mecanismo de que cada partido de financiar su campaña en medios, lo que suele beneficiar a los determinados espacios con ascendencia en sectores del poder económico. Al mismo tiempo, elimina los topes de aportes para las campañas. Es decir: una persona o empresa podrá financiar, con el dinero que quiera, a un candidato X sin que eso suponga una inhibición. El argumento oficial es que, de ese modo, se blanquean aportes que suelen aparecer en negro.
En la Biblia política de Milei la política es la casta y solo produce gastos. Está probado que en términos de volumen las erogaciones del sistema político son bajas, casi ínfimas, dentro del gasto total del Estado. En el caso de la uninominalidad, Milei dice que mejora la representación porque desaparece la lista sábana y cada “circunscripción” sabrá a qué diputado vota. El planteo encaja con el argumento anticasta que tiene entre sus argumentos centrales el rechazo a la boleta sábana porque a veces no se sabe quiénes integran las listas.
Planteos recurrentes
La campaña libertaria prometió que el ajuste lo pagaría la casta. Sobre ese relato, Milei monta un argumento esencialmente económico para avanzar con reformas que están hace tiempo en debate y que, en muchos casos, sobre todo respecto de las PASO, tienen niveles de acuerdo muy amplios en espacios políticos antagónicos.
Con las primarias, además de lo referido al gasto económico innecesario, Milei aprovecha otro argumento vinculado a la apatía electoral y a la saturación de ciertos electores: en algunas provincias se puede votar hasta seis veces en el mismo año por la existencia de PASO local y nacional, general local y nacional y balotaje local y nacional. Como en ciertas jurisdicciones los municipios pueden además fijar su propia fecha, puede haber más turnos electorales. Un rasgo del proceso electoral del 2023 fue que pareció, para todos, infinito y agotador: se empezó a hablar de elecciones en febrero, con una primera reducida, y se estiró hasta el balotaje del 19 de noviembre. La campaña, en términos climáticos, duró diez meses. En todo el país se votó al menos tres veces.
Milei tiene una ventaja. Por la conformación personalista de su espacio político, en la que él manda y donde no existe una estructura orgánica, no parece importante el sistema de las PASO que, aun con críticas, permitió la conformación de alianzas electorales -de la que es hija por ejemplo JxC, porque permitió integrar diversidades para enfrentar al peronismo- y que requiere de la existencia de un sistema de partidos que está en crisis. Sin PASO puede volver el tiempo del “dedo” más intensamente que en otras ocasiones, a la hora de la conformación de listas.
Hartazgo
Sobre ese hartazgo, Milei avanza con una reforma que no parece tener resistencia: eliminar las PASO. Pero, en el tumulto, introduce otra serie de cambios. Uno, que tiene algún nivel de respaldo en sectores políticos, es la utilización de la Boleta Única de Papel (BUP) para dejar atrás las boletas sábanas que se usan actualmente. La BUP está vigente en Córdoba y Santa Fe, para cargos locales y con características particulares. Supone una reducción del gasto -porque implica imprimir menos boletas- y da ciertas garantías de que no haya faltante de boletas en los cuartos oscuros.
Sobre esto último hay un dato para recordar: desde el retorno de la democracia, los oficialismos perdieron más veces que las que ganaron. Perdió la UCR en 1989, el peronismo en 1999 y en 2015, el macrismo en 2019 y el peronismo en 2023. Eso demuestra, desde la estadística, que el sistema electoral es transparente y refleja los ánimos sociales. Este año, de hecho, varios oficialismos provinciales perdieron, entre ellos el MPN que gobernaba hacía más de 50 años en Neuquén.
La otra modificación del sistema político tiene que ver con la representación territorial de la Cámara de Diputados, que toma como base una ley de 1984, que establecía pautas para el reparto de las bancas por provincia. Al modificar el sistema y las cifras de habitantes, se redibuja el reparto de bancas y presenta un crecimiento de la provincia de Buenos Aires, que actualmente tiene 70 y pasaría a tener 97 mientras que CABA pasaría de tener 25 a tener 17 diputados. Otras provincias como Córdoba, Santa Fe y Tucumán crecen y muchas otras pierden diputados, según un informe que elaboró el Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD).
PI/DTC