—¿Vos decís que Carlitos me va a cagar?
La pregunta, intempestiva, sorprendió a su receptor. Federico Ramón Puerta se la hacía a cada uno de sus amigos que lo visitaban en su estancia Iporá, sobre la ruta nacional 105, a unos 30 kilómetros de Posadas. Corría 1999 y al por entonces gobernador de Misiones le carcomía la duda acerca del accionar que tomaría quien, en caso de un triunfo del PJ en las elecciones provinciales, se erigiría como su sucesor. Su interlocutor de ocasión era el poderoso banquero Jorge Brito. Y “Carlitos”, nada más ni nada menos que Carlos Rovira, el actual líder indiscutido de la tierra colorada.
La presunción de Puerta no tardó en confirmarse: una vez en el gobierno, Rovira comenzó a dar gestos de autonomía. Sin embargo, en medio de ese proceso de ruptura que finalizaría en 2003, el empresario yerbatero, que tallaba entre los miembro de la “liga de gobernadores” del PJ, iba a alcanzar el cenit de su carrera política. El 21 de diciembre de 2001, Puerta tuvo un fugaz paso por la Casa Rosada en medio del estallido social que terminó con la renuncia de Fernando De la Rúa. Pero al día de asumir, en su rol de presidente provisional del Senado, convocó a la Asamblea Legislativa. “Cumplí con el mandato que me dio la Constitución”, suele consolarse públicamente quien supo ser amo y señor de la política misionera durante los años 90. Los que lo conocen bien saben, en cambio, que es algo que hasta el día de hoy no se lo perdona.
Más de dos décadas después de su momento de estrellato, a sus 73 años, Ramón Puerta vuelve a estar hoy en boca de la opinión pública nacional. Las razones, sin embargo, distan mucho de aquellas. Su hijo Pedro, legislador provincial desde diciembre pasado, quedó envuelto en el escándalo que involucra directamente a su socio político y amigo, Germán Kiczka, acusado junto a su hermano de pertenecer a una red de consumo y tráfico de material de abuso sexual infantil. “Soy fuertemente perseguido en Misiones y mi hijo también la liga porque tiene el mismo apellido”, lo salió a defender el dos veces gobernador (1991-1999), uno de los mejores alumnos que tuvo Carlos Menem.
Tanto los Puerta como los Kiczka son oriundos de Apóstoles, una localidad de poco más de 50.000 habitantes ubicada al sur del territorio provincial, que pese a su pequeño tamaño se erige como la cuna de la elite política local. Desde 1953, cuando pasó de territorio nacional a provincia, gran parte de los gobernadores que tuvo Misiones nacieron en ese pueblo de inmigrantes refundado el 27 de agosto de 1897 y en cuyas inmediaciones se encuentra la mayor parte de las hectáreas de plantaciones de yerba mate del país. Una geografía sobre la que los Puerta, descendientes de andaluces, amasaron su fortuna.
El heredero
Abogado de 36 años, locuaz y carismático como su padre, Pedro es el menor de los hijos de Ramón, quien se desempeñó como embajador argentino en España durante la presidencia de su amigo personal Mauricio Macri. Apostoleño de nacimiento, el joven Puerta vivió su niñez y adolescencia en Buenos Aires. Recién en 2014, una vez recibido en la Universidad de Belgrano y tras cursar un posgrado en Francia, tomó la decisión de regresar a su tierra natal para crear su propio espacio político y, según apunto en una entrevista, estar “más cerca de la familia”.
Fueron las elecciones legislativas nacionales de 2021 las que marcaron un punto de inflexión en la carrera política de Pedro Puerta. Ese año, la alianza Juntos por el Cambio conformada por la UCR, el PRO y su partido, de nombre Activar, superaría en las elecciones de medio término al oficialista y hegemónico Frente Renovador de la Concordia. De esa manera, Pedro lograba colocar una diputada nacional en el Congreso, Florencia Klipauka –hoy integrante del bloque de La Libertad Avanza– y se posicionaba como una figura ascendente, con abiertas pretensiones de disputar la gobernación misionera en 2027.
Ahora, solo tres años más tarde, ese horizonte parece volverse cada vez más lejano. Desde el vamos, el affaire Kiczka fue utilizado por las huestes del exgobernador Rovira (1999-2007) para montar una campaña mediática contra Puerta, en un tiro por elevación a toda la oposición provincial. Pero más allá del lógico oportunismo político, en los últimos días, las sospechas en torno a la implicancia del líder de Activar en la causa se acrecentaron: no solo la Justicia allanó la empresa de cigarros de la familia, donde Kiczka ocupada una oficina, sino que trascendieron supuestos fragmentos del expediente en el que se menciona a Pedro formando parte de un grupo de Telegram en el que se conversaba acerca de “menores”.
“No podíamos saber que estábamos sentados al lado de un asqueroso”, se atajó la semana pasada Pedro Puerta, en una de las tantas entrevistas que concedió a canales de televisión porteños. Asombra el denodado esfuerzo por negar la relación de amistad que compartía con Kiczka, hoy acusado de pertenecer a una red internacional de pedofilia. Es que no hace falta ser un conocedor de los entretelones de la política misionera para darse cuenta de lo absurdo del argumento: es evidente que ambos eran mucho más que compañeros de bloque en la Legislatura provincial. Se movían en tándem, aunados por la confianza.
Todos estos componentes configuran en Misiones una tormenta perfecta, que adquiere tintes cada vez más truculentos a medida que transcurren las jornadas. El poder económico de los Puerta no parece alcanzar para ahuyentar los fantasmas de un caso aberrante que, según fuentes judiciales, puede llegar a trascender la figura de Kiczka. Y aunque Pedro quede eximido de cualquier tipo de responsabilidad penal, el costo político que ya está pagando lo obliga a tener que reconvertirse, en una pirueta de la cual difícilmente logre caer bien parado. Carlos Rovira, “el gran traidor”, como lo llama Ramón, respira tranquilo. Y avanza.
PL/DTC