Le gusta la exposición pública y la disfruta. Es parte distinguida de uno de los sectores más rentables de la Argentina, defiende el agronegocio en todas sus formas y encabeza una poderosa ofensiva publicitaria que se ríe de la polarización. Antonio Aracre es el director general para Latinoamérica Sur de Syngenta, la transnacional agroquímica más grande del mundo que es propiedad de los chinos y sólo durante 2020 tuvo ventas por U$S 23.100 millones.
Aunque lleva 35 años como parte de la firma que primero fue Novartis y se convirtió en Syngenta poco antes del estallido de 2001, Aracre ocupa el sillón de director general de operaciones en la región desde hace una década y aumentó su protagonismo como nunca desde que Alberto Fernández llegó a la Casa Rosada. De estrecha relación con el Frente de Todos, busca asumir un perfil de lo más alto en el marco de la expansión de un verdadero gigante global, que se ofrece a colaborar con un gobierno sediento de dólares.
Con su casa matriz todavía en Basilea, Suiza, Syngenta Group es un pulpo que nació concentrado en el negocio de las semillas -en 2018 se quedó con Nidera Semillas- y se extendió después al rubro de los agroquímicos y el mercado de fertilizantes y plaguicidas. Desde hace cuatro años, su único accionista es el estado chino. Fue adquirida en 2017 en 43 mil millones de dólares por China National Chemical Corp (ChemChina), una empresa que a su vez se fusionó en 2020 con la estatal Sinochem, la compañía más grande de químicos del planeta. Si hoy son cuatro las empresas que manejan el mercado global de insumos agrícolas, Syngenta supera en el ranking a los demás emporios con los que compite y gana: Bayer (la compradora de Monsanto), BASF y Corteva (la ex Dow DuPont).De Syngenta Group también forma parte Adama, una firma de origen israelí que se dedica a la “protección de cultivos”.
El arribo del peronismo al gobierno y la operación que lo convirtió en la cara de los chinos en Argentina llevaron a Aracre a invertir tiempo, energía y fondos de la multinacional china en elevar su perfil con intervenciones constantes en las redes sociales. Su objetivo principal es discutir con los sectores que denuncian, dentro y fuera del país, los efectos nocivos de los agrotóxicos sobre la población y los suelos. En el ambientalismo advierten desde hace años por los casos de las malformaciones, enfermedades cardiovasculares y cáncer que padecen los habitantes de las zonas fumigadas. Pero Aracre no habla solo para los convencidos del agrobusiness: va a los canales de televisión que militan por el oficialismo y por la oposición, busca generar debates con referentes del ambientalismo y despliega una pauta generosa que llega a las costas del progresismo y se mete bien adentro.
Lo hizo en Instagram con la politóloga, experta en temas ambientalistas y portavoz de Extinción o Rebelión (XR), Flavia Broffoni, lo hizo en la TV Pública con la militante de la UTT Maritsa Puma, en las redes con el chef Damien Betular y lo intentó hacer en los últimos días con la periodista Soledad Barutti.
Comparado con Gustavo Grobocopatel por su intento de cruzar las fronteras del agronegocio y con Hugo Sigman por su apuesta a la biotecnología, el directivo de los chinos es una rara avis en el mundo del agronegocio. Desde el minuto uno, Aracre tuvo un acercamiento con el Presidente y se sumó al Consejo contra el Hambre, una de las iniciativas más promocionadas del gobierno que se perdió en el tiempo con la pandemia y el crecimiento de la pobreza.
El Ceo de Syngenta se sumó a la mesa que integraban figuras como Marcelo Tinelli, Martin Caparros o Narda Lepes pero a diferencia de varios de ellos continuó su relación con Fernández aún después del naufragio de la iniciativa. Visitó la residencia de Olivos, la Casa Rosada, recibió al Presidente y a parte de su gabinete en una de las plantas que la empresa tiene en Venado Tuerto y hasta organizó una cumbre en noviembre pasado en la quinta presidencial con los Ceos de multinacionales como Toyota, Accenture y Unilever. En ese caso, la idea surgió del intercambio frecuente que Aracre mantiene con el ministro de Economía Martín Guzmán. Según le dijeron a elDiarioAR en su entorno, el Ceo de la multinacional china conversa mucho con Guzmán y comparten criterios en más de un aspecto. Rápido, ambicioso y con deseo de ganar en todos los terrenos, Aracre es uno de los entusiastas que defienden la recuperación económica y hasta utiliza el lenguaje de Guzmán: habla, por ejemplo, de “tranquilizar” la economía, antes de avanzar con la reforma laboral que reclama el sector empresario.
Aunque Fernández y Guzmán son los representantes del Gobierno con los que más dialoga, Aracre habla con casi todos y no restringe sus contactos ni al albertismo ni al cristinismo. Hace 10 días, visitó a Julián Domínguez en el ministerio de Agricultura, mantiene un vínculo fluido con Matías Kulfas y su segundo Ariel Schale para trabajar la sustitución de importaciones y está on line con el embajador argentino en China, Sabino Vaca Narvaja. El reemplazante de Luis María Kreckler, reconocen en Syngenta, hasta le abrió a Aracre las puertas de la embajada china en Buenos Aires.
“Liberal” y “progresista”
El Ceo que disfruta la exposición es profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y tiene dos hijos de un matrimonio que se extendió durante 12 años. Sin embargo, en 2013 decidió asumir su homosexualidad y este año llegó a la tapa de Forbes con una declaración que es parte de su campaña: “Hoy es más fácil ser gay y CEO”. El representante de la multinacional del agronegocio que ya superó en volumen de facturación a la ex Monsanto se define a sí mismo como un CEO atípico, con una mirada que no solo es liberal en lo económico sino también en lo político. “Es más progresista que el promedio de los CEOS argentinos”, dicen cerca suyo. Eso, piensa, descoloca a parte de sus detractores y les impide etiquetarlo como emblema de un empresariado carente de toda sensibilidad. Como todo en Aracre, es una presentación que forma parte de su propia y diversificada estrategia publicitaria.
La figuración en ascenso del director ejecutivo de Syngenta no tiene que ver con una política global sino con un interés personal. El CEO global de la firma, Erik Fyrwald, participa también de los debates en las redes pero su discurso se limita a defender los agroquímicos. Fyrwald vino en dos oportunidades a la Argentina durante la gestión de Mauricio Macri pero curiosamente no logró reunirse con el entonces presidente y tuvo que conformarse con charlas con Marcos Peña. Aracre, en cambio, pontifica sobre las virtudes del agronegocio pero interviene en todas las discusiones que puede y reconoce. Le interesa, dicen, meterse en el “barro político”.
La vocación deliberativa de Aracre se completa con la generosa pauta de Syngenta en medios que exceden a los promotores del sector rural como Clarín y La Nación. También incluye a medios alineados con el Gobierno y a espacios críticos con las consecuencias nocivas del uso abusivo de fertilizantes. En esos espacios, el Ceo local de los chinos tiene un particular interés, según reconocen a su lado. La campaña publicitaria apunta a llegar a un público urbano con avisos en los que aparecen mezclados términos como “empatía”, “diálogo”, “solidaridad”, “diversidad” e “inclusión”. ¿Por qué lo hace? En la división local de Syngenta están convencidos de que el debate sobre los agroquímicos que se utilizan en el campo se va a dar cada día con más intensidad en las ciudades y con las nuevas generaciones. Por eso, intentan llegar al público urbano y a los millennials que, según creen, van a definir el futuro del agronegocio. “Al productor le seguimos hablando, pero nuestro negocio depende de la validación del público urbano y, si el rechazo crece, en el corto plazo se va acabar. No podemos estar en silencio, necesitamos contarle una historia a los jóvenes que contrarreste las voces que son muy activas y muy agresivas en contra del sector”, le dijo a elDiarioAR un colaborador de Aracre. Pretenciosa como pocas, la multinacional de capitales chinos busca presentarse como parte de las entidades que luchan contra el cambio climático y la pobreza.
Hay un último aspecto que viene asociado al protagonismo del CEO de Syngenta y es la reacción del establishment en torno a su alto perfil. Mientras los amigos de Aracre aseguran que muchos lo respaldan y le agradecen por su intento de convertirse en una voz empresaria en el debate público, en las entidades que están nucleadas en el Consejo Agroindustrial Argentino lo fulminan con críticas por cortarse solo y figurar a cualquier precio. Uno de los primeros en cuestionarlo fue el Director de Soluciones para la Agricultura de BASF para Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia, Gustavo Portis, que le salió al cruce cuando se sumó al Consejo del Hambre sin consultar al sector. Portis era entonces el titular de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe). No fue el único. En las cadenas agroindustriales lo señalan como un “vendehumo” que tiene como misión principal prolongar las “fronteras de su ego” y sostienen que no es un referente para nadie. Al contrario, lo ven como alguien ajeno al sector, que ni siquiera es tenido en cuenta en sus planteos. Sin embargo, Aracre gana protagonismo, tiene llegada directa al gobierno y representa los intereses de una multinacional china en expansión. Si algo le preocupa, es seguir ampliando las ganancias del emporio que lo vio nacer.
DG