Entrevista

Rafael Bielsa: “El Javier Milei de hoy no se parece a la persona que yo conocí”

Rafael Bielsa es abogado constitucionalista, escritor, ex canciller, ex embajador en Chile, ex presidente ejecutivo de Aeropuertos Argentina 2000, militante político. Conoce muy bien al presidente Javier Milei de cuando trabajaban juntos en Corporación América. Asegura que hoy no reconoce al que era entonces y no comparte para nada el rumbo que tomó su gobierno. Por otra parte, cree que el peronismo debe hacer una profunda autocrítica antes de hacerse planteos electorales.

—Trabajaste con el presidente Milei, así que sos una persona autorizada para hablar de él. Casi siete años en Corporación América, la empresa de de Eduardo Eurnekian. Y sos muy crítico de la gestión Milei, de su plan de gobierno. Pero te voy a empezar preguntando por los méritos de Milei. ¿Qué mérito le reconocés si le reconoces alguno en el ejercicio del poder? Lleva un año Milei gobernando. Muchos no esperaban que llegara a presidente ni que llegara a su primer año con este nivel aparente de adhesión en las encuestas.

—En primer lugar, diría que era un tipo muy meritorio. Yo le tenía un enorme cariño y un enorme respeto intelectual. Fue un analizador de riesgos sin par. Excelente. Trabajador, dedicado, inteligente, oportuno y una personalidad que a mí me agradaba. Todo lo que yo sé de la Escuela de Viena de Economía, lo sé por él, por cosas que me dijo, por libros que me recomendó, por charlas que tuvimos, discusiones. Ahora, uno tiene respeto y cariño por personas que respeta y quiere en un sentido más global que una simple conversación. Y yo creo que el Javier Milei de hoy tiene muchísimas cosas que me agravian, me desagradan, me enojan, me hieren, me lastiman. Todo lo que amo y lo que me hace amable a la vida, él lo agravia. Entonces, naturalmente, reacciono. No se parece a la persona que yo conocí. A lo mejor la conocí mal. A lo mejor la evalúe mal. A lo mejor la relación con esa cosa intangible, esa especie de de monstruo que es el poder, haya extraído de él aspectos que yo los percibí o que él no necesitaba exteriorizarlos. Pero lo cierto es que no es que yo tenga una crítica en términos políticos sobre él. La primera crítica es por qué me mostró un Javier Milei que no era el Javier Milei verdadero. Y por el otro lado, esto que hoy es todos los días en sus palabras, que son hechos de habla, las palabras no son solamente cosas que uno dice, son cosas que uno hace con la garganta y la lengua. Si eso es un exabrupto, si eso es momentáneo, si eso es táctico, si eso es estratégico o su relación con el con el poder genera esta personalidad que a mí me genera esta repulsa.

—¿Pero por qué le resulta tan fácil, piensan muchos, avanzar con un ajuste que es un ajuste que no tiene antecedentes en democracia, lograr lo que viene logrando hasta ahora casi sin oposición? ¿Pensás que hay algo que aprendió del poder o es que tenía el camino allanado para avanzar con algo que otros no se animaron a hacer?

—Lo que él aprendió o dejó de aprender respecto del poder implica primero definir qué es el poder y quién lo tiene en la patria, en nuestra patria, en nuestro país, la República Argentina. No lo tengo claro, por lo tanto, no sé si él está siendo funcional a eso o no está siendo funcional. Prefiero pensar en términos de nuestros errores. Nosotros no le dimos a la gente, a los que votan, a los que sufren y votan, no le dimos nada de lo que les habíamos prometido, les quitamos la posibilidad de acceder y respetar y sentirse respetado por las instituciones. Eso produjo un descalabro en las instituciones y ese descalabro... Yo creo que peor que el hambre es la incertidumbre. Y a mí me parece que eso es lo que le pasó a la gente. Yo creo que la gente sintió tanta incerteza, que eligió algo que era un exabrupto y hoy no castiga eso. ¿Por qué? No tanto porque está acertando Milei, como porque mucha gente que lo votó dice: es mi voto. Será petiso y gordo, pero es mi petiso y gordo. Y hace bien la gente. Yo no estoy en contra de lo que la gente piensa. Tengo que aprender lo que me está enseñando. Tengo que escucharla, escucharla mejor. Apearme de mis ambiciones personales y mis juicios personales. Y también no molestarlo mucho a Javier Gerardo. Él la presencia la ganó legítimamente. No robó nada. No construyó una revolución, no bajó de Sierra Maestra, ni siquiera bajó de Wall Street. Él hizo una carrera. Esa carrera obtuvo un premio. El premio merecerá, como sucede siempre en esto, como en el fútbol, el triunfo mejora lo bueno y la derrota empeora lo malo. Vamos a ver si lo están esperando triunfo o derrota.

—Milei y algunos teóricos que lo acompañan, politólogos, influencers, están reivindicando por primera vez esta idea de que ellos son parte de una nueva derecha, algo que otros no habían hecho antes. Te escuchaba en alguna entrevista. ¿Por qué pensás que esta derecha, extrema derecha, ultraderecha, nueva derecha se autodenominan, salió ahora del closet, se reivindica de esta manera y llegó al poder con ese discurso tan extremo?

—Tomando tu metáfora, así se sale del closet, porque lo que tiene salir del closet es que antes alguien estuvo adentro. Yo creo que la política de verdad no implica salir del clóset. Yo creo que la política de verdad es una serie de sentimientos, de valores, de acciones, de convicciones que se van mostrando en el curso del tiempo. Si algo me ofrece algo fundamental solo porque salió del clóset, yo, naturalmente, desconfío de ello. Yo creo que los problemas graves, los problemas largos, tienen soluciones que son difíciles y que duran mucho tiempo. Cuando es más rápido que eso, como es esto, naturalmente le desconfío, pero esa es mi persona. Yo desconfío en eso. Entonces no hace falta, digamos, compartir con la gente sentimientos que son personales. ¿Qué es lo que creo? Todo lo que esta nueva derecha, apostrofada, explicada por la gente que vos mencionabas, lo que esta gente dice, construye un país que a mí no me gusta. A mí no me gusta un país de pocos, con muchos que sufren. A mí no me gusta un país sin una buena salud. No me gusta un país sin una buena educación. No me gusta un país con un sistema de seguridad que primero defiende a los ricos y que es muy malo, muy severo con los que no tienen nada.

A mí ese país no me gusta. Entonces se generan dos, dos tipos de discusión. La primera discusión es: ¿cuál es la alternativa de este pensamiento? ¿Hay una alternativa para este pensamiento? ¿Este pensamiento es de izquierda solo porque yo lo pienso así, solo porque no me gusta que la salud no sea pública y no sea de calidad? ¿Por eso soy de izquierda? Bueno, si la nueva derecha quiere llamar a alguien que piensa estos valores, que cree en estos valores, que tiene planes para estos valores, una persona de izquierda, que lo diga la nueva derecha, que acaba de salir del closet. Yo tengo un largo trayecto en la política, nunca salí de ningún closet y toda la gente, los que no se sienten satisfechos con lo que yo pienso o los que sí se sienten satisfechos, todo el mundo sabe quién soy. Yo no salí de ningún closet. Entonces lo que digo es que eso también me preocupa. Me gusta la juventud. Me gusta que la gente piense en términos de lo que algunos de estos muchachos predican. Creo que hay un rapto de modernidad en muchos de sus instrumentos. Me parecen viejos, berretas, mentirosos y dolorosos todos los rasgos de ideología que hay en lo que dicen y hacen.

—Hay antecedentes, porque Milei no es el primer presidente de derecha en la Argentina en los últimos años, desde que volvió la democracia, que reivindica no la supremacía del mercado, el gobierno del mercado. Pero vos que lo conociste, lo conocés, fuiste opositor a Mauricio Macri, ¿qué tiene Milei que no tuvo Macri? Porque el propio Macri dice: Yo me perdí una oportunidad. No pude hacer lo que quería. Como si las circunstancias lo beneficiaran a Milei. ¿Pero vos entre ellos qué ves? ¿Qué tiene Milei que Macri no tuvo?

—No voy a contestar esa pregunta porque esa pregunta implica que yo piense en Macri, personaje en el cual hace rato he dejado de pensar. Una decisión que tomó la Argentina. Fue legal, fue legítima. Y también la Argentina eligió después de Macri. Vamos a hablar de Milei, un individuo que reconoce como uno de sus paradigmas, de sus paladines, de sus ídolos en términos de conocimiento a Huerta de Soto, el especialista en derecho económico de la Escuela de Viena, español, que hace poco lo premió a Javier Gerardo y que dice que la democracia es de izquierda. Eso no lo digo yo, eso está en YouTube. Cualquiera que pone “Huerta de Soto, Democracia. Izquierda” le va a aparecer la misma conferencia que yo vi y que a mí me repugnó. Yo no pienso eso para nada. Ahora, si de lo que vamos a discutir es de si las herramientas para la manera que tiene la democracia en expresarse son herramientas más modernas, son por por YouTube, son por la computadora, son por internet, eso lo podemos discutir. Lo que no podemos discutir es la esencia de la democracia. Lo que no podemos discutir es si el Estado existe o lo que necesita es tener unmonstruo adentro, que lo destripe, que lo destruya. Yo no creo en esas cosas. Yo creo en una democracia sana. Creo en un estado dinámico, moderno, ágil, productivo y que de alguna manera intermedie entre el apetito indetenible de los multimillonarios, de los ricos y el apetito indispensable de los pobres. Yo creo en eso. Entonces, si de verdad todos estos mozos que vos mencionabas, estos voceros, estos intermediarios, estos charlatanes, dicen lo que acabo de decir, no lo comparto.

—Fuiste el canciller de Néstor Kirchner en el arranque del proceso del Frente para la Victoria. Lo definías hace poco en una entrevista como un jefe fantástico. Y te quería preguntar cómo te imaginás que Kirchner vería a un personaje como Milei. Porque tampoco tiene tanto de nuevo Milei ¿o sí?

—No sé cómo lo vería. Y tengo tantas cosas que pensar sobre Néstor y que pienso diariamente y que comparto con mis compañeros sobre qué aprendí de Néstor, qué me faltó para ser un mejor canciller de Néstor Kirchner, todo lo que significó Néstor, tantas cosas, que pensar lo que pensaría del actual presidente es una falta de respeto a mi memoria y a la forma como lo honro, habiendo muerto. Esto por un lado. Pero sí puedo decir con absoluta sinceridad es que es impensable escucharlo a Néstor Kirchner con la voz aflautada diciendo “estaba Sylvester Stallone”. Bueno, eso Néstor Kirchner lo consideraría un agravio, un agravio a sí mismo. Néstor respetaba. Es mentira esta cosa del periodismo comercial de que Néstor Kirchner era igual que Milei. No, no, para nada. Contendía. Contendía con adversarios fuertes, pero contendía arriba de un round. No desnaturalizaba. No te ponía abajo del round con el poder de otro. A él le gustaba que subieras a su propio ring. Que dieras la pelea arriba. Entonces son realidades muy distintas. Yo a veces pienso: Nosotros teníamos muchísimo trabajo. Yo me acuerdo de lo que fue la renegociación de la deuda con la que se encontró Néstor Kirchner, porque por lo general esto se condensa e,n bueno, se terminó con la deuda.Pero lo que hubo que hacer para terminar. Fueron países, interlocutores, interlocutores bilaterales, multilaterales. Una operación complejísima. Teníamos muchísimo trabajo, pero en un mundo más sencillo. Ahora creo que la Cancillería argentina no tiene tanto trabajo en el marco de un mundo extraordinariamente complejo, en un mundo que para ser objetivo yo considero que es un gravísimo error acompañar a un gobierno que comete genocidios como el gobierno de Israel y que para ser muy directo creo que es una pésima definición en términos de política externa que tu aliado, un aliado tan incondicional, sea un hegemón en retroceso. Esto es lo que yo pienso. No tengo nada que opinar respecto a la política exterior que está llevando adelante el gobierno de Javier Gerardo y su canciller. Rafael Bielsa, que fue canciller, que se dedica a este tema, que a la mañana le cinco o seis periódicos internacionales, opina esto con la pequeñez que implica opinar desde donde yo opino, pero con la firmeza de que no salí de ningún clóset para opinar esto.

—¿Cómo ves el escenario con la asunción de Trump, que ahora viene? Justamente se habla mucho de la trampa de Tucídides. Se habla mucho de la potencia emergente que es China. ¿Qué puede lograr Trump en este contexto, en ese conflicto que ya tuvo un primer tiempo, podemos decir durante su primera presidencia?

—Dos comentarios, porque es un tema para hablar horas. Yo hablaba de la trampa de Tucídides hace 20 años. De manera tal que lo de la trampa de Tucídides no es nuevo. Lo que yo digo es lo siguiente: China exporta todo, menos política. Exporta los productos que quieras. Por Tik Tok aparecen pequeños escenarios compuestos para que el usuario los mire sobre productos que se fabrican en China. Son productos que uno no se le hubiera ocurrido imaginar, no por extraordinariamente deslumbrantes, sino por imbecilidades. Pero eso lo fabrica China. Lo que no fabrica es programas de política, como los fabricó Rusia, como los fabricó Cuba, como los fabricó la primera Venezuela de de Chávez. Entonces me parece que es la discusión de un negocio entre dos negociantes. Uno es Trump, el otro es Xi Jinping. China tiene más tiempo, por lo tanto, tiene más posibilidades de ganar. Tiene más tiempo, tiene una economía más recta, mejor ordenada. No tiene la monstruosidad de la deuda que tiene Estados Unidos y además su moneda no es una moneda de pauta de negociación.

Entonces tiene tal cantidad de ventajas. La bélica, donde hay superioridad norteamericana, no la va a aceptar China porque es demasiado inteligente. Entonces va a postergar cualquier deseo que sienta respecto de Taiwán en el tiempo, no en la calidad. Cualquier persona que lee la política exterior en serio sabe que es así. Entonces, ¿qué sentido tiene asociarse de manera irreflexiva con una presidencia que va a traer problemas con la gente con la que compartimos un poco más que una vecindad ideológica que son los inmigrantes? Son nuestros hermanos de otros países que tienen las mismas expectativas. Y nos peleamos con Brasil y nos peleamos con Chile y nos vamos a pelear con Uruguay y en su momento nos peleamos con Bolivia. No lo entiendo, no entiendo qué tienen de bueno para nuestra patria esas decisiones. Entonces, como no entiendo qué tienen de bueno, me parece que son muy buenas para grandes y acotados negocios.

—¿Qué es lo más importante que puede conseguir Milei de Trump?

—No lo que es más importante, ¿qué querría Milei recibir de Trump? Cosa que a lo mejor Trump no puede dar. Por ejemplo, que el acuerdo con la Unión Europea y el Mercosur sea un acuerdo satisfactorio para Argentina. No lo puede conseguir Trump. No tiene esa posibilidad. O que el Fondo Monetario nos diera la cantidad de préstamo que le dio a Macri. No tiene esa posibilidad. No la tiene y no está en su agenda. Hay dos libros que yo recomiendo. Uno se llama Miedo: Trump en la Casa Blanca, de Bob Woodward, el mismo que escribió Watergate con Bernstein. Y el segundo se llama Ira, del mismo autor. Los dos son sobre Trump. Hay que leer eso. Sobre todo el primer libro, porque el segundo es una larguísima sucesión de entrevistas que hizo Woodward a Trump. Pero el primero es una investigación de un periodista de raza con la gente que trabajó con él, con cómo manejaba la prensa, con cómo es el amor que prodiga Trump, cómo es la inamovilidad de las decisiones intelectuales que exterioriza. Hay que leer eso.

—Fuiste compañero en el gabinete de Néstor Kirchner y te tocó trabajar en conjunto temas como el CIADI con Horacio Rosatti. Hoy el presidente de la Corte Suprema. Más de una vez se te mencionó a vos como un posible ministro de la Corte Suprema de Justicia. Sos constitucionalista. ¿Cómo ves el rol de la Corte frente al gobierno de Milei en este primer año?

—Más que cómo veo el rol de la Corte, porque si el rol fuera tan satisfactorio como algunos quieren decir, entonces Milei no tendría la urgencia que tiene en nombrar a dos nuevos ministros. Si esto fuera tan satisfactorio, no haría falta nombrar dos nuevos. Y sí hacen falta. A mí me parece que desde el punto de vista jurídico, sin entrar a analizar si temporalmente es correcto o si es incorrecto, si implica una maniobra, si no implica una maniobra, me parece que es una manera chica de ver la Corte. Me parece que desde el punto de vista jurídico es satisfactorio el rol de la Corte. Podría tener un rol de construcción institucional mayor que el que tiene. Bueno, pero si mi tía tuviera tuviera rueditas, sería un carrito.

—La Corte de Lorenzetti, por ejemplo, obviamente fue muy importante durante los años del kirchnerismo, pero a Macri de entrada le falló en contra con un fallo que le obligaba a coparticipar a las provincias. Después le falló en contra con el tema tarifario.

—Ese tipo de Corte me gustaría, si la Corte mantuviera ese criterio jurídico el resto de la vida. Esta Corte. Porque yo creo que ese es el derecho, el derecho que siempre va por detrás de los hechos, la vida es más rápida que la Corte, la realidad es más rápida que el derecho. Entonces, si la Corte tuviera esas decisiones y esas fueran las decisiones de las futuras cortes, yo creo que estarían haciendo un mayor rendimiento para lo que la institucionalidad del país necesita. El problema es que a veces aparecen algunas decisiones que uno dice “pero, ¿y esto de dónde salió?” La Corte no está para eso. Está para resolver de acuerdo con el derecho en decisiones que traigan satisfacción a las grandes mayorías.

—Te quiero preguntar por Eduardo Eurnekian, con el cual trabajaste. Obviamente ahí trabajó Javier Milei, ahí trabajó Guillermo Francos. Mucha gente de la dirigencia política trabajó en su momento con Eduardo Eurnekian, trabaja, de distintas corrientes. ¿Cómo piensa él esa construcción, llamémosle? No sé si hay una construcción política de Eurnekian en eso. Pero tener a alguien como Milei, tener a alguien en su momento como Rafael Bielsa, podemos hablar de Eduardo Valdés u otros dirigentes. ¿Qué busca él en la política o en ese tipo de dirigentes?

—Es muy difícil de contestar sin caer en el autoelogio. Pero yo creo esto. Yo creo que Eduardo es un artista del manejo del dinero. O sea, Eduardo no es un tipo al cual lo puede seducir una inversión solo porque le va a permitir ganar el diez, el 15 o el 20, o el 25 o el 30% de lo invertido. Él es en cada uno de los grandes episodios de inversión de su vida es alguien que construyó una imagen que él tenía ganas de tener. Cuando construyó la imagen de lo que significaba la ropa, cuando se puso en los cables, cuando se puso en los media, cuando se puso en los aeropuertos, siempre fueron objetos que él pensó artísticamente y que después transformó en extraordinarios negocios. Todo tipo que practica alguna clase de arte, toma sus insumos. Vamos a poner el caso de un pintor. Un pintor piensa la paleta de una manera, de otra manera la tela, de otra manera los colores, de otra manera cómo se inspira él también con la gente.

Entonces él en cada uno vio algo de lo que necesitaba para su obra. No en vano yo fui llamado para ser presidente de Aeropuertos en un momento donde él necesitaba un presidente en una relación armónica con el que era el Poder Ejecutivo en ese momento, me llamó a mí. Pero cuando el Poder Ejecutivo le dijo “no quiero que esté un segundo más ese tipo”, que es lo que hicieron conmigo, no tuvo ningún problema en decirme: bueno, vos pasás a la presidencia de la corporación y dejás la de Aeropuertos, porque te llevás mal.

—Macri.

—Ni más ni menos. Entonces yo podría hacer dos cosas. Me podía poner a llorar en un rincón porque me echaron y yo no me merecía esa decisión, porque la empresa estaba muy bien administrada. Ahora también está bien, pero estaba muy bien en ese momento, muy prolija, muy ordenada, muy decente, muy poco cuestionable. Pero no me gusta hacer eso. Lo que sí me gusta hacer es decir: este tipo cuando tomo una decisión, ¿qué ve? Bueno, siempre ve algo que nadie más ve.

—Y qué veía en Milei él.

—Es que todos creen que él tomó decisiones respecto a Milei que él nunca tomó. Milei no era un tipo central en el funcionamiento de la corporación. Nunca lo fue. Era un tipo de secundario a terciario. Después creció.

—Eurnekian no lo consideraba como alguien importante, pero, ¿no era economista jefe de Corporación América?

—No. Milei nunca fue economista jefe de nada. Milei era un economista más en la corporación y era un extraordinario evaluador de riesgos. Esto es lo que fue Milei. ¿Economista jefe? Ese cargo dudo de que exista en Corporación América. Yo fui presidente. Lo sabría.

—Lo tenía como un asesor más, decís.

—No, lo tenía como alguien a quien él tenía simpatía, siempre tuvo simpatía. Pero una cosa es tener simpatía y otra cosa es tener debilidad por alguien. Simpatía es porque te hace pasar bien unos momentos. Debilidad es cuando cuando hay intereses opuestos se resuelve a favor de aquella persona por la que tenés debilidad. No era el sentimiento de Eduardo respecto de Javier Gerardo.

—¿Cómo ves la incorporación de muchos de esos directivos de empresas a la gestión pública, algo que hizo Milei, pero también lo hicieron otros?

—Es tema de los que aceptan ser incorporados. A ver, si yo hubiese tenido la responsabilidad que le cedieron a Milei, yo también lo hubiese llamado a Guillermo Francos. ¿Cómo que no? Tipo recontra capaz. Una visión de la política, un manejo de las relaciones bilaterales, un nivel de diálogo. ¿Cómo no lo voy a llamar? Por supuesto que lo hubiese hecho. O a Ferraro o a Posse.

—Hubieras llevado a todos ellos a la gestión pública.

—Por supuesto. ¡Ojo! Bajo mi conducción. Con mis ideas y sin el manejo de algunos elementos que se acercan hacia el poder para darle una dirección que yo no comparto. Así hacía Néstor. De hecho, el primer gabinete de Néstor, que es aquel del cual puedo hablar porque formé parte, era un gabinete heterodoxo del punto de vista de de dónde veníamos cada uno de nosotros. Yo a Néstor lo conocía hacía 15 años atrás. Compartíamos muchas cosas, muchísimas cosas, otras no. Roberto venía de Duhalde. Béliz venía del menemismo. Cada uno de nosotros tenía una extracción diferente. Con un jefe fantástico, eso no hizo más que mejorar lo que cada uno tenía de mejorable. Es mi manera de ver las cosas. Pero a mí me parece bueno. Cada uno de ellos ha tomado una decisión y de acuerdo a cuál sea la historia global de ellos y del actual presidente, resultarán benditos o malditos por sus compatriotas.

—¿Cómo hace el peronismo para plantear una alternativa a Milei hoy, en este contexto?

—Lo primero que tiene que plantear es discutir qué nos pasó. Porque si nadie dice qué nos pasó es muy difícil construir una alternativa, porque el mundo es distinto, el pensamiento es distinto, el mundo es más rápido.

—¿Por qué se fracasó, decís?

—Por qué se fracasó, en qué nos equivocamos, en qué no respondimos, qué no escuchamos, qué preferimos elegir políticas cómodas a políticas incómodas pero necesarias. Todo lo que hicimos mal. Entonces, a mi me parece que en la medida que eso no se ha hecho, en la medida que le tengamos miedo. “No, los trapitos...”. Esas frases de domésticas que se aplican a cuestiones de tanta importancia como la política y la política general. Los trapitos se discuten donde hay alguien que quiere discutir.

—Hay una dirigencia del peronismo que le tiene horror a la autocrítica.

—Bien, me parece bárbaro. Así no fue por qué perdimos las elecciones. Si le tienen horror a la autocrítica y perdimos las elecciones, a lo mejor será porque por tenerle terror a la autocrítica, me parece a mí. A mí no me molesta que alguien me diga vos te equivocaste en esto. Por supuesto, en eso y en miles de cosas más, porque yo me hago autocrítica antes que nadie y lo comparto. El tema es que no hay que ganar en este momento. Hoy le decía a un colega tuyo algo que decía Churchill, que no quería a la Argentina: Hay una manera de pensar la política en términos de elecciones y otra manera de pensarla en términos de generaciones. Yo creo que eso es algo más que una buena frase. Eso es una enorme verdad. No se puede estar todo el tiempo de elección en elección, como la cuarta al pértigo. No se puede estar así todo el tiempo. Entonces hay que pensar un poco a ver qué sería hoy un peronismo apetecible. ¿Qué sería hoy lo nacional? ¿Qué sería hoy lo popular? ¿Qué significa eso? ¿Qué no sirve más de aquello que ocupó esos espacios cuando teníamos la hegemonía interna? ¿Y qué significa hoy eso mismo? ¿Qué va a quedar de este país al que tanto amamos y del cual se van a hacer responsables nuestros hijos? Entonces yo pienso todo el tiempo en esas cosas, son las cosas que me interesan. No digo que son las cosas triunfadoras. A ver, lejos de triunfar, yo perdí con dos de los individuos más mediocres de la historia de la Argentina. Perdí con Mauricio Macri la elección a diputado en la ciudad de Buenos Aires y perdí la gobernación de la provincia de Santa Fe con Binner. Yo soy el tipo menos indicado para hablar de cómo se gana en el terreno electoral, pero tengo ideas.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).

DG/CRM