Por un instante, en un pico de pánico, Alberto Fernández pensó en suspender la gira, levantar la agenda y regresar de urgencia a Buenos Aires. Ocurrió durante las “horas horribles” que pasó en Bali cuando una gastritis erosiva le produjo un sangrado y una descompensación que lo mantuvo 4 horas en observación y lo obligó a reducir al mínimo su actividad.
Al rato, abandonó el reposo para la bilateral con Xi Jinping, el presidente chino. Aunque estaba mal, y preocupado, decidió mantener en pie esa cumbre porque la consideró “muy importante” y existía el riesgo de que China la suspenda si el presidente decidía no asistir. Ni siquiera que se le baje el rango a cumbre de cancilleres.
Xi, cuando se vieron en el Apurva Kempinski, agradeció su presencia a pesar del incidente de salud que, con un eufemismo, en la comitiva llamaron “susto”. Quizá por eso, con poco tiempo –la cita se pactó de 20 minutos– y un menú de planteos específicos, Fernández sorprendió a los propios cuando luego de la introducción protocolar del mandatario chino, con toda su poesía de la hermandad de los pueblos, fue directo.
“Nosotros necesitamos resolver lo del swap y los fondos para las represas”, dijo Fernández, según la traducción sintética de uno de los funcionarios que participó de la bilateral. En lo formal, explicitó lo que contó este diario respecto a la decisión del gobierno de endurecer el pulseo con China para que haya respuestas específicas a sus reclamos porque, como está se trata de una “relación muy desigual”, según describió el lunes un integrante de la comitiva.
Excepcional
Luego del comentario de Fernández, según describió la fuente argentina, Xi retomó el discurso leído hasta que hizo una pausa y dijo que China tomaría “una decisión excepcional”. Giró, entonces, hacia su izquierda y señaló al presidente del Banco Central chino para encomendarle que ejecute la ampliación del uso del swap a U$S 5000, tal como había pedido el gobierno argentino. La cifra la pronunció en yuanes: 25 mil millones de yuanes, la moneda china.
Luego XI apuntó hacia el responsable de Consejo de Desarrollo, y le dio instrucciones para que resuelva el otro planteo hecho por el gobierno argentino: el reembolso de U$S 223 millones que aportó el Tesoro para que no se frenen las obras en las represas de Santa Cruz, la Kirchner y la Cepernic –que emplean a más de 4000 trabajadores-, y que además se normalicen los desembolsos pendientes, que trepan a U$S 1000 millones.
Esa operación se concretaría en estas horas con un giro EximBank de U$S 500 millones, para cubrir los reembolsos y el resto, 277, como desembolsos pendientes.
Con esos dos compromisos, que a priori no requirieron concesiones argentinas, Fernández abandonó la reunión con Xi y todavía afectado por la descompensación, muy pálido por la pérdida de sangre –lo maquillaron– pidió hablar con los cronistas de medios argentinos que cubren la gira presidencial, entre ellos elDiarioAr.
Allí contó lo acordado con Xi Jinping y afirmó, escoltado por Sergio Massa y Santiago Cafiero, que antes de fin de año se harían efectivas las dos medidas prometidas por el mandatario chino, a quien saludó por su reelección como presidente del PC chino por 5 años, lo que anticipa que el año próximo será reelecto como primer mandatario.
“El presidente Xi me explicó que era una excepción absoluta que hace China para con Argentina y así lo tomamos y agradecemos”, dijo Fernández en su contacto con la prensa. Massa, más técnico, explicó que los fondos del swap serán de libre disponibilidad y permitirán, además de reforzar, utilizarse para la administración del mercado único libre de cambios del BCRA.
Massa, que consideró que la relación comercial de alto déficit con China “lastima la proyección de reservas”, agregó que “Xi Jinping planteó la posibilidad de aumentar los volúmenes de exportaciones con valor agregado” de Argentina a China para reducir el déficit que en 2022 ascendería a U$S 8000 millones.
Lo que dice el FMI
Casi a la misma hora, pero al día siguiente, Fernández se vio con Kristalina Georgieva, la titular del FMI que, según fuentes que participaron de la reunión, atendió dos de los temas que le planteó la Argentina: en el directorio de diciembre, el organismo analizará posibles cambios en la política de sobrecargos, un expediente que hace tiempo reclama el gobierno de Fernández, y dijo que empezará a discutir lo que los funcionarios criollos llaman el “precio de la guerra”, respecto al impacto que el conflicto bélico de Ucrania tuvo sobre las economías.
Fue la tercera reunión de Fernández con Georgieva en un año y la segunda con Massa, que estuvo presente junto a Cafiero, además del embajador argentino en Washington, Jorge Argüello. Al salir, la titular del FMI, hizo una declaración a los periodistas argentinos. “Destacamos la importancia de que Argentina siga con el objetivo de bajar la inflación”, dijo la funcionaria del fondo y elogió la “disciplina” del gobierno para “mantener el rumbo”.
El otro punto es algo más incierto aunque Georgieva aceptó discutir sobre “precio de la guerra” que Argentina fija en U$S 5000 millones, producto del aumento de los precios internacionales, en especial la energía.
Al margen, Massa hace una cuenta en la que eleva la cifra a U$S 20000 donde además de los U$S 5000 millones por aumento de los precios internacionales, dejó de recibir U$S 6000 millones en DEG que le había prometido Rusia y se trabó una ampliación del swap de U$S 9000 millones.
Se habla de posibles mecanismos de compensación, como una nueva emisión de DEGs o un fondo de asistencia, pero el gobierno argentino se enfoca en una cuestión más concreta: que el FMI flexibilice las metas para el 2023 al considerar que la guerra tuvo efectos nocivos sobre las cuentas del país.
PI