La carrera de Rodolfo Tailhade como denunciante serial del macrismo empezó en septiembre de 2015, justo antes de asumir su primer mandato como diputado, con un paquete de presentaciones que no llevó su firma. El dirigente de La Cámpora prefirió delegar esa tarea en un grupo de abogados de confianza, porque acaba de cerrar su paso por la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). De regreso en el Ministerio de Justicia, donde había tenido su primera experiencia en la gestión, en 2010, recibió un encargo de su jefe, el entonces secretario de Justicia, Julián Álvarez. “Me pidió: ‘¿Por qué no empezás a hacer algunas denuncias?’. Se ve que alguien había bajado la línea de ‘che, empecemos a denunciar’, y armé 15 o 20 denuncias, entre ellas la de Fernando Niembro”, cuenta, sobre el caso que hizo que el periodista deportivo, acusado de cobrar $21 millones del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en concepto de pauta publicitaria y otros servicios, renunciara a su candidatura a diputado, en plena campaña.
“Venías de la AFI e hiciste 15 denuncias. ¿Usaste información de inteligencia?”, pregunta elDiarioAr, en el inicio de un encuentro de más de dos horas. “No, era información de acceso público. Armé un buen equipo. Me di cuenta de que podíamos hacer buenas denuncias, pero que necesitábamos que alguien las amplificara. Hoy hago las denuncias yo, las movemos en los medios y son noticia en todos lados”, responde.
(Julián Alvarez) me pidió: ‘¿Por qué no empezás a hacer algunas denuncias?’. Se ve que alguien había bajado la línea de ‘che, empecemos a denunciar’, y armé 15 o 20 denuncias, entre ellas la de Fernando Niembro
En el despacho de Rodolfo “Rodo” Tailhade, una oficina con vista a la cúpula del Congreso, se respira un aire efervescente. El día anterior, la jueza Marta Ciruli decretó la quiebra de Correo Argentino SA. “Ahora vamos a acusar a Macri por genocidio de pollos”, bromea el diputado, mientras dos colaboradores trabajan en la redacción de una denuncia contra el grupo Socma por la quiebra de un frigorífico en Chapecó, Brasil, en 2005.
Tailhade y sus colaboradores usan tazas blancas con números negros, que dicen “Pu Lof”, una referencia a la comunidad mapuche que instaló un campamento en Cushamen, Chubut, en 2017. Es un chiste interno: así habían bautizado al despacho, oscuro y casi sin ventilación, que le habían asignado a Tailhade durante el gobierno de Macri. Los números de las tazas también tienen un significado, medio en serio, medio en broma. “Es un regalo de mi cuñada, que había escuchado que acá los chicos siempre me decían ‘El Uno’”, cuenta el diputado, y aclara que, de acuerdo con ese orden jerárquico, el cero le correspondería al ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, su jefe político. Entre varias fotos de Néstor y de Cristina Kirchner, sobre un aparador sobresale una imagen icónica del Mundial 2014: Javier Mascherano, de espaldas, plantado frente a dos jugadores belgas, que le sacan más de una cabeza. “Me la regalaron unas docentes, en 2016, porque decían que así me plantaba yo contra el macrismo”. Pese a la identificación con el público que logró ese seleccionado, dirigido por Alejandro Sabella, al hablar de fútbol Tailhade se declara fanático de Marcelo Bielsa: “Es la mejor persona del mundo, después de Néstor y de Cristina”.
Nosotros podemos tener algún corrupto, pero ellos tienen una matriz corrupta. Hablo del macrismo. La UCR es otra cosa y la Coalición Cívica también, por eso nunca los denuncié.
-Te fuiste convirtiendo, en la mirada de la oposición, en un supervillano del kirchnerismo. ¿Cómo convivís con eso?
-Me gusta. Cada militante tiene un aporte particular para hacer, y a mí me toca una dimensión que el kirchnerismo nunca había transitado, que es la denuncia, la pelea judicial.
-Pero el kirchnerismo es crítico de la judicialización de la política.
-Sí, de hecho, compañeros me han criticado. Sé que la política pasa por otros carriles, pero no podemos dejar vacante ese lugar, y yo lo aproveché. No vine para levantar la mano, vine para trascender, siempre con el objetivo de ayudar a mi fuerza política.
Con las distancias que me separan de Carrió y con todas las salvedades que merece esa comparación, mi idea era ser un contrapeso de la estructura y de esa lógica que simboliza Carrió.
-Te convertiste en una suerte de Lilita Carrió del kirchnerismo.
-Sí, puede ser. Es que, con las distancias que me separan de Carrió y con todas las salvedades que merece esa comparación, mi idea era ser un contrapeso de la estructura y de esa lógica que simboliza Carrió. Estoy convencido de que hay que pelearse en el barro. No salís solamente defendiéndote y cuestionando la judicialización, porque así estuvimos 15 años puteando. ¿Qué pasó? Las causas se acumularon hasta que tuvieron el poder y las usaron para sus objetivos políticos. La discusión tenía que ser en el territorio que ellos nos proponían. Teníamos que bajar a ese nivel de pelea, de suciedad, por lo menos para tratar de neutralizarlos. No es que mi propósito sea meter en cana a todo Juntos por el Cambio.
-¿A Macri?
-Me gustaría que Macri tenga un juicio, en algún tema, y se establezca su responsabilidad. Porque hasta ahora, toda su vida ha zafado, de todo. El objetivo central era mostrar que acá no hay, como pretenden instalar, corrupción de un solo lado. No, pará. En todos lados se cuecen habas y, sumergidos en esa lógica, no hay mucha diferencia entre ustedes y nosotros. Creo que logré el objetivo, porque hoy soy una marca. Para algunos, soy un villano; para otros, el que siguió el juego de la judicialización, y para muchos, el que se plantó en pleno auge del poder macrista.
-Mascherano contra los belgas.
-Exacto. Hay de todo. Pero en definitiva logré que ellos ahora estén investigados por corrupción, al igual que nosotros.
-¿La conclusión de eso es: “Ustedes son tan corruptos como nosotros”?
-No. Obvio que hay ejemplos de compañeros nuestros… Ricardo Jaime reconoció… hoy está a las puteadas y creo que tiene razón, pero en algún momento él reconoció, por lo que sea, porque era un juicio abreviado, porque si no le daban una pena mayor, por lo que sea, pero reconoció (haber cobrado dádivas de los empresarios a los que debía controlar). No puedo desconocer eso. Tampoco puedo desconocer los bolsos de López (José). Ahora, la organización política que yo integro no milita para llenarse los bolsillos, o para agarrar una ventaja. En cambio, Macri y toda su banda vinieron a hacer negocios. Es lo que trato de mostrar. Nosotros podemos tener algún corrupto, pero ellos tienen una matriz corrupta. Hablo del macrismo. La UCR es otra cosa y la Coalición Cívica también, por eso nunca los denuncié.
-Jaime y López venían trabajando con los Kirchner desde Santa Cruz. ¿Nunca se dieron cuenta de que tenían en sus filas a dos corruptos semejantes?
-Habría que ver si estuvieron en la joda toda su vida, cosa que es difícil de afirmar, porque hasta donde sé lo de López tiene que ver con los últimos años de la gestión. No tenía 9 millones de dólares desde los 80. Y Jaime también: el barco, el auto aparecen en la etapa del gobierno nacional. Eso no lo podés hacer en Santa Cruz porque son territorios chicos, donde enseguida se conoce lo que hacen los funcionarios. En el gobierno nacional no es tan sencillo darse cuenta de eso.
Me gustaría que Macri tenga un juicio, en algún tema, y se establezca su responsabilidad. Porque hasta ahora, toda su vida ha zafado, de todo. El objetivo central era mostrar que acá no hay, como pretenden instalar, corrupción de un solo lado. No, pará.
Tailhade llegó a la AFI en enero de 2015, después de la salida de Jaime Stiuso y de la muerte de Alberto Nisman. El entonces Señor 8, Juan Martín Mena, lo convocó para ocupar la subdirección de contrainteligencia. “Fue una buena experiencia”, responde el diputado, sin complejos, sobre esos meses que lo sumergieron en un mundo que lo intrigaba y que, cuenta, le dejó “amigos”, “contactos” y una fama de espía que, dice, trata de usar a su favor. Abandonó el organismo a mitad de ese año, porque quería ser candidato a intendente de Malvinas Argentinas, donde vive desde 2009, con su mujer y sus tres hijos. Pero perdió la pulseada interna con Leonardo Nardini.
Oriundo de Choele Choel, un pueblito de Río Negro, se había sumado a La Cámpora en 2009, después de trabajar con Mariano Recalde en Abogados por la Justicia Social (Ajus), una agrupación formada para controlar el claustro de egresados de la Facultad de Derecho de la UBA. Hasta entonces, su vida apuntaba hacia otro lado. Había hecho carrera en un estudio penalista de renombre, después de haber trabajado cuatro años en el juzgado de Alberto Baños, el magistrado que investigó el robo de las manos de Juan Perón. Llegó ahí por una gestión de su padre, un frondizista que fue secretario de Trabajo en Río Negro.
-Ser un supervillano del kirchnerismo implica también peleas públicas, en el recinto y en Twitter, en particular con Fernando Iglesias. ¿Lo disfrutás?
-Sí. No me afecta el trollaje que me tiran. Soy de la idea: “hablen mal, hablen bien, pero que hablen”. El propio Macri me mencionó y me sirvió. Disfruto pelearme con las vacas sagradas, como Morales Solá. Me divierte y no tengo miedo a las consecuencias. La Nación me sacó dos editoriales y Clarín también me pega bastante. Siempre aparezco. El otro día me comentó Cristina: “¿Viste la nota de Van der Kooy de hoy?”. Yo le dije: “No, no leo Clarín”.
En 2017 hice una intervención en Diputados diciendo que Garavano (Germán) y Laura Alonso querían sacar a Macri del caso Odebrecht, y Cristina me llamó para felicitarme. Se me aflojaron las piernas.
-¿Cuándo llamaste la atención de Cristina por primera vez?
-En 2016 hicimos con Martín Doñate una denuncia contra el ministro de Energía (Juan José Aranguren) por el negociado con Chile, y ahí tuve un primer comentario que me hizo llegar alguien. Una vez me citó al Patria, a mediados 2016, y ahí tuve mi primera charla. En 2017 hice una intervención en Diputados diciendo que Garavano (Germán) y Laura Alonso querían sacar a Macri del caso Odebrecht, y me llamó para felicitarme. Se me aflojaron las piernas. De ahí en adelante, cada vez que yo hacía alguna movida me llamaba para ver cómo eran las cosas, o me llamaba para darme algo de información y en función de eso que yo tirara del piolín para llegar a algo.
-¿Son reales las peleas con Iglesias? ¿Qué pasa si te lo cruzás en un pasillo?
-Está acostumbrado a provocar, pero no voy a reaccionar. Como soy mal hablado, dicen que soy violento, están esperando que tenga una reacción, pero no les voy a dar el gusto. Pero la pelea es real. Iglesias me parece un personaje repugnante, que además responde directamente a Macri. Cuando me las agarro con él, me estoy peleando con su jefe.
Tailhade mantiene su vozarrón intacto, pero perdió peso en los últimos meses por un problema de salud. Padece poliquistosis renal, una enfermedad que heredó de su madre, profesora de Letras, y que no tiene cura. Lunes, miércoles y viernes, de 6 a 10 de la mañana, hace diálisis, mientras espera por un trasplante de riñón. Sus hermanos, que no heredaron la enfermedad, están haciendo estudios de compatibilidad, para avanzar en la donación. El diputado lo cuenta sin cambiar el tono, sin dramatismo.
-¿Te gustaría que el Gobierno fuese más rápido y más a fondo en temas como la reforma judicial?
-Sí, por supuesto. Creo que nos equivocamos al no plantear que es imprescindible discutir una nueva Corte. Es imposible que este gobierno pueda terminar bien con la Corte que tenemos. Ni en este gobierno ni en el que sigue.
-En la campaña, Alberto Fernández dijo que no iba a reformar la Corte y que estaba integrada por jueces “honorables”.
-No comparto esa apreciación. Pero entendí que Alberto quiso legitimar a esos jueces, muy cuestionados por nuestro espacio, para que encabezaran un proceso de renovación del Poder Judicial desde adentro. Pero nunca tuvieron la intención de hacer nada de lo que planteaba Alberto. Hoy está claro que nos equivocamos. El camino debió haber sido modificar la Corte.
-¿Qué habría que hacer?
-Ampliar la Corte. Es una medida elemental frente a una situación tan compleja como la que tenemos. No tenemos los dos tercios para nombrar los nuevos jueces. Pero si ampliás la Corte como hay que ampliarla, a 15, a 18 integrantes o más, el problema de conseguir los dos tercios se neutralizaría. Porque si tenés para nombrar a 12 jueces, podés hacer acuerdos políticos amplios: yo me quedo con tantos, o yo propongo a tantos y vos proponés a tantos. Hay un margen que se abre para la discusión. Lo que pasa es que, evidentemente, el Gobierno no quiere transitar ese camino.
Hoy soy una marca. Para algunos, soy un villano; para otros, el que siguió el juego de la judicialización, y para muchos, el que se plantó en pleno auge del poder macrista.
-¿Es un gobierno menos transformador de lo que te gustaría?
-Y, bueno, sí, por supuesto. Lo que pasa es que también las transformaciones que uno tiene en mente son demasiado profundas para hacerse en una sola gestión, y menos en medio de una pandemia.
-¿Termina siendo un gobierno tibio?
-No creo que sea tibio. Hay casos en los que podés tener una visión particular. En el caso Vicentín, por ejemplo, más que decirle tibio lo que podés cuestionar es que por ahí avanzó sin tener una idea clara de lo que quería hacer. Pero no es tibio un gobierno que se la jugó por Evo Morales, cuando nadie se la jugaba.
-¿Estás de acuerdo con que Daniel Rafecas sea el próximo procurador?
-Estoy de acuerdo con la propuesta que haga el Presidente. Si la propuesta es esa, la acompaño. Es de los mejores jueces de Comodoro Py. Es una persona seria y honesta, que estudia y está capacitada. Pero no me parece que sea el más indicado. No creo que el mejor perfil sea un procurador que sea parte del sistema judicial. Sobre todo en la etapa que viene, con sistema acusatorio. Hay que tener arriba una cabeza que no piense en espejo a los fiscales. Tiene que tener una visión integral, superadora. El tema es que como no tenemos los votos, cambiamos la estrategia y ahora vamos a modificar la ley.
-¿Creés en la independencia judicial, o que debería haber un reparto de poder político más equilibrado en la Justicia?
-Los jueces tienen que ser los mejores. Eso quiere decir que tienen que tener conocimiento jurídico, sensibilidad social y eso te lo da una ideología. No digo que tengan que ser todos peronistas, pero nosotros tenemos que buscar un perfil de juez, y en ese perfil de juez tiene que confluir una sensibilidad social por los más débiles. Tienen que estar consustanciados con los intereses nacionales. Eso te da la independencia más importante, que es la independencia de los poderes reales, de los poderes económicos concentrados.
GS/WC