La motosierra de presidente Javier Milei también llegó a la memoria histórica. Su Gobierno dice constantemente que la cifra de personas víctimas de la dictadura cívico-militar es inventada, y llama “el negocio de los desaparecidos” a las reclamaciones de aquellos que todavía buscan los restos de sus familiares o una reparación institucional.
Quizás por ello conviene revisar las historias de aquellos que lo vivieron en primera persona. Que fueron víctimas de los secuestros y las torturas. Que tuvieron que huir de su país. Es el caso de Claudio Tamburrini, que en 1978 fue detenido de forma ilegal, recluido y torturado junto a otras víctimas en la Mansión Seré. Su caso fue algo más mediático, ya que era arquero del club Almagro, y principalmente porque tras más de 100 días de cautiverio, el 24 de marzo de 1978, se escapó de aquella prisión en una huida que se contó desde la ficción en filmes como Crónica de una fuga y en varios documentales.
Su caso tiene la particularidad de lo futbolístico. No solo era arquero, sino que ese mismo año Argentina organizaba (y ganaba) el Mundial de Fútbol en un intento de vender una imagen aperturista al resto del mundo. La sociedad se debatía entre celebrar la victoria de su equipo o negarse a salir a la calle porque no había nada que celebrar. La historia de Tamburrini ejemplifica muy bien aquel periodo, ya que no solo vivió en primera persona la brutalidad de la dictadura, sino que tras huir a Suecia âdonde se doctoró en Filosofíaâ volvió a su país para declarar en el juicio a las juntas militares.
Su historia se contó en la película de ficción Crónica de una fuga, basada en su propia novela Pase libre: la fuga de la Mansión Seré, dirigida por Adrián Caetano y protagonizada por Rodrigo de la Serna, y ahora en el documental de Movistar Plus+, Tamburrini: Fuga de un arquero, que por ahora se puede ver en la plataforma solo en España. Allí Tamburrini cuenta de nuevo lo que vivió, pero lo hace desde un contexto nuevo, el de la presencia de Milei en la Casa Rosada. Desde Suecia, Claudio Tamburrini atiende el teléfono y reflexiona sobre por qué vuelve a ser importante recordar lo sucedido.
“Yo creo, especulando, que la razón por la que vuelve a interesar esta historia es el momento especial que vive la Argentina”, dice sin dudar. “Hay ahora por lo menos un intento, no diría que sea un movimiento negacionista, pero sí un intento de testar, de probar un poco a ver qué pasa si se empieza a relativizar ciertas atrocidades que fueron cometidas por el régimen militar en esa época para ver cuál es la reacción de la opinión pública. Me da esa impresión y, por lo tanto, es necesaria nuevamente la discusión sobre estas cuestiones”, apunta.
La victoria de Argentina en el Mundial hizo que la gente volviera a ganar el control de la vía pública. Yo mismo aproveché los festejos para salir escondido entre la masa y perder el miedo
No le duele hablar de lo que vivió. No tiene la sensación de “haber sido herido”, y subraya que su caso tuvo un final feliz a nivel personal aunque hay “muchos miles de desaparecidos todavía”. Él define aquello como “una experiencia” que lo “catapultó a una nueva vida, a un nuevo destino que no hubiera tenido si no hubiera sido víctima de la dictadura”. De hecho, al revivirla en documentales o entrevistas descubre “aspectos, aristas y matices nuevos en esta historia”.
Su viaje fue de ida y vuelta a la Argentina, ya que regresó para declarar en un juicio que recuerda que fue “la primera vez en la historia de Latinoamérica, en la que golpistas, militares y responsables de violaciones a los derechos humanos fueron condenados”. “Es un hito histórico, jurídico y político. Es un privilegio ser parte de ese juicio a las juntas. Fue un privilegio haber sido invitado a integrarme al equipo del fiscal, porque yo trabajé siete meses con ellos después de prestar testimonio y esa es una de las experiencias que conservo con más orgullo y que también me encaminó profesionalmente, porque el texto que yo redacté, la investigación que hice para la Fiscalía sobre la justificación moral del castigo, fue el material que utilicé para mi tesis”.
El documental de Movistar+ hace hincapié en ese contraste entre un país que se debatía entre celebrar las victorias de su equipo y la culpabilidad por hacerlo mientras torturaban gente a escasos metros. Tamburrini escribió varios artículos sobre ello. Él se fugó meses antes de que comenzara el Mundial, pero había sufrido en sus carnes lo que hacía la dictadura y, sin embargo, no tuvo “ningún inconveniente en desear el triunfo de la selección argentina”.
“No me parecía contradictorio. Además, también vi cómo la gente se apropiaba nuevamente de la calle. Después de estar años sin salir a hacer ningún tipo de manifestación política porque estaba proscrito y era incluso peligroso, aprovecharon la oportunidad de los festejos mundialistas para volver a retomar el control de la calle. La gente volvió a ganar el control de la vía pública y yo mismo aproveché los festejos para salir escondido entre la masa de gente y perder el miedo. Fui testigo cuando salí a festejar el triunfo mundialista de cómo en pleno festejo se cantaba ya contra la dictadura, se insultaba a la dictadura”, recuerda.
También alaba la actitud que tuvieron los jugadores suecos y holandeses, que en vez de no asistir fueron “a cumplir una misión de solidaridad internacional”. “Fueron a hablar con las Madres de Plaza de Mayo, con los familiares de los desaparecidos, y esa difusión que tuvieron esos grupos incipientes en Europa, a través de sus entrevistas con esos futbolistas hizo que esos sucesos empezaran a ser conocidos internacionalmente”, señala y subraya la importancia de aquellos eventos incluso en el final de aquella época: “La dictadura, como consecuencia de ese proceso, se empezó a resquebrajar en ese momento”.