Sabiendo que está delante de un periodista, y que ese periodista ha colocado un grabador encendido sobre la mesa, Jonathan Morel, a las cuatro de la tarde de este jueves 29 de septiembre, dice: “Yo escucho un Víctor Hugo y me dan ganas de darle la cabeza contra un cordón”.
Estamos en casa de una de Las Mabeles, como se apodan las mujeres que lo acompañan en las marchas de su agrupación, Revolución Federal. Ahora mismo, hay cuatro de ellas rodeándolo. Estamos hablando de cómo se informan, a qué periodistas siguen, a cuáles no. Morel no ha intervenido mucho hasta acá porque la nota se trata más bien de quiénes son ellas, pero llegado este punto, lo hace. Su frase completa, en rigor, dice:
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-Yo, por ejemplo C5N no lo puedo ver. Me dan ganas de agarrar la tele y revolearla. ¿Entendés? Entonces, no puedo. Me hago cargo de que no puedo escuchar. Yo escucho un Víctor Hugo y me dan ganas de darle la cabeza contra un cordón. O sea, no puedo.
Fueron dos tardes de entrevista con las mismas cuatro Mabeles y Morel allí, acompañándolas. La del Miércoles 28 de septiembre, en el bar Casi Santos de Avenida Maipú, Olivos, en la misma esquina de la Quinta Presidencial, al otro lado de la calle Carlos Villate. Y la del jueves 29, en un casa de la localidad de San Martín, donde vive Mónica, quien pidió reserva de su apellido en el momento de la nota.
Durante el primer encuentro, Morel se mantuvo fuera de la charla. Durante el segundo, fue más participativo. Hizo más chistes, se permitió más ironías, pero tanto los unos como las otras tuvieron siempre el mismo sustrato, el mismo trasfondo: un ejercicio de la violencia explícita. Apenas enciendo el grabador y doy aviso de que lo acabo de encender, Morel suelta:
-...bueno, entonces, lo íbamos a matar a Alberto.
Risas. Ja. Porque es un chiste. Ja. Ja. Jona está haciendo un chiste. Ja. Ja. Ja.
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Las Mabeles venían hablando acerca de cómo manejar la situación cuando, por ejemplo, una amiga les cae con un novio kirchnerista. Se me ocurrió decir de que más allá de kirchneristas, gorilas, Mabeles, Brians, o cualquier otra denominación en la nueva nomenclatura social de la confrontación argentina, el tema era cómo vincularse con el otro. Entonces Morel dijo.
-Tiene que pasar, sí. Lamentablemente.
Es su propia risa, el aire que suelta inmediatamente después de decir esto. El festejo de su propio sarcasmo. “Lamentablemente”, dice. Y entiendo entonces que el vínculo con el otro es algo que deplora. O, de mínima, que lamenta.
Ahora bien, claramente no fue ni chiste ni un sarcasmo ni una ironía cuando dijo:
-A mí me encanta pelear. Yo veo un kirchnerista y lo quiero hacer sangrar.
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Rabiado
Jonathan Ezequiel Morel tiene 23 años y nació en Villa La Rana, un asentamiento en el partido de Gral. San Martín, primer cordón noroeste del conurbano bonaerense. Fue detenido el pasado miércoles en Paraná, a donde fue con Dalila Monti, una de Las Mabeles, la más joven de todas ellas, nacida en esa ciudad entrerriana. Dalila también participó de la nota y no tuvo problemas en presentarse con nombre y apellido.
En Buenos Aires, comparte vivienda con Morel, y con motivo de su cumpleaños número 24, ambos viajaron a la casa de los padres de ella. Cuando las fuerzas de seguridad golpearon la puerta de los Monti, Dalila y Jonathan todavía no habían llegado, según confirmaron fuentes cercanas al fundador de Revolución Federal. La detención se produjo por requerimiento del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N° 8, a cargo del juez Marcelo Martínez de Georgi, que investiga a Morel, entre otros, en una causa que permanece bajo secreto de sumario, pero cuyo sustrato es el delito presunto de instigación a la violencia vinculado con el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Hay algo de chico rabiado, con ganas de cobrársela, en el pibe que vi durante los días que me encontré con Las Mabeles. Hay una bilis social de la que Morel es un cuerpo sintomatológico, el intérprete de una cólera de clase nacida en el centro mismo del empobrecimiento estructural argentino.
Haber puesto una guillotina en Plaza de Mayo, y haberle colgado un cartel que refería al logo del Frente de Todos sobre las palabras presos, muertos o exiliados, pero especialmente sobre la palabra MUERTOS, desbloqueó una nuevo nivel en la narrativa nacional de la ira contemporánea y la discursiva del odio. Durante nuestra charla, dos de las cuatro Mabeles defendieron el enunciado simbólico del aparato, su constitución performática. Otra de ellas dijo que prefería las antorchas, que fue parecido a votar en abstención. La Mabel Mónica, dueña de casa, fue la única que señaló con contundencia: “yo no la hubiera llevado”. Morel contó que estaban preparando nuevas acciones. Que Revolución Federal se estaba alistando para volver a las calles.
La aparición, en la Argentina y en el mundo, de una nueva derecha dispuesta a la balística simbólica, a tal punto de levar la espuma del hating como para que esa balística se vuelva material
La aparición, en la Argentina y en el mundo, de una nueva derecha dispuesta a la balística simbólica, a tal punto de levar la espuma del hating como para que esa balística se vuelva material, puso al cientismo político a escribir toda clase de comprensiones. Fue ilustrador, y entregó un exégesis limpia, Jonathan Morel cuando explicó el momento exacto en el que había nacido Revolución Federal, el instante puntual de su Big Bang:
-¿Saben que Revolución Federal se generó por Casero, también?
-Ah, ¿sí?
-Sí, porque fue justo con el “Basta”, cuando Casero le rompe la mesa a Majul.
-Sí. El puño de Casero sobre la mesa de Maul, sí.
-Claro, entonces esa fue nuestra primera convocatoria. Dijimos es ahora, ya.
-Aprovecharon la fuerza de ese puño.
-Era… ¡ya! ¿Entendés? Es como ahora. Ahora hay una situación donde, yo creo que ya. Yo ya saldría. Hay una situación que está al borde ¿Entendés? Y yo soy una persona que cuando algo está al borde la empujo y que se caiga. Y que se haga mierda o sobreviva. Que vuele o se haga mierda. Y esto está al borde, entonces yo ya estoy…
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Lo que se escucha a continuación es Morel metiendo un aplauso fuerte, haciendo chocar las palmas, dándole a lo que está diciendo, sonido. Clap. Al borde. Clap. Y que todo se vaya a la mierda. Clap. No importa nada. Clap. Si total estamos re jugados. Clap. Si total estamos cagados de hambre. Clap. El padre de Dalila Monti era soldado del Ejército Argentino. Lo pateó un caballo. Le dieron la baja. Terminó acomodando coches en el centro de Paraná. Clap. En el Gran Paraná, donde vive, a donde fueron de visita Jonathan y Dalila, donde a Jonathan lo estaban esperando para detenerlo, el 37 por ciento de las personas son pobres y el 7 por ciento son indigentes, clap, según datos actualizados al 2022 de la Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de Entre Ríos. Clap. Dalila estaba en Buenos Aires porque se vino a cuidar a una viejita. Clap. Compraban los paquetes de fideos entre las dos para poder comer. Clap. Dalila miraba a la viejita y lo veía a su papá. Clap. La viejita se enfermó, los hijos la echaron a la calle y Dalila terminó viviendo con Morel. Clap. Hay una juventud argentina que quedó por debajo de los radares del peronismo, a la que no llegó ni siquiera el largo, larguísimo brazo contenedor de los movimientos sociales, y que, clap, quiere prender fuego todo.
El puño de Alfredo Casero haciendo temblar la mesa de Luis Majul, ¿qué otras antorchas habrá encendido que todavía no vimos arder? ¿Ese puño sobre esa mesa fue el Big Bang de qué más?
Alerta Spoiler: Revolución Federal nació de un golpe.
Rompan todo
Billy Bond bajando la orden para desarticular el Luna Park. El rock y su vanguardia de contestación, el rock y su criatura desobediente. Eran los 70. Hoy uno de esos chicos es presidente. Toca en la guitarra aquellas viejas canciones. Y la juventud que lo contesta cambió el rompan todo por el maten a alguien. Vomita sobre su propia romantización. Quiere sangre. La de los que gobiernan, pero también la de los que se oponen a los que gobiernan. ¿Qué son, entonces, si tampoco son opositores? Son Nada. Son puras ganas de devolver el disparo. Hablamos ahora sobre el rol de la oposición. Y acá lo tienen a Jonathan Morel diciendo:
-Si vos a mí me comprás este café, y cuando vos lo abrís es té, vos vas y lo reclamás. Bárbaro. Yo te compro un tipo que dice que va a representar a los opositores, va a barrer a los ñoquis de La Cámpora, que no va a permitir la corrupción, questo quelotro. Y cuando está, le da planes a los ñoquis de La Cámpora ¿Qué tengo que hacer? Agarrar el frasco que me vendieron como café, llevarle el té, y si el chino no me lo cambia partírselo en la cabeza.
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Es angosto el pack de acciones que Morel encuentra para la solución argentina de los problemas argentinos. Hacer sangrar kirchneristas. Partirle la cabeza a la oposición. Pero Morel es un síntoma, una fiebre, la pus que entrega un cuerpo social con infección. Deberá responder por las que le toquen, ni hablar, pero tal vez haya alguien que está obteniendo beneficios de la tirria intempestiva de este perejil.
Gente que lo conoce ha visto sus fotos de drag queen. El ejercicio lúdico de un cara y contracara de la identidad sexual ha sido, dicen, un refugio para él.
AS/SH