Un asesinato, un suicidio, crímenes sin esclarecer, cuando el abuso no tiene límites
Vitalino Trecco fue condenado a 8 años de prisión por abusar y matar a un menor. Sólo cumplió tres y siguió dando misa. Eduardo Lorenzo se suicidó en una sede de Cáritas cuando una fiscal pidió su detención por abuso de menores. Son algunos de los casos mas deleznables en la historia de ataques sexuales por parte de religiosos.
El cura que terminó matando al adolescente al que abusaba y aquel que se suicidó para evitar una detención por el mismo delito; el sacerdote que fue filmado in fraganti mientras intentaba llevarse a un niño de una plaza o aquel otro que compartía imágenes de explotación sexual infantil constituyen casos extremos de ministros del culto católico que fueron capaces de incurrir en los delitos más graves pero también en pecado mortal con tal de seguir abusando o permanecer en la impunidad.
Son éstos algunos de los episodios más deleznables en la historia de los abusos eclesiásticos en la Argentina que no empezó ni terminó con Grassi y que presumiblemente desembarcó con la institución misma.
Vitalino Trecco fue párroco de mi pueblo y no sólo abusó de un menor sino que además lo mató”.
“Me ha pasado denunciar ante el obispo Ramón Castellano que un fulano no podía ser ordenado cura porque era abusador de menores. Castellano se hizo el sorprendido, aunque hubo unos cuantos que habían denunciado lo mismo. Sin embargo lo ordenaron, y ese cura, que se llamaba Vitalino Trecco, fue párroco de mi pueblo y no sólo abusó de un menor sino que además lo mató”, cuenta el ex sacerdote cordobés Elvio Alberione en el libro de su coautoría “Cinco Curas, confesiones silenciadas” (2011, Raíz de Dos).
Según pudo reconstruir el periodista cordobés Sergio Carreras a partir de los expedientes judiciales, la víctima se llamaba Alfredo Gabriel Acosta, era menor de edad y murió ahogado luego de ser golpeado y arrojado a un curso de agua por este sacerdote.
“Yo soy de Villa Dolores y estaba haciendo el primer año de secundario en el Instituto Brizuela –el único colegio católico de la ciudad- cuando nos enteramos que un cura había matado a un chico que tenía la misma edad que nosotros. Supimos del caso más que nada por comentarios de la gente del pueblo porque en la escuela no se hablaba del tema”, contó a ElDiarioAR.
El homicidio había tenido lugar en Niña Paula, un paraje cercano a Villa Dolores en 1982, y “lo que se comentó en aquel momento es que el cura lo mató por celos, porque habían ido a un fiesta la noche anterior donde la víctima había estado conversando con una chica”.
Como Carreras no conocía a Trecco más que por nombre, el caso “habría quedado como una anécdota de mi adolescencia si no hubiera pasado un episodio muy particular” que lo llevó a estar cara a cara con sacerdote en la celda donde éste purgaba ocho años de cárcel por el homicidio.
Yo cantaba en el coro de la acción católica y fuimos a cantar a la cárcel. Cuando entramos lo vimos a Trecco que estaba dando misa como si nada, como si no estuviera condenado por homicidio. Nos tuvimos que confesar con él y me preguntó si me masturbaba".
“Yo cantaba en el coro de la acción católica y a una catequista se le ocurrió llevarnos un domingo a la mañana a cantar a la cárcel. Cuando entramos lo vimos a Trecco que estaba dando misa como si nada, como si no estuviera condenado por homicidio”, contó
“Cuando terminamos de cantar nos hicieron pasar de a uno para que nos confesáramos con Trecco. Recuerdo la escena como muy incómoda, que viniera Trecco y me preguntara a solas si me masturbaba o si ya había tenido relaciones. Lo recuerdo poniéndome la mano sobre la pierna y regalándome un rosario después. Una cosa bastante horrible”, contó.
Con vasta trayectoria periodística y habiendo escrito muchas notas sobre pederastía en la Iglesia, hoy Carreras recuerda con indulgencia a esa catequista: “era una señora muy buena, su catolicismo la obnubilaba y no le dejó ver lo que implicaba llevar a confesar jovencitos con un cura homicida”, al que sin embargo la jerarquía eclesiástica presentaba como “una víctima de difamación”.
Carreras también recordó que “la Iglesia hizo todo lo que pudo por tapar el caso”, e incluso “mandó a personas de la iglesia a mentir en el juicio, sobre todo acerca de las heridas defensivas que mostraba Trecco”, dando testimonio de que eran de vieja data, lo que fue desmentido por las pericias del médico legista.
Trecco sólo estuvo tres años en la cárcel y, cuando recuperó la libertad “siguió siendo cura y dando misa” aunque en un nuevo destino pastoral a casi 700 kilómetros de Villa Dolores, donde nadie lo conocía a él ni a sus perversiones: la capilla de Nuestra Señora de la Caridad, en Yerba Buena, Tucumán. Y ahí se le pierde el rastro.
Asesinato en el colegio
Por otro lado, al menos dos homicidios ocurrieron en espacios eclesiásticos en Argentina: la violación seguida de muerte de Jimena Hernández a sus 11 años en el Instituto de la Santa Unión de los Sagrados Corazones del barrio porteño de Caballito donde cursaba el sexto grado en 1988; y el femicidio criminis causa –para ocultar el abuso- de Anita Rivarola a sus ocho años en la iglesia lindera al colegio de Don Torcuato, en el partido bonaerense de Tigre, donde cursaba el tercer grado en 1974.
Jimena Hernández, de 11 años, y Anita Rivarola, de 8, fueron asesinadas dentro de colegios católicos. Sus crímenes permanecen impúnes.
Si bien ambos crímenes quedaron impunes, siempre sobrevolaron sospechas sobre la Iglesia, al menos por encubrimiento.
Suicidio en la sede de Cáritas
Pero si para la iglesia el homicidio es un pecado mortal -cuando es cometido de forma deliberada y en plena conciencia- por faltar al quinto mandamiento; no lo es menos el suicidio que prefigura la condena eterna.
En Argentina, al menos un cura se suicidó tras el caso Grassi para evitar ser encarcelado por los cuatro diferentes casos de abuso de los que se lo acusaba en La Plata. Se trata del cura el cura Eduardo Lorenzo, quien el 16 de diciembre de 2019 decidió ponerle fin a su vida en la sede central de Cáritas en La Plata, tras conocerse que la fiscal Ana Medina había librado una orden de detención en su contra por abuso sexual y corrupción de menores agravados.
El ex capellán del servicio penitenciario bonaerense y ex párroco de la iglesia Inmaculada Madre de Dios de Gonnet estaba acusado de haber abusado al menos de cinco adolescentes en diferentes situaciones, lugares y momentos, entre 1993 y 2008.
Lorenzo había sido denunciado por primera vez en 2008, pero la misma fiscal Medina que había cerrado la causa por “falta de mérito” en 2009 la tuvo que reabrir en 2019 a partir de la lluvia de denuncias que salieron a la luz cuando la comunidad del colegio Nuestra Señora del Carmen del barrio platense de Tolosa se movilizó para mostrar su desacuerdo con la designación de Lorenzo como párroco, dada su fama de pederasta.
Y denuncias se hicieron oír con tanta fuerza y contundencia que no sólo se volvió atrás con ese nombramiento, sino que Lorenzo tuvo que renunciar como capellán del servicio penitenciario bonaerense –cargo que había ocupado durante los últimos 30 años- y hasta pedir licencia como párroco de iglesia Inmaculada Madre de Dios de Gonnet.
“Lamentablemente hay muchos abusadores que cuando se ven acorralados optan por el suicidio, pero no nos imaginábamos que esto iba a pasar con Eduardo Lorenzo. Para los sobrevivientes fue algo totalmente inesperado y una información muy difícil de procesar”, dijo a ElDiarioAR Julieta Añazco, sobreviviente platense de abuso eclesiástico y referente de la organización Iglesia sin Abusos.
La noticia del suicidio de Lorenzo fue un golpe más para sus víctimas, que después de tanto lucha supieron entonces que sin importar lo que hicieran, “ya no iba a haber justicia”.
Añazco explicó que “los chicos saben que dijeron la verdad, hicieron lo que tenían que hacer -que es denunciar- aunque significara pasar por todo ese proceso judicial que es espantoso”; pero si aun así Lorenzo logró eludir la justicia de este modo inesperado, es también responsabilidad del sistema judicial, que tardó demasiado tiempo en alcanzarlo y decidirse a ponerlo tras las rejas.
Abuso televisado
Otro caso resonante dentro de la historia de la pederastia en la Iglesia católica de Argentina es el que tuvo por protagonista al sacerdote Walter Avanzini y que podría dar en llamarse “el abuso televisado” porque una cámara oculta al servicio del programa de la tv cordobesa “A decir verdad” que conducía el periodista Miguel Clariá captó el preciso momento de una noche 1998 en que el cura intentaba seducir a un adolescente en la plaza central de Córdoba para mantener sexo con él.
“–¿Cómo te llamás? ¿Cuántos años tenés?
–Me llamo Luis y acabo de cumplir 17.
–¿Estás solo?
–Estoy esperando a mi novia.
–Estoy en un hotel aquí a la vuelta. ¿No tenés ganas de que vayamos un rato?“, es el diálogo que se escucha con nitidez como parte del informe sobre la vida nocturna de la plaza en cuestión, emplazada frente a la catedral.
Walter Avanzini fue filmado en el preciso momento en que intentaba seducir a un adolescente en la plaza central de Córdoba para mantener sexo con él.
Una verdadera conmoción causó no solamente en los fieles de la iglesia Sagrado Corazón de la localidad cordobesa de Berrotarán donde Avanzini era párroco -y que lo reconocieron enseguida-, sino también en el conductor del programa que hasta ese momento no había reparado en que la voz del pederasta pertenecía a un conocido suyo a quien luego pediría “disculpas” también al aire.
A partir de este informe periodístico que lo dejó en evidencia, otras víctimas del cura –que en muchas ocasiones se valió de su condición de médico para perpetrar los abusos- salieron a denunciarlo, como el ex seminarista Daniel Vera quien había sido agredido sexualmente por Avanzini diez años antes, cuando él tenía apenas 17 años. El 16 de julio de 2021 Vera se presentó en la Unidad Judicial que funciona en el Polo de la Mujer para hacer una denuncia penal contra Avanzini.
No obstante, luego de ese escándalo el religioso no fue expulsado de la Iglesia Católica, sino enviado a un retiro espiritual en San Fernando sin que se abriera ninguna investigación judicial ni canónica. Una actitud de indiferencia similar había asumido la institución en 1985, cuando lo ordenó sacerdote a pesar de que en 1983 un seminarista lo había denunciado por un intento de abuso sexual.
Después de abandonar el sacerdocio, Avanzini comenzó a trabajar como docente en un colegio de Villa Carlos Paz, en 2009 entró como empleado del Ministerio de Educación de Córdoba y en el período 2011-2014 se desempeñó como empleado de la Dirección General de Institutos Privados de Enseñanza de la Provincia de Córdoba (Dipe), según pudo reconstruir La Voz del Interior.
El cura de 80 años que distribuía imágenes de explotación sexual infantil
El delito de tenencia y distribución de imágenes de explotación sexual de niños, niñas y adolescentes que el Código Penal castiga con penas de prisión de 3 a 6 años si es mayor de 13 y de 4 a 8 si es menor de esa edad, también es un pecado mortal para la Iglesia. Sin embargo, se han conocido varios casos a nivel mundial de curas que enfrentan este tipo de cargos.
En Argentina, uno de los últimos casos salió a la luz el 16 de marzo pasado, cuando un cura de 80 años fue arrestado en la Iglesia Nuestra Señora de las Gracias de Villa Soldati a pedido de la justicia cordobesa que a su vez había recibido un alerta de la organización estadounidense National Center for Missing and Exploited Children (NCMEC). Actualmente, el sacerdote de nombre Mario Giuliano está procesado sin prisión preventiva y con un pedido de elevación a juicio por dos hechos que ya quedó firme.
“Según pudimos establecer, estando en Córdoba se había comunicado con personas de otros países y les había remitido imágenes donde se veían niños siendo explotados sexualmente, a través de Facebook Messenger”, dijo a ElDiarioAR el titular de la Fiscalía Especializada en Cibercrimen de Córdoba, Franco Pilnik.
La imputación es solo por distribución agravada porque “no encontramos ninguna evidencia de que haya ni producido ni comerciado” con estos videos que “ya estaba catalogado como material de pornografía infantil en las bases de datos internacionales y nada indica que haya sido producido en la Argentina” por las características fisonómicas de los niños intervinientes.
En cambio, las pericias biométricas sí pudieron comprobar que “se trataba de menores de 13 años”, lo que agrava la escala penal.
El acusado, que es italiano radicado desde hace décadas y no posee antecedentes penales en el país, se negó a declarar y por eso hasta ahora se desconoce su versión de los hechos.
MAA/MG
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