Esta semana muchos usuarios de Twitter/X se fueron a probar suerte a la más reciente plataforma de microblogging Bluesky. Cansados del clima tóxico, los trolls con cuenta verificada, las publicaciones incesantes de Elon Musk y la publicidad invasiva, los que crecieron en estos años de sociabilidad digital con el pajarito azul como su red de cabecera decidieron probar algo nuevo, un entorno de interacción sin el aire viciado de la conversación tuitera. Un cielo azul (¿de ahí vendrá el nombre? Le queda bien).
Habrá que ver si Bluesky prospera o si está condenada a seguir los pasos de Threads, el intento fallido de Mark Zuckerberg por captar a los desilusionados del rebranding que Musk llevó a cabo en Twitter el año pasado. Pero es indudable que hay un público que ya no se siente del todo cómodo con la propuesta de interacción de Twitter así como con muchas de las personalidades e influencers que esta ha producido, y que hay una demanda de saneamiento de la discusión. Un deseo de volver a tiempos mejores, un “Make Twitter Great Again” que se hizo ver en chistes y referencias nostálgicas de usuarios a la primera versión de su plataforma predilecta, como el “Follow Friday” (recomendaciones de a quién seguir, cada viernes) o viejos debates que fueron muy virales en la red, como de qué color es el vestido, cuál es el punto de la carne y otros por el estilo. Empezar de cero en otro lugar pero llevando una historia y un lenguaje en común. Migraciones.
Bluesky viene con un montón de “promesas”. Por ser una red descentralizada y de código abierto, se supone que otorga a los individuos la posibilidad de crear sus propios entornos sin estar sometidos a las decisiones de la compañía, como viene ocurriendo con Twitter y los cambios que introdujo Musk desde su compra: a saber, menos regulaciones de contenido, prioridad de alcance y posicionamiento para cuentas pagas y, más recientemente, la habilitación a cuentas bloqueadas para seguir viendo las publicaciones de aquellos que las han bloqueado. Este último cambio dejó casi sin efecto al “bloqueo masivo de trolls”, una iniciativa de marzo y abril de este año para limitar el acceso al contenido de usuarios críticos del gobierno por parte de las cuentas libertarias que se dedican a hostigarlos.
De ahí la segunda gran promesa de la nueva plataforma: entorno libre de trolls. Si bien nada impide a ningún usuario de Twitter crearse su cuenta en Bluesky con la idea de replicar allí la misma actividad, esta red permite, no solamente el bloqueo a la vieja usanza, sino también la creación de listas de bloqueo automático. Tal es el caso de la lista “Opa”, generada por el usuario “Clonan El Vándalo”, donde se incluyeron los perfiles de muchos reconocidos tuiteros de La Libertad Avanza que ingresaron en Bluesky con la intención declarada de pronunciar allí su “batalla cultural”. La lista es actualizada por los usuarios de manera colaborativa y constante, y el bloqueo de las nuevas cuentas que se van incluyendo allí es automático para todos sus suscriptores.
Sin ir más lejos, Daniel Parisini –conocido por su seudónimo tuitero “Gordo Dan”– llamó a “llenar esta red social con la verdad absoluta” y a que “los kukas no tengan paz”, como trascendió en la captura de una de sus publicaciones en la nueva red. Esto ocurre a pocos días del acto cuasifascista de su agrupación Las Fuerzas del Cielo, en San Miguel, donde Parisini se refirió al espacio como “el brazo armado de La Libertad Avanza”. Esta definición, que causó alarma en la opinión pública, sigue la lógica del llamado “bait” (“carnada”): decir algo provocador para atraer la atención y la interacción, imponer un tema y dominar la conversación, otra de las dinámicas tuiteras que han agotado a tantos usuarios que hace tiempo quieren una renovación y un saneamiento del debate en las redes sociales.
Los cibermilitantes libertarios han logrando instrumental políticamente el comportamiento troll y la hostilidad online, que a menudo trascienden las barreras del mundo digital, con tácticas que van desde las bromas pesadas (como mandarle delivery a las personas en sus casas) a aprietes cuasi-mafiosos, amenazas de violación o de muerte. Verdaderos maestros del doxeo (publicar información privada de una persona), estos muchachos, que venían perfeccionando la técnica, pueden llevarla a otro nivel ahora que su líder Santiago Caputo maneja los servicios de inteligencia del Estado, lo cual suscita preocupación entre todos los que se perciben como posibles targets de sus operaciones.
Quizás por eso es que usuarios de La Libertad Avanza expresaron su descontento con el éxodo tuitero e intentaron disuadir con argumentos un tanto retorcidos, que recuerdan a los de un novio abusador. “No te das idea del error grave que están cometiendo al dejar el debate y aislarse entre ustedes. Es lo que le pasó a los macristas en el 19”, expresó en Twitter un usuario con el seudónimo “PALACIO LIBERTAD” al confirmarse bloqueado por usuarios opositores en Bluesky. “Es la misma dinámica que cuando dejás a un tóxico”, opinó la usuaria “mesita” en la otra red, compartiendo una captura del tweet anterior. Una vez más, el clivaje y los imaginarios de género ordenan buena parte de la antinomia política, al menos en el nivel de las bases de apoyo del mileísmo/antimileísmo.
Esto no pasa solamente en Argentina. Entre usuarios norteamericanos también se empieza a ver la polémica alrededor de los que abandonan X y sus dolidos enemigos que los lloran. En una publicación, el Joker de la serie animada de los ‘90 de Batman, se lamenta porque “sin los woke no hay gracia en ser facho” (“without woke, bigotry has no punchline” en el inglés original, que es una adaptación de la frase “sin Batman, el crimen no tiene chiste” con la cual su archienemigo lamentó su supuesta muerte en un episodio).
Al igual que con el bloqueo masivo de trolls, el descontento libertario puso en tela de juicio la consigna “me chupa la pija la opinión de los kukas”, devenida en el extraño canto polirítmico con el que el Gordo Dan arenga en sus actos. De hecho, el afán por ir a buscar a los “kukas” a la red social que vayan, demuestra cuánto les importa y necesitan de su opinión.
Pero sería incompleto adjudicar el comportamiento troll solamente a los libertarios, como también lo sería culpar a Elon Musk exclusivamente por todos los males en las redes sociales. En ese sentido, usuarios que celebraron la nueva herramienta comunicacional de Bluesky recordaron que no se trata solamente de mantener a raya a los seguidores de Javier Milei y ultraderechistas, sino también a hostigadores biempensantes que acercan sus opiniones no solicitadas sobre los más diversos temas. “Twitter no es un lugar propicio para que se reproduzcan únicamente nenazos y naxis (nazis)” comentó “Danihila”. “También ha sabido ser suelo fértil para el tipo de humano que cuando le decís que te gusta la lluvia, te responde que entonces no te interesa la gente y animales en situación de calle.”
Se trata, en definitiva, de la búsqueda de un nuevo contrato de interacción ante el descontento por el actual. Una renovación de la cultura digital y de los intercambios que en ella se celebran, con más cuidado del otro y de la información que compartimos. “La cosa sana”T dirán algunos. “Hablar como gente normal”, podrán decir otros. Lo cierto es que, para quienes estamos mucho en Twitter, es llamativo cómo se han naturalizado la agresión gratuita, la manipulación de la imagen y la palabra ajena para la construcción y el posicionamiento propios, tanto individual como de los colectivos a los que se pertenece (conductas que en mayor o menor medida incurrimos todos, ya que la red está diseñada para condicionarnos conductualmente a ello).
No extraña que de ese microclima hayan emergido las formas de individualismo y deshumanización que irrigan al resto de los medios y de la conversación pública en general.
Estos vicios exceden a Twitter, aunque quizás sea esta red la que mejor los expresa. Y también exceden a los libertarios argentinos y ultraderechistas del mundo, aunque seguramente sean ellos sus mejores ejemplares. Son hábitos y protocolos de interacción social que hemos interiorizado y que llevará un tiempo desmontar (por no decir “deconstruir”). No es iluso pensar que nuevas reglas y protocolos de intercambio ayuden en esa tarea, pero esto requerirá también de predisposición y paciencia. De un trabajo coordinado y colectivo de ir contra los propios hábitos, adquiridos tras años de baitear, contestar basado y domar, un círculo vicioso del comportamiento, altamente adictivo.
He aquí el más reciente intento de despejar el humo tóxico de la conversación pública. Un cielo azul. Donde antes volaba un pajarito, ahora vuela una mariposa. Veremos por cuánto tiempo.
NC/DTC