Raúl y Elena trabajaban juntos en la misma empresa desde hacía un tiempo, pero no se conocieron en profundidad hasta que los mandaron juntos a Ecuador a preparar un proyecto. Once años después están de vuelta en Madrid, casados y con una hija en común de cuatro años, Celia, que más de una noche les roba el sueño. Los dos estaban solteros cuando se conocieron y su relación nunca supuso un obstáculo en el trabajo; no suelen tener problemas para combinar sus vacaciones juntos o para turnar los cuidados a la niña cuando se enferma. Pero no siempre es así, el universo de los romances laborales es vasto y no es difícil que surjan conflictos o contratiempos derivados de ellos. La diferencia de rangos entre los trabajadores, el atractivo agregado del compañero que se sienta al lado y entretiene en un contexto tedioso o los idilios de oficina que suponen una infidelidad a la pareja que está fuera son algunos de los factores que engrosan el enredo. ¿Es realmente una buena idea aventurarse?
Los datos en torno a este fenómeno variaron en los últimos años, sobre todo después del aumento del teletrabajo y la disminución de la presencialidad tras la pandemia. Una encuesta del portal de empleo InfoJobs realizada en 2018 a 1.000 trabajadores mostró que el 31% de ellos había mantenido una relación sentimental con una persona de su entorno laboral. En 2022, esa misma encuesta arrojó unos resultados bastante diferentes: solo el 14% reveló haber tenido una relación sentimental con alguien del trabajo, pero un porcentaje mayor (el 56%) aseguró seguir con la pareja que conoció en su entorno laboral. El mayor impacto por el confinamiento y el teletrabajo recayó en los jóvenes: uno de cada tres siente que las relaciones con gente de la misma empresa se vieron reducidas.
En 2022, una encuesta realizada por InfoJobs en España reveló que el 14% de los entrevistados había mantenido alguna vez una relación sentimental con un compañero de trabajo
Trabajadores que se encuentran después de haberse visto solo por videollamada, viejos conocidos que se reencuentran y vuelven a conectar, y un ambiente festivo que invita a alargar la noche dando pie a encuentros fugaces (o no tanto) que luego cuesta gestionar. Una primera cuestión a tener clara es si estamos ante una atracción pasajera o puede ser algo más. “Hay gente con pareja que de repente se empieza a sentir atraída por alguien del trabajo y se siente mal. No saben si eso significa que ya no quieren a su pareja. Pero muchas veces el trabajo es rutinario y aburrido y es fácil construirse la fantasía, por entretenimiento. No tiene por qué tener más implicación”, dice la psicóloga y sexóloga Ana Lombardía, especializada en vínculos de pareja.
Pedro y Verónica, fisioterapeuta y enfermera, se conocieron en la residencia en la que trabajaron juntos durante un tiempo. No tenían pareja, empezaron a salir y las cosas fueron bien. “A mí me gustaba, pero ella no me hacía caso”, cuenta Pedro al otro lado de la pantalla. “Luego me invitó a un concierto, fue en 2014, y desde ahí ya empezamos a salir”. Al principio lo mantuvieron en secreto para evitar chismes: “Eso también tenía su jugo, nos dábamos un beso si nos encontrábamos en el ascensor y tenía mucha gracia”, cuenta Pedro entre risas. Luego ella se cambió de trabajo, pero la relación siguió adelante. Ahora, como Raúl y Elena, están casados y tienen una hija pequeña.
Pedro y Verónica mantuvieron su relación en secreto al principio para evitar cotilleos: 'Eso también tenía su jugo, nos dábamos un beso si nos encontrábamos en el ascensor y tenía mucha gracia
Aunque Pedro y Verónica hubieran comunicado su relación a sus superiores, la empresa no podría haber tomado represalias. Así ocurre en España, mientras que en Estados Unidos, por ejemplo, las empresas sí tienen derecho a incluir en los contratos cláusulas que prohíban las relaciones entre empleados. Aquí ese tipo de herramientas no están permitidas. “Las empresas siempre intentan maniobrar”, dice Roberto Mangas Moreno, abogado laboralista en Madrid, “pero no hay reglamento que prohíba expresamente los romances entre trabajadores. No es motivo de despido en los convenios que yo he leído, sobre todo porque vulnera el derecho a la igualdad y a la no discriminación”. En un caso en el que el abogado trabajó —cuenta—, la empresa se enteró del romance que había entre dos de sus empleados y trataron de cambiarlos de turno, pero consiguieron evitarlo. “La empresa no se atrevía a actuar directamente contra ellos. No puede”.
El debate sobre la conveniencia de los romances laborales tanto en el ámbito de la relación como en el del propio desempeño del trabajo no es nuevo. “Una vez fue simplemente un tema de chisme para el grupo de mecanógrafos de la empresa. Hoy en día, el romance de oficina se discute y debate en los despachos ejecutivos, donde la pregunta no es ¿qué es esto llamado amor?, sino ¿qué implicaciones puede tener en los resultados finales?”, puede leerse en una columna de opinión publicada en The New York Times en 1982 bajo el título El problema de los romances de oficina. El gran cambio que había desencadenado esta conversación entonces, según recogía la pieza, era que “a medida que más y más mujeres escalan en los rangos corporativos, muchas de ellas solteras, las posibilidades de que surjan romances en la oficina aumentan”.
Hablar de lo mismo con esa persona en el trabajo y luego en casa puede ser perjudicial. Las parejas tienen que tener espacios en blanco, áreas de independencia, si estás 24 horas con la otra persona puede ser complicado crear una relación sana
El texto cuenta también el caso de Mary E. Cunningham, vicepresidenta de una compañía relevante del momento, que había tenido que renunciar a su puesto por los crecientes rumores de un romance con el director de la empresa, William M. Agee. Los dos insistieron en que eran “solo amigos”, pero el periódico estadounidense cuenta que empezaron a salir “formalmente” justo después de que ella renunciara a su puesto y poco tiempo después anunciaron que se casaban. Pasaron más de 40 años desde que se escribió esa pequeña pieza, pero los despidos y las renuncias por romances en el trabajo no se disiparon.
El entorno laboral, donde pasamos buena parte de nuestro tiempo cada semana, propicia un primer punto de encuentro, un cruce de conversación o una primera vía de comunicación que da pie a sostener la relación en otras esferas. Carlos García, psicólogo especializado en parejas lo explica así: “A lo mejor descubrís que tu compañero o compañera es una gran persona y esto genera un vínculo que trasciende a algo más que una amistad o una aventura pasajera. Pero la vida de los seres humanos no es el trabajo, lo que realmente te enamora de la otra persona son una serie de valores, la posibilidad de un proyecto de vida en común. El trabajo no es un motivo que garantice un proyecto a largo plazo”. Sobre todo por las dificultades que pueden surgir: “Hablar de lo mismo con esa persona en el trabajo y luego en casa puede ser perjudicial. Las parejas tienen que tener espacios en blanco, áreas de independencia, si estás 24 horas con la otra persona puede ser complicado crear una relación sana”, dice García.
Está bien trabajar en el mismo sitio porque entiendes a la otra persona cuando, por ejemplo, le toca sentarse al ordenador el domingo. A veces, si vemos que no paramos de hablar de trabajo, uno de los dos salta: 'Ya, tenemos que dejar de hablar de esto'
Raúl, de 50 años, y Elena, de 44, supieron lidiar con todas estas dificultades sin mucho drama. Al principio, cuando eran los únicos trabajadores de la empresa en Ecuador, vivían en habitaciones separadas del mismo hotel. Después de unos meses viviendo sin cocina y en la extrañeza de una habitación que no podés hacer tuya, decidieron pedir a la empresa que los pusiera juntos en un departamento. Desde entonces no tuvieron problemas por hacer el mismo trabajo, incluso ahora que están teletrabajando desde Madrid. “Está bien trabajar en el mismo sitio porque entendés a la otra persona cuando, por ejemplo, le toca sentarse frente a la computadora el domingo. A veces, si vemos que no paramos de hablar de trabajo, uno de los dos salta: ‘Basta, tenemos que dejar de hablar de esto’. Pero en casa cada uno está en su puesto, nos juntamos en la comida y le preguntás al otro: ¿qué tal el día?”.