Entrevista

Candelaria Schamun: “Me da mucha pena que haya niños y niñas que no puedan decir lo que les está pasando por el contexto”

Candelaria Schamun es periodista y escritora. Escribió dos libros: Cordero de Dios, el caso Candela, hace ya varios años, y el más reciente, Ese que fui: expediente de una rebelión corporal (Sudamericana), que se centra en su propia historia: la de una mujer que al nacer los médicos creyeron varón aunque en realidad era intersex. A los 17 años se enteró de que había sido mutilada entonces para encajar en la sociedad.

—Te dedicás hace mucho a escribir. Tenés desde hace por lo menos 15 años una preocupación por la manera de escribir, desde que nos conocimos en el diario extinto Crítica de la Argentina. ¿Qué fue lo que más te costó a la hora de escribir este libro, siendo vos alguien que siempre escribiste y siempre te preocupaste por cómo transmitir lo que querías contar?

—Lo que más me costó para escribir Ese que fui fue asumir la primera persona. Yo siempre escribí historias. Soy periodista de policiales, cronista de policiales, y siempre conté la historia de un tercero. Creo que los periodistas en sí no somos el sujeto. O sea, nosotros no nos ponemos por encima o por delante de la noticia. Entonces primero eso. Y después asumir la primera persona. Una primera etapa de este libro yo la escribí bajo un seudónimo, bajo el seudónimo de Vera y en tercera persona, porque me costaba mucho contar lo que revelo en el libro, que es básicamente investigar mi propia identidad. Entonces, primero, asumir la primera persona. Después, escribir en primera persona, que es muy complicado, porque uno cree que lo que tiene para decir siempre es algo importante. Entonces, eso creo que fueron los dos eslabones más complicados.

—En alguna entrevista te escuché decir que la literatura te salvó de un mundo oscuro. ¿Por qué dijiste eso?

—Porque leer y escribir, el libro en sí y la ficción y la no ficción, es como entrar casi en un estado de ensueño y empezar a poder crear otros mundos, imaginar otros mundos. Creo que el periodismo y poder escribir también me salvaron de ese mundo bastante oscuro porque pude encontrar en el periodismo las herramientas para poder después ponerlas al servicio de mi búsqueda. Creo que poner en palabras tantos años de silencio yo lo pude hacer gracias a las herramientas que aprendí de ustedes, que me enseñaron en Crítica. Entonces para mí sí fue un salvavidas muy importante.

—Descubriste un día parte de una historia que estaba silenciada, que era tu propia historia. Y es lo que contás en Ese que fui. Naciste con hiperplasia suprarrenal congénita perdedora de sal. Es una condición específica que tuviste cuando naciste. Te hicieron cuatro operaciones sin tu consentimiento. Además, ninguna tenía que ver con una urgencia de vida, sino que todas tenían que ver con una cuestión estética. Y también hay algo muy fuerte que contás y es que fuiste mutilada para encajar con las formas que la sociedad conocía o conoce o se supone que la sociedad pretende, donde todos tenemos que encajar, varón o mujer. ¿Quién se hace cargo de esa violencia? ¿Qué responde la medicina tradicional con cuestionamientos como el que vos estás haciendo a través de este libro? ¿Alguien puede explicar desde la medicina que para hacerte encajar te hayan mutilado?

—Creo que esto que me pasó a mí se sigue haciendo y la explicación... Una vez en terapia yo le decía a mi terapeuta: es que yo siento que fui abusada sistemáticamente y que no podía reclamar a nadie porque esos abusos habían sido en un hospital bajo un consentimiento médico, o sea, con alguien que estaba por encima mío, que era un médico por una trayectoria o por lo que había estudiado. Viste que la palabra del médico muchas veces es incuestionable. Es bastante complicado en ese sentido, porque no tenés a quien ir a reclamarle. Dentro de esas cirugías que me hicieron a los tres meses tuve una mutilación genital, que sigo padeciendo las consecuencias de eso. Y dentro de ese abanico de operaciones también obviamente sucedió una mala praxis que tampoco le podés reclamar a nadie porque es parte de la situación. Yo soy intersex y yo no decidí ser intersex y tampoco que todas las cirugías que a mí me hicieron fueran sin mi consentimiento. Tampoco no sé si hubiese querido, porque ninguna de esas cirugías revestía urgencia y fueron todas cirugías estéticas, que en realidad me ocasionaron muchísimos más problemas de las soluciones que podían aparente atraer. Y creo que un poco el paradigma que genera este libro, o por lo menos lo que yo me pregunto siempre, es hasta dónde un cuerpo puede soportar para encajar en esa normalidad, en este caso, médica, y también para los ojos de la sociedad, que se quede tranquila esa sociedad que, bueno, yo soy una persona, soy una mujer. Pero por ejemplo recién me ofrecieron un par de medias y me dijeron: che pibe, ¿no me comprás un par de medias? En otro momento, qué sé yo, le tenés que explicar. Y ya es como que, bueno, nada. Te cortás el pelo y ya estás... O sea, es eso. Tengo el pelo corto. Entonces genero una ambigüedad porque la mujer tiene que tener pelo largo y el pibe tiene que tener pelo corto. Entonces obviamente que esos barullos se siguen generando.

—Hiciste una gran investigación que se cuenta en el libro a partir de una famosa carpeta verde que encontraste en el escritorio de tu de tu viejo. Y la medicina no da respuesta a esto. No se hacen cargo. Tuviste otros aliados, encontraste otras personas, gente que se dedica a trabajar estos temas, pero, digamos, desde la autoridad medicinal...

—“Es lo que hay que hacer”. O sea, la respuesta es: es lo que hay que hacer. Porque a vos lo que te hacen es para que la sociedad no te cuestione, para que no haya ningún conflicto. Me refiero, no sé, cuando tenés 13 años, vas a la pileta, te tenés que cambiar y que no haya ningún desbarajuste para que nadie se sienta incómodo, pero es para no incomodar al otro. Y dentro de la medicina es lo que se estudia. O sea, vos podés meterte en un video de YouTube y poner el diagnóstico mío y probablemente una médica totalmente reconocida a nivel mundial te va a decir que lo que hay que hacer es A, B, C y es lo que me hicieron a mí en 1981. En este libro yo me puse en contacto con otras personas que habían tenido situaciones similares, por ejemplo, una persona nacida en La Pampa en otro contexto social. Yo nací en La Plata, pero el manual de estilo de ese silencio es exacto. Es una infancia donde nadie dice lo que pasó. A los padres se los obliga a hacer silencio. Yo estuve durante, no sé, 20 y pico de años sin decirle ni a una pareja ni a ustedes en el diario. No sabían absolutamente nada. Yo a los 17 encontré la carpeta verde que decía que en algún momento de mi vida, durante un mes, yo, me llamé Esteban. Entonces, a los 17 años no sabía si era un pibe, una piba, un monstruo o qué era. Y ese silencio lo guardé hasta que me animé a hablar. De hecho, es muy jodido tener que esconder tu propia identidad o, por lo menos, no indagar sobre ella. Y lo que sucede es que la medicina te trae hasta este punto. Es decir, bueno, te opero, te hago esto, lo que sea. Y ahora cuando vos necesitás... Por ejemplo, yo hoy no tengo cobertura social porque si digo la verdad de lo que tengo no me aceptan en ninguna obra social o tengo que pagar algo exorbitante para poder entrar. Entonces, ¿qué tengo que hacer? Si quiero tener, tengo que mentir. Pero mi mayor preocupación de tener una obra social es la preocupación que tenés vos: todos los años hacerte un chequeo y que el colesterol más o menos esté bien.

—Pero el sistema te sigue expulsando.

—Te sigue expulsando. Pero en algún momento ese sistema es el que te agarró y te dice: bueno, mira, a esta piba hay que hacerle esto, esto y esto. Entonces, a mí me vieron los mejores médicos de Argentina. Parte de la vida de mis viejos fue estar en función de lo que a mí me había pasado.

—Contás que tu vieja tenía un temor, que era que José De Zer, el cronista de policiales emblemático de la década del 80, de lo que fue Nuevediario, fuera a contar tu caso. Pero vos también te dedicaste a policiales y escribiste en Crítica, trabajaste en Clarín como cronista de policiales. Estabas buscando, pienso yo, inconscientemente quizás desplazar a José De Zer y descubrir vos tu propia historia. Contar vos tu propia historia, averiguar vos cómo había sido esa historia y poder contarla de otra manera.

—Totalmente. Yo soy eternamente agradecida al periodismo policial porque me enseñó a investigar. Creo que hay una búsqueda consciente y una búsqueda inconsciente de uno poder encontrar con los oficios, con las situaciones que vos tenés en tu vida, qué sé yo, para llegar a algo que vos necesitás. Bueno, yo creo que capaz que consciente o inconscientemente me acerqué de pura casualidad al periodismo. Y esas herramientas que aprendí del periodismo policial fueron las que me llevaron, por ejemplo, a buscar un expediente, encontrarlo, saber leerlo. Y creo que este libro es casi como una investigación entre policial, casi como un enigma a resolver, que es este Esteban, que soy yo misma, y empezar a hacer entrevistas a mis hermanos.

—La confusión que hubo cuando vos naciste. Te pusieron Esteban porque había habido una confusión.

—Totalmente. Yo había nacido varón, sin testículos descendidos. Yo me fui del hospital siendo un niño, o sea, con una mantita celeste. Para la medicina tradicional y para mis viejos. O sea, acá tienen al chico. Y después se dieron cuenta que en realidad ese chico era una niña. Siempre fui una niña y que eso había que resolverlo. Entonces lo que hicieron fue eso, que era un poquito más grande y que era el clítoris, lo mutilaron. Entonces, enterarte de todo eso, saber todo eso, entrevistar a mi prima y preguntarle todo lo que había pasado, es hacer una investigación. Es muy difícil escuchar eso. Y este libro me acercó mucho a mis papás. Los pude perdonar. Me puse en la piel de ellos y creo que me metí tanto en mi propia vida que recorrí mi pasado. O sea, es impresionante cuando uno empieza a investigar su identidad o a investigar qué fue lo que pasó y a romper el silencio, empezar a hablar, a naturalizar. Empezar a decir: bueno, también esto pasó. Un pacto de silencio familiar es muy corrosivo para la familia, porque es algo que es muy difícil sostener. El silencio es muy difícil, es muy trabajoso, O sea, parte de la vida de mis padres se fue en mantener un silencio. De hecho, mi mamá se murió de Alzheimer y creo que mientras mi vieja estaba perdiendo la memoria, yo la estaba recuperando. Entonces era un poco ese juego también.

—Hay una violencia sobre tu cuerpo. A vos te te mutilaron desde muy chiquita porque tenías que encajar, tenías que ser varón o mujer, tal y como se suponía que la medicina, la sociedad lo indicaba. Y vos decías: los cuerpos que no encajan, que son considerados cuerpos mal formados. ¿Qué lugar pensás que ocupa la maternidad en toda esta historia, en el imperativo social de la maternidad, en ese imaginario donde tenés que ser un hombre de determinadas características, tenés que ser una mujer de determinadas características?

—Este libro me hizo reencontrarme con mi mamá siendo madre. Y también esto de, un poco lo que vos decías, la violencia médica o de ese encarnizamiento médico que se genera también va dirigido a la moral de las madres. Porque hay algo que de esto de decir: bueno, vos la vas a cambiar a esta bebé y la vas a tener que ver y vas a ver eso que no querés ver. Entonces es preferible que vos la puedas cambiar y que veas a esa persona y que estés totalmente convencida de eso, que ella no va a sufrir. En el caso de mi mamá arrasó con su vida esto y también -hablando de la maternidad y habiendo investigado este libro- la infancia de mis hermanos quedó suspendida, porque mi mamá, como toda madre, creo, se va a salvar la urgencia del que está más complicado en la familia. Entonces, mis hermanos, que el más chiquito tenía cinco cuando yo nací, esa madre capaz que no estuvo para ese niño. Y entonces es cómo una situación que solo era estabilizar a una persona de manera clínica arrasó con todo por toda esa violencia médica y también arrasó con esa maternidad. Y mi vieja arrastró toda su vida esto. Porque también creo que como padres existe una culpa de ese niño, de cómo nació y todas las cosas que pasaron. Y ese silencio que también los carcomió. Entonces, hasta dónde esta violencia que es médica también actúa de lleno en las madres y a los padres que tienen que tomar una decisión, que los obligan a que sea urgente, y les cambia radicalmente su vida.

—Vivís en un pueblo que está a más de 100 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué importancia tuvo para vos irte de la ciudad, qué incidencia tenía la ciudad sobre tu historia, sobre esa verdad que estaba oculta, sobre tu identidad? ¿Sentiste que te tenías que ir de la ciudad para poder contar esta historia?

—Vivo en un pueblo de mil personas, súper conservador, con un estilo súper de pueblo, de campo y creía que iba a ser ese perro verde que José De Zer hubiese querido manotear y decir: ah, mirá, acá tengo la presa. Pero fue creo que una liberación absoluta. Creo que fue también una transformación ir a un lugar donde soy alguien, donde el vecino sabe mi nombre, donde el vecino sabe qué hago, y si me voy a mi casa, digo que me la cuide. Y también es enfrentarme a esa soledad. Yo necesitaba enfrentarme a la soledad para poder escribir este libro y también para encontrarme. En Capital tenía una vida radicalmente opuesta a la que tengo. Era productora de televisión totalmente enajenada, sacada del eje, absolutamente. Consumía alcohol, fumaba, tenía una vida súper porteña, me acostaba a las 06:00 de la mañana. Hoy no tomo alcohol, no fumo, no como carne. Toda esa búsqueda, toda esa transformación de encontrarme en ese silencio, de enfrentarme a mi miseria absoluta, hizo que yo primero asumiera que este libro era en primera persona, era bajo mi nombre. Y, después de publicado el libro, los vecinos salieron rápido a comprarlo y lo saben. Y yo hoy no tengo nada que esconder. Hoy ya si viene José De Zer o viene Cachito de no sé de dónde: sí, soy esta persona. Y hoy lo puedo mirar a la cara. Si existiese otro José De Zer, que hay por montones, pero ya desde otra postura. Y fue algo muy hermoso cuando ese secreto o ese silencio se cayó cómo amigas de la infancia, amigas de la secundaria, amigos de un montón de lugares que yo nunca les pude haber dicho nada, me llamaron para decirme: che, la verdad es que yo no sabía todo esto. Y le pude también poner palabras a mis comportamientos, porque es mucha la bronca que uno guarda por no poder decir: me pasó tal y tal cosa. Entonces fue reencontrarme con mis hermanos, reencontrarme con mis amigos, volver a La Plata a ver amigos de hace muchísimos años, que los amo, que pasé un montón de tiempo y mi vecino que se acercó llorando para decirme “te leí en una nota” y fue muy hermoso.

—¿Cómo influye el contexto político? Porque hoy tenemos un gobierno que entre las banderas que tenía estaba el rechazo al feminismo, el rechazo a la diversidad. Hoy lo seguimos escuchando en algunos de sus voceros. ¿Pensás que la sociedad cambió? ¿Cambió antes y eso permitió que Milei llegara? ¿O es una sociedad contradictoria que por ahí te da vuelta a la cara y por ahí te compra el libro?

—Creo que las políticas de este momento son las mismas políticas que mi mamá padeció en el 81. O sea, estamos muy parecidos a una época súper represiva. No lo puedo llamar gobierno de facto porque fue elegido democráticamente, pero las políticas de las libertades y de los derechos adquiridos son muy parecidas a la época donde mi mamá sentía vergüenza por esa hija que había nacido. Y creo que este libro pudo escribirse o me animé a escribirlo porque existía una sociedad en la que había una aceptación a ciertas narrativas de género que podían darnos esta posibilidad. Yo a veces escucho -trato de no consumir mucho periodismo; a veces me hace un poco mal- pero a veces escucho gente con con muchísimo odio. Trato de no leer a veces comentarios de notas que me hacen porque son muy agresivos. Yo creo que hay una habilitación tanto a partir de los medios de comunicación y tanto del momento de época que estamos viviendo que es un desenfreno violento. Pero a mí me parece que es una situación epocal con un desenfreno de las redes sociales, con un anonimato que no hay ese poner la cara y decir soy esta persona. Y me parece que habría que tener un momento de reflexión sobre hasta dónde queremos llegar con tanta violencia. Me parece que estamos convirtiéndonos en algo horrible, en algo muy violento, muy feo, que a mí muchas veces muchas cosas que escucho me dan pánico.

—¿Pero hay anticuerpos en la sociedad para eso?

—Yo creo que sí. Una vez Estela, cuando ganó otro presidente, yo le pregunté: ¿y ahora cómo hacemos? Y la respuesta de Estela fue: bueno, nosotros vencimos a los milicos, ¿cómo no vamos a poder estar a la altura? Yo creo que hay unos anticuerpos que siempre están. No sé si los anticuerpos están para estos temas, sí para unos temas más económicos. Creo que van a tener esos anticuerpos, después van a ser los primeros que se disparen. Pero me parece que hay que pensar en el después. ¿Cómo vamos a recomponer esta sociedad que la llevamos a un extremo de violencia inusitado y cómo vamos a traerla de nuevo a un eje? Cuando yo era chiquita, me daba vergüenza decir quizás lo que tenía para decir. Y a mí me da muchísima pena que en estos momentos epocales que son tan violentos, son tan represivos, que haya tantos niños y niñas que no puedan decir qué es lo que les está pasando, porque no hay ese contexto, esas narrativas de género o esas narrativas sociales que acompañan a esas infancias, que no lo puedan decir y tengan que pasar por el silencio que yo pasé, por la vergüenza de no poder encajar o por lo que sea. Me parece que tenemos que pensar hasta dónde queremos soportar tanta violencia. Es un poco lo que te decía. Hasta dónde un cuerpo puede soportar para encajar en una sociedad. Creo que no estamos viviendo bien.

—¿Abandonaste el periodismo para dedicarte a la literatura? ¿Lo abandonaste definitivamente? Y si es así, ¿por qué?

—Yo me alejé mucho del periodismo cuando desapareció Santiago Maldonado porque me parecía que fue un momento bisagra dentro del periodismo, de todas las cosas que se dijeron, el daño que se le hizo a una familia. Y la verdad es que no siento que lo que yo tengo para decir o la manera que yo lo tengo para decir, no creo que... No sé. Hay una contradicción muy fuerte. Amo el periodismo, amo escribir. Creo que es la herramienta que más o menos sé manejar. Es como: sé cortar el pasto. Bueno, también sé escribir. Pero, bueno, hoy mi vida se basa en cuidar de mis animales, en trabajar en lo que hago, que es hacer alimentos que están buenos, es escribir un montón, es leer un montón y tener el tiempo para poder disfrutar de muchas de las cosas que yo necesito. Si hace frío, ir y prender la salamandra. A mí me lleva a gran parte de la mañana prender el fuego y para mí es algo extraordinario. Yo a veces vengo acá y veo que no sabés si hace frío o calor porque vivís en un departamento que tenés losa radiante. Y salís afuera y es un infierno el frío que hace. O al revés. Si vos me preguntás qué hago a la mañana, por lo menos 40, 45 minutos, me la paso soplando para que esa salamandra prenda. Voy a buscar leña. Me cocino, estoy en mi casa, mucho en mi casa y, bueno, estamos teniendo un invierno muy helado.

—Mencionaste a Potencia Intersex. ¿Qué es? ¿Por qué recomendás el trabajo que hacen? ¿Qué importancia tuvieron para vos?

—En Potencia Intersex pude encontrar compañeras, compañeros que me ayudaron a poder encontrar un sentido de pertenencia. Me parece que lo más doloroso es creer que no había un par como para poder reflejarme. Es muy, muy jodido. Sentirse único o sentirse única es espantoso por eso, porque no tenés con quien referenciar lo que te está pasando. O sea, no sé, yo tuve durante cuatro años incontinencia urinaria. Yo no le podía decir a nadie que me estaba haciendo pis mientras estaba bailando Gilda. O sea, ¿a quién se lo voy a decir? No podía. Y cuando hablo con otra persona: che, sí, a mí me pasó lo mismo. No tenés nada que explicarle. Va derecho. Entonces yo siempre, casi como si fuese un aviso parroquial, por así decirlo, digo: si vos creés que sos una persona intersex, si vos creés que hay una persona en tu familia que pueda llegar a haber tenido alguna situación similar, algún primo, alguna prima, alguna tía; una persona intersex puede ser a nivel genital, que tenga alguna diferencia a nivel genital, puede ser a nivel cromosómico o puede ser que no te des cuenta en tu vida que sos intersex. Así que creo que en esta organización, que hay muchas en Argentina, uno puede encontrar un par para poder hablar, para encontrar un camino diferente y para tener un acompañamiento y para saber que hay otras personas que pasaron por lo mismo que te pueden ayudar sin hacerte ninguna pregunta.

—Este libro, vos decías, tiene el destino de quizá convertirse en una película, quizá llegar a otros países, que pueda ser traducido.

—Es mi ilusión que sea una peli. Estoy empezando a trabajar en la adaptación de una peli. Ojalá que así sea. Que haya alguna productora. Bueno, ahora es un momento bastante complicado también, entre otras cosas, en el cine argentino, pero es una historia universal. Yo creo que esta nota puede llegar a ser escuchada por Pedro Almodóvar mientras esté tomando, no sé, un mezcal y diga: ah, a ver a esta chica puede ser una buena película. O alguna productora local que quiera apostar a esta peli. Y también me encantaría que este libro pueda ser editado en España, en México, en Colombia y en muchos países. Porque creo que esta historia de hecho ya está ayudando y ya ha ayudado a muchas personas. Puede ayudar a otras tantas. No solo a situaciones de personas intersex, sino también a cómo uno guarda un silencio. Y creo que hay algo en la construcción de ese silencio que te lleva años de vida, te arrastra. El silencio te arrastra y cuando vos lo contás y José De Zer ya se convierte en algo que no te da miedo, decís: ah, bueno, que vengan miles de José De Zer. Creo que este libro puede ayudar a eso, a decir cómo uno se somete a ese silencio para no ser atacado por la mirada del otro, que es súper complicado.

—No es solo la dictadura militar la que generó historias...

—Total. Cuando estaba escribiendo este libro pensaba que en cierta manera estaba buscando mi identidad, o sea, estaba buscando quién era, quién fui, cómo estoy constituida.

—Recuperar esa historia silenciada.

—Total. Encontré el documento. El DNI de Esteban está, existe, es un librito verde. Entonces, mi historia está marcada también por eso.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).

DG/CRM