El día que Diego Maradona se despertó de su última operación no fue amable con los que estaban alrededor. Se vio todo entubado, con cables pegados en el pecho y los puntos en la cabeza por el hematoma subdural. Se sentía molesto por la internación pero empezaba a sentir los síntomas de un síndrome de abstinencia que lo atacaba cuando no tomaba alcohol. En un par de horas se puso indomable, se quería ir de la Clínica Olivos y no había quién lo hiciera cambiar de idea. El teléfono de Carlos Cottaro sonó varias veces y finalmente atendió. “Venite para acá que Diego está difícil”, le dijeron. Se subió a su auto y una hora después entró por la puerta de Avenida Maipú. “¿Vos quién sos”, le dijo un Maradona desconfiado. “Diego, yo vengo a ayudarte”, le contestó al acercarse a la cama. Finalmente se quedó una semana acompañándolo hasta que le dieron el alta.
Cottaro es operador en adicciones, trabaja en la calle y coordina equipos en temas de drogadicción. Básicamente entra en escenas en las que hay que ayudar a alguien que por un consumo problemático pueda estar pasándola mal y experimentando situaciones de violencia. La consulta para la nota empieza por los protocolos en momentos delicados. Después sigue por la experiencia con Diego y llega a lo que le sucedió Chano Moreno Charpentier. “Leí lo que pasó con Chano y por lo que aparece en los informes, hicieron algunas cosas que complicaron un cuadro que ya estaba bravo. Nunca tenés que decirle a alguien que está teniendo un brote que lo vas a internar. Para eso tenés tiempo. En un caso como el de Chano primero hay que poder correr de la escena a la familia. El entorno forma parte del problema la mayoría de las veces. Lidiar con las emotividades de las dos partes no conviene. Hay que achicar el conflicto, no agravarlo”.
-¿Y eso cómo se consigue?
Hay que generar la mayor empatía posible. En esos momentos de crisis, una palabra destrabar un conflicto, pero tenés que saber cuál es. Si hay una situación de riesgo para él o para un tercero, lo primero que le planteo es una charla para desplazar lo que está sucediendo. Nada de lo que pasa, por más dramático que sea, debe parecer insuperable. Dentro de lo que la situación lo permita trato de estar cerca, de bajarlo. Por eso sacarlo de la casa mientras está en carne viva no es una buena opción. Si te quedás solo con él y otros no corren peligro, la charla empieza a ser diferente.
-Mencionás las charlas y las palabras justas para decirle a alguien en crisis. ¿Qué tipo de cosas se les dice?
-No siempre es lo que vos decís. A veces es una cuestión de cómo te dirigís. Y si quieren soltar lo que les sucedió solo los escuchás. Después de un momento así les decís si se quieren pegar una ducha para sentirse más cómodos. Vos tenés que saber que estás ganando tiempo. Que mientras más tiempo pasa es mejor para que entren en razón sobre lo que le vas a proponer. Cuando ya respiraron un rato y están más calmados todo funciona mejor. Ahí quizás si les decís: “Vamos a la clínica para hacerte unos análisis, te limpias un poco”, ya no lo va a recibir de la misma manera de cuando estaba con los enfermeros y los policías diciéndole que lo iban a llevar a la fuerza.
-Hay algo de mediador de conflicto en tu trabajo.
-Puede ser que haya algo. Lo que sí es cierto es que para el manejo de esas situaciones tenés que saber ser paciente. Muchas veces enfermeros o agentes quieren resolverlo rápido. Los tiempos no son los de los policías ni de los médicos ni los de la familia.
-Pero el fin es el mismo, de cualquier manera vas a pedir que lo internen.
-Claro, cuando llego con el paciente, le digo a los médicos lo que sucedió y recomiendo que lo internen. Luego el paciente y la familia deberán decidir lo que hacen, si inician un tratamiento o no. No hay ningún adicto que se recupere si él no quiere. La voluntad de ellos es decisiva.
-¿Para sostener un tratamiento se requiere mucha más voluntad que para comenzarlo?
-El tema es que muchos hacen tratamientos a medida. Piensan que los sostienen y que tienen voluntad pero no es así. Los tratamientos tienen determinadas características y tiempo y es por algo. Para llegar al estadío más compulsivo de la adicción tardas tiempo, es un proceso y lo mismo es para tratarte. Muchos hacen una limpieza y ya se quieren ir. Son los que más rápido vuelven a caer.
Cottaro se dedica a las adicciones, entre otras cosas, porque sabe de qué se trata. Tuvo problemas con drogas durante 20 años. “¿Qué consumía? Todo lo que me hiciera mal. Cocaína, paco, pastillas, lo que fuera. Haber pasado todo eso y luego haberme formado para ayudar a los que lo están atravesando creo que me da alguna ventaja. No soy alguien al que miran como un paracaidista. Les hablo el mismo idioma, puedo entender lo que les está pasando”, dice Cottaro, que además es titular de la Secretaría de Adicciones del Personal Legislativo.
-¿No tuviste un tratamiento “a medida” entonces?
-A mí me pasó al revés. A los 11 meses internado me dieron el alta y dije: “¿Ya está?”. No sentía que estuviera para irme. Después estuve otros 7 meses pero ya no estaba internado. Creo que lo más importante que entendí es que si pedía ayuda me tenía que dejar ayudar. Eso es clave. Si no hay compromiso del paciente las internaciones compulsivas no sirven.
-¿Cómo es en el cotidiano tu tarea?
-Tengo dos celulares. Hay uno que cuando suena tengo que salir rápido. Muchas veces suena a las cinco de la mañana. Ir a buscar a alguien que decayó, a alguien que se puso violento. En casa me quieren matar pero es lo que elegí.
Dice que la soledad es el peor enemigo de los que tienen problemas de consumo. “Yo sé lo que es estar solo y esperar un paro cardíaco. En recuperación el que no se integra se desintegra. No es una frase hecha, es la experiencia. A un adicto le das una masa y rompe toda una pared pero lo tenés que acompañar para que pueda volver a construir en su vida”.
AM