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Copa 71, el documental producido por las hermanas Williams que recupera una epopeya borrada del fútbol femenino

“¿Cómo decís vos? ¿Que hice historia yo?”. Elba Selva es una de las protagonistas de una epopeya futbolística que no figura en los manuales del fútbol y hoy, con 79 años, emocionada, demuestra con su pregunta que todavía ni ella se lo cree. La escena puede verse en Copa 71, el documental que se estrenó en Netflix y que le muestra al mundo el Mundial de ese año, un campeonato que se jugó en México con estadios repletos –una final con 110.000 personas, aún hoy récord de asistencia de público a un evento deportivo femenino– y que estuvo en el olvido por medio siglo. Allí, Argentina tocó el cielo. La Selección, una de las seis participantes, le ganó en su grupo 4 a 1 a Inglaterra con cuatro goles de Selva, zurda y número 10 del equipo. Pero el hito fue ninguneado: en los libros siempre apareció el triunfo de Maradona y compañía en 1986 como la primera victoria contra el clásico rival en una Copa del Mundo y sin embargo la epopeya le pertenecía a estas mujeres.

Producido por las hermanas Venus y Serena Williams y por la futbolista estadounidense Alex Morgan, Copa 71 recupera todo eso que no se vio durante 50 años: tacos, gambetas, injusticias arbitrales, patadas, polémicas, cracks, y a miles y miles y miles de personas llenando el estadio Azteca, en Ciudad de México, y el Jalisco, en Guadalajara, para verlas. Y entre lo inédito, lo mejor: goles y golazos, la pulsión del fútbol.

Las imágenes estaban, entonces. Y fueron escondidas. Copa 71 habla de la –mala– intención: el machismo que intentó borrar a estas futbolistas de la historia.

Los cuatro goles de Elba Selva dejaron de ser invisibles. Ahora pueden verse por primera vez pese a que aquella Copa había sido transmitida por Televisa y difundida por todos los medios de comunicación mexicanos.

“De vez en cuando te encontrás con una historia que hay que verla para creerla –dice la voz en off de Serena Williams en el documental–. Estuvieron ocultas porque son mujeres”. En aquel momento la FIFA no quiso reconocer esa Copa, organizada entonces por empresarios. Esa negación de la entidad rectora del fútbol es –fue y será, hasta que lo corrijan– ni más ni menos que la imposibilidad de aquellas ídolas de ser parte del relato oficial del deporte más popular del planeta.

“Fue lo más lindo que viví en mi vida”, dice Elba Selva. Todavía hoy hace jueguitos sin que se le caiga la pelota, así que verla en acción es reconocer los mismos movimientos pero 50 años atrás. Copa 71 no lo cuenta, pero hay un detalle más. La 10 viajó a aquella Copa cuando ya era madre: su hijo tenía dos años y quedó al cuidado de su marido. Elba por entonces trabajaba en una fábrica de medias. Se tomó licencia para representar a una Argentina sin respaldo de AFA, que recién reconoció a estas jugadoras medio siglo más tarde. Si todavía hoy los feminismos pelean por las tareas de cuidado repartidas, Selva también fue una pionera en este sentido. Se paró del lado de la defensa de su derecho al juego, aunque para el fútbol de entonces –y de hoy en muchas partes del mundo, incluso en Argentina– todavía rige el lema: “Eso que llaman amor es trabajo no pago”.

La Selección fue a aquel torneo sin camisetas ni botines. La organización se ocupó de resolver esa desidia.

Seis selecciones participaron de México 1971: además de Argentina y las locales estuvieron Italia, Francia, Dinamarca e Inglaterra. Copa 71 viaja por esos puntos del mapa a entrevistar a algunas heroínas. “No jugábamos al fútbol porque queríamos ser como hombres, jugábamos porque nos gustaba el fútbol”, dice la danesa Birte Kjems. “Se sentía como si tuviéramos alas”, define la francesa Nicole Mangas. “Todas tenemos sueños locos pero no todos se hacen realidad”, dice la danesa Ann Stengard. “(Aquel Mundial) fue una fábula, con lo bueno y lo malo”, reflexiona la italiana Elena Schiavo.

¿Cuánto duele el olvido? Imposible medirlo, pero Copa 71 logra ayudar a hacer empatía con esa crueldad. Pone justicia.

Las danesas fueron las campeonas después de vencer 5 a 0 en la final a México. Sus futbolistas recuerdan aquellos días felices en los que firmaban autógrafos como todas las mundialistas. El público las adoraba. Les llevaban regalos. Se entrenaban a la madrugada y así y todo los niños y niñas iban a verlas para llevarse una foto de souvenir.

Este paraíso feminista, una especie de viaje de egresadas para hacer aquello que hasta muchos de sus padres les prohibían (jugar al fútbol), les permitió acceder a un mundo desconocido: el del reconocimiento. La posibilidad de vivir con libertad y aliento una identidad que la sociedad les marcaba que estaba prohibida, la de futbolistas.

Tildadas de machonas incluso por periodistas que las entrevistaron en su momento en sus países, difundidas por los empresarios organizadores como “chicas bastante bonitas y no monstruosidades musculosas”, estas heroínas disfrutaron de su paraíso, la Copa 71.

Y también generaron ganancias, una discusión que aún hoy se mantiene cuando se habla de fútbol femenino. El dedito acusador las señala. Hay quienes afirman que la disciplina no produce beneficios económicos. Pero estos empresarios mexicanos sí los obtuvieron. Hubo en aquellos días entradas agotadas, auspiciantes por todas partes, los medios de comunicación con la atención puesta en ellas. El Mundial fue un éxito también comercial. Así se había pensado y así resultó.

Después de consagrarse campeonas las danesas fueron recibidas con loas en su país. Ya habían conquistado un Mundial en 1970. Sin embargo el éxtasis duró tres días. A eso le siguió la indiferencia.

“En esos días sentí libertad por primera vez”, relata la mexicana Silvia Zaragoza, otra exjugadora que ahora da entrevistas y charlas para contar la hazaña que protagonizó.

En Copa 71 no aparece pero en este medio siglo muchas de estas ídolas, ya jubiladas, buscaron pasar el tiempo. Betty García, la 9 de Argentina, había decidido hacer un curso de tejido como forma de sociabilizar y tener una actividad. Hasta que Lucila Sandoval, una exarquera, se dio la tarea de buscar a las jugadoras del 71 y armar un espacio para visibilizarlas.

Pelearon tanto las argentinas por defender lo logrado que distintas legislaturas e incluso el Congreso de la Nación votaron que el 21 de agosto sea el Día de la Futbolista en el país. Ese día pero de 1971 le ganaron a las inglesas. Betty es la única que conserva la camiseta que usó en aquel Mundial.

Elba Selva sigue practicando deportes. Juega ping pong, newcom, baila folklore. Todo en su General Rodríguez natal, donde vive. Cuando sus compañeros y compañeras se enteraron de esta historia le preguntaron por qué nunca antes se los había contado. “No sé, ustedes nunca me lo preguntaron”, les respondió. Ahora que sabe que hizo historia también los puede mandar a mirar Copa 71 para que vean sus goles. Que aparecieron y quedarán para siempre.

AP/DTC