Covid-19 en la Argentina

En la segunda ola hay más testeos, pero la positividad no baja del 30 por ciento

Llegar a casa, lavarse las manos, desinfectar botellas, latas, bandejas, sachets. Desde mediados de marzo del año pasado, incorporamos nuevos hábitos de prevención para cuidarnos de un virus que no conocíamos. Pero quince meses dentro de la pandemia, la situación con la que convivimos hoy dista de lo que experimentamos e imaginamos en la primera ola.

“Las medidas de prevención llegaron para instalarse. Los puntos más importantes, que son vitales, son la distancia social y el uso de barbijo con el lavado de manos. En eso se sustenta la prevención más importante”, dice a elDiarioAR Nicolás D’Amico, médico residente en infectología en el Hospital Fernández. “Es cierto que cambió el concepto que se tenía al principio sobre la transmisión por contacto. Hoy se le da más importancia a la transmisión por gotas y se sigue hablando de la transmisión por aerosoles. Se ha dejado en segundo plano la forma de contagio por superficies como forma principal de contagio, aunque sea importante de todas formas”.

El pico de la primera ola se dio el 21 de octubre de 2020, con 18 mil casos de coronavirus registrados en 24 horas: menos de la mitad del récord de 41 mil casos detectados este 21 de mayo. En el momento de ese primer pico, teníamos un promedio bisemanal de aproximadamente 4.400 casos y 117 muertos por millón de habitantes. Hoy son más de 9.600 casos y 150 muertes por millón.

Durante el pico de casos de la primera ola a finales de octubre de 2020, se registraron poco más de 60 testeos diarios por cada mil habitantes. A principios de junio, el número fue de más de 217 testeos por cada mil habitantes, casi 4 veces más que en el peor momento de la pandemia en 2020. En aquel entonces, la positividad de los testeos era del 36,8%. Hoy es de 33,9%. Sólo en el verano, entre diciembre y febrero, la positividad bajó a entre un 10% y 20%.

Es decir, aún cuando cuadruplicamos los testeos en comparación con el pico del año pasado, la positividad es la misma: más de tres de cada diez personas testeadas dan positivo y en algunas provincias llega a más de la mitad. Un valor alto para este índice que permite dar cuenta de la capacidad de detectar casos. “Cuanto mayor es la positividad se detectan menos casos leves. Lo ideal es que haya una positividad menor al 10%”, dice a Infobae Jorge Aliaga, físico e investigador en el Conicet.

A principios de la primera ola primaban los casos importados, pero desde el año pasado contamos con circulación comunitaria del virus en todo el país. A eso se le suma la aparición de nuevas variantes, como las conocidas popularmente como la de “Manaos” o la del “Reino Unido”.

Las formas de contagio siguen siendo las mismas. Lo que vimos en los primeros meses de 2020 es la predominancia de casos de infección adquirida fuera del país, las personas llegaban y después se producían transmisiones en la comunidad. El resto del año se empezó a asentar la transmisión comunitaria. Con estos virus, cuanto más tiempo se perpetúa la cadena de transmisión, esto puede generar mutaciones, cambia la estructura y permite generar nuevas formas de presentación como las nuevas variantes”, afirma D’Amico.

La curva de ocupación de camas UTI durante la primera ola tuvo su pico a principios de noviembre con 5.119 camas ocupadas, un 60,39% a nivel nacional y 60,6% en el AMBA. En la segunda ola, la ocupación de camas de terapia intensiva superó ampliamente estos números: desde mediados de mayo que no baja del 70% a nivel nacional, y en el caso del AMBA, desde mediados de abril. Hoy ronda el 78% en todo el país, el 75% en el AMBA y desde el 14 de mayo bate récords de ocupación a diario.

Al día de hoy, más del 23% de la población recibió al menos la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. A comienzos de la segunda ola, la población vacunada con al menos una dosis era del 7%. Ahora, el 86% de los mayores de 60 años están vacunados, hecho que influye en la edad de las personas golpeadas por la pandemia: en pleno pico de la segunda ola, la edad promedio de los internados en UTI es de 53 años y los menores de 60 representan la mitad de los ingresos a terapia intensiva.

Hoy, el virus predomina en personas más jóvenes. Antes golpeaba a personas mayores y de riesgo. Esto no quita que haya presentaciones severas en esta población adulta con factores de riesgo”, sostiene D’Amico. “A los primeros grupos que se decidió vacunar es a las personas de mayor edad. Quizás estas personas eran las que mejor cumplían el aislamiento, que se les pidió cuidarse más que nunca y ahora contamos con gran parte de la población de esta edad vacunada. Y los adultos y adultos jóvenes han retomado sus trabajos habituales, mientras que los jubilados tal vez estuvieron siempre más dentro de sus casas”.

Una constante en la primera y en la segunda ola son las repercusiones de la pandemia en la economía, y las preocupaciones que se desprenden de este escenario. “Claramente las primeras restricciones tuvieron un impacto muy fuerte. Ahora estamos viendo que el impacto es menor porque fue más corto y más flexible la restricción”, explica el economista Fausto Spotorno en diálogo con elDiarioAR. “El problema es que se van acumulando, no vuelve todo a la normalidad. Algunas empresas y trabajos quedaron en el camino y otros no pero quedaron muy mal parados y los segundos cierres los terminaron de liquidar. Por ejemplo, los negocios en el microcentro”.

“Al principio claramente el tema de la salud era prioridad, con el tiempo fue creciendo la importancia de los problemas económicos. El desempleo y la inflación están al tope de la lista, corriendo uno detrás del otro”, comenta Spotorno. “Con el desempleo, lo que se está viendo es una pérdida de trabajo formal importante. El otro problema es la inflación. No es lo mismo ser pobre sin inflación que pobre con inflación. Lo mismo pasa con la clase media. Si uno no pierde la disciplina, puede vivir mejor, te ordenás, sabés que tenés un presupuesto, pero esto no es posible si tenés inflación. Siempre estás corriendo”.

MC