Entrevista

Silvia Bentolila, psiquiatra experta en desastres: “Por la grieta es difícil que salgamos resilientes de la pandemia”

“El último terremoto grande en el que estuve… dejame pensar… México, sí, México 2017”. Silvia Bentolila es médica psiquiatra y sanitarista, y en ese repaso mental asoma su trayectoria. Especializada en la reducción de riesgos en desastres, trabajó en programas de prevención de suicidios para veteranos de Malvinas, y con los sobrevivientes y las familias de las víctimas de Once, de las inundaciones de La Plata, del edificio rosarino que explotó tras una fuga de gas en 2013, en el alud de Tartagal y en el terremoto de Chile en el que murieron más de 800 personas.

Estuvo el día que el desastre ferroviario fue en Castelar y cuando las inundaciones fueron en Brasil o en Bolivia. Estuvo, otra vez junto a familiares y sobrevivientes, en los meses que siguieron al incendio fatal de Cromañón.

“Hay que definir la pandemia bajo el concepto de lo que llamamos desastre. Lo gestionable en un contexto de desastre es el riesgo, que es la resultante de la interacción entre una amenaza y una población vulnerable ”, explica Bentolila, en diálogo con elDiarioAR, y aclara: “Saquemos la palabra tragedia de todo esto. Todos los que trabajamos en salud mental en emergencias y desastres aprendimos que no hay que poner rótulos que condicionen la elaboración de esos hechos. Los llamamos ‘emergencia humanitaria’. Para hacer el duelo y elaborarlo es mejor no poner títulos condicionantes”.

- En términos de salud mental, ¿cuál es la diferencia entre un desastre que ocurre en un momento determinado y otro que se prolonga en el tiempo?

- El impacto del que se prolonga es mucho mayor porque en principio se mantiene el nivel de incertidumbre de la comunidad. Todos tenemos activada la respuesta neurofisiológica del estrés casi permanentemente. Estamos irritados, cansados, nos percibimos en peligro y tenemos la sensación de que el control de la situación está completamente fuera nuestro: depende de las normas que se dicten, de qué vacunas compren, de qué aperturas y cierres haya. Sin embargo hay cosas que dependen de nosotros: entender eso ayuda a recuperar el comando de la propia vida y reduce ese estado de híper-alerta.

- Argentina acaba de superar la dolorosa marca de 100.000 muertes por Covid-19, ¿qué impacto tiene esto para la sociedad?

- Para ninguna comunidad es gratis tener 100.000 muertos. En la memoria colectiva nos va a pegar a todos y a todas, y van a quedar heridas de ese duelo para elaborar y sanar. Vamos a tener que hacer un duelo colectivo como tuvimos que hacer con otros desastres como la guerra de Malvinas y los atentados a la AMIA o a la Embajada de Israel.

Para ninguna comunidad es gratis tener 100.000 muertos. En la memoria colectiva van a quedar heridas para elaborar y sanar. Vamos a tener que hacer un duelo colectivo como tuvimos que hacer como la guerra de Malvinas, la AMIA o a la Embajada de Israel

Aún así, hay una tendencia a no conectar la herida social con el escenario individual, es algo que cuesta en general, no sólo a los argentinos. Se han hecho encuestas que demuestran que la amplia mayoría piensa que el Covid-19 es grave, que esa misma mayoría piensa que alguien cercano puede morir por el virus, pero cuando la pregunta que se le hace a esa persona es si cree que puede contagiarse y morirse, las respuestas positivas se reducen al 50%. Opera la negación a nivel comunitario. La negación de la muerte es un fenómeno humano: no se puede vivir todo el día con la idea de que me puedo morir.

- ¿Y qué consecuencias tiene esa negación?

- En principio, lo que ocurre es que nos pensamos individualmente más que como parte de un colectivo. Así es que cuesta pensar que la propia conducta influya en el saldo final que la pandemia deje en la Argentina, como si esos 100.000 muertos actuales o los que vaya a haber en total no tuvieran nada que ver con lo que cada uno hizo o dejó de hacer a nivel individual. La vacuna, que es por supuesto es importantísima, a la vez pone la solución fuera de uno, y hay quienes se relajan tanto que se descuidan. Todo el tiempo hay que llevar el pensamiento a “¿qué tengo que ver yo con esto que está pasando?”, y recordar que el resultado de este escenario no depende sólo de los gestores políticos que toman medidas. Uno tiene que tomar conciencia solo, porque la vida no puede ser igual a como era en otras circunstancias.

- Dijiste que van a quedar heridas colectivas por sanar, ¿cómo imaginás ese trabajo colectivo?

- Hay un duelo que recién podrá empezar a hacerse una vez que pase la pandemia: el duelo comunitario, que surgirá cuando podamos ver qué perdimos como sociedad. Por eso será importante también ver qué ganamos. Si sólo vemos pérdida, no habrá aprendizaje posible.

¿Podremos aprender algo de todo esto? Lo cierto es que estamos muy complicados. Es difícil aprender para el que pone todo el problema afuera, para el que no se hace cargo de qué lugar ocupó con sus conductas. Para hacer un duelo necesariamente tenés que aceptar que una parte de todo lo que pasó tiene que ver con vos, y no estoy segura de si vamos a poder aceptar eso. En la Argentina está todo tan metido en la grieta que es difícil que salgamos resilientes de la pandemia. Siempre hay uno echándole la culpa al otro, pero el duelo de esto es indefectiblemente colectivo. Creo que el gran trabajo va a ser darse un abrazo colectivo, llorar juntos, y ver cómo seguir adelante después de esto.

JR